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Lowell Brueckner

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1 Corintios 5

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Capítulo 5
Inmoralidad en la iglesia

1.      En efecto, se oye que entre vosotros hay inmoralidad, y una inmoralidad tal como no existe ni siquiera entre los gentiles, al extremo de que alguno tiene la mujer de su padre.
2.      Y os habéis vuelto arrogantes en lugar de haberos entristecido, para que el que de entre vosotros ha cometido esta acción fuera expulsado de en medio de vosotros.
3.      Pues yo, por mi parte, aunque ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, como si estuviera presente, ya he juzgado al que cometió tal acción.
4.      En el nombre de nuestro Señor Jesús, cuando vosotros estéis reunidos, y yo con vosotros en espíritu, con el poder de nuestro señor Jesús,
5.      entregad a ese tal a Satanás para la destrucción de su carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.

Hemos llegado a la parte en la que Pablo juzga la inmoralidad sexual. No creo que estoy informándoos de algo nuevo, al decir que la inmoralidad es un gran problema en la iglesia hoy en día y ha sido la causa de la caída de muchos pastores y líderes. De hecho, fue un problema en tiempos bíblicos, empezando en el libro de Génesis.

Luchar contra la mala conducta sexual es más complicado para el cristiano que luchar contra otras formas de pecado, porque la sexualidad es una parte legítima del ser humano, desde la creación. Otros pecados se iniciaron después de la caída de Adán y Eva, y no son naturales. El homicidio, el robo, la mentira y la codicia, por ejemplo, son fruto de la naturaleza caída y no tienen su origen en el ser que Dios creó a Su imagen y semejanza. Las adicciones a la nicotina, al alcohol y a la droga, por ejemplo, no son hábitos naturales; pero el deseo sexual, el apetito para la comida y la necesidad de calmar la sed, sí lo son. La persona no puede librarse de ellos, aunque tiene que aprender a controlarlos y a dirigirlos solamente en la dirección para la que fueron creados. La sexualidad es la parte de la naturaleza humana que asegura la procreación de la raza, y por eso es algo bueno.

Sin embargo, toda actividad sexual, hablando bíblicamente, está limitada estricta y exclusivamente al marido y a su esposa, después de haberse comprometido el uno al otro. Salomón comparte su sabiduría sobre el tema en Proverbios 5:18-20, si quieres estudiarlo. Y en el Nuevo Testamento, el escritor del libro de Hebreos, nos da una posición sólida: “Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios” (He.13:4).


En Génesis 35:22, Rubén cometió una acción que le costó su primogenitura (fíjate en Deuteronomio 21:17 y 1 Crónicas 5:1 para obtener el trasfondo acerca de pasar el derecho de su primogenitura a José): “Rubén fue y se acostó con Bilha, concubina de su padre; e Israel lo supo”. La Biblia no dice que Israel mencionara el asunto, hasta que profetizó sobre sus hijos en el capítulo 49, empezando en el versículo 3 con su hijo mayor: “Rubén, tú eres mi primogénito, mi poderío y el principio de mi vigor, prominente en dignidad y prominente en poder. Incontrolable como el agua, no tendrás preeminencia, porque subiste a la cama de tu padre, y la profanaste: él subió a mi lecho”.

El pecado relatado al principio del capítulo 5 es muy semejante. Por supuesto, la mujer involucrada no es la madre del responsable, sino otra esposa de su padre, probablemente, debido a la muerte de su madre. En cualquier caso, es la mujer de su padre, como Bilha lo fue de Jacob. Pablo muestra la naturaleza, particularmente perversa, de este pecado, el cual no sería tolerado ni siquiera entre los incrédulos (v:1). La ley de Moisés maldijo tal práctica (Dt.27:20).

Pablo no solamente condena este pecado, sino también la arrogancia, en general, entre los miembros de la iglesia, respeto al asunto. Tanto una como otra forma de orgullo causan muchos problemas dentro y fuera de los círculos cristianos. El orgullo es un pecado que Dios, especialmente, desprecia, y se encuentra al frente de una lista de pecados en Proverbios 6:16-17: “Seis cosas hay que odia el Señor, y siete son abominación para Él: ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente…” Cuando el Señor da la salvación requiere que uno la reciba con humildad: “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef.2:8-9). La gracia humilla al pecador.

El pastor de una gran iglesia en una ciudad cerca de nuestra casa, cometió hechos inmorales. Al ser descubierto, él se puso delante de la iglesia para “confesar” sus pecados, y fue recompensado con los aplausos de la congregación. Otros pastores de la ciudad llamaron al presidente de una misión, especialmente conocido por su habilidad en tratar tales asuntos. Él dijo, frente a la iglesia, que sería insuficiente tratar el pecado solamente por personas dentro de la congregación, debido a múltiples conflictos de intereses. Siguió declarando: “Vosotros aplaudisteis al pastor después de contar sus pecados, pero esto fue totalmente inapropiado. ¡Deberíais haberos escondido bajo los asientos, llenos de temor y vergüenza!”

Pablo tiene que tomar autoridad sobre la situación en Corinto. Él dice que la reacción al pecado entre los creyentes debería haber sido el lamento. Deberían haber sentido remordimientos, acompañado de arrepentimiento, manifestando así un entendimiento sobre la gravedad del pecado. Después les dice que el culpable sea quitado de entre los miembros de la iglesia (v:2). La sociedad, alrededor de ellos, tiene que ver que el verdadero cristianismo no tolera el pecado.

La disciplina tiene que ser aplicada para el bien del ofensor y tiene que ser severa, para que pueda serle de beneficio. Los asuntos espirituales no requieren necesariamente la presencia del juez, y Pablo dice que está presente en espíritu. Ya ha decidido la sentencia que debe aplicarse (v:3). También está la presencia de Cristo, con Su majestuoso poder, para otorgar autoridad celestial a la iglesia congregada, mientras pronuncia el castigo (v:4).

La iglesia es espiritual y, por eso, todas sus acciones tienen que ser hechas en un terreno espiritual. Ésta será la pena: El hombre tendrá que ser entregado a Satanás. Algunos tienen preguntas sobre el versículo 5 y, por eso, intentaré esclarecer su significado. El acusado no apreció su posición, ni aprovechó de su protección, mientras estaba en la iglesia. Además, está dando un mal testimonio a la sociedad. Para su propio bien, la iglesia le echa fuera, literalmente, le prohíbe participar en sus actividades y es entregado a Satanás.

Se espera que no sea algo permanente. Al estar separado de la protección espiritual de la iglesia, estará viviendo bajo el terrible gobierno del reino del diablo. Así, cuando despierte a lo necio que ha sido, sufriendo en esta situación y viendo que su alma está en peligro, se espera que tenga un remordimiento severo y un arrepentimiento profundo. Entonces, humillándose, se volverá a Cristo, para que, de esta manera, “su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”. Esta frase no es incondicional y el castigo no garantiza un resultado positivo, sino que, totalmente al opuesto, es condicional y sin garantías. La condición es el arrepentimiento y el resultado depende de volverse a Cristo. Él tendrá que hacer esta decisión antes de que sea tarde (fíjate en el resultado de este caso en 2 Corintios 2:5-11).

Disociarse de la levadura espiritual

6.      Vuestra jactancia no es buena. ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?
7.      Limpiad la levadura vieja para que seáis masa nueva, así como lo sois, sin levadura. Porque aun Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado.
8.      Por tanto, celebremos la fiesta no con la levadura vieja, ni con la levadura de malicia y maldad, sino con panes sin levadura de sinceridad y de verdad.
9.      En mi carta os escribí que no anduvierais en compañía de personas inmorales;
10.  no me refería a la gente inmoral de este mundo, o a los avaros y estafadores, o a los idólatras, porque entonces tendríais que salir del mundo.
11.  Sino que en efecto os escribí que no anduvierais en compañía de ninguno que, llamándose hermano, es una persona inmoral, o avaro, o idólatra, o difamador, o borracho, o estafador; con ése, ni siquiera comáis.
12.  Pues ¿por qué he de juzgar yo a los de afuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro de la iglesia?
13.  Pero Dios juzga a los que están fuera. Expulsad de entre vosotros al malvado.

Los corintios están jactándose de su ignorancia sobre un principio espiritual. Se expresa en el proverbio de Pablo: “Un poco de levadura fermenta toda la masa”. Utiliza el mismo término simbólico en Gálatas 5:9. Simplemente, significa que, un poco de pecado afecta a la iglesia entera (v:6). Salomón declara lo mismo en Eclesiastés 9:18 y 10:1: “Un solo pecador destruye mucho bien. Las moscas muertas hacen que el ungüento del perfumista de mal olor; un poco de insensatez pesa más que la sabiduría y el honor”.

El significado de los símbolos es algo constante en toda la Escritura, y pienso que la levadura siempre tiene una connotación negativa. En el Antiguo Testamento, los sacrificios de fuego demandan pan sin levadura, porque simbolizan ofrendas que suben al Señor. Solamente en dos ocasiones, el pan leudado fue usado en dos ofrendas de cereal no quemados: 1) Fue usado en la ofrenda de cereal, que fue ofrecida junto al sacrificio de paz (Lv.7:13), y 2) fue un ingrediente de la ofrenda mecida en la fiesta de pentecostés, 50 días después de la fiesta de las primicias (Lv.23:17). En los dos casos, el pan con levadura revelaba la presencia del pecado que tenemos que reconocer, como el apóstol Juan declara en su primera epístola: “La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros… Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su palabra no está en nosotros” (1 Jn.1:7,8,10). Cristo, el Cordero de la Pascua, derramó su sangre por nosotros, y por Él obtenemos gracia para poder entrar gratuitamente a la presencia de Dios; pero esta verdad no da permiso para pecar (1 Jn.2:1).     

Scofield comenta: “Cualquier acción de gracia, acompañando el sacrificio de paz, tiene que presentar a Cristo, en primer lugar. Levítico 7:12 tipifica esto, y así la levadura es excluida. En el versículo 13, el que ofrece, dando acción de gracias, participa en la ofrenda de paz y, por eso, la levadura significa correctamente que, aunque tiene paz con Dios… todavía hay maldad en él”. En Levítico 23:17: Panes mecidos fueron ofrecidos cincuenta días después de las gavillas mecidas… Con las gavillas mecidas no ofrecieron la levadura, porque no había maldad en Cristo, pero los panes mecidos, tipificando la iglesia, son ‘amasados con levadura’, porque en la iglesia hay presencia de maldad”. (Debo aclarar que la Fiesta de las Primicias representaba al Cristo resucitado y, 50 días después, la Fiesta de Pentecostés, representaba el derramamiento del Espíritu sobre la iglesia).

Pablo proclama que la iglesia en Corinto debe limpiarse de la levadura, para que su situación, de forma práctica, represente su posición, perfectamente no leudada, en Cristo (v:7). Jesús nos advirtió de la levadura de los Fariseos y los Saduceos, que simbolizaba la falsa doctrina y la hipocresía (Mt.16:6, 11, 12; Mc.8:15 y Lc.12:1). Por esta razón, no creo probable que Jesús, en Su parábola, esté dando un significado positivo a la levadura (Mt.13:33), porque rompería la constancia que ha llevado el simbolismo de la levadura en el resto de la Escritura. Yo creo que Él está demostrando la apariencia de un crecimiento inoportuno, más allá de la sustancia del pan.

El comentario de John Wesley sobre el versículo 8, enfatiza esta sustancia: “La sinceridad y la verdad son puestas aquí, aparentemente, para representar la verdadera religión del interior”. Lo que Dios requiere es una verdadera sustancia espiritual en el corazón, en lugar de una apariencia exterior inflada. Pablo habla de una verdadera celebración espiritual, simbolizada por la Fiesta de Pan Sin Levadura, que empezó con la Pascua. La hipocresía es el paradigma de la malicia y la maldad escondidas y descubiertas en la religión de los Fariseos.

Debido a lo que está pasando en la iglesia en Corinto, Pablo tiene que clarificar algo que había escrito en una carta anterior (no existe porque se perdió) acerca de asociarse con personas inmorales (v:9). Estaba refiriéndose a la gente inmoral de la iglesia que querían llamarse hermanos. Tuvo que mencionar esta condición precisamente para evitar algo que ha acontecido comúnmente durante la historia y hasta el día de hoy: Es la práctica de apartarse física y literalmente de la sociedad a regiones despobladas, existiendo como una comunidad cristiana. Esta nunca fue la idea del Señor; Él oró al Padre: “No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno” (Jn.17:15). La iglesia debe vivir entre la sociedad, tener relación, aunque sea limitada, con la gente, y ser observada como un ejemplo al mundo incrédulo (v:10). Siguiendo el ejemplo de Jesús en los evangelios, vivimos entre los pecadores, aunque no participamos en sus pecados.

Al considerar a los falsos hermanos, por la razón de que deshonran el nombre de Cristo delante del mundo, no podemos asociarnos con ellos. Ellos reclaman ser cristianos, pero no tienen un estilo de vida diferente al del mundo; a estos tenemos que evitar (v:11). Otra vez, hago referencia a la oración de Jesús, en la que expresa Su deseo: “Que los guardes del maligno”. Pablo también avisó a los tesalonicenses: “Si alguno no obedece nuestra enseñanza en esta carta, señalad al tal y no os asociéis con él, para que se avergüence” (2 Tes.3:14).

Los pecadores practican el pecado. La misión evangelística no es moralizarles. Nosotros predicamos acerca del arrepentimiento y la fe en Cristo, y no predicamos acerca de las virtudes morales. Intentar guardar la ley de Dios sin la nueva naturaleza, es esclavitud espiritual, según nos enseña el Nuevo Testamento, porque el pecador intenta pelear contra su naturaleza pecaminosa. Por otro lado, el cristiano nacido de nuevo, vive de acuerdo a su nueva naturaleza y hace la voluntad de Dios desde su corazón. En cuanto a los de afuera, que Dios sea quien les juzgue.

Pero, al tratar con los cristianos, estamos considerando totalmente otro asunto. La enseñanza popular en la iglesia, hoy en día, prácticamente elimina el juzgar. En el contexto de este capítulo, juzgar es necesario y saludable entre los cristianos. Mencioné, en un capítulo anterior, que Jesús enseñó: “Juzgad con juicio justo” (Jn.7:24). Debemos asegurarnos de que nuestros consejos estén alineados con las doctrinas de Cristo y el Nuevo Testamento. Pablo, en el versículo 12, declara rotundamente, que los miembros tienen que juzgar a los que están en la iglesia. Hay muchos denominados cristianos que demandan: “¡No me juzgues!” Entonces, yo le preguntaría: “¿No quieres que te tratemos como a un cristiano?” El que quiere ser cristiano, pero no vive de acuerdo a las demandas de Cristo y el apóstol Pablo, recibe la misma sentencia que en el primer siglo (v:13): “Expulsad de entre vosotros al malvado”


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