Gente extranjera y marginada
51. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 56
El Reino se acerca
Uno
de los temas más importantes del último capítulo era sobre tener hambre y sed.
En las Bienaventuranzas, Jesús proclamó: “Bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt.5:6). En este capítulo Dios
ordena: “Guardad derecho y haced justicia”.
No
es un llamado a ser religiosos, haciendo buenas obras y confiando en ellas para
obtener la salvación. Más bien es que, como Su salvación se ha acercado, ellos
esperan ansiosamente la liberación y están preparando sus corazones: “Cercana
está mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse” (v.1). Puede que
Isaías esté animando a los judíos amenazados por Senaquerib o a los que están
exiliados en Babilonia, pero también es una palabra apropiada para la venida
del Mesías, porque todos los profetas hablan de Él como quien trae la salvación
final y perfecta. Como las personas de las que Jesús habló en las
Bienaventuranzas, éste es un pueblo bendecido. Aunque sean muchos, les hablan
individualmente: “Bienaventurado el
hombre que hace esto, y el hijo del
hombre que lo abraza”.
En
el tiempo de Juan Bautista toda la actividad del hombre se detuvo; dejó sus
deberes cotidianos y el trabajo necesario, para poder así escuchar al último
profeta, quien le señaló al Salvador. Esta persona “guarda el día de reposo
para no profanarlo”, reposando de sus propias obras y volviéndose a Dios,
dándole la prioridad debida y el honor que Él merece (quisiera escribir más
acerca del día de reposo cristiano en el capítulo 58). Ésta, es una persona
arrepentida “que guarda su mano de hacer todo mal” (v.2). Es un día de mucha
importancia espiritual y no da lugar a vivir de forma descuidada. Juan dijo: “Arrepentíos,
porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt.3:2). Yo pienso que estamos
viviendo un día semejante.
El eunuco y el extranjero
Isaías
menciona a dos clases de personas que normalmente serían ignoradas y
despreciadas… los extranjeros y los eunucos: No “diga el eunuco: ¡Árbol seco
soy! Porque así dice Jehová: A los eunucos que guardan mis sábados, que escogen
lo que me agrada, y son fieles a mi pacto; les daré cabida en mi Casa, y dentro
de mis muros un nombre mejor que el de hijos e hijas; memorial perpetuo que no
será cortado” (vs.3-5 BTX).
Ser
eunuco significaba aceptar el anonimato, no poder tener hijos y privarse de un
futuro de satisfacción personal. Creo que es semejante a la persona marginada
de hoy en día. Por eso dice: “Soy árbol seco” … sin florecer, sin fruto. Todas
estas desventajas son borradas para aquel que se vuelve al Señor y vive para Su
gloria. Dios grabará su nombre en una especie de monumento conmemorativo, no
solamente para ser conocido en su día, sino en el futuro, para que las
generaciones posteriores también le recuerden. De hecho, su fama se extenderá
hasta la eternidad.
“El
extranjero que sigue a Jehová no hable diciendo: Me apartará totalmente Jehová
de su pueblo… A los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle,
y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el
día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo
monte, y los recrearé en mi casa de oración” (vs.3, 6, 7a).
Vienen
a mi mente, mientras escribo, dos extranjeras: Rahab y Rut. Una era prostituta
y la otra era viuda, de Moab. Una fue condenada a morir en Jericó, la ciudad de
destrucción, pero, sin embargo, salvó su vida (Jos.6:17), encontró un lugar en
Israel (Jos.6:25), se casó con un hombre reconocido de la tribu de Judá y llegó
ser una antepasada del Cristo (Mt.1:5). El Nuevo Testamento habla de ella (He.11:31;
Stg.2:25). Ella entró en las bendiciones eternas.
A
Rut, la moabita, la era prohibido, por la ley, tener un lugar entre los
israelitas (Dt.23:3), sin embargo, por la gracia, encontró reposo entre ellos.
Se casó con Booz, un próspero hombre de Belén (Rut 4:13), y su nombre fue
incluido en la genealogía del Hijo del Hombre (Mt.1:5). En cualquier lugar y
tiempo en el que la gente lee la Biblia, honra a estas dos mujeres. Que nadie
diga hoy: “¡Me apartará totalmente Jehová de Su pueblo!” o “¡Soy árbol seco!”. Debemos
sentir nuestra indignidad, por supuesto, pero honramos la gracia y la voluntad
de Dios al aceptar su amor y favor.
¡Qué
porción de la Escritura más magnífica! ¿Arde tu corazón igual que el mío? En
estos días he pensado acerca de dos cosas: Debido a la comprensión que el Señor
nos concede de Su persona, nos enamoramos de Él; y debido a que nunca alcanzamos
a comprender gran parte de lo que Él es, porque va más allá de nuestra
comprensión, no podemos hacer más que adorarle. ¡Grande es nuestro Dios!
¡Grande es Su corazón al tomar en cuenta a gente marginada y extranjera!
El
Reino de Dios no es un sistema, un programa, una organización, un instituto, un
orden de normas, y mucho menos un negocio o un edificio. Es una casa de
oración, un lugar de comunión y relación con Él, donde llegamos a conocerle
íntimamente. “Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (v.7b).
Jesús dijo que era la Casa de Su Padre y nos enseñó orar de esta manera: “Padre
nuestro que está en los cielos”. Como los judíos profanaron Su casa, que
solamente era un símbolo en ese día, Jesús airado, limpió el templo de la comercialización.
La casa, los holocaustos y sus sacrificios, mencionados en el versículo 7, son
espirituales. Pedro dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados
como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P.2:5).
Pablo
enseña: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en
el Espíritu Santo” (Ro.14:17). El Reino Milenario de Cristo llevará este
principio a su nivel más alto. Las puertas de la ciudad de Sion estarán
abiertas para el extranjero, es decir, el gentil, y podrá participar de la
plenitud de gozo que el judío heredará. El Señor reúne a los dispersados de
Israel, sí, pero además dice: “Aún reuniré muy juntos a otros con los ya
juntados” (v.8, BTX). El Buen Pastor dice: “También tengo otras ovejas que no
son de este redil; aquéllas también debo traer” (Jn.10:16). De esta manera, Él está
formando un rebaño de judíos y gentiles, a los que no les falta nada que sea
valioso, que se recuestan juntos en pastos delicados y que son conducidos a
aguas de reposo.
Atalayas ciegos y perros mudos
En
los últimos versículos de este capítulo (vs.9-12), Isaías deja de hablar
proféticamente y habla de eventos actuales de su día. Habla de bestias que han
venido a devorar, de pastores ciegos y perros ovejeros mudos. Jesús lloró por
las ovejas sin pastor. Esta situación fue lamentable para el pueblo judío en el
tiempo de Jesús, y también lo es para la iglesia de hoy en día cuando, al estar
rodeados de lobos, no tenemos líderes que amen a la grey y sean capaces de
dirigirla. Pablo estaba profundamente preocupado por esta cuestión: “Yo sé que
después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no
perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen
cosas perversas…” (Hch.20:29-30). Imagina tal situación, que los que deben ser
atalayas, son ciegos y sin conocimiento. Bueno, tampoco tenemos que imaginar
mucho, porque es una realidad abundantemente manifestada en estos días. Los perros
ovejeros mudos también abundan, y por su silencio serán juzgados y
condenados.
J.
C. Ryle, un obispo de la Iglesia Anglicana del siglo XIX, escribe en su libro, Advertencias
a la iglesia: Nos ahorra
muchos problemas cerrar los ojos y decir: “No veo peligro alguno”; y debido a
que no se ve, no creer que lo hay. Es fácil taparnos los oídos y decir: “No
oigo nada”; y debido a que no oímos nada, no sentir alarma alguna… Cuidémonos
de suponer que no estamos de modo alguno en peligro… “Descansamos sobre terreno
firme; puede que otros caigan, ¡pero nosotros estamos a salvo!”
Armémonos, pues, por un lado, con un profundo conocimiento de la
Palabra de Dios. Leamos nuestras Biblias más diligentemente que nunca y
familiari- cémonos con cada parte de ellas… Adviértase cómo el Señor Jesucristo y
sus Apóstoles hacen constante referencia al Antiguo Testamento como un
documento que tiene la misma autoridad que el Nuevo. Adviértase cómo citan
textos del Antiguo Testamento como la voz de Dios, como si cada palabra hubiera
sido dada por inspiración…
No nos detengamos por miedo a la “controversia”. Al ladrón le
gustan los perros que no ladran y los vigías que no dan la voz de alarma. El
diablo es un ladrón. Si nos callamos… le agradamos a él y disgustamos a Dios…Pablo
temía la falsa doctrina… porque quería enseñarnos que debemos contender por
ella celosamente y temer más la pérdida de la Verdad que la pérdida de la Paz…
La verdad de Cristo en su Iglesia es aún más importante que mantener la Paz…
Una falta de preocupación es
prominente en la iglesia de hoy en día. Existe por un amor al status quo. Los falsos pastores dicen: “Será
el día de mañana como éste, o mucho más excelente”. Evitan todo lo que pueda estorbar
la paz de sus cómodas posiciones. “Todos ellos perros mudos, no pueden ladrar;
soñolientos, echados, aman el dormir”. Es un liderazgo entregado a una
preocupación por sus salarios, sus viviendas, y, en una palabra, la auto-gratificación: “Esos perros comilones
son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen
sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado” …
para ellos la gran meta es reclinarse, relajarse, guardar una actitud positiva
y gozar de la vida.
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