Mil años de gloria
55. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 60
De
vez en cuando, al contemplar la obra de Isaías, disfrutamos de algunos
comienzos de capítulo muy animadores. Sin embargo, casi sin excepción, dadas
las condiciones presentes o futuras de Israel, conocidas por el Espíritu del
Señor, Isaías tenía que avisar o reprender al pueblo antes de terminar el
capítulo. Probablemente, el capítulo 60 es la profecía más brillante sobre su
futuro. Es refrescante encontrar 22 versículos de pura bendición, corroborando
el proverbio de Salomón: “La bendición del Señor es la que enriquece, y Él no
añade tristeza con ella” (Pr.10:22).
Literalmente, Israel será la luz del mundo
Empieza
así: “Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor ha
amanecido sobre ti” (v.1). La palabra está dirigida hacia Israel y,
específicamente, hacia el Monte Sion. El cumplimiento literal es lo más natural
y lógico, especialmente, después de haber visto las profecías de Isaías ya
cumplidas, como, por ejemplo, la destrucción del imperio asirio, cumplida poco
tiempo después de haber sido predicha. También, la derrota del imperio
babilónico por los persas. Otro caso fue cuando el Espíritu Santo mencionó al
conquistador, Ciro, muchos años antes de que naciese. También hemos estudiado
un buen número de profecías mesiánicas anticipando el primer advenimiento de
Cristo, cumplido posteriormente al pie de la letra.
Solamente,
una posición preconcebida obligará a un estudiante de la profecía a desviarse
del texto, tal y como lo tiene Isaías, a una complicada interpretación “espiritual”.
Sin embargo, esto es precisamente lo que hacen los amilenialistas y
post-milenialistas. La mentalidad y doctrina de los reformistas no fue perfecta
y, para mí, es un misterio que tantos cristianos confíen en ella tan
incondicionalmente.
Por
eso, concluimos que, en el futuro, Israel retomará la posición de ser una luz a
las naciones de mundo. Su luz será la gloria del Señor brillando sobre ella.
Ésta es una verdad divina, tan actual como la historia misma, porque el Dios
omnisciente es la fuente de su revelación. La profecía es dada en tiempo
presente, porque “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve” (He.11:1). Lo que Dios dice, será, y es absoluto y seguro para hoy.
Para el judío que confía en Dios es un ánimo maravilloso en su hora más oscura;
podrá confiar, con toda seguridad, en la promesa de Jehová, sin importar la
oposición.
“He
aquí, tinieblas cubrirán la tierra y densa oscuridad los pueblos; pero sobre ti
amanecerá el Señor, y sobre ti aparecerá su gloria” (v.2). La profecía se
cumplirá durante el tiempo más oscuro del mundo… la Gran Tribulación. El pueblo de Dios no tiene que conformarse o
juzgar sus circunstancias por lo que pase en la tierra. La luz brilla aún más
en medio de una oscuridad intensa. La conjunción, pero, demuestra que la intención del Señor es manifestar Su gloria
por medio de los Suyos, no importando las tinieblas que les rodeen. Pablo
proclama Su propósito a la iglesia de los filipenses: “Para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación
torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el
mundo” (Fil.2:15).
Permíteme
decir que, esta luz, no tiene nada que ver con ningún tipo de calidad humana, nada
que los conciudadanos de este mundo puedan obtener a través de su esfuerzo. No
es, en ninguna manera, algo humano o terrenal, sino espiritual y celestial. Ha
venido a ellos, les ha amanecido y da testimonio de la realidad de Dios en Su
pueblo. Es Su gloria la que brilla sobre ellos y, por eso, le dan la gloria a
Él. Las naciones serán atraídas a Su luz, esa luz que ha amanecido sobre ellos
(v.3)
El
cumplimiento total y literal de la revelación inspirada de Isaías será en el
Milenio. La nación de Israel, finalmente, alcanzará el propósito por el cual ha
sido elegida desde el llamamiento de Abraham. Será la nación más distinguida de
la tierra, y Jerusalén será la ciudad capital en la que reinará el Mesías.
La reunión ha empezado
En el
capítulo 49:22 vimos lo mismo que en el versículo 4: “Traerán a tus hijos en
brazos, y tus hijas en hombros serán llevadas”. Aquí declara: “Tus hijos
vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos”. ¿Puedes imaginar el asombroso
consuelo que esta promesa traerá a los padres judíos creyentes que hayan sido
separados de sus hijos? Vamos a hacer en breve repaso de los sucesos:
Me
parece que el Tiempo de los Gentiles se está acabando y habrá un despertar
entre los judíos. Durante los últimos 3 ½ años del año 70 de Daniel, 144.000
judíos piadosos aparecerán (Ap.7:4) seguidos de una gran multitud de gentiles
convertidos por su predicación (Ap.7:9,13,14). Los judíos experimentarán una
persecución tremenda por el diablo mismo, pero Dios intervendrá y enviará
socorro y sostén (Ap.12). Entendemos, por el Juicio de las Naciones, que las “ovejas” gentiles sostendrán a los
judíos en este tiempo (Mt.25:31-40) y, aparentemente, según lo que cuenta
Isaías, cuidarán a sus hijos secretamente. Después de la Tribulación, les devolverán
a sus padres.
La
reunión ya ha empezado… Algunos rehúsan reconocerlo, pero todo lo que uno tiene
que hacer es lo que dice el profeta: “Levanta tus ojos en derredor y mira” (v.4),
entonces será obvio. Los eventos de los últimos tiempos ya han empezado y
continúan. La nación de Israel es de nuevo una realidad, después de
aproximadamente 1.875 años de expatriación. Todavía amenazan grandes problemas
en el horizonte, pero pasarán, y la gloria de Dios descenderá.
“Entonces
verás y resplandecerás, y se estremecerá y se regocijará tu corazón…” Todo esto
será el resultado de la presencia del Señor con Su pueblo y la bendición de Su
gloria sobre ellos. Sentirán la fuente de luz y un corazón ardiente. Habla de
su bienestar espiritual y, sobre su estado económico, dice: “La abundancia del mar,
las riquezas de las naciones” darán prosperidad nacional a Israel" (v.5).
La restauración de la prosperidad espiritual y
económica
Por
la manera en que se expresa la profecía sobre los últimos tiempos, pienso que
mucha de la tecnología desarrollada en los siglos XX y XXI será destruida
durante la Gran Tribulación, y el ganado y el transporte por medio de animales volverá
a ser importante. Multitudes de camellos vendrán desde Madián, Efa y Sabá,
trayendo oro e incienso para la construcción y el servicio del templo durante
el reinado de Cristo.
Si
estas personas serán descendientes de las que existían en el tiempo de Isaías o
si habitarán en el mismo territorio, no puedo decirlo. Los Madianitas fueron
descendientes de Abraham por Cetura, y Efa fue uno de los hijos de Madián.
Madián ocupaba el territorio al sudeste del río Jordán. Efa habitaba el área al
oriente de una rama del golfo de Áqaba del Mar Rojo. Sabá fue una tierra próspera
en Arabia. Lo más importante es que estas naciones vivirán espiritualmente y
vendrán a Israel para dar alabanzas al Rey. Las noticias publicadas en aquellos
días serán buenas nuevas después de que Cristo haya sido reconocido y aceptado
como el Mesías (v.6).
Cedar
era un nieto de Abraham y su pueblo vivía entre Siria y Mesopotamia, y Nabaiot
ocupaba la famosa ciudad de defensa llamada Petra. Traerán manadas a Israel
para el ministerio sacerdotal. Necesitamos explicar que, en el tiempo del Milenio,
los judíos sacrificarán en el templo. Los últimos capítulos del libro de
Ezequiel (40-48) dan las dimensiones del tempo y hablan del sistema
sacrificial. Esto nos suena extraño a nuestros oídos porque estamos
acostumbrados a las enseñanzas de la Edad
de la Iglesia, o sea, el Tiempo de
los Gentiles.
Creo
que nos ayudará un poco ver que sacrificar en el Milenio será algo semejante a
la Santa Cena de hoy, una práctica simbólica para conmemorar la muerte del
Señor. El judío santo del Antiguo Testamento entendía que no había virtud en la
sangre de los becerros, corderos y cabras para quitar el pecado. Él sacrificaba
por la fe, mirando adelante, al Cordero de Dios, que vendría un día para darse
en sacrificio por los pecados. En el Milenio, los sacrificios simbólicos serán
retrospectivos, como un homenaje, honrando el sacrificio de Cristo (v.7).
Sion
llamará la atención de todo el mundo y atraerá a las naciones lejanas. Isaías
ve multitudes venir y pregunta sobre ellas. Traerán barcos repletos de judíos,
volviendo a su patria desde todas partes de la tierra, con todo lo que han
ganado. Siempre hemos conocido a los judíos como prósperos negociantes. En el
Milenio, descubriremos que su habilidad en los negocios no ha servido solamente
para obtener fortunas personales, sino que Dios les ha dado ese don para Su
fama y propósitos santos. “Ciertamente las costas me esperarán, y las naves de
Tarsis vendrán primero, para traer a tus hijos de lejos, y su plata y su oro
con ellos, por el nombre del Señor tu Dios, y por el Santo de Israel que Él te
ha glorificado” (vs.8-9).
Los
líderes mundiales enviarán su apoyo para ayudar a edificar los muros de Jerusalén.
En Su misericordia y gracia, Dios cambiará los siglos de oposición del mundo
entero por una simpatía y colaboración de parte de todas las naciones hacia
Israel (v.10). Las puertas de Jerusalén tendrán que mantenerse abiertas de día
y de noche, porque el comercio será continuo, acompañado por la presencia
personal de poderosos líderes. ¡Piensa en las riquezas que serán acumuladas
cuando esto acontezca! (v.11).
En
el salmo 2:9 y en tres versículos en Apocalipsis, se describe el reino de
justicia de Jesucristo como reinar “con vara de hierro”. Aunque en un principio
solamente entrará en el Milenio gente justa y la justicia perfecta dominará,
tenemos que entender que, durante las generaciones siguientes, no toda la
población terrenal será justa. Sin embargo, el versículo 12 dice: “La nación y
el reino que no te sirva, perecerá, y esas naciones serán ciertamente
destruidas”. Una retribución rápida y severa caerá sobre ellos.
Los
recursos de cada tierra, con los que algunas naciones han sido famosas desde su
más temprana historia, embellecerán el santuario de Cristo. Él es un Creador
digno, Rey de reyes y Señor de señores, y ha merecido este honor desde el
principio. Todo fue creado para Su gloria y viene el día cuando recibirá de la
tierra Su debida recompensa. El Líbano entregará la gloria de sus bosques
(v.13). Él pisará sobre suelos hermosos hechos con madera del Líbano.
Un cambio radical
Las
rodillas de los enemigos se doblarán ante el nombre de Jesucristo. Comúnmente,
los que odian a Dios también han odiado a Su pueblo. Ésta ha sido una realidad
en cuanto al judío, y lo mismo dijo Jesús que pasaría con Sus discípulos.
Isaías profetiza que los que antes eran enemigos se arrepentirán y se humillarán
delante de Dios y de Su pueblo. Reconocerán totalmente Su señorío y Sus
derechos como Propietario. Entonces, no habrá ninguna disputa sobre quien tiene
el derecho de poseer Jerusalén. Será la ciudad capital de Su pueblo y Sion será
Su habitación. “Te llamarán Ciudad del SEÑOR, Sion del Santo de Israel” (v.14).
Una vez más, Isaías le llama por el nombre que le fue revelado desde el
principio de su ministerio. La santidad le describe, y la santidad tiene que
definir a Israel y a todos los que tienen algo que ver con Él.
Isaías continúa revelando la
gran transformación que sufrirán las relaciones de Israel con el resto del
mundo: “Por cuanto tú estabas abandonada y aborrecida, sin que nadie pasara por
ti, haré de ti gloria eterna, gozo de generación en generación” (v.15). La
prioridad de los más poderosos y prósperos de la tierra será alimentar a Israel,
para la gloria de su Dios: “Sabrás que yo, el SEÑOR, soy tu Salvador y tu
Redentor, el Poderoso de Jacob” (v.16).
Israel llegará a la cima de
su gloria, incluso más que en el tiempo de Salomón, cuando el oro era común y
la plata valía poco. Fíjate en el giro que da su estado anterior y cómo la
gloria es restaurada: “En vez de bronce, traeré oro, en vez de hierro, traeré
plata, en vez de madera, bronce, y en vez de piedras, hierro”. Israel será rico
en recursos y, sobre todo, será la fuerza espiritual de su pueblo: “Pondré como
tus administradores la paz, y como tus gobernantes la justicia” (v.17). No
habrá abusos de parte del liderazgo.
Desde
el Milenio hacia la eternidad
El reino de Cristo será
caracterizado por la paz. La gente andará segura en sus calles, tanto de día
como de noche, y no habrá violencia en toda la tierra. Ningún enemigo amenazará
o invadirá desde afuera, y ninguna maldición será escuchada en público. “Llamarás
a tus murallas salvación y a tus puertas alabanza” (v.18).
Parece que los profetas
podían ver claramente los eventos del futuro, pero no podían distinguir perfectamente
cuando terminaba una situación y empezaba otra. Es la voluntad de Dios que, a
medida que pase el tiempo y se acerquen los eventos, Él dé claridad y
discernimiento sobre ellos. Por ejemplo, los profetas no veían el tiempo que
iba a transcurrir entre el primer y segundo advenimiento de Cristo y, en esta
porción, Isaías nos ha dado una descripción del Milenio. Empezó el capítulo
hablando de la gloria de Dios sobre Su pueblo, dándole luz y, sin hacer una
distinción, comienza a hablar de la luz de la eternidad.
Desde el versículo 19 hasta el
final del capítulo, nos describe el escenario de la nueva Jerusalén, de la cual
escribió Juan unos 800 años después, en Apocalipsis 21 y 22. “Ya el sol no será
para ti luz del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará; sino que tendrás
al Señor por luz eterna, y a tu Dios por tu gloria… se habrán acabado los días
de tu luto. Entonces todos los de tu pueblo serán justos; para siempre poseerán
la tierra… Yo, el Señor, a su tiempo lo apresuraré” (vs.19-22).
Ya hemos estudiado un
principio, relacionado con el propósito de Dios, que demuestra que Su plan
puede requerir muchos años, e incluso siglos para formarse. Sin embargo, cuando
llega el tiempo y todo está en orden, de repente, Él lo lleva a cabo.
Cuatrocientos años pasaron entre el Antiguo y Nuevo Testamento, en los cuales
no hubo ni un profeta ni una palabra del cielo. Después, de repente, se
apareció un ángel a un sacerdote, cuando iba a tomar su turno en el templo, para
ejercer su ministerio.
Después,
pasados treinta años, Juan Bautista empezó su ministerio público. En el transcurso
de tan sólo cuatro años después de su aparición, los eventos más importantes de
la historia tomaban lugar y Jesús ascendió otra vez a sentarse a la diestra del
Padre. Ahora, casi dos mil años han pasado desde aquel día, pero podemos estar
seguros de que Dios está poniendo las últimas piezas del puzle en su lugar
apropiado. Entonces, de repente, llegará
el día que Él ha prometido: “Yo, el Señor, ¡a su tiempo lo apresuraré!”.
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