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Lowell Brueckner

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5 - 11 Febrero Meditaciones diarias de los Salmos

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5 de Febrero Salmo 10:1-2

1. ¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?
2. Con arrogancia el malo persigue al pobre; será atrapado en los artificios que
     ha ideado.

  En su oración David hace preguntas. Aunque siente profundamente el vituperio
contra él, no culpa a Dios, sino que pide de Él mejor entendimiento. Reconoce
Su sabiduría en todas las situaciones y por eso pregunta: ¿Por qué te alejas y por
qué te escondes en el tiempo de tribulación?
  Una de las manifestaciones de la sabiduría de Dios dejando a David pasar
por tales pruebas, fue que, angustiado por ellas, escribió los Salmos. Las disciplinas
de Dios quedaron grabadas, no solamente en el corazón de David, sino también
en hojas de pergamino, para que quedase escrita una palabra del Espíritu Santo
en beneficio del pueblo de Dios. Las dificultades y agitación profundas producen
impresiones que perduran, inspirando al hombre afligido a servir a otros en el
futuro. Lo mismo pasará con nosotros si nos sometemos a Su disciplina.
  David presenta su caso a Dios. Sabe que la arrogancia es uno de los pecados
que el Señor más aborrece; sobre todo, es el orgullo lo que hace al pecador
justificar su pecado, y al final le condena. David compara el orgullo de los
malvados con la humildad de los que confían en Dios, sabiendo que esta
comparación moverá el corazón de Dios para apoyar a Su pueblo.


6 de Febrero Salmo 10:2-6

2. Con arrogancia el malo persigue al pobre; será atrapado en los artificios que
     ha ideado.
3. Porque el malo se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso, y desprecia
     a Jehová.
4. El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno
     de sus pensamientos.
5. Sus caminos son torcidos en todo tiempo; tus juicios los tiene muy lejos de su
     vista; a todos sus adversarios desprecia.
6. Dice en su corazón: No seré movido jamás; nunca me alcanzará el infortunio.

  El orgullo del hombre hace que se exalte a sí mismo y desprecie a otros, e
incluso más que esto, hace que se mime a sí mismo, mientras persigue a otros.
El orgulloso se jacta de su posición social (v. 2), aprovechándose de los pobres
y quitándoles lo poco que tienen. Usa artimañas para atraparles (¿pudiéramos
llamarlas publicidad?). Se jacta de sus metas (v. 3). Anuncia sus deseos ambiciosos
y también lo que ha planeado cuidadosamente para su vida. Sus héroes son las
personas más codiciosas, quienes tienen sus corazones bien entregados a las
posesiones mundanas, dedicando sus vidas a ellas y conspirando para obtenerlas.
Desprecia a la persona que no se preocupa tanto como él por un futuro próspero
y cómodo en la tierra. El Dios de la Biblia no es Dios de los ambiciosos.
  El orgullo hace que el hombre confíe en sí mismo (v. 4). Al mismo nivel que
reine la autoconfianza en una persona, así ignorará a Dios. Tiene que ver con la
voluntad. No quiere buscar al Señor. Se enamora de sí mismo y de los beneficios
momentáneos que quiere obtener, por lo que la voluntad de Dios le estorba
para conseguir sus metas. El pueblo de Dios busca las cosas de arriba y todos sus
pensamientos están en Él.
  El orgullo conduce al hombre a la autodefensa, que incluye la seguridad física,
financiera y social (v. 5). El malo se acomoda en un nido seguro con una sonrisa
de desprecio hacia todos los elementos contrarios que él, por sus propios esfuerzos,
ha logrado dejar afuera. Se ha asegurado contra las calamidades. No hay
entendimiento ni lugar en su vida para las disciplinas de Dios. Tiene establecida
su posición futura hasta la vejez (v. 6) y nada le puede tocar. A mi me parece
bastante claro que el camino de los malvados es el camino normal del mundo
occidental.


7 de Febrero Salmo 10:7-18

7. Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; debajo de su lengua
     hay vejación y maldad.
8. Se sienta en acecho cerca de las aldeas; en escondrijos mata al inocente. Sus
     ojos están acechando al desvalido;
9. Acecha en oculto, como el león desde su cueva; acecha para arrebatar al
     pobre; arrebata al pobre trayéndolo a su red.
10. Se encoge, se agacha, y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.
11. Dice en su corazón: Dios ha olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo verá.
12. Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; no te olvides de los pobres.
13. ¿Por qué desprecia el malo a Dios? En su corazón ha dicho: Tú no lo inquirirás.
14. Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa
     con tu mano; a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano.
15. Quebranta tú el brazo del inicuo, y persigue la maldad del malo hasta que no
     halles ninguna.
16. Jehová es Rey eternamente y para siempre; de su tierra han perecido las
     naciones.
17. El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; tú dispones su corazón, y haces
     atento tu oído,
18. Para juzgar al huérfano y al oprimido, a fin de que no vuelva más a hacer  
     violencia el hombre de la tierra.

  En los versículos del 7 al 11, vemos al impío actuando. Su arma más potente
es la boca. Con ella lucha contra la realidad, tuerce la verdad y exagera sus hechos.
Alcanza sus propósitos a través de una sofisticada y política manera de hablar,
convenciendo a los simples crédulos para conseguir lo que en realidad no necesitan.
Su codicia imperecedera hacia la autogratificación pervierte y tuerce su concepto
de Dios. Si puede usarle para conseguir mejor sus metas, lo hará. Hasta se
humillará si tiene que hacerlo. Detrás de todo está la vanidad e intenciones
destructivas. Apesar de los éxitos materialistas de los tiempos modernos, no hay
porque sorprenderse de que individuos y familias arruinadas, sean esparcidos
sobre el camino de los que buscan ganancias. La táctica del vendedor es hablar
de “secretos exclusivos” que manifiesta solamente a los que le dejan entrar por
sus puertas (v. 8). Declara guerra contra la pobreza y es amigo de las riquezas.
Es comparado con un león cazador furtivo, que está camuflado esperando a su
víctima. Echa su red, igual que una tela de araña extendida, para coger al incauto.
  Después de descubrir al malhechor y haber presentado evidencias contra él
delante de Dios, David presenta el caso del humilde, como haría un buen abogado.
Le llama pobre en los versículos 9 y 12, desvalido en el 8 y 14, huérfano en el
14 y 18, humilde en el 17 y oprimido en el 18. David es amigo de los pobres y
lleva Su mensaje a los barrios chinos y campos misioneros del mundo. Dice: “A
ti se acoge el desvalido”, quien no tiene otro refugio más que Dios. Dios está
buscando un pueblo que confíe plenamente en Él, y lo encuentra entre los
desechados. ¿Actuará a favor de los que solamente se fijan en Él? ¿No vendrá el
eterno Señor y Rey a socorrer a los que no tienen una fuerza mundana para
sostenerles?


8 de Febrero Salmo 11:1-2

1. En Jehová he confiado; ¿Cómo decís a mi alma, que escape al monte cual
     ave?
2. Porque he aquí, los malos tienden el arco, disponen sus saetas sobre la cuerda,
     para asaetear en oculto a los rectos de corazón.

  El que confía en el Señor tiene el refugio más alto y seguro, totalmente protegido
de cualquier ataque de enemigos espirituales, físicos, naturales, mentales,
ambientales o financieros. Es el modelo perfecto de seguridad, por el que cada
compañía de seguridad terrenal puede compararse y medir sus capacidades.
Sin embargo nunca, ni en sus sueños más extravagantes, podrán ofrecer ni tan
sólo una pequeña porción de la inmunidad garantizada por estar bajo la sombra
de Dios. No obstante, intentan presentar sus ventajas. Su arma es el miedo, y
su meta es llegar al alma. Provocan temor enumerando los riesgos de cada
calamidad, y entonces aprovechan para presentar un montón de promesas que el
alma podrá reclamar y así levantarse victoriosa sobre los peligros del futuro.
¡Cómo exageran la seguridad que ofrecen! Tienen seguros de salubridad, pero
no pueden garantizar un día de salud. Dan ayuda en caso de muerte, pero no
pueden añadir una hora a la vida de cualquier persona. Cada uno de sus clientes
experimentará las garras de la muerte.


9 de Febrero Salmo 11:1-4

1. En Jehová he confiado; ¿Cómo decís a mi alma, que escape al monte cual
     ave?
2. Porque he aquí, los malos tienden el arco, disponen sus saetas sobre la cuerda,
     para asaetear en oculto a los rectos de corazón.
3. Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo?
4. Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos
     ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.

  El que ha negociado con el “Agente de seguros” del cielo, tiene razones para
dudar de las capacidades mentales de cualquier persona que quiera competir con
Él. “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi
mano”. ¡Esto es tener verdadera seguridad! La póliza es detallada en el Salmo
91. Pienso que muchos que dicen ser creyentes, son ateístas en la práctica. Muchos
que pretenden ser seguidores de la Verdad, tratan con Su palabra como si fuera
mentira.
  “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo”. No hay otro fundamento que dé firmeza al alma. Dice una canción:
“Sobre Cristo la Roca sólida estoy, todos los otros terrenos son arenas movedizas”.
No hay sustitutos ni nada que pueda tomar un segundo lugar. Todos los otros
terrenos son arenas movedizas.
  ¿Cuándo nos ha fallado Cristo para que tengamos que confiar en otro? ¿Qué
otra fuente es más digna de nuestra confianza? Nosotros podemos estar más altos
que las montañas de la seguridad terrenal, porque el trono del Señor está en el
cielo.



10 de Febrero Salmo 11:4-7

4. Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos
     ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.
5. Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los
     aborrece.
6. Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será
     la porción del cáliz de ellos.
7. Porque Jehová es justo, y ama la justicia; el hombre recto mirará su rostro.
 
  El Señor no es sólo un Protector fiel, sino un Juez que no se equivoca. Los
justos tienen que confiar en Su juicio de la misma manera que en Su protección.
Su templo es de una santidad inexpresable y gloriosa sin comparación. Su trono
posee una rectitud exacta y un juicio omnisciente. En medio del templo y sentado
sobre el trono está Él, quien toda la elocuencia del lenguaje humano y de los
ángeles no puede describir. Sus ojos ven todo y nunca pasan por alto algún motivo
o pensamiento de cualquier persona en cualquier tiempo. Él hace una distinción
muy clara entre los justos y los malos. Nunca justifica a ningún malhechor ni
condena a uno de los justos, aunque esté tan mal acompañado y fuera de lugar
como Lot en Sodoma. El cielo no se equivoca.
  El Juez justo hace una diferencia cuando lleva a cabo Su justicia sobre los
individuos. Y permite que los justos pasen por pruebas, pero no más fuertes de
lo que puedan sobrellevar; al contrario, las pruebas les ayudarán a llegar a su
máximo potencial espiritual. Por otro lado, distribuye progresivamente a los
malvados lo que merecen, hasta llegar a su ruina final.
  La salvación o condenación de los hombres tiene que someterse al amor que
el Señor tiene por la justicia. Solamente los hombres que eligen andar en el camino
angosto de la justicia, ganarán la sonrisa favorable de Dios.


11 de Febrero Salmo 12:1-2

1. Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido
     los fieles de entre los hijos de los hombres.
2. Habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeros, y con
     doblez de corazón.

  ¡Que Dios nos ayude! La oración es el único recurso que nos resta y Dios es
nuestra única esperanza. Los hombres piadosos están desapareciendo de la faz
de la tierra. Son antigüedades que escasean más y más mientras pasa el tiempo.
¿Dónde están los que pueden mirarte al rostro y decirte la verdad en cuanto a ti
mismo? ¿Dónde está el que se manifiesta contra las tendencias prevalecientes de
nuestros días y declara la verdad inalterable de la palabra de Dios?
  Los hombres están entregados a la adulación y a la lisonja, abrasándose entre
ellos. Se respaldan apoyándose y dependiendo unos de los otros. Mi pregunta es,
¿está Dios dirigiendo esta escena? Muchos líderes dependen de sus seguidores
para sostenerse, por eso tienen que agradarles y atenderles. Un himno antiguo
proclama: “No me atrevo a confiar en la figura más dulce, sino depender
completamente en el nombre de Jesús”. ¿Quién, hoy en día, confía totalmente
en el nombre de Jesús? ¿Quién se atreve a no confiar en lo que le es ofrecido tan
atractivamente? La apostasía entra como un diluvio cuando los hombres empiezan
a depender los unos de los otros. La justicia prevalece cuando la gente honra
solamente a Dios. ¿Dónde está la sal de la tierra, los Sadrac, Mesac y Abed-nego,
que se inclinan sólo delante del Señor?


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