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Lowell Brueckner

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Una alegoría... segunda parte

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JESÚS DE NAZARET


…Quedé totalmente convencido del hecho de que la visión de la Nueva Jerusalén me vino como resultado de estar cerca de la Corriente de agua viva, y de que la revelación fue dada a mi corazón, y no a alguna otra parte de mi ser. Si una persona se queda allí mientras contempla el Manual del Rey, verá cosas que no es posible ver en cualquier otra parte del mundo, y le serán más verdaderas a él que las cosas que puede ver con sus ojos y oír con sus oídos. Este Libro y la Corriente son una combinación maravillosa y un tesoro de la casa del Rey.

Fue por medio de esta combinación que empecé a conocer acerca del Rey. Aprendí que, a menudo, dejaba Su palacio y venía a lugares en el campo, en los cuales se encontraba con gente común como yo. A veces pasaba tiempo con ellos enseñándoles Sus caminos. Probablemente uno de los más favorecidos fue un joven pastor que cuidaba las ovejas de su padre. El Rey le enseñaba canciones con tanto significado y sentimiento, que habitualmente son cantadas en el mundo entero. Otro pastor enseñado por el Rey fue hecho un profeta, conocido en todo el mundo. Personalmente, también conozco a personas que frecuentemente se encontraban con Él en el bosque, a las cuales les fueron enseñadas cosas especiales, no conocidas ni siquiera por la gente más preparada del mundo.

De hecho, el Rey dedicó 33 años para andar y hablar con Su pueblo. Fue un carpintero en una aldea, lo que dejó claro su desinterés por ser conocido como alguien importante en esta tierra. Durante esos años, también pasó tiempo en el campo, observando las flores, las aves, y a los campesinos haciendo sus trabajos. Como puedes ver, nuestro Rey es una persona especial con un corazón por las cosas que viven.

Una persona podría y debería estar toda la vida estudiando Su Libro para aprender acerca de Su personalidad asombrosa, Sus atributos y las grandes obras que ha hecho. La Corriente del Espíritu del Rey tiene una manera de acercarle a nosotros de forma espiritual, que le hace más real que si viniera en forma humana. Supongo que estas cosas suenan misteriosas, y hasta puede que lo sean, si solamente estamos acostumbrados a ser enseñados por nuestros cinco sentidos naturales.

Ya era tiempo de seguir adelante. Yo había venido con una misión y tenía que cumplirla. Había una vereda muy angosta que pasaba por la ribera, así que dejé el camino que había llevado hasta entonces, aunque era un poco más ancho y cómodo para andar en él. La nueva vereda seguía siendo el “Camino de Fe”, y ofrecía al caminante la opción de andar más cerca de la ribera, es decir, de andar por fe y para fe. Ya que había encontrado la Corriente…, no quería perderla de vista…



PUESTOS LOS OJOS EN JESÚS


…La vereda por la que caminaba ahora, muy cerca de la Corriente, era dificultosa y, de hecho, había lugares donde no se podría pasar sin ayuda sobrenatural. La persona que elige andar por la Corriente tiene que entender que así es, y por esta razón, muchos toman una ruta alternativa. Sin embargo, en la Corriente, uno puede experimentar la gran emoción que supone descubrir sus propiedades asombrosas.

Ya he mencionado que la Corriente revela de manera real la presencia invisible del Rey, siendo ésta, en realidad, su función principal. Mientras le seguimos, Él guarda nuestros pies para no caer. Todo es diferente a lo que uno, de manera natural, puede llegar a pensar. Parece raro, pero he notado que mientras centraba mi atención en la misma vereda y en sus muchas trampas, fácilmente me desviaba, e incluso a veces resbalaba y perdía el equilibrio. En una ocasión, donde había una bajada empinada, tropecé y fui cayendo por el barranco. Estoy seguro que fue el Rey mismo quien paró mi caída, me dio la mano, y puso mis pies sobre la tierra firme. 

Otro fenómeno que experimenté, fue que podía fijarme en el Libro del Rey aún caminando, sin peligro de tropezar. En la noche, una luz procedente del Libro mismo alumbraba sus páginas, y su verdad brillaba más clara que nunca. A veces, cuando yo estaba a punto de errar, oía una voz que decía: “Este es el camino, anda en él”.

Por primera vez fui consciente de que había otros viajeros en la cercanía, ya que pude escuchar sus conversaciones. Hablaban unos con otros, y esto a veces me distraía. Hubo momentos en los que pensé hacer caso a lo que decían, pero inmediatamente empezaba a sentirme confuso en cuanto a la dirección de la vereda; la hierba y la maleza la cubrían, y esto me hacía sentir inseguro de hacia donde se dirigía. En esos tiempos tenía que pararme, estudiar las páginas del Manual, y una vez más, afinar mis oídos para oír la Corriente. Pronto podía sentir de nuevo la presencia invisible del Rey y Su mano guiándome. 

Entonces, más adelante, vi a un viajero parado a un lado de la vereda, mirando en dirección opuesta a la Corriente. Oí voces otra vez, y cuando me acerqué, observé a un grupo de personas caminando en esa dirección. Parecía una banda de felices y atractivos jóvenes que estaban divirtiéndose. El hombre sonreía mientras les observaba, y yo también me paré para mirarles. Estaban jugando y haciendo planes, hablando emocionadamente de cosas que habían visto en el camino. Vi que uno de ellos tenía el Manual del Rey, y durante un par de minutos, puestos en círculo, leían y charlaban acerca de él. Después volvían a levantarse para jugar otra vez, y de vez en cuando, alguno se alejaba hacia una zona peligrosa, lejos de la Corriente, donde había hendiduras profundas, cubiertas en parte de maleza y árboles tumbados.

Me di cuenta de que el viajero estaba perplejo y le pregunté: “¿Has estado siguiendo la Corriente por mucho tiempo?” Él me respondió: “No, es una nueva experiencia para mí, pero leí de ello en el Libro del Rey, y mi corazón arde mientras leo. Acabo de hallar la Corriente, pero me detuve al oír a esta gente hablar. Parece que están divirtiéndose mucho y me he fijado que también leen el Libro del Rey. Sin embargo, me parece que lo que más les importa es divertirse, y además, también observo que algunas de las cosas que hacen son peligrosas”.
“Yo lo observé también”, le comenté, “pero el Manual me ha enseñado que tenemos que quitar nuestros ojos y oídos de todo, menos de lo que Su Majestad nos dice y nos muestra. ¿Quieres andar conmigo y seguir charlando más sobre los caminos del Rey?” Él estuvo de acuerdo y caminamos juntos… 


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