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Lowell Brueckner

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Un maestro en fe y verdad

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FRANK McLAUGHLIN

Cuando yo tenía sólo 10 años, Frank ya era pastor, pero le he considerado un amigo de toda la vida. Era un verdadero hombre de Dios, un ejemplo que uno pudiera seguir. Murió hace como diez años y justo después escribí este artículo, describiendo un poco lo que significaba su vida para mí.


E
s difícil hallar amigos verdaderos hoy en día. Son pocos con quienes podemos abrir nuestros corazones y sentirnos totalmente cómodos. Pero más escasos aún son los mentores… gente en quien poder confiar y tener como modelos y ejemplos. En mi caso, he tenido tres, a quienes conocí cuando era muy joven. Aunque la posibilidad de una caída siempre existe en cada ser humano, yo estaba bastante seguro de que ninguno de ellos estaría involucrado en un escándalo financiero, adulterio, o metido en falsas doctrinas. No eran cristianos marginales ni raros, sino cristianos sólidos moral y doctrinalmente, hechos del mismo material que los escritores del Nuevo Testamento (aunque no tan perfectos como ellos). Lo mejor de todo era que mantenían una relación muy cercana a Dios y demostraban una aguda sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo. Los tres ya están con el Señor.

Uno de ellos fue Frank McLaughlin. Nuestra familia le conoció cuando yo tenía diez años. Fue un sobresaliente maestro de la Biblia, que instruía con claridad y sencillez. Aunque yo era joven, tenía poca dificultad para entender sus lecciones, e incluso algunas de ellas, después de muchos años, todavía están guardadas en mi mente. Frank no jugaba ni hacía experimentos con las Escrituras. Parecía considerar todas las posibilidades, pero después quedaba firmemente plantado en la verdad que era razonable e irrefutable.

Sin embargo, su enseñanza no consistía en discursos dogmáticos muertos o súper-fundamentalistas. No presentaba ofertas de segunda mano recibidas de profesores, sino que era el derrame fresco de un corazón y una mente enseñados por el Espíritu. De hecho, a veces el enfado por el que son famosos los irlandeses, se enardecía un poco en Frank, cuando hacía referencia al deterioro que ha sufrido el verdadero cristianismo, debido a una mentalidad formada por una confianza puesta en el hombre. Su sentido del humor irlandés también era maravilloso. Recuerdo siempre su advertencia a los jóvenes de que no se molestasen en comprar cintas de cómicos mundanos. No había por qué, acertaba, porque… “¡la gente de Dios es la más cómica en el mundo!”

A menudo hablaba de su niñez y de las primeras experiencias de su cristianismo. Su padre era alcohólico y su madre tuvo que asumir la imposible tarea de ejercer de madre y padre a la vez. A veces decía bromeando que se crió de Hostess ‘Twinkies’ (una marca de pastel que se podía comprar en cualquier tienda). Sin embargo, nunca utilizó su infeliz niñez como una excusa. Ninguno que observara su vida recibiría la impresión de que a Frank le hubiesen quedado complejos, heridas o frustraciones a consecuencia de ello. “Cuando encontré a Dios”, testificaba, “estaba emocionado, porque ya podía experimentar una relación con un Padre verdadero y fiel”.

Frank había sido un pastor denominacional durante varios años, antes de recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Se sentía muy impresionado por lo que un hombre que él conocía desde hacía muchos años, testificaba de la experiencia. En los años 50, cuando un íntimo amigo suyo y otros hombres y mujeres que él respetaba recibieron una poderosa llenura del Espíritu, Frank no pudo negar el efecto genuino que esto había tenido sobre sus vidas. Escudriñaba las Escrituras con cuidado y oraba: “Dios, puedo ver que algo importante ha pasado con mis amigos y lo que han encontrado en la Biblia sobre esta experiencia, pero por favor, dame algo personalmente de Tu palabra como una confirmación”. Entonces el Señor le abrió “la boda de Caná” en Juan, capítulo dos. Simbólicamente, él vio que Jesús había enriquecido las aguas de salvación y las había cambiado en vino del Espíritu. “No os emborrachéis con vino”, había dicho Pablo, “mas sed llenos del Espíritu”…y Frank tomó profundamente.

En sus últimos años, sus facultades físicas empezaron a deteriorarse y anticipaba estar con el Señor. A mí me parecía que Frank siempre sabía los secretos de Dios. Su esposa, Edna, estuvo a su lado el último 11 de julio, que era su aniversario de boda, justo después de su 79 cumpleaños. Él, brevemente, despertó de un coma diabético, felicitó a Edna por su aniversario (no sé como lo sabía), y tranquilamente anunció que ya se iba a su “hogar”. Esa misma tarde durmió y se despertó de nuevo en el cielo de Dios. 


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