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Lowell Brueckner

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La persona espiritual

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Mis comentarios sobre el libro de Gálatas terminan con este artículo. Espero que han sido útiles para ti...

 Gálatas 6:1-18 

1.  Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. 
2.  Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. 
3.  Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.
4.  Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro;
5.  porque cada uno llevará su propia carga. 
6.  El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. 
7.  No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 
8.  Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. 
9.  No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 
10. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. 

Dios es el Dios de la restauración. La restauración significa dar una segunda oportunidad. Mi ejemplo preferido, que habla del deseo de Dios de restaurar, es el de Sansón. Después de comprometer miserablemente su secreto con una mujer filistea, ella, inmediatamente, le traicionó. El resultado fue que los filisteos le raparon el cabello, que era el pacto que tenía con Dios. Después le llevaron preso, le sacaron los ojos y le hicieron moler en el molino de la prisión. El siguiente versículo trae lágrimas a mis ojos y esperanza a mi corazón: “Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado” (Jue.16:22). Es muy sencillo, pero amo este versículo, porque revela la naturaleza del Dios de Sansón. El Espíritu Santo quiere compartir el hecho de que Él es el Dios de la restauración. El deber de cada cristiano espiritual es restaurar a un hermano caído y hacerlo con un espíritu de mansedumbre.


Toda la historia de Israel es un testimonio de la paciencia de Dios al tratar con sus fracasos y caprichos. Dios mismo declara: “Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada…” (Ez.34:16). Este es el motivo tras la razón de por qué Cristo vino al mundo y, por eso, es la razón por la que tenemos un evangelio que predicar y recibir. Jesús dijo: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sin a pecadores, al arrepentimiento” (Mt.9:13). Por supuesto, podríamos citar muchos otros versículos y considerar muchos otros ejemplos acerca de la restauración.

En mi estudio, me sorprendí un poco al encontrar el ejemplo de Natán, el profeta, tratando con el rey David, entre las referencias relacionadas con la restauración. Nos demuestra la manera por la cual se puede obtener. Dios no la concede sin un reconocimiento del pecado que causó que la persona vagara lejos del Señor. Dirigido por el Espíritu Santo, Natán, muy fuertemente, llamó la atención de David hacia su pecado, concluyendo: “¡Tú eres el hombre!” (fíjate 2 S. 12:1-14).  David confiesa: “Pequé contra Jehová”, y el Salmo 51 demuestra la profundidad de su remordimiento y arrepentimiento: “Mi pecado siempre está delante de mí” (Sal.51:3). Entonces, Natán, con mansedumbre, asegura: “También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás”. Natán fue un verdadero amigo para David.

Nadie puede ayudar eficazmente a un amigo o hermano sin la sabiduría del Espíritu Santo. Sólo la persona espiritual, alguien lleno del Espíritu de Dios, que es capaz de seguir Su dirección, puede restaurar. Además, lo hará con mansedumbre y humildad, porque una persona espiritual reconoce su propia debilidad y vulnerabilidad. Sabe que fácilmente él podría ser el próximo en fallar, igual que la persona a la que está tratando de ayudar. Hace muchos años leí algo que le fue atribuido a D. L. Moody. Mientras andaba con un compañero por la calle, observaron a un borracho tirado y Moody confesó a su amigo: “Si no fuera por la gracia del Señor, allí estoy yo”. Supongo que muchos hombres podrían decir lo mismo que él.

Hace falta este mismo espíritu cuando se trata de llevar la carga de otro. La persona espiritual reconoce la posibilidad de poder estar bajo la misma carga que su prójimo está llevando. No tiene garantías de que la enfermedad, un desastre financiero, e incluso más trágicamente, una prueba espiritual durísima pueda alcanzarle. Por eso, él estrecha la mano hacia el que se tambalea bajo una carga. Incluso Jesús, rumbo al Calvario, necesitó la ayuda de Simón de Cirene para llevar Su cruz. Es una obligación mutua en el reino de Cristo y es también una ley del corazón. El cristiano, voluntariamente, se entrega para ayudar a otro a avanzar.

El orgullo, en general, siempre es feo, pero probablemente el estilo más chocante es el de la persona “que se cree ser algo, no siendo nada”. Esta persona está auto-engañada, exagera su sabiduría, conocimiento y espiritualidad, en general. Piensa ser muy capaz de encargarse de cualquier situación cuando, en verdad, es muy insuficiente. El orgullo espiritual no solamente ocurre en los individuos, sino también en el cuerpo de cristianos, como lo vemos en la iglesia de Laodicea: “De ninguna cosa tengo necesidad” (Ap.3:17). Ellos pensaron que no necesitaban la ayuda de fuera, cuando en verdad, era la iglesia más débil, más necesitada y más miserable a los ojos de Cristo. ¡Dios aborrece tal actitud!

Sobre esta situación, el versículo 4 es interesante y provechoso. El apóstol invita al creyente a evaluar sinceramente su condición. Tiene que proceder en el Espíritu y tiene que ser una persona dispuesta a humillarse y a ser totalmente honesta. Será también una persona que tiene su Biblia abierta, dispuesta a estudiar la palabra y entonces, con una oración ferviente, mirarse con la misma seriedad que tendrá en el día final, cuando esté delante de Cristo. Si es honesto y humilde, recibirá una evaluación muy correcta de parte del Espíritu Santo. Es interesante ver que puede regocijarse si observa que ha sido útil. No hay nada malo en sentir cierta satisfacción por ser un siervo fiel. Si tú ves que verdaderamente éste es tu caso, amigo mío, ¡regocíjate por ello! De la misma manera, podemos reconocer nuestra utilidad como individuos, no solamente por estar asociados a un buen equipo… “tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo”. Tenemos que tener cuidado de no ser como los corintios: “‘Yo soy de Pablo’; o ‘yo de Apolo’; o ‘yo de Cefas’” (1 Co.1:12).

La palabra traducida como carga en los versículos 2 y 5, son diferentes palabras en el griego original. La carga del versículo 2 se define como descender bajo un peso. Sin embargo, en el versículo 5, Pablo continúa con su pensamiento, empezado en el versículo 4, y está animando a cada cual a mirar personalmente su propio servicio cristiano. Esta palabra significa deber o servicio. La mayoría de los comentaristas a los que comúnmente me refiero, relacionan este versículo, de una u otra manera, al tribunal de Cristo. Cada uno estará solo en aquel día y “dará a Dios cuenta de sí(Ro.14:12).

Una parte importante de la vida cristiana es la capacidad de discernir las prioridades y ponerlas en su debido lugar. La gente religiosa del tiempo de Cristo, fallaban seriamente en hacerlo: “(Vosotros) coláis al mosquito, y tragáis el camello” (Mt.23:24). En el versículo 6, Pablo habla del valor de la enseñanza fiel de la Palabra de Dios y de como debemos apreciarla.

Después, sigue adelante, enseñando sobre la intransigente ley de sembrar y cosechar; lo que uno siembra, siempre es lo que cosecha. Lo aplica al tema anterior, sobre la carne contra el Espíritu, pero también lo aplica a estos versículos sobre el tribunal final de Cristo. Algunos podrán engañar a los hombres durante toda la vida, pero “Dios no puede ser burlado”. Intentar servirle de una manera carnal es burlarse de Su santa majestad. También este asunto puede relacionarse al tema de Pablo en toda esta epístola; ponerse bajo la ley, intentando agradar a Dios y obtener la salvación, o utilizar cualquier otra manifestación de la carne en el servicio divino. 

El servicio carnal, al final, siempre agrada al ego y es una semilla de corrupción que segará también corrupción. Significa servir al ego, gloriarse en su capacidad, y tiene un plazo corto de vida, aunque por un tiempo pueda parecer altamente exitoso entre los hombres. La carne, juntamente con sus hechos, está destinada a la destrucción.

Lo que es hecho por medio del Espíritu es eterno, así que la persona que anda en el Espíritu, dará fruto que permanece. Por eso, “no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. La semilla espiritual verdadera no solamente es permanente, sino que también es segura. Algunos pueden vivir toda la vida sin ver resultados, pero si han sembrado según el Espíritu, algún día vendrá la cosecha. Algunos vivirán y morirán sin experimentar la cosecha, pero finalmente verán la sonrisa de Cristo y escucharán las palabras: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt.25:23). Las recompensas eternas no son para los impacientes, como aconseja bien el escritor del libro de Hebreos: “Porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (He.10:36).   

La única manera de compartir el bien con otra persona es por medio del Espíritu. “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Pienso en Rahab y el bien hecho a los espías israelitas. Israel era “la familia de la fe” en su día. Dios la dio esa oportunidad y ella entró en ella por fe. No fue una obra de auto-justicia, un intento de hacer alguna buena obra y, así, agradar a Dios. Desde el mismo momento en el que empezó una obra en su corazón, hasta el tiempo en el que escondió a los espías; desde que encontró un lugar entre el pueblo de Israel, hasta que llegó a ser una antepasada del Mesías; y hasta el día de hoy, en el cual ella se goza en la presencia de Dios… desde el principio hasta el fin, lo que pasó con ella, todo fue una obra del Espíritu.

11.  Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano. 
12.  Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. 
13.  Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne. 
14.  Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.
15.  Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. 
16.  Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. 
17.  De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. 
18.  Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén. 

Normalmente Pablo dictaba sus cartas y otro las escribía; después, Pablo añadía su saludo y firma. Tercio se menciona como el escritor de la epístola a los Romanos (Ro.16:22). Sin embargo, en este caso, probablemente para demostrar su cuidado personal hacia los gálatas, y también por la crítica recibida por parte de los oponentes judaizantes, él escribe esta carta solo. Algunos creen que solamente escribió los últimos versículos y otros creen que las “grandes letras” se deben a un problema con los ojos. Él menciona una enfermedad física en 4:13 y dos versículos después nos hace pensar que la enfermedad tenía que ver con sus ojos.

El apóstol nos enseña de nuevo que la enseñanza de la circuncisión y guardar la ley mosaica es algo que conviene a los que lo predican, comprometiéndose con todo el sistema judaico (5:11). De esta forma evitan la persecución por parte de los judíos. Siempre hay predicadores y maestros que hablan al pueblo lo que quiere escuchar. Hacen su obra por razones egoístas y buscan el éxito al costo de la verdad, como indican los versículos 12 y 13… “los que quieren agradar en la carne” y “para gloriarse en vuestra carne”. También notarás que, igual que todos los líderes sectarios, son autoritarios y manipuladores: “Éstos os obligan a que os circuncidéis”.

El versículo 14, en el que Pablo se gloría solamente en la cruz, es muy significativo. La verdadera predicación de la cruz no fue, y sigue sin serlo, un mensaje popular. No solamente presenta la única manera de llegar a la salvación, sino también, la única manera de vivir la vida cristiana. Presenta el tema del poder de Dios manifestado en la debilidad humana, y de la vida ganada por medio de la muerte. Los que viven en la carne nunca quieren tomar estas medidas, pero Pablo, enseñado por el Espíritu Santo, puede ver la gloria de este mensaje.

Por tercera vez, Pablo predica la necesidad de identificarse con la cruz. La cruz no es solamente un sacrificio sustitutivo, sino el que transforma al verdadero creyente. En el versículo 14, él habla de la cruz en relación con el mundo. Por medio de la cruz, “el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Aquí presenta otro obstáculo para los que están encantados con el mensaje de la libertad, pero rehúsan reconocer que hay una cruz levantada en el camino a la libertad. La cruz crucifica al mundo en la vida de un cristiano. Ya no tiene libertad para participar en las cosas del mundo, sino que es librado de ellas. El mundo, igual que un hombre crucificado, ya no le es atractivo. También vemos que el mundo no ve atractivo a Pablo, y la razón es por lo que vimos en el capítulo 4; Pablo no posee ni la personalidad ni el mensaje que el mundo busca.

El versículo 15 también nos da una clave muy importante de lo que es la esencia del cristianismo. El nuevo nacimiento, que da a luz a una naturaleza nueva, es la regla y la ley. Ningún hecho o señal es suficiente para marcar la vida de un creyente; él tiene que nacer de nuevo (Jn.3:3). Una nueva mente y un nuevo corazón moran en el verdadero cristiano, y por ello él desea y cumple los propósitos de Dios. El cristianismo tiene que ser una religión del corazón, que funciona libremente por el poder de una nueva naturaleza.

Pablo reserva su bendición para tales personas y no para el “cristianismo externo”. Hay pocos que encuentran este camino porque la mayoría prefiere el camino que es ancho y agradable al hombre natural. El apóstol ha estado tratando con el judaísmo y ahora demuestra lo que es un judío verdadero. El Israel de Dios está compuesto por los que han luchado con el Señor y han sido transformados de un Jacob en un Israel. Esto no quiere decir que Pablo esté enseñando, de ninguna manera, que Dios ha rechazado al Israel natural para que no figure más en Sus planes. Él enseña claramente acerca de su salvación final en Romanos, capítulos del 9 al 11.

Pablo lleva físicamente las heridas de su identificación con la crucifixión de Cristo; las cicatrices como consecuencia de haber sido fiel en predicar el mensaje no popular de la cruz (estudia 2 Corintios 6:4-5 y 11:23-33). Todas estas dificultades solamente han ablandado su espíritu. Pablo comunica desde su corazón al corazón de sus hermanos gálatas. Se preocupa, sobre todo, por el bienestar de sus espíritus, y su bendición está dirigida al hombre interior. Pablo reconoce el valor del alma y del espíritu, y por el peso de este reconocimiento, fue motivado a escribir esta carta. El Espíritu Santo le ha inspirado para que nosotros podamos utilizarla y disfrutarla hoy.

“Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Co.4:16-18).






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