Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

El mensaje de Esteban

Etiquetas:

 

Hechos 7


Capitulo 7:1-8

La resistencia de los israelitas,
empezando con Abram

1.      El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así? 

2.  Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, 

3.      y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. 

4.    Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora. 

5.   Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo. 

6.    Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años. 

7.    Mas yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en este lugar. 

8.    Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 

 A menudo, buenos predicadores mencionan que la palabra griega que se traduce como testigos es martus, de la cual procede la palabra mártir. En algunos de mis viajes a otros países he descubierto que, en sus traducciones del Nuevo Testamento, en lugar de testigo eligen la palabra mártir, literalmente del griego. El cristiano debe ser un testigo hasta la muerte, lo que le convierte en un mártir; este es un principio sólido en la enseñanza bíblica. El capítulo 7 de Hechos nos cuenta la historia del primer mártir cristiano, Esteban, un ejemplo maravilloso del principio espiritual.

Muchas veces, he intentado mostrar que Esteban, en sus propias palabras, nos da el título de su mensaje: “Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo” (v.51). Intentaré demostrar cómo lo hizo durante su exposición ante el Sanedrín y la Sinagoga de los Libertos. No quisiera transmitir la idea de que personas como Abraham, David y Salomón, del Antiguo Testamento, fueron desobedientes o infieles, generalmente. No es el caso, pero sí eran seres humanos con fallos, a quienes Dios corrigió y dio fe para llevar a cabo Sus propósitos en ellos.

 El sumo sacerdote dio paso a Esteban para que se defendiera (v. 1) y empezó a hacerlo, refiriéndose a los presentes como hermanos y padres, sus compatriotas judíos. Les hizo recordar a las personas más importantes de su historia nacional, presentando a su Dios como el Dios de la gloria, especialmente al revelarse a su patriarca, Abraham (v. 2). Génesis 11:10-26 nos da la genealogía de Abraham, y podrás observar que su padre, Taré, trasladó a su familia desde Ur de los caldeos, cruzando el río Éufrates, a Harán (Gé. 11:31).

Hechos 6

Etiquetas:

 

 

Distribución diaria de alimentos

Hechos 6:1-7

Los problemas llegan junto con el éxito

1. Por aquellos días, al multiplicarse el número de los discípulos, surgió una queja de parte de los judíos helenistas en contra de los judíos nativos, porque sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos (LBLA).

2. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.

3. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo.

4. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.

5. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía;

6. a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.

7. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.

Hemos estudiado el enorme éxito y crecimiento de la iglesia, la primera y única iglesia que existía e iba
formándose en Jerusalén. Contaba con al menos cinco mil personas, aunque algunos piensan que fueron
ocho mil, dependiendo de cómo se interprete Hechos 4:4. ¿Sería cinco mil el número total de cristianos,
o después de la sanidad del paralítico serían cinco mil añadidos a los ciento veinte discípulos originales,
y a los tres mil convertidos y bautizados en el día de Pentecostés? Cada lector puede decidir por sí mismo, aunque me parece que el uso del lenguaje en el texto favorece que cinco mil fuera el número total.

El último versículo del capítulo 2 declara que “el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos,” hasta que “los que creían en el Señor aumentaban más, gran número de hombres como de mujeres” (5:14). Por eso, el concilio en Jerusalén estaba resentido (4:2) e intentó oponerse a la iglesia “para que no se divulgue más entre el pueblo” (4:17). No les inquietó en absoluto lo que los líderes galileos decían, a pesar de los milagros que acompañaban la predicación del evangelio. Aunque unánimes y violentamente atacaron el movimiento, observamos en este capítulo que fue tan poderoso el poder que vieron, que muchos de los sacerdotes cedieron y entraron en la fe.

Junto al gran éxito que estaba experimentando la iglesia, por primera vez vemos que, añadido a la oposición de afuera, surgieron problemas dentro. Bueno, esto no solamente pasó en Jerusalén, ha ocurrido y ocurre en la iglesia a lo largo de toda la historia, comprobando el principio que determina que es más difícil convivir con el éxito que en los primeros pasos humildes en la fe. Esto hizo a John Wesley lamentarse “¡Ay Señor, cuán poco tiempo permaneció en el mundo el cristianismo puro, genuino y limpio!”. Hasta ahora solo habíamos visto la unidad entre los discípulos, que eran de un solo corazón y ánimo.

Hechos 5

Etiquetas:

 




Capítulo 5:1-11

El juicio cae sobre Ananías y Safira

1. Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad,

2. y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.

3. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?

4. Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.

5. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.

6. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.

7. Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.

8. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.

9. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.

10. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido.

11. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.

En el último capítulo, versículos 32-37, empezamos a estudiar sobre la unidad y el amor fraternal que existía en la iglesia en Jerusalén. Consideramos la condición de miles de personas de otras naciones que formaron parte de la iglesia que algún día volvería a sus hogares. Vimos también que los galileos del norte de Israel no tenían casas ni empleos en Jerusalén. Seguramente estas personas carecían de las necesidades básicas, pero nadie sufría porque los que sí tenían casas y propiedades las vendían, y los apóstoles repartían el precio a todos los necesitados. Este es el trasfondo para lo que vamos a ver a continuación.

Lo que pasó en esta primera iglesia hizo más que la ley del Antiguo Testamento, que mandaba a los ciudadanos aliviar a los pobres dejándoles espigas de su cosecha y fruto de sus viñas y árboles frutales. Otras leyes mandaban restaurar los derechos y pérdidas de sus parientes, especialmente, en el Año del Jubileo, cuando devolvían las propiedades a todos los que las habían perdido durante los cincuenta años anteriores. En el espíritu del cristianismo, los santos en Jerusalén que tenían tierras y casas, las compartían con los que no tenían.

Hechos 4

Etiquetas:

 


Capítulo 4:1-4

El progreso por medio de la oposición

1. Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos,

2. resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

3. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.

4. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.


Los primeros ocho capítulos de los Hechos tienen que ver con el primer paso de la Gran Comisión: predicar el evangelio a los judíos en Jerusalén. El apóstol Pablo enseña en Romanos 1:16 el principio de que el evangelio le fuera predicado primeramente al judío, después a los no judíos. Casi todos los primeros creyentes fueron judíos. Dos meses atrás había acontecido la crucifixión de Jesús, y al predicarlo, los apóstoles hallaron mucha oposición. Después de que el paralítico fuese sanado, la ciudad se abrió al evangelio, pero el enemigo de las almas se movió para detener el movimiento. La fuente de toda oposición es espiritual; este principio es la verdad hasta el día de hoy, y siempre lo será. Es una lucha a muerte “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).

Viéndolo humanamente, la predicación del evangelio suponía una amenaza para el liderazgo judío que gobernaba en Jerusalén, el Sanedrín: un concilió de 70 líderes, con una larga historia en Israel, por lo que los judíos creían que había sido ordenado por Dios desde los días de Moisés (Éx. 24:1,9; Núm. 11:24 y 25). Hasta el tiempo presente, sigue gobernando en Jerusalén. Ellos contaban con una fuerza policial dentro del templo que era dirigida por un capitán. Dentro del sanedrín estaban los fariseos y los saduceos, siendo estos últimos, especialmente, quienes se agitaron porque no creían en la doctrina de la resurrección, la cual enfatizaban los discípulos. Ahora, aparecen para poner fin a la predicación, y la frase – “les echaron mano” – describe la violencia de la interrupción (v. 1); no fueron arrestados ni encarcelados con gentileza.

Lo que enseñaban Pedro y Juan representaba un desafío al statu quo de los líderes, una amenaza para su posición y autoridad. Sin embargo, la autoridad de los apóstoles estaba “en Jesús”, no en sí mismos, y dado que Jesús ya había dejado este mundo para ir al cielo, ellos eran Sus portavoces. Los líderes se sienten amenazados porque la población de Jerusalén está prestando mucha atención a los apóstoles, y más y más gente se unía a ellos. Lo que está ocurriendo en Jerusalén, en el futuro estremecerá al mundo entero (v. 2).

Hechos 3

Etiquetas:

 


Capítulo 3:1-12

 La sanidad de un cojo

 1.      Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 

        2.      Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 

   3.      Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 

         4.      Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 

          5.      Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 

6.      Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 

7.      Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 

8.   y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 

9.      Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 

10.  Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. 

11. Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. 

12.  Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? 

 Dios dijo a Israel, por medio de Moisés, antes de su entrada en la Tierra Prometida, que Él iba a escoger un sitio en el que ellos tenían que adorar; una vez mostrado el lugar, solamente podrían hacerlo allí: “Cuídate de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que vieres; sino que en el lugar que Jehová escogiere, en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando (sería bueno leer toda la porción de Deuteronomio 12:5-12 para darnos cuenta de lo estricta que era esta regla sobre el lugar de la adoración).   

La Iglesia en Jerusalén florece

Etiquetas:

 

 

Hechos 2:38-47

38.    Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 

      39.    Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 

40.    Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. 

41.    Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. 

42.    Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. 

43.    Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. 

44.    Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 

45.    y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 

46.    Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 

47.    alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. 

 Creo necesario repetir y enfatizar el hecho de que Pedro declarara la promesa de Dios sobre el Espíritu Santo universalmente. Lo que dijo en el día de Pentecostés no fue solamente para los judíos y prosélitos allí presentes de muchas partes del mundo conocido. Al decir que la promesa era para sus hijos, tenía que estarse refiriendo a esa juventud que se quedó en sus casas en las naciones extranjeras y no hizo el viaje a Jerusalén.

 La parte asombrosa que el lector del libro de Hechos debe considerar, es que la última parte de la frase es la promesa de Dios “para todos los que están lejos”. Su promesa cruza cada frontera y alcanza todo el planeta, sin excluir ningún lugar; es una llamada universal. Los primeros apóstoles recibieron una comisión: ir a todo el mundo y abrir la puerta del evangelio a la población. Fue una llamada a toda la gente, “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. El apóstol Juan sigue con la misma llamada entre las últimas palabras del canon del Nuevo Testamento: “El Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap.22:17). 

El primer mensaje apostólico

Etiquetas:

 

 Hechos 2:14-39 

14.  Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

15.  Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. 

16.  Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: 

17.  Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; 

18.  y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.  

19.  Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo;

20.  el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; 

21.  y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 

22.  Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; 

23.  a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; 

24.  al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. 

25.  Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. 

26.  Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; 

27.  porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. 

28.  Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. 

29.  Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 

30.  Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 

31.  viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. 

32.  A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. 

33.  Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. 

34.  Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 

35.  hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. 

36.  Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. 

37.  Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 

38.  Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 

39.  Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 

El día de Pentecostés

Etiquetas:

  


 Hechos 2:1-13

El derramamiento del Espíritu Santo   

1. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

2. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

3.      y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 

4.      Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. 

5.      Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. 

6.      Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 

7.      Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? 

8.      ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? 

9.      Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, 

10.  en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, 

11.  cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. 

12.  Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? 

13.  Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.  

La expresión: Cuando llegó el día de Pentecostés”, describió el hecho de cómo los judíos contaban cincuenta días desde el día de Primicias, marcando que el día cincuenta había llegado desde aquella fiesta. Como trasfondo a este estudio sobre el derramamiento del Espíritu Santo, veremos lo que la ley enseña sobre este día de fiesta del Antiguo Testamento. Pentecostés era la palabra griega número cincuenta y también el título de la llamada fiesta de semanas por los hebreos. El propósito de la fiesta era hacer una celebración jubilosa por las primicias de la siega del trigo.

 Puedes estudiar la secuencia de eventos que apuntan al día de Pentecostés en Levítico 23:5-16. Primeramente, la Pascua empezaba el día catorce del primer mes judío. Al día siguiente, el día quince, era la fiesta del pan sin levadura, y un día más tarde empezaban a contar siete semanas, es decir, cuarenta y nueve días, transcurridos los cuales, el día cincuenta, se daba comienzo a la fiesta de semanas o el Pentecostés.

 En el Antiguo Testamento es mencionado varias veces que cada hombre judío tenía que presentarse en Jerusalén tres veces al año… “Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos” (Dt. 16:16). Según nuestro calendario, estas fiestas acontecieron en marzo, mayo y septiembre.

Hechos 1:6-26

Etiquetas:



 

   La ascensión y la promesa de Su regreso

 6.     Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?     

       7.     Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 

8.     pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. 

9.     Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 

10.  Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 

11.  los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 


Durante todo el tiempo que siguieron a Cristo, a los discípulos siempre les preocupó lo siguiente: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Por esa razón, Jacobo y Juan pidieron sentarse a Su derecha y a Su izquierda en Su gloria (Mc.10:37). Tenían el mismo concepto que los judíos, en general, respeto a la venida del Mesías. Pensaban que sería un gran Príncipe de paz, que libraría a Israel de la opresión de sus enemigos, especialmente de los romanos, que gobernaron sobre ellos durante Su tiempo en la tierra. Después de haber dado de comer a cinco mil hombres más sus familias, hubo un alto porcentaje de personas que quisieron hacerle rey: “Entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo” (Jn.6:15). Él siempre rehusó caminar por la senda que conducía a la popularidad, por esta razón mandó a aquellos que experimentaron Su poder milagroso que no publicaran lo bueno que había hecho por ellos.

¿Por qué, entonces, tenemos estas maravillosas obras escritas en la Biblia y proclamadas entre todas las naciones? La razón es claramente entendida por lo que Jesús mandó a Pedro, a Jacobo y a Juan, al descender del Monte de la Transfiguración: “No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos” (Mt.17:9). El consejo de no declarar Sus obras sobrenaturales no era algo de principios, sino de tiempo. Su misión, en ese tiempo, era la cruz y no un trono. Su reino físico vendrá en el Milenio. En el tiempo del libro de los Hechos, Él empezó a desarrollar un reino espiritual. Un compositor escribió: “Él observó Su reino desde una cruz”.

Hechos 1:1-5

Etiquetas:

  



                          Reina-Valera 1569

          Pruebas indubitables de la resurrección

1.     En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 

2.     hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

3.     a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. 

4.     Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

5.     Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días 

Lucas dirigió sus dos libros a un conocido suyo a quien llamó excelentísimo Teófilo. La razón por la que algunos piensan que era un nombre simbólico y que Lucas se estaba refiriendo a cada lector de sus libros, es porque Teófilo significa amigo de Dios. Sin embargo, el título excelentísimo nunca le es otorgado al creyente común. Por eso, estoy seguro de que Teófilo era algún noble de la sociedad: un oficial, un romano o un griego distinguido. Los gobernadores Félix y Festo también fueron nombrados de la misma manera: excelentísimo. Teófilo era un convertido y Lucas le escribió personalmente a él para establecerle en la fe.