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Lowell Brueckner

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Sólo Dios cuenta el futuro

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38. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 41

Recientemente, leímos acerca de Asiria y su rey, en el libro de Isaías. No solamente vimos la profecía acerca de este imperio, sino que también aprendimos algo de su historia, especialmente, en relación a la invasión de Judá. Hemos estudiado lo que Isaías vio de antemano acerca del imperio babilónico y habló de su influencia satánica.


Un mensaje a las naciones

En este capítulo, Isaías empieza a profetizar de Ciro de Persia. Aprenderemos mucho sobre él en los siguientes capítulos. Es un personaje destacado e Isaías, incluso, nos da su nombre en 44:28 y 45:1, muchos años antes de su nacimiento (lee también 41:2, 25; 45:13; 46:11). En los libros de Esdras y Nehemías, él tiene mucho que ver con el retorno de los judíos a su tierra y en reedificar su templo.

Las profecías de Isaías tienen que ser escuchadas más allá de las fronteras de Israel. Aún, en el Antiguo Testamento, la palabra de Dios tenía que alcanzar tanto a las naciones gentiles como a las judías. El Santo de Israel es el Creador del cielo y la tierra. Este es un mensaje especialmente para el territorio mediterráneo que estará bajo el reino persa. Cuando Dios habla, la reacción apropiada y razonable de parte de cualquiera, debería ser la de prestar toda la atención, con total asombro y reverencia. Los profetas demandan esto de todos los pueblos de la tierra: “Calle delante de él toda la tierra” (Ha.2:20) y “Calle toda carne delante de Jehová” (Zac.2:13). Así debe ser, y es una ley que tiene que ser observada por todas las edades. Debido a la rebelión total de la población mundial, Su palabra es ignorada y los pueblos vagan sin rumbo en un caos.


Debido a Su naturaleza, tiene en Su corazón dar a la gente la oportunidad de aproximarse a Él para hablar. ¿Cómo podemos explicar esta disposición de permitir a personas injustas, presentar sus argumentos en Su presencia? (v.1) Yo creo que es asombroso, pensando en su majestad infinita. No hallarás esta consideración entre los de más alto rango en la tierra, porque son meros seres humanos, atados por sus mismas limitaciones. Dios dio la oportunidad a Su pueblo, en el capítulo 1:18: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta”. El Dios de Israel es omnipresente y Su oído está abierto a todos los que, sinceramente, desean una audiencia.

Ciro, el conquistador venidero

Las conquistas de Ciro el Grande, se describen venciendo a los babilonios y estableciendo el Imperio Persa. El Señor dice que Él mismo ha levantado a este rey, al que alaba de forma especial por su simpatía hacia los judíos. Ciro destruye totalmente a los reyes de las naciones, incluso a los referidos en esta profecía (v.2). Todo es futuro y no acontecerá hasta casi 200 años después.

El versículo 3 habla de la facilidad con la que Ciro conquistará el nuevo territorio. El Señor declara Su participación con Ciro y Su soberanía absoluta sobre el mundo político: “¿Quién hizo y realizó esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo Jehová, el primero, y yo mismo con los postreros” (v.4). (La última frase sería mejor traducida, “Yo, Jehová, el primero y con los postreros, YO SOY”.) Cuando llega el tiempo, las costas y las islas del Mediterráneo no han de fijarse en el vaso humano, sino en Aquel que le levantó. El título que Dios dio a Moisés para que le presentara ante su pueblo, fue YO SOY: “YO SOY me envió a vosotros” (Ex.3:14). Sólo Él es eterno, morando en un presente perpetuo. Nota que, en el hebreo, en el versículo 4, la frase termina con YO SOY, y recuerda la declaración de Cristo en Juan 8:58, “antes que Abraham fuese, Yo soy”. Dios, el Hijo, el Mesías, entra como el que inició y solucionó la situación descrita en la profecía. La respuesta bíblica siempre descansa en el Mesías.

Dios demandaba a las naciones que prestaran atención, por su propio bienestar, llamándoles como un Soberano que estaba tras el poder humano que Él mismo había levantado. Isaías vio que estaban temerosos, temblando ante la conquista venidera. Ellos se juntaron unos a otros, animándose mutuamente y volviéndose a sus ídolos buscando apoyo. Aquí se demuestran dos características comunes del mundo pagano: la fuerza en la unidad o las alianzas humanas y la ayuda espiritual de los ídolos que ellos mismos han creado. Intentan establecer sus creaciones religiosas, en lugar de volverse al Dios vivo y verdadero que se reveló a ellos (vs.5-7).


La consolación de Israel

Hemos estudiado Su llamamiento a las naciones y hemos visto la reacción de éstas a Su llamado. Entonces, vemos cómo Él trata de forma diferente a Israel, en el espíritu de profecía, mientras estaban cautivos en Babilonia: “Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo” (v.8). Ellos son los elegidos en la tierra, llamados para Su servicio. La historia de Su relación con Su pueblo, empieza con la maravillosa amistad entre Él y su patriarca, Abraham. La amabilidad y la intimidad aparecen en la profecía, al revelarse el propósito y el corazón de Dios. Se ha formado en las raíces de Israel y sigue en el Nuevo Testamento, cuando el Mesías, el Dios encarnado, llama a Sí mismo a Sus discípulos amados. Ellos llegan a convertirse en Sus amigos y todos los discípulos del futuro, de todas las naciones, entran en la misma relación.

Para formar Su nación, Dios llama a Abraham y a Sara desde Ur de los caldeos. Sus descendientes han caído en la misma tierra de donde vino su patriarca, pero el plan no es frustrado, porque por medio de Ciro, los lleva otra vez a su propia tierra. La profecía no para aquí, sino que alcanza un cumplimiento más grande en nuestros tiempos, cuando Israel es llamado “de los confines de la tierra… de tierras lejanas”. Dios cumple Su propósito por medio de Israel, así que sigue siendo Su siervo. Confirma su pacto eterno con ellos: “Te escogí, y no te deseché” (v.9).

Sigo citando directamente al profeta, porque el siguiente versículo contiene una seguridad, una certeza muy conocida para Su pueblo: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (v.10). ¿Quiere Dios que los suyos se sientan seguros bajo Su cuidado? No debe haber ninguna duda sobre esto. Él no desea que vivan temiendo a sus enemigos; asegurará Su presencia con ellos. Ciro no será el enemigo de Israel, como lo ha sido para las demás naciones, sino un amigo levantado por el Señor para ellos.

Unos capítulos más adelante leeremos: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará” (54:17), y Pablo dice: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro.8:31). El Señor prometió que las armas serían utilizadas contra los descendientes de David, pero no para su destrucción, sino para disciplinarles. “Mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl” (2 S.7:15). Más adelante, en la historia del Antiguo Testamento, Jeremías habló al tronco judío, en el cual los cristianos gentiles serían injertados: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer.31:3). Cuando reconocemos que hemos venido bajo el favor del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, nos convertimos en herederos de estas inefables bendiciones.

El Redentor, el Santo de Israel

Dios es un pariente cercano a Su pueblo (Rut 4) y un enemigo de sus enemigos. Los que les aborrecen y batallan contra ellos serán avergonzados y confundidos; y no sólo esto, sino que perecerán y dejarán de existir. Sabemos que la profecía ya fue cumplida literalmente contra Babilonia. Los dioses de las naciones son ídolos sin compasión, pero Dios trata a los suyos como hijos, tomados por Su mano. Él se revela a ellos como lo hizo tan poderosamente en el capítulo 37:36-38, y en el último capítulo, 40, y les habla en segunda persona. Siendo así, cada cual puede recibir un consuelo personal de Su palabra. Si la nación será establecida sobre la seguridad, cada individuo en la nación tiene que aprender a confiar en el Señor: “El Santo de Israel es tu Redentor”. Isaías señala una y otra vez, que su ayuda se lleva a cabo por medio de Cristo. No tienen por qué temer, aunque sean tan insignificantes como un gusano, un pueblo expatriado, a los ojos de las naciones (vs.11-14). 

Él es su Redentor y, no solamente les defiende, sino que también Él es quien les fortalece para poder levantar un ataque. Les hará tan efectivos como un trillo nuevo, lleno de dientes. Ellos aplastarán los obstáculos inútiles y los removerán. Los reducirán a tamo, y se regocijarán y darán gloria al Santo que les ha ceñido de poder. Este trillo es más útil aún en la comisión misionera del Nuevo Testamento (Hch.1:8). El Santo siempre lleva a cabo una obra santa, hecha en justicia. Siempre exalta Su santidad y, desde que fue llamado, Isaías le da Su título, el Santo de Israel (vs.15-16). Cada persona que clama al nombre del Señor tiene que reconocer Su santidad.

Dios siempre atiende a los pobres y necesitados. Es un principio que sigue fiel por toda la revelación divina. Al reconocer su verdadera condición, Su pueblo clama desesperadamente a Él y Dios les contesta. La lluvia cae sobre el terreno seco y la analogía nos habla del avivamiento… el desierto aviva, florece y produce. El avivamiento cubre territorios enteros: “En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca”. Como resultado, el desierto se convierte en un bosque de cedros, acacias, arrayanes y olivos, cipreses, pinos y bojes. Es una obra de Dios que no puede ser negada… “que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creó” (vs.17-20. Tres veces, desde el versículo 14 hasta el 20, el Señor se revela como el Santo de Israel).

En la casa de un granjero, en una isla de las Hébridas, llamada Lewis, un creyente común habló al Señor acerca de Su pacto con Su pueblo, confesando su propio estado árido y desierto. Él, junto con otros cristianos, vino a un pueblo que resistía “el trillo” de Dios, enviado para cosechar sus almas. Cuando él retó al Señor a que guardara Su promesa y enviara la lluvia, Dios respondió desde los cielos, y la casa se estremeció y, a las tres de la madrugada, la gente corrió desde sus casas a la iglesia. La lluvia espiritual descendió fuertemente sobre aquel lugar.

Este es un ejemplo clásico del significado espiritual de estos versículos, y es la manera en la que el Señor revela Su obra en la tierra. Es tiempo de que los ídolos demuestren su valor, si es que pueden. ¡Que cuenten su historia y profeticen su futuro, como Dios lo hace clara y fielmente! ¡Que los ídolos demuestren que son dioses, por obras buenas o malas! ¡Veamos su efecto sobre las vidas humanas! “He aquí que vosotros sois nada, y vuestras obras vanidad; abominación es el que os escogió”. También, en tiempos modernos, así es cada cual que, según su visión del mundo, elige los ídolos actuales del humanismo secular, los caminos y las teorías de los impiadosos (vs.21-24).


¿Quién, como Dios, puede predecir el futuro?

En Esdras 1:1-3: “Despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino… Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén… (él es el Dios), la cual está en Jerusalén…” Aquí, en el versículo 25, dice que “del norte levanté a uno”, y él vino del norte contra Babilonia, y clamando al nombre del Señor, empezó a conquistar las naciones.

Quien más, sino sólo el Dios de Israel, nos habla de estos eventos. Él desafía al mundo a nombrar un hombre o un ídolo que pueda predecir el futuro. “¿Quién lo anunció desde el principio?... No hay quien anuncie; sí, no hay quien enseñe” (v.26). La Biblia es aparte, porque proclama y cumple con certeza cientos de profecías, comprobando así que es la palabra viva de Dios, única y sobre toda la literatura del mundo. Isaías conduce al lector al libro de los profetas, mayores y menores, y entra en una esfera de revelación divina, incomparable a cualquier obra humana. Aquí se llama “mensajero de alegres nuevas”, hablando primero al judío, pero también a los gentiles (v.27 y Romanos 1:16; 2:10).

Es asombroso ver cómo la raza humana sigue ciegamente cosas que no proveen respuestas verdaderas a las preguntas más complejas acerca de su propia existencia. Estoy repitiendo muchas veces, en estos días, que lo mejor que ofrecen los centros de preparación, tecnología y ciencia, termina en un cementerio y es inútil para llevar a sus seguidores más allá. Dios dice: “Ningún consejero hubo; les pregunté, y no respondieron palabra” (v.28). El mundo moderno todavía está hundido en la idolatría, ignorando al Dios verdadero y confiando en sus propias creaciones. “Todos son vanidad, y las obras de ellos nada; viento y vanidad son sus imágenes fundidas” (v.29). Por eso, esta tierra se tambalea locamente sobre un caos, fuera de control, sin ningún plan o solución. Sólo tienes que mirar a tu alrededor, si crees que no es así. Escucha las noticias, observa el estado de las naciones, y las instituciones que el hombre ha erigido con la intención de descubrir una respuesta digna. Verás que el Dios de Isaías tiene toda la razón al declarar la vana esperanza de todo a lo que el hombre se aferra. 


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