Tener hambre y sed
50. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 55
Una invitación apasionada
El
capítulo 53 nos llevó a meditar sobre el mensaje de salvación por medio de la
cruz. En el capítulo 54, vimos acerca de la persona que llevaría el mensaje y
daría a luz hijos, y ahora, vamos a ver los recipientes del mensaje y la manera
por la cual tiene que ser recibido. En el versículo uno, Dios está exclamando… ¡Venid… venid… venid!
¿Sabría
el profeta que su profecía iba a llegar al siglo XXI? Es imposible asegurarlo,
pero sea como sea, el Espíritu Santo que le inspiró, sabía y quería que la
tuviéramos frente a nuestros ojos: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid,
comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (v.1).
Es
imposible no sentir las buenas intenciones del Padre celestial. Setecientos
años más tarde, la Palabra fue hecha carne y renovó la invitación: “Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt.11:28).
Añadió en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí
viene, no le echo fuera”. Incluso, muchos años más tarde y cinco versículos
antes de que el apóstol Juan cerrara el canon del Nuevo Testamento, habló en
nombre del Espíritu y de la Iglesia, invitando a sus lectores: “El Espíritu y
la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el
que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap.22:17)
Hambre y sed espiritual
El
único requisito que el texto exige es que haya hambre y sed genuinas. Hay
abundancia de agua porque la palabra es plural. Encontramos lo mismo en Juan
7:38… ¡ríos de agua viva! Sin embargo,
la intención no es solamente saciar la sed e incluso salvar la vida del que
muere de sed, aunque éste sea el motivo más importante. También nos ofrece vino
y leche, y todo sin dinero. Es una demostración de la rica y abundante gracia
de Dios. En verdad, uno no puede pagar por las bendiciones que Dios
ofrece e intentar hacerlo traerá maldición en lugar de bendición (por ejemplo,
fíjate en Hch.8:20).
El
hambre espiritual es esencial para poder participar en las cosas celestiales.
No hay gozo mayor que el de observar a un pecador desesperado beber
ansiosamente de las aguas de la salvación; o mirar a creyentes, recién nacidos
de nuevo, beber, como si jamás fuesen a parar, de la leche de la palabra.
Sin
embargo, quiero lanzar una advertencia, ya que es posible que gente
extremamente hambrienta busquen algo para comer en la basura. También, debido al
hambre, otros pagan un precio alto por una comida inferior. "¿Por qué gastáis el
dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?" (v.2).
El
hambre y la sed pueden hacer que algunas personas escuchen a los Testigos de
Jehová cuando llaman a su puerta. Algunos jóvenes han dejado sus hogares para
juntarse a una peligrosa secta comunitaria llamada “familia” y así satisfacer
cierta avaricia de obtener amor y paz. Otros, han llegado a cometer suicidio
con grupos fanáticos, dirigidos por líderes autoritarios que han perdido la
razón. Y millones de personas han pagado un precio muy alto, intentando
satisfacerse al adquirir posesiones y seguridad materiales.
¿Por
qué será que la gente, muchas veces, toma un camino falso en lugar de dirigirse
a su Dios? La respuesta está en la naturaleza caída de la humanidad; no hallo
otra causa razonable. El corazón engañoso lleva a la gente lejos de la verdad y
de su Creador, y solamente se vuelve a Él cuando no hay otra alternativa.
Mientras, el bendito hambre y la valiosa sed, dados por Dios, se sacian con la comida
basura y el agua contaminada, provistas por demonios.
“Oídme
atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura” (v.2).
Dios no escatima nada; ofrece lo mejor del cielo, en lugar de lo peor del
mundo. Cada quien que ha disfrutado de Su mesa te dirá que no existe nada en la
tierra que se pueda comparar. No permitas que se te escape la oportunidad,
escucha atentamente el evangelio: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y
vivirá vuestra alma”.
El
escritor del libro de Hebreos ruega al judío, potencialmente creyente: “Es
necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea
que nos deslicemos… ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación
tan grande?” (He.2:1,3). En todo su libro presenta argumentos que comprueban la
superioridad del evangelio a la religión judía. Escuchad atentamente… inclinad
vuestro oído… oíd… con más diligencia atendamos… “Agradó a Dios salvar a los
creyentes por la locura de la predicación” (1 Co.1:21).
Un pacto de amor
“Haré
con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David” (v.3). La persona
que escucha y cree entra en un pacto nuevo; lo llamamos el Nuevo Testamento. Es,
primeramente, para el judío, pero también el gentil es injertado en esa vida
nueva. Es un camino de amor eterno y firme.
A lo
mejor te acuerdas de cuando David quiso edificar una casa para el Señor, pero
Dios envió a Su profeta, Natán, a interrumpir sus planes y poner en su lugar Sus
propios planes y propósitos: “Jehová te hace saber que Él te hará casa” (2
S.7:11). La religión del hombre tiene que ver, solamente, con lo que uno puede
hacer para Dios; el cristianismo, solamente, tiene que ver con lo que Dios ha
hecho por el hombre. Nos enseña a venir sin dinero y sin precio. Nos enseña la
gracia, creerle conforme a Su palabra y confiar en Él. Venimos con las manos
vacías… ¿Qué le podemos ofrecer?
El
pacto de la misericordia o el amor a David es lo que se ofrece a los hambrientos
y sedientos en el libro de Isaías: “Yo seré padre para él, y él será hijo para
mí. Cuando comete iniquidad, lo corregiré… pero mi misericordia (amor firme) no
se apartará de él, como la aparté de Saúl… Tu casa y tu reino permanecerán para
siempre delante de mí” (2 S.7:14-16, LBLA). Isaías habla más de David en el
versículo 4, mostrando que Él lo había
puesto para ser según Su voluntad.
Israel
llamará a gente que, mutuamente, se desconocían (v.5). No tenía relaciones con
ella y Dios tuvo que convencer a Pedro, por medio de una visión celestial, para
que entrase en la casa de un gentil para predicarle (Hch.10:28). Así les
escribió: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa…
vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de
Dios…” (1 P.2:9-10). Jehová es el Dios de Israel, Su persona y Sus caminos son
santos, y Él les ha glorificado. El evangelio les fue predicado a ellos,
primeramente, después, por medio de ellos, al mundo gentil. Y de nuevo, serán
la luz de Dios para dar luz a una nación que será salva en la Gran Tribulación
y que poblará el Milenio. Israel guiará a las naciones en el reino de Cristo.
Condiciones
La
invitación a los hambrientos y sedientos es sin dinero y sin precio, pero no
sin condiciones. Si no hubiera condiciones, entonces la salvación sería
universal, pero escucha el consejo de Dios a los que Él invita: “Buscad a
Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que esté cercano. Deje el
impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuelvas a Jehová, el
cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en
perdonar” (vs.6-7).
La
primera condición es la de buscar. Observamos
que la persona debe buscar en el tiempo que el Señor le da, no cuando él quiere.
Erramos al decir al pecador que puede recibir al Señor cuando él quiera, según
su decisión. Él tiene que reconocer claramente Su señorío soberano. El Señor
elige el tiempo en que se hace accesible, y los hombres, como pobres desventurados
e indignos, tienen que llamar en tanto que está cercano. Nadie se salva
continuando aferrado a su propio camino.
El
próximo versículo habla de arrepentimiento. Él pecador tiene que dejar su
propio camino; abandonar su estilo de vida, sus planes, su futuro, y volverse a
la voluntad de Dios para su vida. No solamente tiene que volverse de sus
propias acciones, sino también de sus propios pensamientos. Su mente ahora
pertenece al Señor, y estos son los pasos de arrepentimiento que tiene que
tomar; dejar lo suyo y confiar en Dios.
Creer
es confiar. Él se vuelve, dependiendo del Señor, totalmente rendido a Su camino,
donde podrá experimentar la compasión y el amor de Dios. Ya, en el capítulo 53,
Isaías mostró el mensaje de la salvación por medio de los sufrimientos del
Mesías, así que el pecador, en su día, puede saber cómo recibir el perdón. Dios
se ha encargado con el problema de sus pecados por medio de la muerte de Su
Hijo. Las condiciones, entonces, son las de arrepentimiento y confianza o fe en
la persona y la obra del Señor Dios. No hay diferencia alguna entre la
salvación de los tiempos del Antiguo Testamento y la del Nuevo Testamento. Es
por medio de arrepentirse y volverse a Dios, por la gracia y por medio de la
fe.
Los pensamientos y palabras de Dios
Ahora,
recibiremos una lección tremenda acerca de los pensamientos de Dios,
comparándolos con los nuestros: “Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos
los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y
mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (vs.8-9). Al arrepentirnos y
volvernos por la fe a Cristo, nuestra “visión del mundo” experimenta una
transformación radical. Nuestra manera de ver las cosas tiene que ser
totalmente corregida. El hombre caído es maldito, piensa de forma pervertida, y
su mentalidad es 100% opuesta a la de Dios. Por culpa de su manera de pensar, el
sistema mundial de los hombres es opuesto al Reino de Dios.
Los
discípulos de Cristo tuvieron un conflicto inmenso con Sus maneras, empezando
con la manera en la que Él recibió a los niños. El conflicto continuó cuando
una mujer derramó su costoso perfume sobre Él. Hubo muchos casos en los que
ellos demostraron su ignorancia en cuanto a los propósitos de Cristo. Por eso
el apóstol Pablo nos llama a una inconformidad con el mundo y a un
entendimiento renovado: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro.12:2).
Además,
un nuevo creyente tiene que aprender el vocabulario celestial: Por ejemplo, la
esperanza en Dios no es una esperanza insegura, como cuando nosotros decimos:
“Espero que sí”. Su esperanza es una garantía segura y firme, un futuro sellado
que no fallará en cumplirse, exactamente como Él ha dicho. Además, es imposible vivir el cristianismo según las maneras y capacidades
humanas, y es imposible que la iglesia funcione utilizando
métodos y herramientas mundanas.
Seguimos
adelante aprendiendo acerca del poder soberano e infalible de Su palabra: “Como
desciende de los cielos la lluvia y la nieve… riega la tierra… da semilla al
que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no
volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en
aquello para que la envié” (vs.10-11).
Creer
en Dios es confiar en Su palabra y actuar de acuerdo a ella. Estos dos
versículos nos hablan de una cosecha segura. “Porque de Él” … por la palabra
que desciende de los cielos… “y por Él” … por medio del poder del Espíritu
Santo, obrando en esta tierra por medio de seres humanos para llevar a cabo Sus
propósitos… “y para Él” … volviendo a Él con una ganancia. Ésta es la única
manera que produce una obra verdadera y duradera.
Todo
lo que Dios hace es eterno. ¿Cuál es la palabra eterna del cielo en esta
situación que acabamos de contemplar? Es una promesa infalible que obrará por
medio de nosotros y volverá a los cielos para dar gloria y honor a su Autor,
como Isaías dice, esto será para gloria del
Señor: “Con alegría saldréis, y con paz seréis conducidos; los montes y las
colinas prorrumpirán en gritos de júbilo delante de vosotros, y todos los
árboles del campo batirán palmas. En lugar del espino crecerá el ciprés, y en
lugar de la ortiga crecerá el mirto; y
esto será para gloria del Señor, para señal eterna que nunca será borrada” (vs.12-13,
LBLA).
Ésta
es la nueva creación y el mundo superior del Nuevo Pacto. Ésta fue la intención
de Dios al invitarnos a venir a cada cual que tiene hambre y sed. Ésta es la
tierra de abundantes aguas, vino, leche y comida, en la que el alma se deleitará
con grosura. La Biblia nos hace saber lo que pierde la gente del mundo por
rechazar a su Dios, porque todo esto es Su provisión para cualquier persona que
responde a Su invitación. “La piedra que desecharon los edificadores ha venido
a ser cabeza del ángulo. De parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a
nuestros ojos. Éste es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en
él” (Sal.118:22-24). Ésta es la obra que empieza en el corazón del ser humano y
que hallará su cumplimiento literal y físico en el reinado de mil años del
Señor Jesucristo. La piedra rechazada viene a ser Cabeza del Ángulo. Te dejaré
para que disfrutes de la obra y del Señor que la lleva a cabo.
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9 de agosto de 2018, 10:03
Preciosa palabra de Dios, me encantó 😍
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