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Lowell Brueckner

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Un lugar para Cristo en la tierra

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Sobre los años, me he encantado meditar en este tema. Desde el principio, el Espíritu Santo no solamente se mueve, sino se mueve con pasión, con amor. Nuestro Dios está emocionalmente involucrado con nosotros.

Un lugar para Cristo en la tierra


“Harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.”    Éxodo 25:8

Cuando fui niño y vivía con mis padres en el estado de Florida, USA, fuimos a visitar un “santuario” para aves. Paseamos a través de muchas hectáreas, dedicadas a proveer un ambiente ideal para ellas. Todos los estorbos creados por los hombres, además de los enemigos naturales, quedaban fuera. Era un territorio provisto de todo lo que los pájaros necesitaban para su seguridad, bienestar y reproducción.

El Espíritu Santo anida
Desde un principio, Dios anhelaba con pasión un santuario donde poder morar, y donde Su gran corazón pudiera regocijarse y hallar descanso, mientras llevaba a cabo propósitos eternos. En el amanecer de la creación, “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Gn. 1:2). El verbo mover es una traducción muy generalizada y, en consecuencia, muy débil en comparación a su verdadero significado. El diccionario hebreo da la siguiente definición: anidar. Es una expresión tan intensa que no es posible transmitir su significado con un verbo en español. El verbo original da la connotación de un pájaro que revolotea sobre el punto donde se propone hacer su nido. En el comentario de Wycliffe he hallado una descripción excelente: “El Espíritu Santo revoloteaba. Las palabras describen cómo la presencia de Dios, llena de vigor, envolvió y acarició el caos de una tierra inacabada, preparándola para completar Su creación. Como una devota pájara madre, se movía por aquí y por allá, derramando Su amor generosamente sobre el mundo recién nacido”.

Me siento obligado a citar Deuteronomio 32:9-11, donde aparece la misma palabra, y donde su contexto nos ayuda a captar las intenciones divinas: “Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad que le tocó. Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea (la palabra traducida como movió en Génesis) sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas”.


El cuervo y la paloma
Desde el tiempo después del diluvio, tenemos una alegoría que nos lleva a descubrir más de la naturaleza de Dios. Noé soltó un cuervo para explorar la condición de la tierra, e inmediatamente y sin criterio, se adaptó al hábitat no apto todavía para el ser humano. Por otro lado, una paloma, que es ligera y delicada, cuando Noé la soltó, rápidamente volvió a su mano. No pudo hallar un lugar donde descansar. Una semana más tarde hizo su segundo vuelo explorador. Regresó con una hoja de olivo, identificando así el sitio que buscaba para hacer su nido. Siete días después ya no volvió. Nos enseña que el juicio terrible había pasado y que el Espíritu de Dios había hallado, una vez más, algún refugio adecuado en el que poder seguir adelante con Su obra.


Un santuario nuevo testamentario
En el Nuevo Testamento, mientras Jesús era bautizado, el Espíritu Santo descendió como paloma, descansó sobre Él, y una voz desde el cielo dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17). He aquí un santuario perfecto,  donde el Espíritu de Dios podía llevar a cabo con amor Su nueva obra de creación espiritual. Jesús explicó a Sus discípulos otro cumplimiento de las intenciones divinas. Un santuario sería edificado, no sólo en ellos, sino en cada individuo que ama a Cristo en verdad: “Para que esté (el Espíritu Santo) con vosotros para siempre” (Jn. 14:16). Continúa con una declaración de tanta magnitud que tenemos que aceptarla por fe, ya que nuestras mentes no la podrán captar de otra manera: “Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (ver. 23).

Judas (no el Iscariote) le hizo una pregunta que debemos estudiar bien: “¿Cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” (ver. 22). Jesús contestó que Él solamente puede hallar descanso en un corazón que le ama. Él califica tal amor, no como un amor emocional, sino obediente. Es un corazón que provee todo lo que Él pide y anhela. Excluye todo lo que le haría sentirse incómodo, e incluye todo lo que le hace sentirse en casa.

La bondad de Jesús
  Jesús, la manifestación perfecta del Padre, movido por el Espíritu Santo, fue muy bondadoso en Su manera de obrar. Incluso a veces, se podía pensar que era tímido. En pocas ocasiones se entrometió en una situación. Normalmente él se acercaba, pero esperaba una invitación y una respuesta del corazón humano. En el camino a Emaús, por ejemplo, encontró lo que buscaba: “Él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: ‘Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado.’ Entró, pues, a quedarse con ellos”.

En otra ocasión, cuando los discípulos se encontraban en peligro en el mar, Él caminó hacia ellos sobre el agua para ayudarles en su angustia, pero al llegar cerca … “quería adelantárseles”. Yo creo que fue el deseo de Pedro lo que le hizo detenerse: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. Pedro, por el deseo de estar con Él, arriesgó su vida, y fue junto a Jesús fuera del barco.

Tenemos que pasar de las cosas teóricas y el conocimiento intelectual, a una realidad consciente y experimental. Esto sucederá cuando sintamos un anhelo profundo de que Su presencia esté y permanezca con nosotros. Los samaritanos querían que se prolongase aquella visita tan especial, y lo consiguieron… “Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días”.

Un hogar… un santuario
Es interesante considerar que en la Biblia jamás dice que Jesús pasara una noche en Jerusalén. No había un lugar de reposo para Él allí. En lugar de quedarse en Jerusalén, caminó hasta Betania, a la casa de Sus amigos, que le amaban… Lázaro, María y Marta. Allí se sentó a la mesa para tener comunión con Lázaro. Marta le acomodó y, seguramente, le sirvió Sus comidas preferidas. María se sentó a Sus píes para escucharle y adorarle. Su hogar fue un verdadero santuario.

Hablando de la ciudad de Jerusalén, Jesús expresó sus intenciones de amor por ella, al mismo tiempo que lamentaba el rechazo que en general había hacia Su presencia y Su obra: “¡Jerusalén, Jerusalén… cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” La gente descuidada se ocupaba de lo suyo y consideraba Su llegada como una interrupción, como sucede hoy en día. Él no va a entrar donde no se le dé la bienvenida. Tampoco va a quedarse donde es evidente que existe un apetito por la corrupción podrida del mundo, que es el hábitat del cuervo, no de la paloma. El mundo es Su enemigo y el que lo ama se hace enemigo de Dios. ¡Guárdate de las atracciones del mundo y de darlas un lugar en tu corazón! …porque si no lo haces, enviarás al Espíritu Santo volando a otro lugar de descanso.

Tu respuesta
¿Sientes responder a Su amor? ¿Anhelas que Su presencia sea una realidad en tu vida? Entonces, echa fuera todo lo demás y permite que el Espíritu Santo edifique un santuario que satisfaga todos Sus deseos. Ruégale que no pase de largo. Quisiera que todos pudiéramos cantar esta canción desde el corazón:

Quédate Señor, ya se hace tarde
Ofrezco el corazón para posar
Hazlo tu morada permanente
Acéptalo, acéptalo, mi Salvador.


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