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Lowell Brueckner

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Los tiempos de gentiles y judíos

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58. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 65

Los tiempos de los gentiles

Pablo citó a Moisés: “Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; con un pueblo sin entendimiento os provocaré a ira” (Ro.10:19 de Dt.32:31), y después a Isaías. Pablo dice que él es “muy osado” al decir: “Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí” (Ro.10:20-21 de Is.65:1-2).

Por citar el Antiguo Testamento, Pablo pudo comprobar que su ministerio entre los gentiles era ordenado por Dios. Los profetas, desde la historia más temprana de Israel, profetizaban acerca del Tiempo de los gentiles, es decir, los días del Nuevo Testamento, cuando el evangelio sería predicado a toda tribu, lengua, pueblo y nación, en el mundo entero. Aún en el Antiguo Testamento, Dios, frecuentemente, mostraba Su amor para la gente que no era de Israel.


Isaías está señalando un tiempo muy definido en la historia de los judíos, cuando ‘el reloj’ que marca su futuro parará. Estoy escribiendo del futuro predicho por el ángel, Gabriel, a Daniel, sobre su pueblo: “Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad” (Dn.9:24). Literalmente, significa setenta sietes (semanas sería mejor traducido como sietes) o setenta semanas de años; siete años cada semana. En total, está hablando de un periodo de 490 años, que empieza con el decreto para reedificar Jerusalén. Este tiempo, el de los judíos, se detuvo después de 483 años, cuando los judíos crucificaron a su Mesías. Desde ese tiempo, como testifica detalladamente el libro de los Hechos, Dios principió una obra soberana entre la gente no-judía, que no es pueblo, un pueblo sin entendimiento, que no me buscaba, que no preguntaba por mí.

Pablo, en Romanos 11:24, tomó un ejemplo del olivo natural y sus raíces, que representaba a Israel. Enseñó que Dios injertó en él a estos no-judíos para provocar a celos a los judíos, como Moisés había dicho. En Efesios 2:12, Pablo dijo que los gentiles estaban “separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo”. Otra vez, en Romanos 9:25, él cita a Oseas 2:23: “A los que no eran mi pueblo, llamaré ‘pueblo mío’, y a la que no era amada: ‘Amada mía’”.

“¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios!”, exclama Pablo al terminar Romanos 11. Dios, desde la antigüedad elaboró un plan, en el cual “ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos” (Ro.11:32). Hablando del futuro del judío, Pablo preguntó: “¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo?”, seguido por su propia respuesta: “¡De ningún modo!” (Ro.11:1). “Si tú fuiste cortado del que por naturaleza es un olivo silvestre, y contra lo que es natural fuiste injertado en un olivo cultivado… ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Ro.11:24). Llegará el día cuando el Tiempo de los gentiles se cumplirá (Ro.11:25) y empezará a ponerse otra vez en marcha ‘el reloj judío’, es decir, los últimos siete años. Entonces, concluye Pablo: “Todo Israel será salvo…” (Ro.11:26).



La maldad totalmente desarrollada en Israel

El Espíritu Santo introduce a Isaías en estos pensamientos divinos, como lo hizo con Moisés y Oseas. Finalmente, Pablo vio todo el cuadro claramente. Isaías juzgó a su nación como de obstinada, “todo el día… en pos de sus pensamientos”, hasta que su rebelión fue plena en el tiempo de Jesús. Pusieron en práctica sus pensamientos, “sacrificando en huertos”, en lugar de hacerlo en el templo en Jerusalén, como Dios había ordenado. Quemaban “incienso sobre ladrillos”, una abominación que empezó en el tiempo de su esclavitud en Egipto, cuando fueron forzados a ayudar a construir el imperio de Faraón con ladrillos. Éstos tipifican el esfuerzo del hombre caído, creando sus propios diseños desde el tiempo de la torre de Babel (v.3). 

Las prácticas del versículo 4 no solamente son impiadosas, conforme a la naturaleza humana corrompida, sino que también se introduce entre ellos la brujería satánica, totalmente a favor del antiguo enemigo de Dios. Éstas eran más que prácticas humanas, eran diabólicas. “Se sientan entre sepulcros y pasan la noche en lugares secretos” y, además, comen la carne prohibida de cerdo y otras carnes inmundas. Y lo que todavía es peor es que su religión dio lugar a la hipocresía; pensaban que eran exclusivos y superiores… “Quédate donde estás, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú”, una mentalidad que alcanzó su cima con el fariseísmo, en el tiempo de Jesús. Éstos irritaban a Dios, como el humo en la nariz, y Él manifestó Su propio disgusto por medio de Su Hijo (v.5).

No es de sorprender que Jesús desafiara sus creencias y prácticas, como Isaías había predicho: “Escrito está delante de mí: no guardaré silencio, sino que les daré su paga…” (v.6).  Jesús también enseñó el principio dado en el versículo 7, haciéndoles pagar “por vuestras iniquidades y por las iniquidades de vuestros padres juntamente”. De esta manera habló a los escribas y fariseos: “¡Hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en derramar la sangre de los profetas’. Así que dais testimonio en contra de vosotros mismos, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. Llenad, pues, la medida de la culpa de vuestros padres” (Mt.23:29-32). El versículo 7 también se refiere a un rito que llegó a formar parte de su cultura… los sacrificios y ofrendas sobre los lugares altos.

El remanente

Desde el capítulo 1, Isaías habla de un remanente, y este libro está especialmente dirigido a ellos. “Como cuando se encuentra mosto en el racimo y alguien dice: ‘No lo destruyas, porque en él hay bendición’”, el Señor reconoce su presencia en Israel y no les pisotea a todos, por causa de ellos. Cuando Elías pensó que sólo él servía a Dios verdaderamente, Pablo mostró que existían también otros verdaderos en Israel: “He reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla a Baal” (Ro.11:4), que además existían en el tiempo de Pablo: “Y de la misma manera, también ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de la gracia” (Ro.11:5).

Él salva al remanente para que una generación futura, sus descendientes, habitaran y poseyeran la tierra. “Sacaré de Jacob descendencia y de Judá heredero de mis montes; mis escogidos la heredarán, y mis siervos morarán allí. Sarón será pastizal para ovejas, y el valle Acor para lugar de descanso de vacas, para mi pueblo que me busca” (vs.9-10). Sin embargo, una mayoría abandonará y olvidará al Señor. El olvido en la Escritura trata de un estado, en el cual la gente ignora las cosas de Dios y va tras el hombre y los demonios, adoptando incluso su mismo vocabulario. En el versículo 11, los términos son la Fortuna y el Destino, en lugar de los términos que definen lo que es divino, como la palabra Bendición y la Providencia o la Soberanía. Notarás que las palabras anteriores empiezan con mayúscula, queriendo decir que son nombres propios. Son los nombres de dioses falsos que siempre tenemos que saber que son demonios. La versión de los setenta, llamada Septuaginta, traduce: “Preparando mesa para el Demonio, y derramando una libación a la Fortuna”.

La justicia divina decreta la sentencia que el crimen merece: “Yo os destinaré a la espada”. Como resultado, por ignorar la voz del Señor, su voluntad y sus hechos tomaban otras direcciones. Cometían maldad y desagradaban a Dios (v.12). Las decisiones de la gente causaron divisiones entre ellos, pero también, la justicia, de igual manera, iba a ser aplicada, marcando una diferencia entre ellos: “Mis siervos comerán, mas vosotros tendréis hambre; he aquí mis siervos beberán, mas vosotros tendréis sed; he aquí mis siervos se alegrarán, mas vosotros seréis avergonzados; he aquí, mis siervos darán gritos de júbilo con corazón alegre, mas vosotros clamaréis con corazón triste, y con espíritu quebrantado gemiréis” (vs.13-14). 

Zacarías revela que, en los últimos tiempos, dos terceras partes de los judíos serán destruidas, y la tercera parte será purificada. Un ángel hizo saber a Daniel: “Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos comprenderá, pero los entendidos comprenderán” (Dn.12:10). Unos serán malditos y otros serán bendecidos (v.15).

Todo Israel será salvo

Lo único que prevalecerá al final será la verdad: “Porque el que es bendecido en la tierra, será bendecido por el Dios de la verdad; y el que jura en la tierra, jurará por el Dios de la verdad”. Espero que podamos ver, por medio de la profecía y por toda la Palabra de Dios, la prominencia de la verdad. Yo me preocupo mucho por este asunto. Dios es el Dios de la verdad y el evangelio nos enseña que Jesús mismo se declaró a Sí mismo como la Verdad. Los que aman la verdad vendrán a Su luz y escucharán Su voz. Los que no aman la verdad serán fuertemente engañados por el mismo Dios, para su destrucción. El amor que Dios tiene por la verdad excede a Su amor para la humanidad.

Ahora, la profecía nos lleva a la época ‘feliz’, al Milenio, y más adelante aún, a los cielos nuevos y a la tierra nueva. Mayormente, el Milenio y la eternidad son descritos, por la pluma de Isaías, como si fueran una sola cosa. Algo característico de la profecía es que dos cosas o más, pertenecientes a un futuro lejano, se unen como si fueran la misma cosa, como ya hemos mencionado anteriormente en otro capítulo. Pienso que Isaías, especialmente, cambia de un tiempo a otro espontáneamente. En contraste, el libro de Apocalipsis, en el Nuevo Testamento, distingue claramente los dos periodos.

Isaías nos lleva a la eternidad: “Han sido olvidadas las angustias primeras… porque están ocultas a mis ojos” (v.16). Los pecados son olvidados, perdonados y escondidos en la más profunda mar. “Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado” (Ap.21:4). Isaías continúa: “He aquí, yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria” (v.17). Aparentemente, en la eternidad, todo lo negativo concerniente al tiempo terrenal será borrado de la mente.

Antes de que la nueva tierra exista, habrá mil años de felicidad sobre esta tierra, e Isaías nos lo describe extraordinariamente. Los versículos 18 y 19 se podrían aplicar, en verdad, a la Jerusalén milenaria, a la Nueva Jerusalén, o a ambas. La felicidad y el regocijo empezarán en el reinado terrenal de justicia perfecta y continuarán para siempre. Allí, solamente comprobaremos que Dios es el Dios de gozo eterno: “En tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre” (Sal.16:11). Su pueblo fue creado para la felicidad, por ello, cuando hicieron celebración en el tiempo de Nehemías, él les dijo: “Este día es santo para nuestro Señor. No os entristezcáis, porque la alegría del Señor es vuestra fortaleza” (Neh.8:10). La santidad es gozosa y Nehemías sabía que no era correcto entristecerse en la presencia de la Realeza (fíjate en Neh.2:2).

La vida será más larga en el Milenio. La maldición dará marcha atrás, pero no será removida totalmente. Habrá muerte, pero como dice el versículo 20: “El joven morirá a los cien años”. Un hombre será considerado joven al cumplir 100 años. Las labores serán exitosas y hechas con gozo. Lo que el hombre edifique no le será quitado por ninguna otra persona y lo que plante no será segado por otro: “Mis escogidos disfrutarán de la obra de sus manos” (vs.21-22).

La vida familiar será bendecida: “No trabajarán en vano, ni darán a luz para desgracia, porque ellos son la simiente de los benditos del Señor, y sus vástagos con ellos” (v.23). Tanto la oración en privado como las reuniones de oración seguirán siendo una prioridad en el Milenio. También la comunión con Dios alcanzará una maravillosa intimidad y las oraciones obtendrán una respuesta divina instantánea: “Sucederá que antes que ellos clamen, yo responderé; aún estarán hablando, y yo habré oído” (v.24).

Para todos los que, como yo, sois amantes de los animales, nos gozaremos por observar la compatibilidad entre animales que en este tiempo son enemigos. Medita en esto: “El lobo y el cordero pacerán juntos, y el león, como el buey, comerá paja, y para la serpiente el polvo será su alimento. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, dice el Señor” (v.25). Tanto los animales como los hombres serán vegetarianos. Los enemigos se harán amigos bajo el gobierno de Jesucristo y la sociedad será amable y cálida.

Estas son las promesas escritas de Dios, el Espíritu Santo, describiendo el día que nosotros debemos esperar con gran anticipación. Pienso que no haríamos mal en contemplar muchos otros placeres que, aunque no estén escritos, estarían totalmente de acuerdo con la Escritura. La Biblia solamente nos da una descripción general a la que podemos añadir, razonablemente, muchas otras cosas. Así que, piensa en ello y pasa tu vida preparándote para un mundo ¡que será mucho mejor!



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