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Lowell Brueckner

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Dos testimonios de Raquel

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Una Sonrisa en la Adversidad
Por Raquel

Yo nací en Cacahuatepec, Oaxaca, México, donde mis padres eran misioneros. Fui la cuarta en la familia, después de tres hombres. Después de mí, nacieron tres mujeres más y otro hombre. Estoy muy agradecida por haber tenido padres que nos enseñaron a temprana edad acerca de Dios, así crecimos en Sus caminos.

Yo todavía era muy joven (tenía 6 años) cuando me di cuenta que era una pecadora y necesitaba un Salvador. Recuerdo que jugaba afuera y mi hermano, Esteban, me dijo que si el gran árbol bajo el cual jugábamos cayera sobre mi y me matara, yo iría al infierno, porque Jesús no me había salvado. Me asusté en gran manera y ya no quise jugar. Recorrí el patio pensando en lo que debía hacer, hasta que al fin me decidí y fui a ver a mi madre. Me llevó al estudio de mi padre y me explicó que todos éramos pecadores, por lo tanto estamos perdidos y necesitamos ser salvados. Cuando me preguntó, si yo quisiera orar a Jesús y pedirle que me salvara y viviera en mi corazón, quedé muy entusiasmada. Mi mamá oró conmigo y después estuve muy alegre. Ya no tenía miedo de que un árbol me cayera encima, porque Jesús me había salvado.

Unos días después, estuve en la escuela. La maestra hizo un estudio Bíblico con nosotros y dijo; “No es suficiente solo pedir a Jesús que entre en tu corazón, también es importante corregir las cosas malas que hiciste en tu vida y pedir perdón a las personas que hayas ofendido.” Eso era difícil para mí, pero empecé a pedir perdón a todos los que venían a mi mente. Recuerdo que lo más duro fue confesar haber robado un chocolate del escritorio de mi amiga, Merry Elva, pero después de todo, lo confesé y entonces tuve paz.

Un par de años después, nos cambiamos a vivir en Minnesota, USA, y siete años mas tarde a Alemania. Conocí un alemán Tom Ehmer y me casé con él. Tuvimos una niña, Jessica, que tenía siete meses de edad, cuando tuvimos un accidente de tráfico. Ese día, mientras Tom estaba en su trabajo, venía a visitarnos un rato mi hermano Daniel y su familia que vivían en Macedonia. Fue el 14 de Junio de 1995. Recuerdo que ese día había leído en un libro de mi hija, escrito por Joni Erickson Toda (una cristiana parapléjica), una oración especial que decía; “Por favor, ayuda a mi papá hoy, él tiene mucho en que pensar. Esté con él en una manera especial.” Entonces pensé; “Eso no tiene nada que ver con nosotros hoy.”



Los planes rudamente interrumpidos
Después de que Tom saliese del trabajo ese día, íbamos a comer en un restaurante y él ya no tenía que ir más al trabajo por cuatro días, así que esperábamos pasar ese tiempo con nuestras familias. Dos semanas más tarde, todos íbamos a ir a Irlanda a la boda de mi hermano David. ¡Cómo nos íbamos a divertir!

Ese día salí a la calle a caminar con Jessica. Estaba lloviendo, pero no importaba. Le gustó mucho estar afuera. La puse en mi mochila y caminamos bajo un paraguas. Al regresar Tom, nos subimos al coche para ir a Augsburg a cenar. Yo me senté en el asiento trasera con Jessica. En la carretera, un coche que venía por el carril opuesto, rebasó a un furgón. No hubo tiempo para reaccionar. Ni siquiera recordamos como salió el coche, ni nada del accidente. El conductor que tenía 32 años se murió. Mas tarde fuimos a ver a su esposa y familia, hemos hecho amistad con ellos y oramos hasta la fecha que Dios les salva.

Tom solo tuvo heridas leves y a Jessica se la rompió un hueso de la pierna. Yo fui gravemente herida. Se rompió la quinta vértebra de mi columna y tenía serias heridas internas causadas por el cinturón de seguridad. Recuerdo un poco del vuelo en el helicóptero, sentí mucho dolor y hubo mucho ruido. No recuerdo más hasta pasar dos operaciones y después estuve en la sala de cuidados intensivos. Un doctor dijo que llegué al hospital más muerta que viva, por perder mucha sangre.

Parálisis y paz
Otro doctor me explicó los daños y me dijo que me curaría de todo, ya que había sobrevivido a las operaciones y a la pérdida de sangre, pero que quedaría paralítica. Entonces pasó una cosa muy especial. En ese momento sentí paz. Estaba alegre y no me importaba no poder caminar. Yo misma me quedé sorprendida por sentir así y no solo yo, sino el doctor también. Quería saber porque estuve sonriendo. Yo sabía que Dios estaba cerca y que Él me había dado esa paz. Sé que si alguien me hubiese dicho antes, que me iba a tener un accidente, hubiese estado muy angustiada, pero cuando en realidad me pasó, la gracia de Dios estuvo presente obrando en mi. Hebreos 4:16 dice, “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”

Después de unas cuantas semanas en el hospital, estuve cuatro meses en uno de rehabilitación. En lugar de ser un tiempo duro y difícil, fue en verdad un tiempo alegre y bendecido. Tom empezó a llamar al hospital “nuestro segundo hogar”. En medio de todo, teníamos tanta paz y satisfacción que sobrepasó nuestro entendimiento. No puedo entender como sucedió, solo sé que las sentimos. Tuvimos muchas oportunidades para hablar con otras personas. Fue un tiempo maravilloso.

El propósito divino y la ayuda celestial
Pensaba acerca de como podría cuidar a mi familia después de la rehabilitación. Primeramente, no lo creía posible, pero poco a poco aprendí, hasta que casi pude hacer todas las cosas sin ayuda desde mi silla de ruedas. En Marzo de 1997, tuvieron que quitarme el hierro de la columna vertebral, y pensé; “¿Cómo puedo dejar a Jessica otra vez? ¿Cómo lo hice fácilmente la vez pasada?.” Otra vez Dios estuvo presente, me ayudó y no fue difícil dejarla.

En 1998, tuvimos otra hija, Rebecca Joy. El accidente me hizo confiar más en Dios para cuidar a mis hijas pequeñas. Siempre tengo que clamar a Él, pidiéndole que las proteja. Por ejemplo, que pasaría si la nena intentara bajar el escalón antes que yo pudiera alcanzarla. Una vez no pude llegar a tiempo cuando Rebecca, afuera de la puerta de la casa, empezó a bajar a una rampa con su pequeño coche. ¡Es demasiada activa! me hace orar todo el día pero Dios es siempre fiel en protegerla.

En Mayo, 1999, sentimos que Dios quería que tomáremos un paso adelante y nos abrió una puerta en Dakota del Norte. He perdido la cuenta de las personas que me han dicho desde el accidente que soy para ellos un ánimo y una bendición. No oí esto nunca antes del accidente. En esta situación, Dios me está usando más que antes y tengo mucho por que darle las gracias. Doy gracias por mis padres que me enseñaron el camino por el cual andar (Prov. 22:6), por mi hermano Esteban, quien me dijo que necesitaba a Cristo (me pregunto, cuanto tiempo hubiera pasado hasta que otro me lo dijera otra vez), por mi marido y mis hijas, y por muchas más que podría nombrar. Más que todo, estoy agradecida por la gracia de Dios que sigue obrando en mi vida y por la paz y satisfacción que la acompaña. Muchas veces me pregunto, ¿Cómo puede la gente pasar por sus problemas sin Él?
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En nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo… Fil 1:20

…..Raquel rodaba con su silla de ruedas en un hospital de rehabilitación en Macedonia, donde su hermano, Daniel, vino una vez a la semana. Dio una clase de la Biblia y solo cuatro o cinco hombres asistían. Inmediatamente al entrar, las chicas también en sillas de ruedas, la rodeaban. Raquel no conocía nada de su lenguaje para hablar con ellas; ni podía caminar., pero hizo lo que pudo. Las guió adentro de la sala donde Daniel estaba enseñando. Nunca habían asistido, pero en poco tiempo, varias tuvieron un encuentro con Cristo. Una ahora es una cristiana brillante y escribe poesías y pinta cuadros. Han sido publicadas por todo el país y su arte ha sido exhibido en el centro cultural en Strumica, como en otras exhibiciones. La han entrevistado en programas de televisión. A Raquel la complace glorificar a Dios en su cuerpo, no importa la condición en que esté, y hacerlo ¡con una sonrisa!
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¡Está aquí Katia!

“En Abril empezaron a tomar ecografías de nuestra nena, que resultaron en temibles noticias. Al doctor le pareció que el corazón solo tenía tres ventrículos, que había líquido alrededor del corazón, y que los dos pies estaban torcidos. Con tales síntomas, era probable que la nena tuviera síndrome de Down o algún otro síndrome. El doctor (un cristiano) dijo: “Si necesitaríais medicamentos para ayudaros a dormir después de estas noticias, puedo dároslos, pero yo creo que la oración funciona mejor”. Estuvimos de acuerdo y dormimos bien. Nos mandó a Minneapolis, donde había mejor equipo, para seguir haciendo pruebas. Hicieron allí un ecocardiograma completo y otras ecografías.

Ese día recibimos noticias de que el corazón en verdad tenía cuatros ventrículos, pero que había un gran agujero en medio de ellos (VSD, lo llamaron). Confirmaron que los pies sí estaban torcidos. También mencionaron la probabilidad de síndromes. Quisieron que diera luz allí, porque así podrían vigilar a la nena 24 horas, 7 días de la semana. Nos informaron que un pequeño VSD puede cerrarse solo, pero los grandes, como el que ella tenía, requieren cirugía. También dijeron que al nacer el color de la tez sería morada, y posiblemente tendría problemas para respirar. Y para el problema de los pies, tendría que empezar una rutina de un año, primeramente con escayolas, después con una barra entre las piernas y posiblemente cirugía para aflojar los pies. El 22 de julio fue la fecha elegida para inducir el parto.

Ese día nos dirigimos a casa de Mike y Rachel (cerca de Mpls.). El doctor nos llamó esa noche y nos dijo que podríamos seguir adelante por la mañana, porque los pulmones estaban bastante desarrollados. Entre las 10:30 y las 11, empezaron a inducir el parto, y Katia nació a las 12:12, en poco más de una hora. La primera cosa que notaron los doctores fue ¡su color rosado! Entonces ella misma estrecho los pies y ellos clamaron: “¡No tiene los pies torcidos; acaba de enderezarlos!” La llevaron a hacer otro eco cardiograma y me fue permitido ver las observaciones escritas por el doctor; no encontró VSD. Nos dieron de alta el día después del nacimiento. Es otro ejemplo para añadir a nuestra colección enorme de peticiones contestadas.

Jessica casi tiene 14 años. Siempre ayuda en casa sin decirla nada. Ha guiado a 3 adolescentes a Cristo recientemente. Rebecca ya tiene 10 años y Tom y yo siempre decimos que la hemos dado el nombre correcto: Rebeca Joy (Gozo). También habla a sus amigos de Jesús y se les trae a Jessica cuando tienen preguntas que ella no puede contestar. Grant pronto tendrá 7 años. A él le encanta la Biblia y dice que sus historias son las mejores que ha escuchado. Habla a Dios como si estuviera allí mismo presente, y quiere ir al cielo - ¡pero ahora! especialmente, ya que ha muerto nuestro pastor en el otoño. No habla nunca en voz baja. En el funeral se le oyó decir: “¿Por qué lloran todos? El pastor Floyd pudo ir al cielo. Yo quisiera ir también. ¡Estaría feliz!”. Pero le echa de menos. Eran muy amigos. Gracie tiene 2 años y medio y está muy emocionada con el hecho de ser ya una hermana mayor.
Con amor, Raquel y Tom, Jessica, Rebecca, Grant, Gracie y Katia.

■ ¿Os acordáis que en el último trimestre pedimos oración para que Lance y Deborah pudieran tener más espacio para vivir? Durante varios meses habían estado buscando una casa, pero a la semana de haber enviado los folletos por correo encontraron una, y ya se han mudado. ¡Gracias por orar!

■ Steve y Karyn escriben sobre el progreso con la nueva casa: “Sentimos que estamos jugando sólo un pequeño papel entre los muchos que Dios ha usado para cumplir Su obra aquí. Se ha encargado con los detalles más pequeños. Afortunadamente, parece que estamos llegando a un cumplimiento, al menos con los proyectos mayores. Muchos han contribuido gratuitamente con su tiempo y capacidades. Uno era electricista y el otro un fontanero, experto en calefacción. El mes pasado se mudaron fuera de Aniak. Otro buen amigo era contratista antes de mudarse a Aniak, y él ha donado su tiempo hasta altas horas de la madrugada. Dios envió a un pastor de otra aldea, que nunca habíamos conocido, justo en el tiempo correcto. Su oficio consistía en hacer puertas, y se ofreció para hacer la que el inspector requería. Los tiempos y caminos de Dios nos asombran.

Por favor, orad que Dios nos fortalezca para poder cumplir con los detalles que restan. Estamos muy cansados. Gracias.

■ “Dad a conocer sus obras en los pueblos…, hablad de TODAS sus maravillas”. Salmos 105:1, 2. Hace poco alguien me preguntó, por qué es que Jesús mandó a la gente no decirlo a nadie, después de haber sanado a algunas personas. Contesté la pregunta: “Fue por la misma razón que dijo a sus discípulos que no dijesen a nadie lo que habían visto en el monte de la transfiguración, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”. Él nació para morir y no iba a permitir que ninguna onda de popularidad le detuviera en su camino directo hacia la cruz. Sin embargo, después de Su resurrección, sus discípulos contaron LOS MISMOS MILAGROS para ser publicados durante 2.000 años por todo el mundo, como también contaron la visión vista en el monte.


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