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Lowell Brueckner

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La visión de un rollo volador

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Volví a alzar la vista, y al mirar, vi un rollo que volaba. Y me preguntó: ¿Qué ves? Respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo y diez codos de ancho. Me dijo entonces: Esta es la maldición que sale por toda la faz de la tierra. Porque, según lo escrito en un lado, todo aquel que hurta será excluido, y según lo escrito en el otro lado, todo aquel que jura falsamente será excluido. Yo la hago salir, dice Jehová de los ejércitos, y entrará en la casa del ladrón, y en la casa del que jura en falso mi Nombre, y permanecerá en medio de su casa hasta que su maderaje y sus piedras se consuman.
Zacarías 5:1-4

Hasta aquí, la profecía de Zacarías estaba llena de consuelo y esperanza para Israel. Profetizó que Dios tenía preparada la destrucción de sus enemigos y cómo protegería a los judíos en el futuro. Dios iba a habitar en medio de ellos y los gentiles serían atraídos también. Habló de la purificación del sumo sacerdote y una Piedra Única, un Siervo, un Renuevo que quitaría el pecado de la tierra en un día. Finalmente vio como el Espíritu Santo iba a hacer una obra sobrenatural para reedificar el templo.

Sin embargo, el mensaje no estaría bien equilibrado si no presentara la maldición existente sobre los que persisten en la maldad; Dios también se preocupa por ellos. Ellos serán excluidos de las bendiciones venideras. Para que nadie se engañe, junto con la promesa del perdón para el pecador arrepentido, está la garantía de que “ningún fornicario, o inmundo, o avaro, esto es, idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios… porque por medio de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef.5:5,6) y “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gal.5:21). Serán excluidos “los cobardes y incrédulos, y abominables y homicidas, y fornicarios y hechiceros, e idólatras y todos los mentirosos” (Ap.21:8). 1 Juan 3:8 proclama: “El que practica el pecado procede del diablo.”


En el último capítulo vemos que Zacarías tuvo que ser despertado, pero ya no duerme; está totalmente atento a los mensajes que vienen de Dios. Para ver las cosas celestiales hay que alzar la vista. El cielo tiene que llamarnos la atención. Solamente la persona que se fija en las cosas del cielo, puede tener un mensaje para los que están en la tierra. Hay que estar mirando, esperando con los ojos enfocados. De la misma manera que necesitamos oídos para oír, también necesitamos ojos para ver. Ahora vio un rollo que volaba, que es el tema que tenemos que entender.

Esta vez ya no pregunta Zacarías. Antes de que pueda preguntar, el ángel le pregunta sobre lo que ve. El cielo tiene que asegurarse de que nuestra vista esté captando correctamente y que estemos poniendo toda la atención en lo que vemos. Si el ojo es sano, todo el cuerpo tiene luz. Zacarías es santificado y apartado para Dios, y el Espíritu Santo le inspira para que nosotros podamos tener la palabra de Dios. Fíjate en la responsabilidad que tiene de poder ver bien.

El rollo, más que una palabra hablada, tiene más autoridad al ser escrito. No puede ser alterado por una expresión equivocada o un oído defectuoso. No se calla por la muerte del que habla. Es una palabra fiel y nadie puede excusarse cuando algo está escrito. Además es bastante grande (10 x 5 metros, más o menos) y no escapa de la vista de quien quiera verlo y leerlo. No creo que sea una coincidencia que fuera del mismo tamaño que el Lugar Santísimo en el tabernáculo. Enviado del cielo, vuela para que sea visto por toda la faz de la tierra de la forma más rápida. Ezequiel también vio un rollo que le fue abierto (Ez.2:9-10) y parece, por las medidas que tiene, que este también está abierto.

Igual que éste, el rollo de Ezequiel estaba escrito por los dos lados y el mensaje era de las consecuencias del pecado. Claramente, el ángel declara a Zacarías que el rollo representaba una maldición. Dios, en Su bondad, quiere que el mundo sepa acerca de la maldición que está por delante. Jesús lo demostró al hablar más veces del infierno que del cielo. Muy crueles e infieles son aquellos predicadores que no avisan a sus oyentes de huir de la ira venidera. Si ignoran la maldición que espera a los transgresores, seguramente no entienden qué es el amor de Dios que ellos pretenden anunciar. El amor de Dios solamente salva al pecador, al impío y al enemigo (Ro.5:6-10). Estos falsos profetas tapan su codicia por la fama y la popularidad, al declarar una simpatía sentimental y un amor humanista para agradar a los oyentes; algo que no les conviene para nada.

El rollo está escrito por los dos lados. Es una maldición haber quebrantado, cuando menos, dos de los diez mandamientos: No hurtarás por un lado y no tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano por el otro lado. Pablo avisa a los Efesios (4:28-29) “El que hurtaba no hurte más… ninguna palabra dañina salga de vuestra boca”. Quizás estos eran los pecados predominantes en el tiempo de Zacarías. Algunos piensan que hurtar representa un que el pecado es contra el ser humano y el  juramento falso, no tomarás el nombre de Dios en vano, representa que el pecado es contra Dios. Sea como sea, de cualquier modo, los pecados están interrelacionados; por ejemplo, matar y codiciar también es hurtar, y jurar falsamente es blasfemia. La ley moral refleja la naturaleza de Dios, y por eso el salmista se deleitaba en la ley, por ver los atributos de Dios en ella. Se gozaba en la hermosura de la santidad y pureza de Dios.

Dios aborrece al que hurta y jura falsamente, pero Su amor provee una manera de escapar de este estado aborrecible. La ley es, dice Pablo, “para los transgresores y desobedientes…” (1 Ti.1:9). La ley no solamente presenta los mandamientos, sino la sentencia amarga por haberlos quebrantado. Todo el mundo tiene que saber que es culpable delante de Dios antes de que pueda escuchar el evangelio. Dice Matthew Henry: “¡Si pudiéramos ver con un ojo de fe el rollo volador de la maldición de Dios cerniendo sobre un mundo culpable como una gruesa nube, no solamente guardándolo de las rayas del sol del favor de Dios, sino grande con truenos, relámpagos y tormentas, prestos en destruirlo! ¡Cómo daría entonces la bienvenida a las noticias de un Salvador que vino a redimirnos de la maldición de la ley, siendo Él mismo hecho una maldición para nosotros, como el profeta Ezequiel, comiendo este rollo!” Hoy en día los predicadores se han olvidado de lo que, Henry y todos los que Dios ha usado para la salvación de muchas personas sobre los siglos, sabían … que “la ley ha sido nuestro ayo (sea tutor), para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gál.3:24).

Dios se presenta en este libro de Zacarías como el Señor de los ejércitos y, en el caso del ladrón y del que jura falsamente, Él desata al cielo entero para que se cumpla la maldición. Viene contra todo lo que es valioso y seguro para ellos. Piensan que ganan ventaja por hurtar y jurar usando el nombre de Dios, pero al final Dios demuestra Su justicia para enseñar que no hay provecho en ignorar Su palabra y no poseer su temor. El rollo volador entra en la casa del malhechor permanentemente, y no puede ser exterminada hasta destruirla totalmente; material y personas incluidas.

Joseph Kennedy fue un hombre rico que aprovechaba cualquier oportunidad para ganar su fortuna. Cuando
terminó la ley de la prohibición de licor en los Estados Unidos, los barcos de Kennedy estaban esperando en el puerto de Nueva York, llenos de licor importado, para ser distribuido sobre todos los Estados Unidos. Los barcos fueron inmediatamente descargados y el alcohol fluyó libremente por las calles, cayendo en las manos de personas que eran impotentes frente al vicio. (Para que veáis que no exagero, cito lo que sigue tomado de Wikipedia Español: Posteriormente con la entrada en vigencia de la Ley Seca, Kennedy, con el apoyo del hijo del Presidente Franklin Roosevelt, James Roosevelt, viajó a Irlanda para adquirir los derechos sobre la importación del Scotch whisky para los Estados Unidos, con lo cual pasó a multiplicar su millonaria fortuna y convertirla en una vasta red de inversiones multimillonarias).

Joseph Kennedy fue capaz de comprar la presidencia de los Estados Unidos para su hijo, John, y otro hijo, Robert, tomó la posición de Procurador General del país. Ah, pero John fue matado a tiros en un desfile y su hermano Robert también fue asesinado. Hay otras historias que contar sobre la maldición de la familia Kennedy, que sigue hasta la fecha entre sus nietos. Su hija mayor, Rosemary, fue ingresada en una clínica debido al retraso mental de una lobotomía cerebral fallida (operación del cerebro). Fue internada en un manicomio el resto de su vida y, según Janet Des Rosiers, la secretaria y querida de Joseph, su nombre nunca fue mencionado en la casa de los Kennedy. Joseph Jr. murió combatiendo en Europa en 1944. Su hija, Kathleen, murió en un accidente de avioneta en Francia (también uno de sus nietos murió hace pocos años en una avioneta, justo después de conseguir su permiso de piloto). Ted fue un senador del congreso de los EEUU hasta que murió hace pocos años. Salió vivo de un coche inundado, en el que se ahogó una joven pasajera.

Joseph era el miembro más prominente de la Comunidad Irlandesa de Católicos. La familia Kennedy fue y sigue siendo católica romana y profesa jurar en el nombre de Jesucristo. Hurtaba las finanzas y bienestar de muchas familias por las consecuencias del alcohol, pero los Kennedy han sido víctimas del rollo volador por, cuando menos, tres generaciones. “¡Ay del que emborracha a su prójimo, y lo embriaga con un cáliz venenoso para recrearse en su desnudez!” (Hab.2:27)

El rollo volador de la maldición pasa rápidamente sobre toda la tierra, proyectando su sombra sobre el mundo moderno, entrando en las privadas y seguras viviendas de los ricos y famosos. No lo dudes, el Dios de la salvación, no puede ser burlado, porque también es el Dios de la maldición. Nadie, pero nadie, escapará de la palabra escrita por los dos lados del rollo.



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