Obras o fruto
Gálatas 5:13-26
13. Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
14. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
15. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.
16. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
18. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la
ley.
Toda la carta a los gálatas es un ruego para que se volvieran a
la libertad en la que nacieron y que es característica de la verdadera vida
cristiana. Dios llama a un pueblo de la esclavitud a una libertad gloriosa. La
cuestión no es solamente que la esclavitud espiritual es sumamente mala, sino
que la vida en el Espíritu es gozosamente maravillosa. En esta porción, Pablo
demostrará que andar en el Espíritu es sinónimo de libertad. El único pueblo
sobre este planeta que es verdaderamente libre son los que han nacido del
Espíritu de Dios, y su vida cotidiana y práctica es bajo el control del
Espíritu.
“No uséis la libertad
como ocasión para la carne” es
un mandamiento que te conduce a un auto-examen para poder ver si tu
cristianismo es genuino o no. El miembro de la iglesia que no es regenerado
verá la libertad como una excusa para vivir sin principios morales, no muy
diferente a los ciudadanos del mundo. Se librará de los altos estándares y las
restricciones que separan al cristiano del mundo. Dará lugar a la carne, tanto como
le sea posible, mientras mantiene cierta reputación como miembro de la
comunidad cristiana. Por varias décadas, esta ha sido la tendencia popular, y
el cristiano que rehúsa conformarse a ella, es juzgado despectivamente como
anticuado, negativo e incluso algo peor.
Un estilo de vida permisivo y la escasez de un andar práctico en
el Espíritu, me demuestra que el verdadero cristianismo no es común hoy en día.
Un gran porcentaje de los que profesan ser cristianos, no son verdaderamente
nacidos del Espíritu de Dios. A. W. Tozer aludió al hecho en la mitad del siglo
XX, y un contemporáneo de él, Vance Havner, se arriesgó a decir que quizás el
90% de los miembros de su denominación evangélica no eran convertidos. Te
aseguro que la misma tendencia no ha retrocedido en el medio siglo, más o
menos, que ha pasado desde entonces.
El cristiano genuino verá la vida llena del Espíritu como la
Tierra Prometida que fluye con leche y miel, y cruzará gozosamente el
desbordado río Jordán para poder vivirla. Los premios que ofrece la carne no
están entre sus metas y no tiene la menor intención de satisfacer “los deseos
de la carne”.
“Servíos por amor los
unos a los otros” … toda
la ley se cumple en una palabra: “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”. El
lector, probablemente, sabrá que “agape”
es la palabra griega que se utiliza en el Nuevo Testamento para referirse
especialmente al amor de Dios. En el último capítulo, vimos que el amor de Dios
es la fuerza que motiva a todo cristianismo. No existe absolutamente ninguna otra
fuerza por la cual sea posible amar a otro como
a ti mismo. Ya he mencionado que el amor humanitario es común entre gente
no convertida y es altamente honrado en la sociedad. Sin embargo, los descomunales
salarios recibidos por algunos de los oficiales de las organizaciones
humanitarias, es una prueba de que no llegan a amar a su prójimo como a sí
mismos. Solamente el amor de Dios será adecuado para poder servir al Señor y a
otros en el Reino de Dios.
Contradiciendo la falsa enseñanza que se origina directamente
desde la esfera de una psicología inventada por el hombre mundano (y que ha
sido adoptada por la iglesia), la Biblia nos enseña que el amor a uno mismo es algo
que todos tenemos en común; no es algo que nos haga falta y debamos buscarlo,
como si fuera una meta: “Porque nadie
aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida” (Ef.5:29;
fíjate también en Ro.15:1-3, 2 Co.5:15; Fil.2:21). La doctrina del amor a uno
mismo es probablemente uno de los engaños más populares de nuestro tiempo. De
alguna manera, muchos estudiantes de la Biblia han ignorado totalmente el aviso
de Pablo a Timoteo: “También debes saber
esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos (tiempos
furiosos, extremamente feroces; fíjate como en Mateo 8:38, la misma palabra
griega es traducida como feroces en gran
manera). porque habrá hombres
amadores de sí mismos…” (2Ti 3:1-2).
¿Te asombra saber que la iglesia está enseñando a su pueblo,
empezando por los niños, a ser feroces en gran manera? Es la consecuencia
lógica en la vida de las personas que han aprendido a darse prioridad a sí
mismos. Nada les detendrá en su búsqueda de auto-satisfacción, así que el
apóstol tiene que avisar: “Mirad que
también no os consumáis unos a otros”. Si “os mordéis y os coméis unos a otros”, estáis viviendo por una ley
de la naturaleza caída, y cualquier intento de cumplir la ley de Dios terminará
en fracaso. Otra vez cito a Warren Wiersbe: “El
hombre tiene que ser librado de sí mismo y la tiranía de su naturaleza
pecaminosa”.
La persona que ama a su prójimo como a sí mismo tiene la ley de
Dios escrita en su corazón y la cumplirá naturalmente. La enseñanza de Pablo en
los versículos 16-18 deja muy claro lo que intento afirmar. Nos dice que el
secreto para ahogar los deseos de la carne es por un andar en el Espíritu
Santo. No puedes hacer ambos al mismo tiempo. Vamos a insertar algunas palabras
de Romanos 8:9 y 14 para demostrar que andar en el Espíritu solamente es
posible si la persona es un cristiano genuino y tiene al Espíritu Santo morando
dentro de sí: “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” Cuando el Espíritu sí mora en una
persona, Él, naturalmente, le guiará:
“Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.
La carne y el Espíritu son fuerzas contrarias. Es imposible para
los que andan según la carne y los que andan según el Espíritu coexistir en
paz. No se entenderán. Uno verá las cosas por los ojos del Espíritu y andará en
los caminos de Dios; el otro pensará como piensan los hombres, según los
caminos terrenales. Los que caminan según la carne promocionarán proyectos
semejantes a los programas exitosos de este mundo. El pueblo que es conducido
por el Espíritu se dirigirá por la Biblia.
Los que andan en el Espíritu son libres de la ley, porque la ley
de su naturaleza les conducirá en los caminos de Dios. No están bajo un ayo que
continuamente tiene que frenarles para que no se desvíen a las veredas del
mundo. No necesitarán ser corregidos constantemente debido a sus caprichosas pisadas,
ni estar confinados dentro de cuatro paredes para estar protegidos de los malos
deseos.
David, resume el asunto que estamos estudiando de forma muy
clara en el primer Salmo, versículos 1 y 2: “Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en
camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche”. Como vimos anteriormente,
éste es el hombre que ha sido bendecido con una naturaleza piadosa, como
Abraham. Ha sido reconciliado con Dios, restaurado al estado en el que fue
creado, y más allá, recibe todas las ventajas del último Adán, Jesucristo. Se
deleita en andar en el Espíritu y, por eso, como enseña Pablo, no cumple los
deseos de la carne.
19. Y manifiestas
son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia,
20. idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,
disensiones, herejías
21. envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como
ya os lo he dicho antes, que los
que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
22. Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23. mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24. Pero
los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25. Si
vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26. No nos hagamos vanagloriosos,
irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. En primer lugar, nota que los productos de la carne son llamados obras, y los del Espíritu son llamados fruto. Esa diferencia nos ayuda mucho a entender las distintas funciones de ambos. La carne funciona por obras, pero el Espíritu de Dios estimula el crecimiento. El primero se consigue por medio del auto-esfuerzo y las capacidades propias. El segundo vive y, si se le dan los nutrientes espirituales correctos, florecerá y producirá.
Durante un tiempo hubo un billete falso de 50 euros circulando por
la calle que sirvió para proveer alimento a una familia pobre; comprar ropa para
un niño invalido; y pagar una medicina para una persona que necesitaba mantenerse
viva. Sin embargo, al final se descubrió que el billete no era legítimo. Así, las obras de la carne son pecaminosas, por ello, aun las que
parecen ser legítimas, terminarán siendo inicuas y malignas. Las buenas obras religiosas
proceden de la carne y aunque parezcan ser útiles por un tiempo, finalmente terminarán
siendo descubiertas como falsas. Jesús habló una parábola acerca del trigo y la
cizaña, dos plantas semejantes en sus primeras etapas, pero diferentes al final,
cuando aparecen los granos (Mt.13:26).
El apóstol nos da una lista
en la que vemos pecados físicos y pecados interiores. Lo que superficialmente
parece ser moral, puede estar gobernado por una condición interior llena de envidias, disensiones, y contiendas.
Una persona que parece ser muy religiosa puede estar motivada a hacer las
‘buenas obras’ por celos. Los pecados físicos se manifiestan a través del
cuerpo, mientras que los pecados interiores están escondidos en el corazón.
Quizás podamos clasificar el adulterio, fornicación, inmundicia,
lascivia, idolatría, hechicerías homicidios, borracheras, y orgías, como
pecados obviamente visibles. Pero más engañosos son los pecados escondidos,
como enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías y envidias.
Los pecados que guardamos dentro son igualmente ofensivos a Dios y, al no ser
revelados abiertamente, son más peligrosos.
Toda la esfera de la
religión hipócrita existe debido al intento de producir fruto mecánicamente por
gente no regenerada, que no tiene las raíces apropiadas. Jesús enseñó
claramente sobre esta materia: “Porque
cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni
de las zarzas se vendimian uvas” (Lc.6:44). Juan Bautista predicaba de esta
manera: “Y ya también el hacha está
puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se
corta y se echa en el fuego” (Lc.3:9).
Santiago añade: “De una misma boca
proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser
así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y
amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la
vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce” (Stg.3:10-12).
Pablo concluye: “Los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios”.
Hay cosas que no están mencionadas
en esta lista que también son pecados… “cosas
semejantes a éstas”. La Biblia no nombra cada pecado y no tiene por qué
hacerlo. Un estudio sobre esta la lista, nos dará una buena idea de lo que
pertenece a la categoría del pecado. Siempre será algo que agrada al viejo hombre,
ofende a Dios y/o daña a nuestro prójimo. Cuando los gálatas se sometieron al
judaísmo y se pusieron bajo el yugo de la ley, empezaron a manifestar las obras
de la carne. En el versículo 15, Pablo advirtió acerca de morderse y comerse
unos a los otros, y termina el capítulo con otro aviso sobre hacerse “vanagloriosos, irritándonos unos a otros,
envidiándonos unos a otros”.
Cuando una vida se rinde al
Espíritu Santo, producirá fruto santo. El Espíritu está en la raíz de la nueva
naturaleza y estas características, “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza”, proceden de Él y crecen como fruto en
el nuevo hombre. Estos, entonces, son producidos según ‘la ley de la nueva naturaleza’
y no requieren una ley externa para poderlos llevar a cabo. Funcionan en una
libertad completa. Necesito recordarte que los frutos no son las mejores
virtudes humanas; son sobrenaturales y celestiales, y son dados directamente
por el Espíritu Santo.
Que los que abusan la
libertad reciban esta noticia: ¡La libertad del evangelio solamente empieza a
manifestarse, después de una crucifixión! En el capítulo 2, Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”.
Aquí declara que “los que son de Cristo
han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. En el capítulo
que resta trataremos el tema de la crucifixión del mundo: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”.
Dios siempre trata con los
problemas desde la profundidad de sus raíces, no con los síntomas
superficiales. La carne, que es la fuente de la cual fluye toda la maldad que
condena al ser humano, ha sido destruida por la crucifixión de Cristo. Sus
pasiones y deseos han perdido su poder, y ahora puede someterse al poder del
Señor, y Él gobierna. Él reclama su posesión y el individuo le entrega sus
metas y ambiciones personales. En el caso de Pablo, el líder judaico fue hecho
un misionero a los gentiles; dio un giro de 180 grados. Cristo suple el poder
para llevar a cabo Sus propósitos en Su siervo.
Lo que aconteció hace dos
mil años en la cruz, tiene que ser una realidad práctica en la vida del
creyente hoy. El Espíritu le ha dado vida con todo el potencial celestial, y
ahora tiene que aprender a caminar paso a paso, unido al Espíritu. Es una
manera totalmente diferente de vivir; los caminos viejos tienen que ser
abandonados. Esto es lo que significa lo que Pablo escribió en Romanos 12:1-2: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
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