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Lowell Brueckner

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Más grande que Abraham

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 Un estudio expositivo del libro de Hebreos

 

Capítulo 7

 1.      Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,

2.      a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz,

3.      sin padre, sin madre, sin genealogía, que ni tienen principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

 

La persona de Melquisedec

 Hemos dejado atrás la leche de las enseñanzas elementales de Cristo y estamos profundamente envueltos en las doctrinas de alimentos sólidos. Aprendimos acerca del juramento de Dios hacia Abraham y sus descendientes espirituales. También estudiamos la esperanza bíblica que está anclada dentro del velo y nos atrae al Lugar Santísimo. Ahora, entramos en la enseñanza sobre Melquisedec, a quien que el escritor, anteriormente, hizo referencia en 5:6,10; 6:20, citando a su vez el Salmo 110:4. En 5:11, él dijo: “De esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír”. Bien, este va a ser un alimento muy sólido.

 Pienso que, en este capítulo, más que en cualquier otra porción de la Biblia, el Espíritu Santo establece la Escritura, no solamente como la más alta autoridad, sino también como la única autoridad para la doctrina cristiana. Con la unción e inspiración del Espíritu de Dios, el escritor desarrolla un amplio campo de la verdad neo testamentaria sobre el orden de Melquisedec, extraída de un total de cuatro versículos del Antiguo Testamento… Génesis 14:18-20 y Salmos 110:4. Enseñando por medio del Espíritu Santo, él edifica sobre este fundamento, no solamente sobre lo que dicen estos versículos, sino sobre lo que no dicen. Intentaremos entrar en un estudio de mucha intriga, un hermoso ejemplo de una gran revelación, en la cual, ¡el Espíritu abre los ojos del corazón para dar un entendimiento espiritual!

 Parece que cada palabra tiene significancia. Primeramente, introduce el nombre de la persona que presenta, Melquisedec, siguiendo con el título de sus oficios; rey y sacerdote. Menciona su encuentro con Abraham, insertándolo dentro de la crónica del libro de Génesis. Abraham apenas había vuelto de rescatar a su sobrino Lot y a su familia de la mano de cuatro reyes que los habían llevado cautivos. Inmediatamente después de que Abraham aceptara el pan y el vino de Melquisedec, rehusó la oferta del rey de Sodoma. Este ejemplo es muy significativo: Todos los que participan del pan y el vino, que son el cuerpo y la sangre de Cristo, rehúsan lo que el mundo ofrece. Tenemos que reconocer que no estamos en una leyenda; es una historia verídica, escrita por el Espíritu Santo con personajes reales. Ahora, el Autor Divino, dirige al escritor a los detalles que Él mismo había puesto en el relato muchos siglos antes (v:1).     

 

 Melquisedec es un nombre único en la Biblia y llamó la atención del escritor hebreo. Él sabía que significaba rey de justicia. En el capítulo 1, versículo 8, él citó el Salmo 45:6, un salmo mesiánico, el cual presenta a Cristo como Dios: “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino. Inmediatamente, él ve en Melquisedec a un tipo de Cristo; el Rey de justicia.

 La ciudad de Salem, en el libro de Génesis, fue nombrada después como Jerusalén. Generaciones más tarde fue habitada por los Jebuseos y llamada Jebús. Una de las primeras conquistas del rey David fue tomar la ciudad, porque entendió, por revelación, su importancia en los propósitos de Dios. Isaías llamó a Jerusalén el Valle de la visión (Is.22:1,5), porque en ella, los profetas, incluyendo a David y a él mismo, recibieron luz sobre el futuro. Salem, significa paz, de ahí el título de Melquisedec, rey de paz, otro tipo de Cristo porque, desde Jerusalén, un día Jesús reinará en un reino de paz. En Jesucristo, Dios ofrece al hombre la reconciliación y la paz con Él, manteniendo al mismo tiempo su perfecta justicia. En la cruz: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Sal.85:10).

 Melquisedec fue el rey de Salem y también sacerdote del Dios Altísimo, manifestando en su persona al Sacerdote/Rey que vendría. Zacarías 6:13 profetizó acerca del Mesías: “Sí, Él reedificará el templo del Señor, y Él llevará gloria y se sentará y gobernará en su trono. Será sacerdote sobre su trono y habrá consejo de paz entre los dos oficios” (LBLA). Él es Rey de reyes y Señor de señores; Él es Jesús, el Salvador del mundo y el Cristo ungido (v:2).   

 Era extremadamente importante que los sacerdotes levíticos tuvieran una genealogía. Cuando los hijos de Israel fueron a Babilonia, ser sacerdote no representaba ningún honor público, por eso algunos no preservaron sus documentos genealógicos. Pero, cuando volvieron a Israel, después del cautiverio, el sacerdocio, de nuevo, recobró su prestigio, pero ya en vano buscaron los documentos. En el tiempo de David, había un sacerdote que se casó con la hija de Barzilai, un gran hombre que había sido benigno con David durante su exilio, cuando Absalón le quitó su trono. El sacerdote prefirió que sus hijos fueran registrados entre los descendientes de Barzilai y, por eso, perdieron su sacerdocio. El relato en Ezra declara: “Estos buscaron su registro de genealogías, y no fue hallado; y fueron excluidos del sacerdocio” (Esd.2:62). Los grandes patriarcas, de varias naciones, tienen sus genealogías en el libro de Génesis, que es el libro de los principios bíblicos. Melquisedec aparece y desaparece, y la Escritura guarda silencio sin proveer registro alguno de sus antepasados o descendientes, sin ningún certificado de nacimiento o muerte. 

 

 Con sólo tres versículos, el Espíritu Santo introduce a este hombre en la Escritura como un tipo del Hijo de Dios. Sin embargo, nota algo importante en la palabra semejante del versículo 3… hecho semejante al Hijo de Dios. No debemos confundirnos ni desarrollar la opinión de que es una cristofanía, es decir, una manifestación de Cristo en el Antiguo Testamento. Lo que es muy evidente es que el escritor basa su doctrina (como debe hacerse con todas las doctrinas), estrictamente, en lo que dice o no dice la Escritura. En el valioso salmo mesiánico 110, David, como era un gran profeta, discernió, sobrenaturalmente, el orden de Melquisedec y a Cristo, por el juramento del Padre, que Él estableció en la eternidad, antes de la fundación del mundo.

 4.      Considerad, pues, cuán grande era este, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín.

5.      Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.

6.      Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.

7.      Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

8.      Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.

 

Melquisedec y Abraham

 El judío se jactaba por ser la simiente de Abraham, el gran patriarca de la raza hebrea. Fue un ganadero poderoso y un guerrero respetado, e incluso, mucho más todavía, fue considerado un hombre con poder espiritual, que caminó fielmente con Dios. En el futuro, por medio de la fe, llegaría a ser el padre de muchas naciones. Quizás, el elogio más grande de parte de Dios hacía Abraham e Israel, fue: “Tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo” Isaías 41:8.

 Es el escritor del libro de Hebreos el que descubre la grandeza de este hombre, Melquisedec, que no tiene genealogía, y lo descubre de acuerdo a la esfera de su revelación divina. Su propia identidad, sigue siendo un misterio para nosotros y para la iglesia, otorgando la autoría de las Escrituras, exclusivamente, al Espíritu Santo. Él ve irrefutables evidencias de que Melquisedec es más grande que Abraham y, siendo así, le pone en la posición de ser, probablemente, el hombre más importante en todo el periodo del Antiguo Testamento. Quería que sus lectores, incluso tú y yo, consideráramos su altura espiritual y, al mismo tiempo, aprendiéramos acerca de los caminos de Dios, quien ensalza al menos conocido y humilla al más famoso.

 La primera prueba de la grandeza de Melquisedec es que recibe los diezmos de Abraham (v:4). Es un hecho bien establecido en el Pentateuco, el orden antiguo, que los hijos de Leví fueran los únicos cualificados para el sacerdocio. Se sostenían a través de los diezmos de todas las tribus, que tenían sus raíces en sus otros once hermanos, todos descendientes de Abraham, y esto se debía a la importancia del servicio de los levíticos delante de Dios (v:5). Se dedicaban, totalmente, a servir a Dios: “Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad…” (Núm.18:26).

 Aquí tenemos a uno, totalmente fuera del linaje hebraico, a quien Abraham dio diezmos. Esta es la segunda prueba de su grandeza, que es la bendición de Melquisedec sobre Abraham (v:6). Dios formó un pacto con el patriarca, dándole a él y a sus descendientes las promesas futuras más significantes que hemos aprendido en el Antiguo Testamento. Sin embargo, le llegó una bendición adicional de parte del sacerdote de Salem, con lo cual aprendemos otro principio irrefutable: “Sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor” (v:7). Esta es la evidencia puesta ante nosotros acerca de la superioridad de Melquisedec, aunque todavía tenemos más que aprender acerca de su orden. Habiendo recibido diezmos de Abraham, él es un tipo de Uno superior a cualquier mortal. Este sacerdote representaba a un Sumo Sacerdote inmortal y eterno (v:8).  

 9.      Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos.

10.  Porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec, le salió al encuentro.

11.  Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?

12.  Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley,

13.  y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.

 

Melquisedec y el sacerdocio de Leví

 Estamos a punto de aprender un principio espiritual que, aunque pienso que no se encuentra fuera de la Biblia, toma un papel extremadamente importante en la revelación de los caminos y pensamientos de Dios. Leví, declara el escritor apostólico, pagó diezmos desde los lomos de su padre (v:9). Leví, aunque todavía no había nacido, iba a ser un descendiente de Abraham, un bis-nieto, y estuvo en el patriarca pagando sus diezmos por medio de él.

 ¿Te parece extraño? Pues no es la única vez que esto ocurre en los escritos inspirados, de hecho, está involucrado en algunos de los principios más significantes en la historia de la raza humana. Pablo escribe: “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co.15:22). ¡Es precisamente el mismo principio! Nosotros estábamos en los lomos de Adán cuando él pecó, por eso nosotros también pecamos y cargamos su misma condena. No tenemos otra fuente de genes aparte de los que recibimos por medio de la primera pareja que habitó este planeta y, por eso, todo lo que se aplica a estos antepasados tenemos que aplicárnoslo a nosotros.

 En el caso de considerarlo injusto, tendrás que aceptarlo para poder tener esperanza de salvación. Haz el favor de notar la parte equivalente: “También en Cristo todos serán vivificados”. ¿También lo consideras injusto? Pablo explica la doctrina en Romanos, capítulo 6. En el versículo 8, dice: “Si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Repite las mismas palabras a Timoteo (2 Ti.2:11). ¡Por fe, tanto la muerte como la resurrección de Cristo, se hacen nuestras! Él no muere jamás y, por ello, nosotros también viviremos eternamente en Él. En Gálatas 2:20, el apóstol se identifica personalmente con el mismo principio: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo…” Estos versículos tienen un sentido muy lógico, si es que podemos entender los pensamientos y caminos de Dios.

 Una vez establecida esta verdad doctrinal y esencial, vemos que Leví pagó diezmos en Abraham y reconoció la superioridad del sacerdote/rey y su orden. Leví, en su papel privilegiado, recibió diezmos debido a su oficio sacerdotal, y pagó diezmos a un orden mayor (v:10). El sacerdocio levítico no tenía un propósito permanente, de hecho, fue imperfecto.

 Un sinónimo para la palabra perfección, como en el caso del versículo 11, es lo que es verdadero, según Dios. Estudiaremos acerca de un verdadero tabernáculo en el siguiente capítulo. En Juan 15:1, Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera”. Ninguna de las vides que haya existido jamás es una verdadera vid, según el sentido bíblico. El Padre solamente se involucra con la perfección. El tabernáculo y los templos del Antiguo Testamento no eran perfectos y, por eso, no fueron permanentes. David profetizó en el Espíritu acerca de un Sacerdote del orden de Melquisedec, alguien totalmente fuera de pertenecer o intentar  reparar el orden de Aarón. Era necesario que Dios avisara por medio de una profecía, ya que Él mismo había establecido el sacerdocio de Aarón bajo el Sinaí. El pueblo tenía que saber que Dios no tenía la intención de seguir permanentemente con este orden, sino que solamente era una sombra de lo porvenir. 

 El sacerdocio de Aarón estuvo intrínsecamente enredado con la ley ceremonial mosaica, demostrando que tampoco era perfecta (v:12). La ley demandaba, estrictamente, que, aparte de la tribu de Leví, ninguno podía ser sacerdote. Tanto el sacerdocio como su ley, fueron establecidos bajo el monte Sinaí. Pero, ahora, el escritor está refiriéndose a otro Sacerdote que no es de la tribu de Leví. Aunque es en el siguiente versículo cuando nos dirá a que tribu pertenece, sabemos que, de ella, nunca nadie entró en el templo, ni atendió el candelabro ni la mesa de la proposición, ni quemó incienso sobre el altar. Por supuesto, tampoco entró jamás en el Lugar Santísimo en el día de Expiación para hacer expiación por el pueblo (v:13). Este nuevo Sacerdote del orden de Melquisedec , ¡no tenía que ver con cosas materiales!

 14.  Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.

15.  Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto,

16.  no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.

17.  Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

18.  Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia

19.  (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.

 

 La ley de los requisitos físicos y una mejor esperanza

 En el versículo 14, el escritor, claramente, nombra la tribu a la que se estaba refiriendo en el versículo 13. La profecía nos dirige a nuestro Señor, procedente de la tribu de Judá. No hay nada, en toda la Escritura, que indique que la tribu de Judá fuera una fuente de sacerdocio. Jesús no halló lugar en el orden levítico porque Dios pensaba en algo más importante. La evidencia confiable de la Escritura apunta hacia un nuevo Sacerdote en un nuevo sacerdocio (v:15).

  Jesús no vino representando un linaje humano de sacerdotes, ni tampoco para atender cosas materiales en un templo construido de madera de cedro o piedras preciosas; decorado con oro, plata, querubines, granadas y palmeras. Pablo acusó a los gálatas por intentar cumplir las obras de la ley, que se estaban adhiriendo a lo que es físico, humano y material, es decir, carnal: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gál.3:3). El Sacerdote que revela David es Uno no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, captando el contraste, incomparable, que sigue; que Él no es constituido conforme a un mandamiento de la ley, ¡sino según el poder de una vida indestructible! Estas son palabras que provocan un gran clamor… ¡Aleluya! Ninguna riqueza o maravilla puede representar adecuadamente la gloria sin igual de Aquel que vino y trajo la perfección con Él (v:16). El escritor no se cansa de citar la profecía de David. Lo hemos visto ya cuatro veces, y aún no ha terminado (v:17). Lo contemplaremos una vez más en este capítulo.

 La ley no puede combinarse con la gracia. Pablo dijo: “Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre” (Gál.4:30). Entonces dijo: “Si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (5:2). Y finalmente: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (5:4). El mandamiento es anulado; es débil y sin provecho (v:18).

 Pablo también dijo que la ley había venido 430 años después de la promesa dada a Abraham. La ley no fue la primera declaración que cayó de los labios de Dios, sino que fue una promesa. La ley no es el propósito final de Dios, será anulada. Dios obra con la perfección, y la ley no hizo nada perfecto, escribe el apóstol. ¡Dios obra con la esperanza! La esperanza es un atributo de la naturaleza de Dios. “El Dios de la esperanza… para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Ro.15:13). He oído decir que solamente el amor permanecerá para siembre, pero no la fe y la esperanza. Esto no es verdad… la esperanza está atada a la naturaleza de Dios. Tendrás que quitar a Dios de Su trono para poder remover la esperanza de la eternidad. El Espíritu Santo nos ha hablado ya de una esperanza que está anclada en el Lugar Santísimo, y ahora nos anuncia la introducción de una mejor esperanza. He aquí el propósito de Dios desde la creación del mundo. Él ofrece intimidad eterna de amor con Él para que tengamos comunión. Ha designado una manera en la cual podamos acercarnos a Él (v:19).

 20.  Y esto no fue hecho sin juramento;

21.  porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes, pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

22.  Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

23.  Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar;

24.  mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;

 

El juramento y perfección eterna sobre el sacerdocio

 El Padre introdujo a Su Sacerdote al orden de Melquisedec con un juramento (v:20). Repasaremos lo que hemos aprendido hasta ahora sobre su superioridad:

1)      Melquisedec es rey y sacerdote ante el Dios Altísimo.

2)      Melquisedec bendijo al patriarca Abraham, demostrando así su superioridad.

3)      Abraham pagó el diezmo a Melquisedec porque reconoció que la posición de Melquisedec ante Dios era más alta que la suya.

4)      Melquisedec es semejante al Hijo de Dios ya que la Biblia no nos da su genealogía, ni menciona padre o madre, ni tampoco presenta algún certificado de nacimiento o muerte.

5)      Leví, menor que Abraham, pero escogido como el recipiente humano de diezmos, pagó diezmos por medio de Abraham a Melquisedec.

6)      El orden de Melquisedec existía antes del sacerdocio levítico y continuó sin fin, lo cual significa perfección.

7)      La ley sobre el orden de Melquisedec fue diferente, ignorando al sacerdocio descendiente de Leví. Cristo entró en el sacerdocio, no por derecho de tribu, sino según el poder de una vida indestructible.

8)      Ahora aprendemos que Él entró al orden por el juramento del Padre (v:20)…  Juró el Señor, y no se arrepentirá. Ya no estamos hablando de Melquisedec, sino el cumplimiento de todo lo que él representó en la persona del Señor Jesucristo.

 El escritor inspirado vuelve otra vez a la profecía poderosa, proponiendo su majestuosa autoridad y su eterna significancia (v:21). No por la pluma de un notario, ni por decreto de la corte suprema de un gran imperio, sino por la autoridad… es decir, la palabra inerrante seguida de un juramento confirmado del Omnipotente, confiable Señor del universo. Jesús de Nazaret es fiador de un pacto infinitivamente mejor (fiador significa uno que garantiza que los términos de un acuerdo serán llevados a cabo). Jesucristo, como el Dios/Hombre, nos asegura que los términos del Nuevo Testamento serán llevados a cabo eternamente. Él selló el pacto con Su sangre como Sacerdote del orden de Melquisedec (v.22).

 Estamos estudiando múltiples puntos, todos ellos basados sólidamente sobre la Escritura del Nuevo Testamento y, en el versículo 23, vemos otro. Cada sacerdote del orden levítico tenía que ser reemplazado, debido a que por la muerte no podían continuar. Al escribir sobre los sacerdotes en las ciudades de refugio estábamos tratando este mismo asunto. La persona que huía a tal ciudad estaba bajo la protección del sacerdote residente, hasta su muerte. Al morir, el refugiado estaba obligado a salir, poniendo su vida en peligro, ya que el ‘vengador de sangre’ podía encontrarle. Su futuro no era seguro; estaba siempre amenazado por la muerte del sacerdote.

 Pero, los que confían en este nuevo Sacerdote y someten sus vidas a Su cuidado, no tienen este riesgo. Nadie tomará Su lugar, ya que Su sacerdocio es inmutable, porque Su oficio no está limitado por la muerte, sino que es infinito y eterno (v:24). La palabra griega inmutable significa válido e inalterable. Los griegos terminaron sus contratos legales con esta palabra. Las palabras de Cristo mismo son: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Jn.14:19). ¡Es una garantía inmutable!

 25.  por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

26.  Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;

27.  que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

28.  Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

 

La salvación perpetua

 No sé que escritor podría haberlo hecho más sencillo, claro y seguro. Los creyentes, es decir, los que por Él se acercan a Dios, reciben la más válida seguridad, que es para toda la eternidad. En Su póliza no existen vacíos legales; el Espíritu Santo ha borrado todas las faltas que uno pueda imaginar, ha cancelado todas las excepciones o exclusiones, y ha eliminado cada circunstancia contraria. El sacerdocio levítico era leche para los bebés; el Perfecto Sacerdocio es comida sólida para cristianos maduros que participan directamente del cuerpo y la sangre del Señor.    

 Lo diré otra vez: Tu seguridad descansa, no en ti mismo, sino en tu Sacerdote. Si te has acercado a Dios por Él, Él vive eternamente para interceder por ti. ¿Cóm puede fracasar Su intercesión? ¿Confías en ti mismo o confías en tu Sacerdote? Su sacrificio por el pecado fue hecho una vez para siempre, pero Su intercesión sigue eternamente. Intercede a la diestra del Padre en un cielo perfecto, donde no existe nada que pueda obstruir o estorbar Su intercesión. ¡Él puede salvar perpetuamente, es decir, eternamente!

 Vamos a escucharlo de la fuente más alta, de los labios de la Palabra de Dios hecha carne: “Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn.10:28). Escucha Su oración al Padre: “A los hombres que del mundo me diste… los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera” (Jn.17:6,12). ¿Crees que solamente se estaba refiriendo a los apóstoles originales u otros de los discípulos que le siguieron mientras caminaba sobre la tierra? Si es así, fíjate en lo que dice después, en el versículo 20: “Más no ruego sólo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Jn.17:20). 

 Quiero que consideremos, brevemente, al rey Saúl, a quien Dios dio a Su pueblo con todo lo que ellos buscaban en un gobernante; de hombros arriba más alto que todo el pueblo. En el caso del Sumo Sacerdote eterno, Dios nos dio todo lo necesario (y no lo que algunos hombres demandaban, como en el caso de Saúl), y lo estableció con juramento. Pienso que podría escribirse, sin problema, todo un libro sólo del versículo 26, pero intentaré ser conciso y hacer un pequeño resumen.

·    Nos convenía… todo lo que Dios sabía que era necesario para nuestra salvación. Cumplió perfectamente los requisitos, algo que faltaba al sacerdocio levítico.

·         Él es santo… puesto aparte de todo lo demás como el Único desde la fundación del mundo. No hay con quien compararle para demostrar semejanza a Él.

·         Él es inocente… significando que no había culpa en Él. Los judíos tuvieron que traer testigos falsos porque no pudieron encontrar faltas en Él. Pilato lo dijo tres veces: “Yo no hallo en Él ningún delito” (Jn.18:38; 19:4, 6).

·         Él es sin mancha… el Cordero de Dios, sin mancha alguna, que no merecía la muerte, y por ello era el único que podía ser sacrificado por las faltas de los pecadores.

·         Él es separado de los pecadores… Él se sentaba y comía con publicanos y otros pecadores, sin embargo, “años luz” no sería una medida suficiente para describir la distancia moral entre ambos.

·         Él es más sublime que los cielos… exaltado más allá de cualquier cosa que pudiéramos nombrar para igualarlo a Él. Los cielos de los cielos no pueden contenerle. Él es el omnipresente Creador de todo. Incluso las palabras escritas en este versículo no alcanzan para describirle, ¡mucho menos mis pobres intentos de comentar sobre ellas!

 Por estas características, solo Él pudo ir a la cruz sin delito alguno y llevar los pecados de la humanidad. Por estas y muchas otras razones, Él es el digno Sumo Sacerdote. Los sacerdotes levíticos estaban obligados a ir al altar de bronce y ofrecer cada día un mínimo de dos corderos, por la mañana y por la tarde. Puedes añadir también los innumerables sacrificios personales que el pueblo llevaba al sacerdote, los sacrificios especiales de cada sábado y los sacrificios mensuales de la luna nueva o fiestas anuales. Durante siglos, millones de animales fueron sacrificados. Todos aquellos simbolizaban la cantidad de pecados que serían echados sobre el Cordero de Dios. Aunque esto pueda llegar a impresionarnos, los símbolos nunca podrán representar lo que es incontable. Ni siquiera existe fórmula matemática capaz de calcularlos. Él, una vez y para siempre, derramó Su sangre preciosa (preciosa significa, sin poder calcular su valor), como un rescate, cubriendo completamente la deuda acumulada por las transgresiones de todo el mundo, o como dijo Martín Lutero: “¡Una gota de Su sangre podría cubrir todos los pecados de este mundo, y diez mil mundos más!” (v:27).

 Las limitaciones de las sombras y leyes del Antiguo Testamento no pudieron cruzar los límites de la debilidad humana, pero gracias a Dios solamente, la Perfección ha llegado. Como proclamó el Salmo 110:4, Dios habló y juró por Su palabra que Uno, digno de la perfección celestial, introducirá a este mundo un nuevo y diferente sacerdocio. El Sacerdote, según el orden de Melquisedec, ha venido y nos ha traído la vida eterna. Lo majestuoso de esto va muchísimo más allá de mi poder para concebirlo, pero encuentro un poco de satisfacción en poder comprender mi minúsculo estado ante Sus propósitos excelentes (v:28).

 

 


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