Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

20 - 26 Septiembre Meditaciones diarias de los Salmos

Etiquetas:


20 de Septiembre Salmo 92:13-15

13. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán.
14. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes,
15. Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, y que en él no hay   
     injusticia.

  En el día del Señor, clávate en la tierra espiritual y asegúrate de que tus raíces
alcanzan las profundidades ricas de Dios. Húndete en el suelo celestial. Toma
tiempo en Su presencia, no como quien asiste raras veces o con frecuencia, sino
plántate allí. Quédate hasta que se arraiguen las raíces y seas una planta en la
corte celestial. Seguramente necesitarás más de un día de la semana para poder
obtener una posición tan privilegiada. Entra en Su descanso y permanece. Es una
obra perdurable que sigue válida aun en la vejez; unos podrán ser un ejemplo
brillante y saludable en una residencia de ancianos, y otros comprobarán que vale
la pena servir a Jesús durante toda la vida. Él es la Roca de justicia, y permanece
justo para recompensar a todo aquel que esté firme en Él.


21 de Septiembre Salmo 93:1-4

1. Jehová reina; se vistió de magnificencia; Jehová se vistió, se ciñó de
     poder. Afirmó también el mundo, y no se moverá.
2. Firme es tu trono desde entonces; tú eres eternamente.
3. Alzaron los ríos, oh Jehová, los ríos alzaron su sonido; alzaron los ríos
     sus ondas.
4. Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas
     aguas, más que las recias ondas del mar.

  El Señor se ciñó a sí mismo. Juan el Bautista, aun siendo el más grande entre
todos los profetas, reconoció que no era digno de desatarle la correa del calzado.
Él declaró: “Yo necesito ser bautizado por ti”. La grandeza de Juan tenía que ver
con su proximidad a Jesús, dependía totalmente de Él. Pedro, quien sobresalió
entre los apóstoles, cayó sobre sus rodillas clamando: “¡Apártate de mí, Señor,
porque soy hombre pecador!” ¿Quién es digno de ceñir al Señor? En Su majestad
única y reino soberano, Él tiene que sacar fuerzas de Su propia omnipotencia.
No hay nadie, ningún ayudador, consejero, ni ningún otro, que pueda prestar o
contribuir a Su autosuficiencia. Su trono fue establecido antes de que el tiempo
empezara. Nada ni nadie, en el tiempo pasado, presente ni futuro, ha podido,
puede, ni podrá amenazarle o influirle. Es infinitamente más fuerte que cualquiera
que intente desafiarle. Aunque se levanten fuerzas como las de un gran diluvio
que arrasa con todo en su corriente, cubriendo tierras, árboles y montes, nunca
podrán tocar Su posición en las alturas, y ni siquiera su rocío podrá mojarle. Su
persona y Su reino son intocables.


22 de Septiembre Salmo 93:5

5. Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, oh
     Jehová, por los siglos y para siempre.
 Puedes confiar plenamente en la palabra del Señor. Lo que ha testificado es
la verdad sin mancha, y lo que ha prometido es un futuro seguro. Lo que demanda
de nosotros es la santidad más pura, ya que la santidad es la manera de describir
Su naturaleza. El hombre ha intentado clasificar y definir lo que es la santidad.
Algunos opinan que el amor da equilibrio a la santidad, pero no es así, sino que
el amor es una parte de la santidad que sólo la complementa. La razón por la cual
el infierno existe, es porque el amor tiene que sujetarse a la santidad. Sólo la
santidad hereda el cielo. Todos los que son verdaderos predicadores, predican de
la santidad y no pretenden equilibrarla hablando de otra cosa. ¿Cómo puede uno
equilibrar la naturaleza de Dios? Él saca Sus vestiduras del armario de la santidad
cuando se ciñe. Ningún sastre teológico debe intentar cambiarle con sus
imaginaciones (como la leyenda del traje del emperador). Para poder ser
“participantes de la naturaleza divina”, todos necesitamos ser investidos por el
Espíritu Santo con Sus propias características.


23 de Septiembre Salmo 94:1-11

1. Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate.
2. Engrandécete, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios.
3. ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los   
     impíos?
4. ¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán
     todos los que hacen iniquidad?
5. A tu pueblo, oh Jehová, quebrantan, y a tu heredad afligen.
6. A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida.
7. Y dijeron: No verá JAH, ni entenderá el Dios de Jacob.
8. Entended, necios del pueblo; y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios?
9. El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?
10. El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña
     al hombre la ciencia?
11. Jehová conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad.

  La venganza, en las manos apropiadas, es dulce. Podemos dar gracias a Dios
que no ha confiado Su venganza a los hombres, ya que es un asunto demasiado
delicado para que ellos lo manipulen. Sin embargo, tenemos el derecho de clamar
a Dios por venganza. El Señor no puede conformarse al triunfo sin obstáculos
de los malos, y Su pueblo no debe permanecer pasivo. Su parte es batallar por
medio de la oración, rogando para que Dios se levante a juzgar y a parar el progreso
de la maldad.
  El hombre no puede dar nada al Señor que no haya sido Suyo desde la eternidad.
El Creador es quien le ha prestado todo lo que sabe y lo que ha podido hacer.
Antes de la creación, Él deseaba un pueblo para sí. Es Su herencia en la tierra.
Cuando vemos a rebeldes, inspirados por el diablo, intentar entorpecer el propósito
de Dios, debemos orar para que Él se levante en juicio contra ellos. Está buscando
gente como los salmistas que quiera ser oída desde Su corte de justicia. Sus
enemigos, inspirados por un liderazgo malvado como en los días de Elías, muchas
veces son mayoría. Contémplale en medio de hombres que le vituperan y se
burlan sin que Él llegue a abrir Su boca. ¡Qué engañado está el hombre! ¿Le
creen sin poder ni defensas? La gran insensatez de los hombres consiste en
imaginar que pueden rebelarse contra el Omnipotente sin ser condenados.


24 de Septiembre Salmo 94:12-17

12. Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo   
     instruyes,
13. Para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el
     impío se cava el hoyo.
14. Porque no abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará su heredad,
15. Sino que el juicio será vuelto a la justicia, y en pos de ella irán todos los
     rectos de corazón.
16. ¿Quién se levantará por mí contra los malignos? ¿Quién estará por mí
     contra los que hacen iniquidad?
17. Si no me ayudara Jehová, pronto moraría mi alma en el silencio.

  Los peores hombres pueden ser cambiados; Dios es misericordioso cuando
aplica la corrección. Bienaventurado el hombre, sea santo o pecador, que recibe
instrucción y corrección bajo la mano de un Maestro perfecto. Somos tan
insensatos, como Balaam, golpeando a la bestia que no quiere ayudarnos en nuestro
camino hacia la destrucción. No se imaginaba que, por su terquedad, se estaba
oponiendo a los buenos propósitos e intenciones eternas. No solamente estaba
haciendo lo que le daba la gana, sino que además estaba peleando contra Dios.
Bienaventurado el hombre que en su corazón se vuelve del camino por donde
iba, deja su rebeldía y se inclina humildemente frente a un Padre celestial que es
bueno y misericordioso.
  Él dará la disciplina, no la destrucción, a los que quieren ser Su pueblo. Su
juicio les corregirá y les hará volver a la justicia. Dios es fiel y no nos dejará en
paz hasta que termine Su obra. Sométete a esta obra ahora y experimentarás un
avivamiento personal. Pronto la justicia llevará fruto en tu vida.


25 de Septiembre Salmo 94:18-23

18. Cuando yo decía: Mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me  
     sustentaba.
19. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones
     alegraban mi alma.
20. ¿Se juntará contigo el trono de iniquidades que hace agravio bajo forma
     de ley?
21. Se juntan contra la vida del justo, y condenan la sangre inocente.
22. Mas Jehová me ha sido por refugio, y mi Dios por roca de mi confianza.
23. Y él hará volver sobre ellos su iniquidad, y los destruirá en su propia
     maldad; los destruirá Jehová nuestro Dios.

  La disciplina es la pura misericordia designada por Dios para que no resbalemos.
Por ella el Señor nos sujeta cuando estamos a punto de caer. Aprendemos a hallar
consuelo y alegría cuando experimentamos Su obra buena y fiel dentro de nuestra
alma. La disciplina nos ayuda y nos salva de nuestra propia insensatez, quebrando
lo que obstruye la voluntad de Dios para que Su palabra pueda correr libremente
y Sus propósitos puedan prosperar en nuestra vida.
  En el lugar donde el hombre se edifica un trono, bien sea en la iglesia o
simplemente en su corazón, la iniquidad sigue y la comunión con Dios cesa.
Desafortunadamente, cuando los hombres se hacen reyes y empiezan a tener
un ministerio popular, empiezan a competir con Dios en cuanto al trono de su
corazón. Dios no apoyará la instauración de otro reinado, por eso, igual que
sucedió con el reino de la fuerte voluntad de Saúl, cualquier otro reino que se
levante tiene que ser abolido. ¡Cuán grande es el pecado de los que insisten en
tener un reino dirigido por hombres! Sus leyes, principios y normas, son
documentos humanos; a esto el Espíritu Santo lo llama “agravio”. Hoy en día en
la iglesia tenemos agravios, de la misma manera que Cristo los tenía con el
judaísmo. Las tradiciones de los hombres y los caprichos de algunos líderes se
oponen a los propósitos de Dios, pero el gran Vengador tiene que derrotar esta
maldad.
  Las personas que quieren que este Hombre del cielo reine sobre ellos, pueden
apelar al tribunal más alto. Estas personas tienen que unir su corazón al del salmista
a través del Espíritu Santo, quien le inspiró, para que el mismo propósito que
estaba desarrollándose en su día, continúe haciéndolo en el día de hoy.


26 de Septiembre Salmo 95:1-7

1. Venid, aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a la roca de
     nuestra salvación.
2. Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos.
3. Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses.
4. Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de
     los montes son suyas.
5. Suyo también el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca.
6. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová
     nuestro Hacedor.
7. Porque él es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su
     mano. Si oyereis hoy su voz.

  Una canción debe basarse en la revelación y nacer en el espíritu de una persona
que está atenta a Dios. El espíritu del hombre es la silla de su relación con Él. Le
puede “ver”, no en la mente o con la imaginación, sino en la profundidad de su
ser, percibiendo Su grandeza y reino soberanos. A menudo se expresa por medio
de un canto, igual que se derrama el agua cuando brota desde la profundidad
de la tierra. Dios es el Dios de las profundidades y de las alturas, del mar y la
tierra seca. Este Salmo empieza con un clamor apasionado que invita a cantar en
coro, y en el versículo 6 continúa con un llamamiento a la adoración.
  Primeramente, tenemos una revelación de quien es Dios y, como ovejas mansas
e indignas anhelamos unánimes una relación con Él, estando seguros de que Él
es nuestro Dios y Hacedor. No hay nada como este entendimiento del corazón
que produzca en nuestra vida más deseo de inclinarnos para adorarle.
  No me gusta hablar mucho de posiciones físicas, ya que a menudo la gente se
conforma solamente con eso, sin llegar a tener primero una convicción del corazón
que apoye su postura física. S in embargo, sí afirmo que una posición propia para
la adoración es estar hincado, aunque mejor todavía sería estar postrado. P rimero
nos acercamos a Él con canciones y finalmente nos arrodillamos para adorar.
Somos S us ovejas al servicio de nuestro Pastor, y somos Su creación para el
placer del Creador.


0 comentarios:

Publicar un comentario