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Lowell Brueckner

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Los abecés del mundo

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Gálatas 4:1-16

V. 1-7 “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; 
2.  sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. 
3.  Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 
4.  Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 
5.  para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 
6.  Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 
7.  Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” 

Pablo continúa ilustrándonos a un guardián de niños. Esta costumbre, entre los romanos y griegos, sirve para demostrar el propósito de la ley y de la fe. También muestra que el heredero espiritual le pertenece al Padre, antes de que llegue a creer. Su tutor tiene que ver en la vida del niño, cómo la ley va haciendo su obra por medio de él, para finalmente convencerle, si es sabio, de que es un pecador sin remedio. El niño no sabe ni quién es hasta que su corazón es alumbrado y puede entender el verdadero propósito de su existencia. Es entonces, cuando entra en su herencia.

Verás también que el padre es quien decide la fecha de su “conversión”, de un cambio en su ser, de forma práctica; es cuando el esclavo se convierte en hijo y heredero. Poder entender esta ilustración es poder entender los caminos de Dios, llevando a los Suyos hasta que pueden entrar en el evangelio. No hay manera legítima de poder malinterpretar la enseñanza de Pablo y adaptarla para poder apoyar una doctrina opuesta, porque claramente declara “así también nosotros”, los creyentes, pasamos por un proceso espiritual semejante. 


El paralelo espiritual es el siguiente. Empezamos la vida en esta tierra como esclavos, sujetos a un esclavo, que es nuestro tutor, sin que haya diferencia entre nosotros y los ciudadanos de este mundo. Durante este tiempo, aprendemos a vivir en esclavitud. Éramos esclavos del pecado y también esclavizados a “los rudimentos del mundo”. Estos rudimentos son “los abecés” del sistema mundano, las leyes por las que se rige, incluyendo su sistema religioso. Estos son los caminos de la carne y jamás pueden ser los caminos del Espíritu de Dios.

Comenta Warren Wiersbe: “Durante 15 siglos, Israel estuvo en el ‘jardín de infancia’ y el colegio, aprendiendo los “abecés espirituales”, preparándose para la llegada de Cristo. Después, recibió la revelación completa, porque Jesucristo es “el Alfa y Omega” (Ap.22:13, el alfabeto, desde la ‘A’ hasta la ‘Z’); Él abarca todo el alfabeto de la revelación de Dios al hombre. Él es la última Palabra de Dios (He.1:1-3)”.

Los gálatas fueron para atrás, a la inmadurez, como todos los cristianos que son atraídos a vivir bajo la ley. Aprecio estos comentarios que también son de Wiersbe: “Una de las tragedias del legalismo es que da una apariencia de madurez espiritual, pero, en verdad, dirige al creyente hacia ‘una segunda niñez’ de experiencia cristiana. Los cristianos gálatas, como la mayoría de los creyentes, anhelaban crecer y adelantarse en Cristo; sin embargo, lo hicieron de forma incorrecta. Su experiencia no es muy diferente a la de los cristianos de hoy en día, que se involucran en varios movimientos legalistas, esperando ser mejores cristianos. Sus motivos pueden ser correctos, pero sus métodos no lo son.”

Volviendo al asunto de la redención y la heredad, encontramos en el libro de Rut un ejemplo excelente, basado en una ley del Antiguo Testamento (Dt.25:5-10), precisamente sobre este asunto. El destino de Rut era llegar a ser la esposa de Booz, pero había un problema legal. Existía un “redentor” más cercano, por parte del primer marido de Rut, Mahlón, que estaba obligado a actuar y producir un heredero para él. Pero el “redentor”, delante de algunos testigos, dijo a Booz: “Yo no podré redimir” (Rut 4:6). Booz, entonces, tomó su lugar, cumpliendo así la ley a favor de Rut, quedando ella libre para ser su esposa.

La doctrina de Pablo nos enseña que, cuando estábamos bajo la ley, ésta, no podía redimirnos. “Lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo… para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro.8:3-4).

Pablo demuestra que su doctrina es constante, confirmando la misma enseñanza de Romanos aquí en Gálatas. En Su tiempo soberano, Dios envió a Su Hijo con todos los requisitos necesarios para cumplir Su propósito. Fue nacido de una mujer, ya que tenía que hacerse hombre para poder redimir al hombre. Fue nacido bajo la ley, la cual cumplió perfectamente; de hecho, es el Único que fue perfectamente justo al guardar a la ley. Él podía redimirnos porque no tenía ningún pecado propio por el que tener que pagar.

Quisiera añadir que, como Booz, Él siguió la ley del Espíritu y no la de la carne. Dios no está satisfecho porque nosotros obedezcamos al pie de la letra su ley. Él se fija en nuestro corazón y espera que cumplamos Su voluntad por los anhelos producidos en la profundidad de nuestro interior. Quiere que actuemos por amor, libremente, y que no lo hagamos por un sentir de obligación. Esta es la ley cristiana, lo que Santiago llama la ley perfecta de la libertad (Stg.1:25); es la ley del amor. Cristo actuó según esta ley. Además, tenía todo el poder para redimir, porque actuó según la omnipotencia de Dios en la carne.

Por ello, nosotros podemos ser adoptados en la familia de Dios como adultos y entrar en la heredad que Dios ha designado para Sus hijos. Dios siempre hace mucho más de lo que es necesario, debido a su abundante generosidad. Para ilustrarlo no puedo poner ningún ejemplo de lo que hay en el mundo, porque es incomparable. Es casi imposible explicarlo con palabras, pero lo intentaré. Tenemos doble entrada a la familia de Dios, una por la adopción y otra por nacer. Aunque seamos bebés, recién nacidos de nuevo, todas las promesas del Señor no esperan hasta que seamos maduros, sino que ya son nuestras. Entran en nuestras vidas plenamente, completas y perfectas, igual que para la persona adoptada en una familia, que está con todas sus facultades funcionando.

Jesús nos enseñó a orar: “Padre nuestro”, pero Jesús mismo oró: “Abba, Padre” (como lo cuenta Marcos 14:36). Mateo, hablando de la misma oración (26:29,31), usa las palabras: “Padre mío”. ¿Recuerdas que aprendimos que la promesa a Abraham fue hecha por el Padre a su Simiente? Pablo también nos incluye en la promesa, por medio del Espíritu de Su Hijo, con una declaración singular y muy personal: “Abba, Padre” … “Padre mío” (también Ro.8:15). Cada cristiano tiene una relación directa con el Padre y solamente Su Hijo es mediador entre ellos. El mismo espíritu del catolicismo romano puede seguir funcionando en un cristiano, aunque éste ya no esté en esa iglesia, si sigue dependiendo de un líder humano, aunque no le llame sacerdote, sino pastor. Estamos aprendiendo en esta epístola que depender del hombre es una perversión del evangelio y una ofensa hacia Dios. ¡Fuera con cada forma pervertida de paternalismo humano!

Cada cristiano que depende del hombre, confía en su intercesión, y acude a él, en lugar de ir directamente a Dios en oración, demuestra así que sigue siendo un esclavo y no un hijo. Si una persona nace de nuevo, es adoptada en la familia de Dios y heredero del Dueño de todo. Su manera de actuar es por acercarse, personalmente, a un Padre amoroso, por medio de la oración y, de esta forma, toma posesión de su herencia.

V. 8-16. “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 
9.  mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 
10.  Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 
11.  Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros. 
12.  Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros. Ningún agravio me habéis hecho. 
13.  Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; 
14.  y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. 
15. ¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que, si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos. 
16. ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” 

El apóstol se dirige a los antiguos gentiles paganos que no sabían nada del Dios verdadero y estaban hundidos en la idolatría. La idolatría es una parte de “los rudimentos del mundo”, y todos los rudimentos esclavizan. Todo el reino de las tinieblas es una esfera de esclavitud que no sabe nada acerca de la verdadera libertad. Está gobernado por una religión pervertida y anormal, que es también dura y cruel.

Hace pocos años descubrí el versículo 9, aunque lo había leído por unos 55 o 60 años. Creo que este descubrimiento es un ejemplo de lo que significa la palabra griega rhema. Los carismáticos enseñan que es alguna revelación extra-bíblica, a la que llaman palabra de Dios, y a veces alteran grandemente sus vidas, obedeciéndola. Yo veo que esta práctica es extremamente peligrosa y he visto consecuencias tristes como resultado de esta doctrina. Dios, sí, puede hablarnos de distintas maneras, pero nunca debemos ponerlas al mismo nivel que la Escritura. Yo creo que rhema es una parte de logos, que es la palabra completa revelada de Dios. Rhema viene a nosotros en cierto momento de nuestras vidas, cuando lo necesitamos, y hace que esta porción de logos se avive para nosotros.

Siempre he pensado que la parte más grande de la vida cristiana es nuestro conocimiento de Dios. Sabía que Jesús oró al Padre: “Ésta es la vida eterna; que conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn.17:3), revelándonos que conocer al Padre y al Hijo fue adjuntado a la vida eterna. Cuando somos salvos, nos encontramos personalmente con Dios y empezamos a conocerle. ¿Qué puede ser más grande que esto?

Sin embargo, al usar las dos palabras, más bien, Pablo indica que hay algo todavía más grande. ¡El conocimiento más grande en la cristiandad es saber que Dios te conoce a ti! De manera semejante, en 1 Corintios 8:3, Pablo enseña: “Si alguno ama a Dios, es conocido por él”. Primeramente, es conocido por Dios, y después le ama. Es el mismo orden que debemos ver en la mujer que ungió a Jesús. Primeramente, fue perdonada y, por esta razón, ella le amó. Esta verdad se hace muy clara en el contexto de Lucas 7:40-50.

Zaqueo se subió a un árbol por un deseo de conocer a Cristo, pero antes de encontrarle, Jesús le llamó, “Zaqueo”. Saulo de Tarso era un enemigo de Cristo, sin deseos de conocerle, hasta que, de repente, fue sorprendido por una luz del cielo y escuchó la voz: “Saulo, Saulo…”. En la oración que Jesús ofreció al Padre, nos enseñó que Sus discípulos pertenecen al Padre y son entregados al Hijo.

Una vez más, Pablo se refiere “a los débiles y pobres rudimentos” del mundo religioso que no tienen que ver con el cristianismo. Los judaizantes, apoyados por judíos creyentes, estaban enseñando a las iglesias de Galacia a observar las fiestas judías y los días religiosos. Este problema también ocurre al finalizar el libro de Romanos. Pablo enseñaba la tolerancia y paciencia que había que tener para los, especialmente judíos, que por su conciencia continuaban guardando el sábado, días festivos, y practicando leyes sobre los alimentos.

En la iglesia primitiva y por toda la historia de la iglesia, los cristianos se han reunido el domingo, el primer día de la semana, para celebrar la resurrección del Señor. El Señor se levantó de entre los muertos ese día, el Pentecostés ocurrió ese día, y el Señor siempre apareció a Sus discípulos ese día (sin más detalles sobre el tema, simplemente os dejaré unos versículos para que los contempléis… Lc.23:56; 24:1,4,5,6; Jn.20:19, 26; Hch.20:7; 1 Co.16:2). Los primeros cristianos nombraban ese día, “el día del Señor” (Ap.1:10). También por toda la cristiandad, tradicionalmente se han celebrado la Navidad y la Semana Santa.

Especialmente importante, relacionado con este asunto, es la actitud hacia estas observaciones, y la palabra clave que estoy utilizando es “celebrar”. Es sano celebrar esos días, pero es una esclavitud guardarlos con temor legalista. En el Antiguo Testamento Dios también buscaba verdaderos adoradores: “Si… en mi día santo… lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová… entonces te deleitarás en Jehová…” (Is.58:13-14).

Pablo ruega amorosamente a los gálatas, de forma personal, llamándoles hermanos. Teme que su trabajo allí, presentándoles el evangelio y ofreciéndoles entrar, pueda ser en vano. ¿Sería una enfermedad lo que detuvo a Pablo en Galacia, fuera de sus intenciones originales, y sería esa la razón por la que pudieron escuchar su mensaje? Él se hizo como un gentil, viviendo libremente entre ellos, sin las ataduras de sus costumbres judías. Él quería que ellos volvieran a la misma libertad que tenían con él desde el principio.

Al principio, con el gozo de las buenas nuevas, aceptaron totalmente a Pablo, quien aparentemente no era una persona atractiva. El que predica la cruz, tiene que vivir una vida crucificada, incluso en cuanto a su apariencia y personalidad. Dios, por Su Espíritu, obrará por medio de él, atrayendo a las personas a través de medios que natural y normalmente les harían alejarse. Jesús dijo que Él atraería a los hombres a la cruz, la escena más repulsiva que se pueda imaginar. No será un hermoso rostro, ropa elegante, ni talentos humanos, lo que debe ser manifestado para promocionar el evangelio. Leonard Ravenhill dijo muchas veces: “¡No tienes que promocionar un incendio!” No existe incendio que capte más la atención del público que el fuego del Espíritu Santo. ¡Moisés fue atraído hacia una llama! En el Siglo XXI casi se ha olvidado este principio, porque los cristianos utilizan todas las atracciones del mundo para atraer al público.

A los ojos del mundo, la condición de Pablo sería motivo de burla y desprecio, pero el ojo de la fe vio un ángel, es decir, un mensajero, enviado por Dios. Él vino en el nombre de Cristo y así fue recibido. No solamente le recibieron, sino que le amaron, hasta el punto de que los gálatas hubieran cambiado su buena salud por la enfermedad de Pablo. Ahora, la pregunta es, ¿qué ha pasado? ¿Cuándo y cómo se desvaneció, hasta esfumarse, esta actitud, bendecida por Dios, en el corazón de los gálatas? Poco a poco fueron creyendo una mentira, y la verdad ya no era preciosa para ellos.

Querido amigo, el mundo tiene un gran problema con la verdad y, cuando la iglesia vuelve a “los rudimentos del mundo”, hereda el odio que el mundo tiene para la verdad. Este fue el problema en Israel, desde el tiempo de los profetas hasta el tiempo de Cristo. Los falsos profetas fueron alabados y los que llevaban la verdad fueron perseguidos y matados. Sin embargo, Jesús dijo: “Yo soy la verdad”, demostrando así la estima que la Deidad tiene por esa virtud. Nada es más precioso para Dios que la verdad, y la ama más que a las almas de los hombres. Pienso que los siguientes versículos son algunos de los más asombrosos en la Escritura: “Por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad” (2 Ts.2:10-12).





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