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Lowell Brueckner

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La única salvación para Israel

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40. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 43

Lo que el Espíritu dice ahora

Vemos, en el libro de Apocalipsis, que Jesús dio un mensaje diferente a cada una de las siete iglesias. Concluyó cada mensaje con las siguientes palabras: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap.2:7,11,17, 29; 3:6,13,22). Aunque cada cristiano debe ocuparse en un estudio sistemático sobre todo el alcance de la revelación bíblica, el Espíritu de Dios también nos habla con una palabra especial, que se aplica específicamente a diferentes lugares y diferentes tiempos. Tenemos que estar atentos a lo que el Espíritu dice a la iglesia ahora.

Quiero seguir animándote a que abras tu Biblia para poder seguir el texto, mientras repasamos el capítulo. Notarás que el versículo 1 empieza con la palabra “ahora”. El predicador de Eclesiastés dice que todo tiene su tiempo (Ec.3:1-7), y el predicador del evangelio tiene que ser sensible al Espíritu, para poder saber específicamente lo que Él quiere que su pueblo oiga en cada ocasión. Hay tiempo para reprender y tiempo para consolar. El profeta Isaías sabía cómo y cuando hacer ambas cosas.

“Ahora”, después del aviso de juicio declarado al terminar el capítulo 42, Dios consuela a Israel. No hay consolador como el Espíritu Santo. Él inspira a Isaías para empezar con la creación de Israel. El Señor sigue creando; crea individuos en los senos de sus madres, y crea naciones enteras. El consuelo comienza con el conocimiento de que somos seres creados y, por eso, tenemos un propósito y un cuidado de parte de nuestro Creador.


Consuelo sobre el temor

“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú” (v.1). El temor es una realidad para el ser humano, y no existe quien no sea atacado por él, de una u otra forma. Es espantoso pensar del temor que sobrecoge a la persona que despierta a la realidad de que está solo en este mundo, sin esperanza, sin Cristo y sin un Creador. ¡Qué maravilla es saber que perteneces a Dios! ¡Que Eres de Él!

Ésta fue la enseñanza de Jesucristo en Su evangelio eterno para todas las personas de todas naciones que confiarían en Él. Tiene que ver con Emanuel, Su presencia en medio de los problemas: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (v.2). Sí, habrá aguas, ríos y fuego; no hay promesa que excluya los peligros y las pruebas. David escribió acerca de andar por el valle de sombra de muerte, pero el Señor le aseguró Su presencia.

En los primeros tres versículos, vemos que el Santo de Israel es Creador, Redentor, Compañero y Salvador. Es imposible negar que los elegidos de Dios son apartados para recibir una atención especial, sobre todos los demás habitantes de la tierra. Es el tema de estos versículos. “He dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé, daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida” (vs.3,4). Es un consuelo maravilloso para Su pueblo, y es un aviso para los que no lo son.

Las reconfortantes palabras “no temas” se repiten en el versículo 5, y ahora estoy pensando de las muchas veces que son mencionadas por todas las Escrituras. Dios se las dice a Abraham varias veces, a Moisés y, por medio de Moisés, al pueblo. En la conquista de la Tierra Prometida, Dios se las dice a Josué, y Booz a Rut, la moabita. Dios se las dice al juez, Gedeón, y al rey David. Dios las dice, muchas veces, por medio de los profetas, pero más frecuentemente, Jesús se las dice a Sus discípulos.

No temas por tu futuro, Israel; no temas la extinción de tu nación. Después de la dispersión, Dios te recogerá del norte, del sur, del este y del oeste, para el reino milenario de Su Hijo. ¿No te entusiasman las líneas poéticas que siguen? Son como la música al corazón: “Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra” (v.6). Esto está pasando ahora. Mientras nosotros estudiamos la profecía de estos versículos, tenemos el privilegio de poder dar testimonio de su cumplimiento. Después de la Segunda Guerra Mundial, Él habló a Inglaterra e Inglaterra quitó su mano de sobre Su tierra. Él ha hablado más recientemente a Rusia, y miles de judíos han vuelto del norte. Han venido de todos los continentes de la tierra.

El futuro de Israel literalmente predicho

En nuestros tiempos, Dios recibe la gloria mientras estas antiguas profecías se cumplen. ¿Quién lo puede hacer, si no es el Señor? ¿Podemos verlo o estamos ciegos a lo que pasa frente a nuestros ojos en el Siglo XXI? C. H. Spurgeon, en los años postreros al siglo XIX, reconoció que la Biblia predecía el retorno de los judíos a su patria, al pie de la letra. Algunos años antes, J. C. Ryle, también lo sabía. En un pasado lejano, Dios creó, formó y llamó a esta raza por Su nombre; es decir, están atados a Su nombre y a Su carácter y, por medio de ellos, Él revela Su persona (v.7). En este Siglo XXI, dale la gloria, porque está trayendo a sus hijos e hijas de lugares lejanos.

En sentido profético, vemos lo opuesto a lo que fue profetizado sobre la gente en el tiempo de Cristo, diciendo que tenían ojos y oídos, pero que no veían ni oían. Aquí dice que los ciegos y sordos tienen el potencial de ver y oír. ¡Serán restaurados! (v.8) Es lo que dice también Ezequiel en su profecía, en el capítulo 37.

La Biblia es la Palabra viviente de Dios, y una de las razones principales por las que tiene esta fama, es porque llama a las cosas futuras como si ya hubiesen tomado lugar. Es el argumento de Dios mismo, sobre el cumplimiento de profecías pasadas. En ningún otro lugar, entre las naciones, con todo el conocimiento acumulado y combinado, existe una guía de acontecimientos futuros. Las Naciones Unidas se formaron con la intención de buscar y luchar por la paz mundial, pero no tienen ningún acta escrito para comprobar que así será. No existe ningún testimonio sabio o verdadero acerca de un bienestar en el mundo futuro. Las naciones representadas no tienen una palabra segura para respaldar sus esfuerzos, ni una palabra que les dé una razón que compruebe la necesidad de su existencia. Lo mejor que pueden hacer es confirmar, sin darse cuenta, lo que un Dios omnisciente ya ha predicho que acontecerá (v.9).  

Israel está solo entre todas las naciones del mundo, dando testimonio, de forma nacional, de la existencia del Señor y de Su participación en los asuntos del mundo. “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí” (v.10). Uno de los problemas es que el Israel moderno no lo reconoce, no lo cree y no entiende el hecho. El problema siempre está en que el ser humano no se pone de acuerdo con Dios y no ve las cosas como Él las ve. Otro problema es que no le da la gloria por lo que Él hace. Por eso, Él declara: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (v.11).  


Lo que significa tener un precedente

“Yo anuncié, y salve, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno”. Es asombroso que, por medio del estudio de la Biblia, podamos volver a la fuente de todas las cosas. En los palacios de justicia del mundo, tener un precedente es necesario para garantizar una decisión favorable. Un buen abogado siempre intentará hallar un precedente para la decisión que busca. Esta práctica legal está basada sobre un principio divino. El principio espiritual establecido en la eternidad demanda que lo que precede a todo lo demás es la verdad absoluta, y lo que contradice esta verdad es una perversión y una falsedad. El Creador que existió antes del comienzo del tiempo, determinó lo que es verdadero y recto. Su pueblo debe ser testigo de Sus declaraciones, proclamaciones y Su salvación. Tiene que estar firme sobre Su palabra, en medio de una sociedad engañada (v.12).   

A fin de cuentas, no hay manera de cambiar lo que Dios ha establecido. La sociedad puede aceptar el engaño y popularizarlo, pero no puede hacer que la verdad cambie. Después de todos sus intentos, el hombre no ha podido producir vida. La ciencia comprueba que nunca ha habido ni puede haber una evolución hacia una especie nueva y más avanzada. Ninguna persona puede tener éxito en cualquier experimento u obra, sea cual sea, si no armoniza con las leyes de la naturaleza, establecidas por Dios desde un principio: “Lo que Yo hago, ¿quién lo podrá deshacer?” (v.13).

La Biblia es un estudio de la persona de Dios; una revelación de Su esencia. Una vez más, en el versículo 14, Isaías pone ante nosotros el título, el Santo de Israel y, junto a él, vuestro Redentor, otro título muy importante. Redimir, en el sentido del Antiguo Testamento, significa comprar de nuevo. Éste era el deber del pariente cercano para con el que había perdido su propiedad. Israel fue redimido de Egipto porque habían perdido sus derechos humanos y se hicieron esclavos. Dios les redimirá de Babilonia porque habían perdido su tierra. Les librará de sus captores, derrotándoles por mano de los persas, y los babilonios buscarán escapar en barco, navegando por el río Éufrates hasta llegar al Golfo Pérsico. A través de todo el libro estamos viendo cómo Dios hará tales cosas por medio de y por causa de Su santidad.

 “Yo Jehová, Santo vuestro, Creador de Israel, vuestro Rey” (v.15). Estos son los títulos que los súbditos del reino tienen que reconocer en su rey. Tienen que someterse a su señorío soberano y tienen que ser un pueblo santo. Sobre todo, como Creador, tenemos a alguien más que a un líder, un gobernante o un comandante. Tenemos a Quien es la causa de nuestra existencia y, por eso, tiene derecho total sobre nosotros.  El hecho de ser el Creador le da prioridad aún sobre ser Rey o Señor. Por esta razón, las Escrituras a veces hacen referencia a la relación entre el alfarero y el barro, especialmente significativo, ya que Dios formó al hombre del polvo de la tierra: “¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” (Ro.9:20). Quizás ahora entendamos mejor por qué una raza amotinada ha aceptado la teoría de la evolución. De este modo, intenta independizarse, echando de sí a su Creador.

Tener al Señor como Creador nos hace criaturas bajo Su cuidado perpetuo. Él es quien hace por nosotros lo que ningún otro puede hacer. “El que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas” (v.16). Israel experimentó este gran milagro en su historia, algo que siempre podría recordar. Dios abrió un camino en el Mar Rojo y, cuando los egipcios esperaban alcanzarles, se hundieron, como dice el texto, “como pábilo quedan apagados” (v.17). El Señor, que les libró de la mano de Faraón, el gobernante más prominente de aquellos días, también les librará del Imperio Babilónico y de cualquier otro poder que les amenace en el futuro.

La bendición viene a Su pueblo de forma siempre creciente. Puedes mirar al pasado para animarte, pero no debes limitar a Dios a que haga lo que ha hecho antes. Puedes mirarle a Él para el futuro y para lo que Su poder ilimitado puede hacer en los días que tenemos por delante.

Poder percibir y orar

¿No la conoceréis? (vs.18-19). Pablo dijo a los tesalonicenses que ellos podían andar en luz, mientras el mundo duerme en una noche de engaño: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día” (1Tes.5:4,5). Esta declaración no era solamente para aquellos días. Era la verdad para los tesalonicenses, pero el Espíritu Santo le inspiró, especialmente, para Su pueblo en los últimos días. El día del Señor no les llegará como ladrón en la noche, sino que ellos percibirán los tiempos, en los cuales vivirán.

Toda la naturaleza espera la manifestación de los hijos de Dios y gozar el día del reinado del Señor. La naturaleza siempre ha sido fiel en honrar a Dios, y todos los días, en todos los quehaceres cotidianos, dependemos de que las leyes naturales funcionen perfectamente. Las aves y las bestias responden a Sus dones, aunque Dios los da, principalmente, para que Su pueblo le alabe (vs.20-21). Ah, ¡qué ironía en el hecho de que la creación más elevada en la tierra, creada para la comunión y una relación que consiste en un amor íntimo, se canse de Él! ¡Israel, la gente más privilegiada en los días de Isaías, se aburrió del Omnipotente! 

Es una señal del pobre estado de la iglesia, tanto como lo fue en Israel, que una reunión específica para orar, raramente se practica… algo que antes siempre tenía lugar, al menos una vez a la semana. Continuamos con cultos y reuniones a mitad de semana, pero, ¿son tardes dedicadas a la oración? Mientras escribo, siento una convicción, la necesidad de pasar más tiempo en oración. ¡Que Dios me ayude! “No me invocaste a mí, oh Jacob, sino que de mí te cansaste, oh Israel” (v.22). Israel fue negligente en sus servicios y sacrificios. Escucha el aviso por el escritor de Hebreos: “Debemos dar más solícita atención a las cosas que fueron oídas, no sea que las dejemos escurrir… ¿cómo escaparemos nosotros, teniendo en poco una salvación tan grande?" (He.2:1,3).

¿Quién se cansa de la hermosura de la puesta del sol o la gloria del arcoíris? ¿Quién se aburre estando en medio de una exhibición de relámpagos en una tormenta o de la aurora boreal que cruza los cielos? ¿Cómo, entonces, podemos aburrirnos de la hermosura, mucho mayor, de su Creador, y tener en poco aproximarnos al trono de zafiro y al resplandeciente fuego del que está sentado encima, que es nuestro Padre celestial? Perdónanos, Señor, por cansarnos del servicio de la oración, el servicio más alto del cristiano.

Desesperadamente pecaminosos

¿Qué entrará para llenar el vacío causado por la ligereza en nuestro ministerio a Dios, tanto en el caso de Israel como en el nuestro? “Pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades” (vs.23-24). Jesús avisó a Sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt.26:41). La falta de oración es el primer paso hacía una caída en el pecado.

Fíjate en cuál es la razón y el propósito más grande en la remisión de los pecados: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (v.25). En la última lección, miramos adelante, al capítulo 53, para poder aprender que fue el Padre quien ordenó la muerte de Cristo, y en este versículo tenemos la confirmación. Él borró nuestros pecados por amor a su propio nombre. Nosotros nos beneficiamos, pero fue, en primer lugar, para aplacar Su ira al demostrar la justicia y aplicar la sentencia contra nuestro pecado. 

“Entremos en juicio juntamente; habla tú para justificarte”. Hoy en día, podemos ver la fuente del sistema de justicia en el mundo civilizado, que fue prestado de la corte del cielo. Allí, la defensa puede presentar su caso, los libros son abiertos y la evidencia es puesta a la vista de todos. Al menos, dos o tres testigos tienen que testificar. La culpabilidad del acusado tiene que comprobarse antes de que la sentencia sea pronunciada y aplicada. Todos estos son principios bíblicos (v.26). 

“Tu primer padre pecó”. Los judíos, en el tiempo de Cristo, argumentaban que tenían a Abraham como padre, pero no había una salvación en tal hecho. Josué reveló que Abraham y sus antepasados practicaban la idolatría, antes de que Dios le llamara de Ur (Jos.24:14). Isaac fue ofrecido en sacrificio por su pecado (Gé.22:2) y, ciertamente, la vida y los hechos de Jacob explican el por qué recibió este nombre al nacer, el que suplanta (literalmente, el que sustituye con engaño).

“Tus enseñadores prevaricaron contra mí”. Los sacerdotes, los intermediarios, los que atendían el servicio del santuario, tenían que hacer sacrificios por sus propios pecados. Los pecados mancharon a Israel desde sus principios y profanaron cada nivel de la sociedad. Israel es culpable y no hay dónde buscar un remedio en su historia, en su sociedad o en su religión. “Puse por anatema a Jacob y por oprobio a Israel”. “Dios es salvación” es el título de este libro, pero el primer paso esencial hacia la salvación es reconocer la desesperanza al buscar una justificación en cualquier otra fuente fuera de la cruz de Cristo (vs.27-28). Dios encontró un Cordero sin mancha ni arruga para el sacrificio. 



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