Amarse a uno mismo - Dan Denk
(Nota de Loel: Como siempre queremos que cada persona sea una víctima de circunstancias, por eso no tenemos arrepentimiento en nuestros días. El amor propio es la filosofía del anti-cristo y esta filosofía prepara a la gente para su reinado.)
¿Podemos amarnos a nosotros mismos demasiado?
(De “His” revista estudiantil de Inter-Varsity Christian Fellowship – 1982)
Tengo que confesar que desde un principio me amo a mí mismo. La mayoría de la gente se aman a sí mismos, pienso yo – aún aquellos que se quejan y aparentan que tienen una baja autoestima.
Lo que más me preocupa es cuando se dice que tengo que amarme más y necesito mejorar el concepto de mí mismo y ser auto-realizado, porque un concepto bajo de mi mismo es la fuente de todos mis problemas. Tienes que amarte a ti mismo antes de que puedas amar a otros.
Es tiempo a echar un vistazo a la sicología del “yo-ismo”. ¿Ha sido adoptado como enseñanza cristiana cuando en realidad es una enseñanza pagana? ¿Se armoniza con la enseñanza de las escrituras sobre el tema de “sí mismo”, sea la carne, sus problemas y la solución a sus problemas?
Cuando yo aconsejaba intensivamente como profesor en una universidad cristiana, hablé un día con Doug (como había hecho muchas veces anteriormente). Otra vez, él se sentía deprimido en cuanto de sí mismo, sobrecogido por sus propias faltas. Estaba socialmente inadecuado, pensaba, y parecía estar en su propio mundo.
En previas ocasiones, intenté ayudarle a mejorar el concepto de si mismo. Durante un tiempo tuvo efecto, pero en poco tiempo volvería a quedarse hecho polvo. Esta vez fui impresionado al ver a Doug demasiado auto-absorbido. Su problema verdadero estaba en que era muy orgulloso, indispuesto a aceptar quien era en realidad (defectos y todo) y, por eso, estuvo perdido en su auto-compasión.
“Doug”, le dije, “yo pienso que tu problema en ninguna manera es de baja auto-estima. Creo que en verdad eres algo orgulloso. La razón por la que te sientes inadecuado y desventurado a veces, es porque esa es la verdad (así eres)...como también nos pasa a todos nosotros. “¿Por qué no aceptas sencillamente quien eres y sigues con tu vida? Olvídate por un rato de ti mismo e interésate con otra gente y sus asuntos.”
La mirada en la cara de Doug fue cambiando de sorpresa a horror, después a incredulidad y finalmente, a una sonrisa. Nunca antes había oído consejos como estos. Seguramente no esperaba escucharlos de mí, pero mientras continuábamos charlando, sus ojos empezaron a brillar y una libertad nueva vino sobre él – la libertad que viene por echar un vistazo honesto a ti mismo por primera vez. La auto-preocupación le tenía esclavizado.
Cuanta gente ha sido aconsejada hacia un camino de reflexión, buscando sentirse mejor en cuanto de sí mismo, solo para después estancarse (a veces por meses y años) en una red oscura de auto-absorción.
El Yo encantador, adorable...
Paul Vitz examina esta moda actual (“La sicología como una religión de auto-adoración” - Eerdmans) y señala como ésta ha penetrado en nuestra cultura, lenguaje y aún en las instituciones cristianas. La vemos en el quebrantamiento de casamientos, cuando un marido o la esposa siente que le falta algo y no encuentra una satisfacción perfecta en la relación con el otro. Entonces va buscando otra persona que le llene y le satisfaga por completo. Ha aprendido a pensar – “¿No tengo el derecho exclusivo de sentirme totalmente satisfecho?”
Nuevos estudios revelan que el error más común en el concepto propio que la gente tiene, no es una baja autoestima, sino una tendencia de servirse exclusivamente a sí mismo. No es un complejo de inferioridad, sino al contrario, un complejo de superioridad. El autor apoya sus conclusiones con estudios que indican, que la mayoría de la gente se estiman a sí mismos como personas mejores que el promedio, en casi todos los aspectos. ¿Podemos todos nosotros ser mejor que el promedio? La mayoría de los negociantes se creen más éticos que el promedio de negociantes. La mayoría de los americanos se consideran a sí mismos como más inteligentes de lo normal.
“Pero,” dices tú, “la mayoría de la gente (incluso yo) parece tener una baja autoestima.” Así parece ser viéndolo de una manera superficial, porque pocos de nosotros estamos dispuestos a revelar nuestros verdaderos pensamientos egocéntricos – aún los escondemos de nosotros mismos. En nuestra sociedad, aparentar ser modesto está mas de moda. Sin embargo, el desprecio por uno mismo, no es necesariamente, el opuesto al orgullo. Normalmente es otra forma de orgullo. Si yo estoy preocupado con que tan terrible soy, y tú estás preocupado con que tan maravilloso eres – los dos estamos auto-absorbidos, por un lado con autocompasión, y por el otro con arrogancia.
Por ejemplo, mi amigo Larry fue víctima de la autocompasión. Estuvo amargado por sus limitaciones como persona. Constantemente sentía que merecía más. La falta de disposición a aceptarse con sus fallos, reveló su orgullo interior. Muchas veces él hacía comentarios de auto-desprecio, sólo para provocar un halago de alguna otra persona.
Quizás nuestro problema básico no es una baja autoestima. No es que no nos amamos a nosotros mismo suficientemente. Al contrario, somos predispuestos al egoísmo, orgullo y auto-adoración. La tendencia es a adorar a la criatura en lugar de amar al Creador (Rom 1:25). En los últimos días, los hombres serán “amadores de sí mismos”, mas que amadores de Dios (2 Tim 3:2-4). Pablo dispone que los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos, “porque ningún hombre odia a su propia carne” (Ef. 5:28-29). Esto no indica que tenemos un problema en amarnos. Las escrituras nos llaman a separarnos de la preocupación con nosotros mismos para poder amar a otros y a Dios.
En su libro “Mere Christianity”, C. S. Lewis escribe: “El orgullo es un cáncer espiritual que consume hasta la posibilidad de amar, de estar contento con lo que uno tiene, y el sentido común. El orgullo nos guía a los otros vicios: es una mentalidad de estar anti-Dios. Sin embargo, raras veces escucho a un consejero, aún entre los cristianos, sugerir que el orgullo pueda ser la fuente de los problemas que alguien tenga.
Hoy en día, no es sorprendente que muchos tomen el mandamiento del Señor de: “ama a tú prójimo como a ti mismo” y lo cambien totalmente, dándole un sentido contrario, enseñando que uno debe amarse mas a sí mismo. (Nota de Loel: ¿No es así como hace el diablo siempre, tomando un verso de la Biblia y torciéndolo hasta que quiera decir lo contrario a lo que el Señor quiso que significara? ¡No es menos que una doctrina de demonios!) Jesús reconoció simplemente un hecho de la humanidad, que sí, nos amamos mucho a nosotros mismos. Esta es la tendencia normal y natural. No es el problema. El problema lo tenemos en amar a nuestro prójimo.
Sin embargo me dicen que si tengo problemas en amar a mi prójimo, es probablemente porque no me amo a mí mismo lo suficiente. Sospecho que el problema verdadero es que nos amamos demasiado a nosotros mismos.
Un desventurado como yo (Nota de Loel: son palabras tomadas de un viejo himno en inglés que ahora algunos cantantes han cambiado)
Otra manera en la que la doctrina cristiana ha sido influenciada por la sicología del egoísmo, se manifiesta en el argumento siguiente: “El hecho de que Cristo murió por nosotros prueba que somos de mucho valor”, así lo explica Cecil Osborne en El Arte de Amarte a ti mismo (Zondervan). “Tenemos que tener algo verdaderamente maravilloso en nosotros si a Dios se le hizo fácil amarnos y aceptarnos.”
Entiendo que hay un poco de verdad en decirlo, pero mucho más prefiero el dicho, “Dios no nos ama porque seamos valiosos, sino que somos valiosos porque Dios nos ama.” La hermosura del evangelio cristiano es que “siendo aún enemigos (pecadores), Cristo murió por nosotros” (Rom 5:8). ¡Dios nos vio tal y como éramos, desventurados, arrogantes, no merecedores, y sin embargo nos amó! (Nota de Loel: Esto ensalza el amor y misericordia de Dios, como hizo la mujer gentil a la que Cristo había nombrado como “un perrillo”) Esto es algo por lo cual podemos sentirnos bien.
El Señor Jesús dejó claro que tenemos que negarnos a nosotros mismos. Nos ha llamado a perder nuestras vidas por causa suya. Esta clase de enseñanza puede ser llamada “teología de gusanos” en algunos círculos cristianos, porque contradice la doctrina del amor propio. Será quizás una pena o vergüenza para la sicología de algunas personas, pero está muy de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras.
No estoy recomendando que volvamos a tener una mentalidad puritana de “que gusano desgraciado soy”. Esto todavía es ser auto-absorbidos. Necesitamos ser libres de nosotros mismos, olvidarnos de nosotros mismos y así perder nuestras vidas y hallarlas en Cristo.
Una baja Dios-estima
¿Qué hacemos entonces con los sentimientos de inferioridad? La solución no es un auto-análisis. Cuando Dios llamó a Moisés en Génesis 3 para ir delante de Faraón y guiar a Israel afuera de Egipto, Moisés respondió de forma típica: “¿Quién soy yo? No puedo hacer algo parecido.”
El Señor nunca contestó a su pregunta. Fue una pregunta incorrecta. Sin embargo, empezó a mostrar a Moisés QUIEN le estaba llamando a ese trabajo. Quizás esperamos que Dios dijera, “Vale, Moisés, veo que tienes un problema con baja autoestima. Tenemos que hacer algo para mejorar el concepto que tienes de ti mismo.” O quizás le animaría con una charla: “Ven, Moisés, Puedes hacerlo. No te desprecies tanto.” En lugar de esto, Dios busca mejorar el concepto de Dios que Moisés tiene. Simplemente dijo, “Estaré contigo.”
“¿Pero quién eres?” preguntó Moisés.
“Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. El gran YO SOY. El Dios de milagros, el Santo de Israel y Yo estaré contigo.”
¿No sería esto una terapia mejor que intentar fortalecer el Ego en una persona? Cuando Moisés entendió quien era Dios y que Él estaría con él, sus propios temores e insuficiencias desaparecieron.
Vernos como Dios nos ve
¿Cómo debemos vernos? La respuesta es realmente vernos como Dios nos ve. Es verdad que fuimos creados a imagen de Dios y somos la corona de su creación. Pero somos criaturas caídas y por la tendencia actual que tenemos a exaltarnos, necesitamos una dosis generosa de humildad. Orgullo es auto-engaño, ignorancia de la realidad en cuanto a nosotros mismos. Necesitamos vernos sinceramente como Dios nos ve. Respondamos como el publicano, “Dios, ten misericordia de mí, soy un pecador,” y no como el fariseo, “Dios, te doy gracias que no soy como los demás.”
No quiero producir una actitud de auto-desprecio, sería una preocupación mas con uno mismo. La meta es auto-olvido. Como C. S. Lewis propone en “Mere Christianity”: “Si tú te encuentras con un hombre verdaderamente humilde, no estará pensando en humildad, ni estará pensando de ninguna manera en sí mismo.”
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