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Lowell Brueckner

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Un deseo intenso

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En el artículo titulado “¡Qué profundo es el amor de Dios!”, intenté mostrar la profundidad de Su amor, basada en la siguiente declaración del apóstol Juan: “Sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin(Jn.13:1). Vimos que la expresión “hasta el fin” implica mucho más que el final de un tiempo, cuando Su amor fue expresado aquí en la tierra. Lo que aquí describe es la extensión interminable e infinita de Su amor.

El comentario de Juan fue dado junto al reporte de la última cena, concretamente, cuando Jesús lavaba los pies a Sus discípulos, la noche del jueves antes de la Pascua. Jesús iba a ser crucificado dentro de las siguientes veinticuatro horas, mientras mataban los corderos para la cena de la Pascua. Al final del artículo mencioné que íbamos a ver dos versículos más de la Escritura. Uno está en Lucas 22:15 y otro en Apocalipsis 3:20. Ahora, regresemos a esa tarde, justo al empezar la cena, cuando Jesús dice:

“¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!”
Lucas 22:15

Lo que me gusta de la Biblia Cronológica o el libro llamado la Harmonía de los Evangelios es que, por supuesto, juntan las diferentes historias de los Evangelios y las ordenan por orden de tiempo. En las versiones normales, al empezar este versículo, tendríamos que leer hasta terminar todo el Evangelio de Lucas y después pasar por doce capítulos de Juan, hasta llegar al versículo que utilizamos para encabezar el primer artículo.


Ya me he referido al hecho de que, cuando Juan hizo su declaración, después relató cómo Cristo se reclinó en la mesa, cómo Judas salió a entregarle y cómo lavó los pies de Sus discípulos. Si solamente leyéramos del Evangelio de Juan, ignoraríamos otros hechos que ocurrieron al mismo tiempo. Al estudiar el Evangelio de Lucas vemos que, justo en esta hora, Jesús pronunció las palabras que hemos citado antes y que encabezan el tema de este estudio. Estas palabras nos ayudan a apreciar más el significado de lo que está ocurriendo, y concuerdan perfectamente con lo que dijo Juan acerca del amor de Cristo por Sus discípulos. Estas son las palabras que están delante de nosotros ahora.

                                          La Pascua antes del tiempo designado

Jesús y Sus discípulos celebraron la cena de la Pascua un día antes que el público en general. Existen diferentes opiniones sobre el porqué, pero sea como sea lo que causó esta irregularidad, creo que fácilmente podemos ver que era el plan de Dios. Seguramente el deseo de Jesús se juntó con la voluntad de Su Padre en los cielos. Él y Sus discípulos estaban solos en el aposento, separados también de las observancias religiosas de las multitudes. 

Es un tiempo de gran intimidad. Hemos apreciado y considerado este gran amor de Cristo, que es un amor perfecto y eterno, un amor hasta el extremo. Ahora, la Palabra de Dios hecha carne, expresa el deseo de Su corazón a Sus discípulos. Les dice que ha estado esperando con gran expectación estar a solas con ellos comiendo la Pascua.

Para poder apreciar aún más Sus palabras, voy a referirme a una forma de hablar que era común entre los hebreos. La antigua versión en inglés, King James, traduce literalmente: “Con deseo he deseado…” En diferentes partes del Nuevo Testamento vemos la misma estructura. En Juan 3:29, por ejemplo: “Se goza con gozo”, y en Hechos 4:17: “Amenacémosles con amenazas”. La forma sustantiva de la palabra es combinada con el verbo para intensificar la frase.

Pero, no solamente la intensifica, sino que además aclara su significado, ya que la palabra griega casi siempre significa “un deseo prohibido”, y está traducido varias veces como “concupiscencia”, “pasión” o “codicia” en la Reina Valera 1960. Por eso debe ser casi siempre traducida así, como está en la Biblia Textual. Yo sugiero, solamente como una idea que no ha llegado a ser mi opinión, que posiblemente el hecho de que estén celebrando la Pascua un día antes de lo que fue ordenado por la ley, se deba al deseo intenso de Cristo de comerla a solas con Sus discípulos. Él sabía que no podría hacerlo en el día designado por la ley, pero siendo fuertemente motivado por Su deseo, decidió hacerlo el día anterior.  

Tiempos informales y casuales

Sea como sea el caso, aquí tenemos otra prueba del amor hasta el extremo del Señor para con los Suyos, en el hecho de que desee intensamente tener este tiempo de comunión con ellos. Esta comunión se llevó a cabo en una cena en la mesa. Parece que Jesús prefirió lo informal y casual, antes que los ritos tensos y rígidos de la religión. En los cuatro Evangelios, encontramos a menudo a Jesús comiendo en la mesa, donde acontecían cosas significativas y donde fueron enseñadas lecciones importantes. Por hacerlo así, Jesús fue criticado injusta y calumniosamente: “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos” (Mt.11:19).

Por favor, no creas las acusaciones de los fariseos y otros religiosos en contra de Él; no utilices sus palabras como un argumento o excusa. Las palabras dichas en contra Suyo fueron mentirosas y exageradas. Jesús no era un comilón ni tampoco un borracho. No seas permisivo en cuanto de estos pecados. Si no hubiera sido moderado en Su estilo de vida, estaría desafiando Su propia palabra que demanda la templanza. Sí, fue amigo de los pecadores, pero fue un verdadero amigo que les hizo reconocer sus pecados y les llamó al arrepentimiento.


Sin embargo, me parece que a Jesús le gustaba estar “a la mesa”. Tenemos que borrar de nuestro pensamiento las costumbres del oeste y estar conscientes de las del medio este. Jesús y Sus discípulos no estaban sentados rígidamente en unas sillas con respaldo recto. Para apreciar la familiaridad del ambiente, les tenemos que ver reclinados… ¡Oh!, me encanta esta escena, que además da peso a Sus palabras… “¡Cuán intensamente he deseado comer esta pascua con vosotros!” Este era un ambiente en el cual podían tener comunión. Sobre todo, ésta fue una fiesta de amor.

Yo pienso que el Señor todavía se goza de un ambiente familiar y, especialmente, el ambiente que da un comedor. Durante tiempos de avivamiento, la obra de Dios brota de las puertas de la iglesia y llena las casas. Recuerdo muy bien cuando Dios se manifestó de forma tan real en el norte de Minnesota, USA. Sigo sintiéndolo en mi alma; todavía veo a mis padres sentados a la mesa con visitantes, tomando un café y hablando exclusivamente de las cosas de Dios. Sobre todo, me acuerdo de sentir la presencia de Dios, y no cabía duda de que era Su presencia, porque Él estaba haciendo obras únicas que solamente Él sabe y puede hacer. Lee los acontecimientos de los avivamientos de Finney. Cuando él oraba antes de comer, los que estaban sentados a la mesa estaban bajo una fuerte convicción de pecado. Puedes leer las historias de los avivamientos y ver cómo la gente se congregaba en las casas para orar antes de las reuniones. Y luego, después de las éstas, otra vez los cristianos reposaban en las casas, todavía bañados en la luz y el calor de la presencia de Dios. 

La última cena fue única

Esta cena con el Señor fue única y significativa. Estaba acompañada de fuerza y actividad espiritual. Las sombras y símbolos del Antiguo Testamento estaban derritiéndose al calor de la realidad y cumplimiento espirituales. La fiesta más importante de los judíos, la Pascua, estaba a punto de transformarse en una realidad gloriosa. Seres angélicos, representando el cielo y el infierno, volaban por el aire. Satanás mismo estaba asentándose en el rincón oscuro del corazón de Judas. Allí estaba el Cordero de Dios sin mancha ni contaminación, separado y preparado para el sacrificio pascual. La historia de la humanidad estaba experimentando su evento más importante, de una magnitud sin precedentes….y Jesús deseó compartir ese glorioso momento con Sus discípulos… “¡Cuán intensamente he deseado comer esta pascua con vosotros!” 


Jesús había compartido Pascuas anteriores con Sus discípulos, pero jamás volvería a suceder hacer en el futuro. De este punto en adelante, la ordenanza cristiana iba a tomar su lugar, y la gente de Dios se juntará conmemorando santamente la muerte de Cristo. Él tomó la copa y el pan e inició lo que ahora llamamos “La santa cena”, dirigiendo a todos Sus discípulos, presentes y futuros, a Su mesa. Él la ha preparado y ha provisto todos los elementos necesarios para los que asisten. No es un rito de una iglesia y no tiene que ver con provisiones humanas. Esta es única; es la cena del Señor y, aunque el menú es sencillo, los que se sientan a Su mesa son las personas más privilegiadas en la tierra. No debe ser un tiempo triste, mas bien, debemos participar siempre con expectativa, esperando recibir del cielo. Él la ha preparado con un deseo intenso de bendecirla con Su presencia.

Se celebrará una cena más grande todavía

Pero esto no es todo. ¡Todavía viene una cena más grande! El Novio celestial la está preparando en Su gloria y ha orado al Padre: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo… Les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (Jn.17:24,26). ¿Podemos imaginar la intensidad de Su deseo de compartir la mesa celestial con Su novia amada?

“No la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lc.22:16). ¡Viene todavía un cumplimiento más grande! Será una cena perfecta y, porque es celestial y nosotros terrenales, porque es futuro y nosotros sabemos poco más allá del presente, pienso que sería mejor permitir a Jesús, quien vino de la eternidad, que nos enseñe. Primeramente, Él habla a sus discípulos judíos: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lc.22:28-30). También habla a la iglesia gentil del futuro: “Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Lc.13:29).

Con un deseo intenso Jesús está anticipando el día en el que nos llevará a Su mesa celestial y, mientras participamos de las delicias eternas, Él nos acompañará. Aunque ya hemos vivido las maravillas asombrosas de Su amor en este tiempo, tenemos adelante la expectación de una Gloria mucho más brillante. Nos amó con un amor eterno e imperecedero. Es impensable que este amor disminuya aún en lo más mínimo.

……………………

Todavía nos falta:

“He aquí, yo estoy a la puerto y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y el conmigo” Apocalipsis 3:20.






1 comentarios:
Daniel Escorcia Polanco dijo...
8 de abril de 2020, 16:37  

Gracias hermano por compartir este comentario, ha sido de mucha bendicion para mi.

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