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7 – 13 de junio Meditaciones diarias de los Salmos

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7 de Junio Salmo 48:8-11

8. Como los oímos, así lo hemos visto en la ciudad de Jehová de los ejércitos,
     en la ciudad de nuestro Dios; la afirmará Dios para siempre.
9. Nos acordamos de tu misericordia, oh Dios, en medio de tu templo.
10. Conforme a tu nombre, oh Dios, así es tu loor hasta los fines de la tierra; de
     justicia está llena tu diestra.
11. Se alegrará el monte de Sion; se gozarán las hijas de Judá por tus juicios.

  En la ciudad de Dios, el oír produce la fe y la fe engendra la experiencia. En
el Salmo 45 hemos leído: “En lugar de tus padres serán tus hijos”. El cuidado
que tuvieron nuestros antepasados espirituales en contarnos las maravillas del
Señor en sus días, nos hace anhelar la misma realidad para nuestra generación.
¡Que el Señor nos conceda poder experimentar lo que hemos oído! Su palabra
permanece para siempre en los cielos y Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por
los siglos. Lo que fue, es y siempre será. La heredad sigue al alcance de los hijos
de un Dios inmutable. Sus intenciones hacia nosotros son buenas, y no quitará
el bien a los que andan en integridad.
  Lo que más anhelamos es que suceda algo digno del nombre de Dios y provoque
alabanzas desde los rincones más recónditos de la tierra. Todos los atributos
gloriosos del Señor deben ser manifestados y experimentados en esta generación.
Hemos oído de Su nombre, ahora queremos ver Su misericordia y Su justicia.
Los que son ciudadanos de Sion, nacidos dentro de sus muros, se regocijan por
los justos juicios de Dios. La justicia es una de las piedras fundamentales de Su
reino, juntamente con la paz y el gozo. Por medio de ella, Dios es exaltado en la
tierra.



8 de Junio Salmo 48:12-14

12. Andad alrededor de Sion, y rodeadla; contad sus torres.
13. Considerad atentamente su antemuro, mirad sus palacios; para que lo contéis
     a la generación venidera.
14. Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará
     aun más allá de la muerte.

  El salmista aconseja a los que han oído de la fidelidad de Dios en Sion y ahora
la han visto, que la contemplen cuidadosamente; nunca deben olvidarse de ella.
  Deben preservar lo que han visto para que la generación venidera, sus
descendientes, también vean y deseen las obras de Dios entre ellos. Jesús
ciertamente enseñó a Sus discípulos a guardar las cosas que habían visto y oído,
mientras hacían una nueva generación de discípulos y les bautizaban:
“...enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. El libro de
Los Hechos es fruto de haber guardado y dejado escrito lo que ellos
experimentaron. En este libro observamos el proceso de la gran ciudad, traído
desde el cielo a los corazones de los fieles y obedientes seguidores de Cristo.
El Sion espiritual fue inaugurado por el viento del Espíritu Santo, avivando llamas
de fuego que fueron esparcidas por todo el mundo conocido de aquel entonces.
Lucas caminó cuidadosamente por sus calles y rodeó sus muros en una historia
con 28 capítulos. Escribió sobre sus torres; altas cúspides que mostraban la gloria
de Dios a lugares lejanos. Describió su antemuro y relató acerca de sus palacios,
para que tuviésemos un modelo de lo que complace a Dios y le glorifica en el
mundo. Dios quiso que supiésemos lo que muchos conocieron y experimentaron
antes de nosotros ¿No puede el mismo Señor que nos dio la historia, concedernos
también experimentar la realidad? Si es así, entonces vamos a leer bien, anhelando,
orando y meditando hasta que nuestros ojos contemplen las mismas torres, nuestros
dedos toquen el mismo antemuro y nuestros pies caminen por las mismas calles.
¡Que nuestros anhelos se cambien en realidad y podamos recibir nuestra herencia!
¡Que el monte de Sion sea nuestro hogar, una ciudad asentada sobre un monte
que no puede esconderse, y la luz del mundo, la cual los reyes no puedan ignorar!
  Su Dios es nuestro Dios. No es un Dios limitado a una historia gloriosa, sino
nuestro Guía, quien hoy nos dirige a las puertas de Sion y desde allí a los portales
de la Gloria.


9 de Junio Salmo 49:1-9

1. Oíd esto, pueblos todos; escuchad, habitantes todos del mundo,
2. Así los plebeyos como los nobles, el rico y el pobre juntamente.
3. Mi boca hablará sabiduría, y el pensamiento de mi corazón inteligencia.
4. Inclinaré al proverbio mi oído; declararé con el arpa mi enigma.
5. ¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la iniquidad de mis
     opresores me rodeare?
6. Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,
7. Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su
     rescate.
8. (Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás),
9. Para que viva en adelante para siempre, y nunca vea corrupción.

  Los Salmos son evangelizadores; los creyentes declaran sus mensajes y cantan
sus canciones. Los habitantes de la tierra escuchan y se percatan de las enseñanzas
del pueblo de Dios. Él comparte a Sus seguidores el deseo de Su corazón de que
toda la humanidad, sin importar raza o clase social, debe oír Su mensaje.
  El Salmo predice las parábolas de Jesús. Ésta es la manera en la que Dios
esconde las verdades espirituales de los sabios y entendidos, revelándoselas a
los niños. Solamente el que se acerca humildemente con todo su corazón, puede
oír y entender.
  El mensaje de este Salmo es semejante al del libro de Eclesiastés. Nos enseña
acerca de la vanidad de las riquezas y la sabiduría de los malos. En la obra
evangelizadora, tenemos que enfatizar primeramente que toda la gloria, el poder
y los éxitos mundanos, son vanidades. Los muros hechos por hombres, tienen
que ser derribados antes de que el Señor pueda construir una nueva obra
arquitectónica en nuestras vidas.
  Este Salmo nos hace considerar el gran valor que tiene un alma. ¿Puede el
dinero enriquecer el alma o garantizar su futuro? ¿Puede comprar su libertad
de la esclavitud del pecado? ¿Puede pagar la deuda que tenemos con Dios, por
la cual el alma ha sido encarcelada? No, de ninguna manera. La redención del
alma no tiene precio y el hombre no puede comprar la vida y salvarse de la
corrupción.


10 de Junio Salmo 49:10-13

10. Pues verá que aun los sabios mueren; que perecen del mismo modo que el
      insensato y el necio, y dejan a otros sus riquezas.
11. Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus habitaciones
     para generación y generación; dan sus nombres a sus tierras.
12. Mas el hombre no permanecerá en honra; es semejante a las bestias que
     perecen.
13. Este su camino es locura; con todo, sus descendientes se complacen en el
     dicho de ellos. Selah

  Todos somos testigos de la brevedad de la vida y de la muerte inevitable. El
hombre sabio, de la misma manera que el insensato, deja sus posesiones para
otros, mientras que los gusanos carcomen su cuerpo rápidamente. Sin embargo,
por causa de una mentalidad extraña, el hombre pasa por sus 70 u 80 años como
si fuera una parte integral de este planeta, y como si no hubiese fin para su
existencia terrenal. Intenta hallar inmortalidad acumulando posesiones. Pone su
nombre a su propiedad y edifica una casa que durará por generaciones. Cuanto
más poderoso es el hombre, más formidables son sus obras.
  El evangelio nos amonesta acerca de que, tanto él como sus posesiones
perecerán. De la misma manera que un animal, que no se preocupa en ganar o
perder, morirá y su cuerpo decaerá. Su parte en esta vida fue una insensatez,
sin embargo, la siguiente generación no aprende la lección, sino que dice:
“Considera a este gran hombre que se preparó, se disciplinó, planeó, edificó y
prosperó. Sigamos su ejemplo”. Parece que a nadie se le ocurre pensar que este
hombre ahora se está pudriendo en la tierra, y nadie quiere preguntar: “¿Dónde
está su alma?”


11 de Junio Salmo 49:14-20

14. Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará, y los
     rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; se consumirá su buen parecer,
     y el Seol será su morada.
15. Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará
     consigo. Selah
16. No temas cuando se enriquece alguno, cuando aumenta la gloria de su casa;
17. Porque cuando muera no llevará nada, ni descenderá tras él su gloria.
18. Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, y sea loado cuando prospere,
19. Entrará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz.
20. El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que
     perecen.

  En la madrugada del día nuevo del Señor, los rectos serán honrados y los injustos
perecerán; aunque en esta vida los justos hayan sido mendigos como Lázaro.
El hombre no puede hacer nada para redimirse o hacerse recto, sin embargo, todo
el mundo puede oír una palabra asombrosa de esperanza: ¡Dios ha preparado una
obra de redención para las almas! Cristo murió y resucitó, borrando el pecado
y pavimentando un camino hacia la vida eterna. Multitud de seres humanos ponen
su confianza en Él, son justificados y le siguen a la Gloria.
  No te dejes impresionar por los caminos de los hombres prósperos y pragmáticos.
Ignora sus presentaciones e intenciones de sembrar miedo en ti. Da la espalda
a sus éxitos, porque éstos no pueden redimir el alma. Aunque muchos alaban
su sabiduría y toman apuntes cuando hacen sus seminarios, su futuro eterno es
tan oscuro como su entendimiento espiritual. Enfatizan lo que es temporal, y
como criaturas temporales, perecerán; aunque ganen premios en exposiciones.
La primera lección de evangelismo es la enseñanza sobre la vanidad del éxito
temporal. Sin embargo, debes estar muy atento a los hombres que abren su boca
para hablar de la sabiduría y del entendimiento espiritual; a los maestros de
proverbios y parábolas de las esferas invisibles.


12 de Junio Salmo 50:1-6

1. El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, desde el nacimiento
     del sol hasta donde se pone.
2. De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido.
3. Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad
     poderosa le rodeará.
4. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo.
5. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.
6. Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez. Selah

  No solamente tenemos que acordarnos de lo que Dios nos ha dicho, sino también
tener presente Su persona y Sus capacidades. Es el Dios que ha dado existencia
a la creación y gobierna sus movimientos. Es Señor sobre todo, y poderoso
más allá de lo que podamos comprender. Él es la Persona que habla y lo que sigue
es lo que dice.
  Nos garantiza que seguramente nos visitará. Entrará por las puertas de Sion;
ciudad preparada sobre la tierra para que sea un reflejo del cielo (Sion no es una
ciudad grande, porque Dios busca la calidad más que la cantidad. Él sólo quiere
que brille con Su gloria).
  Cuando venga, va a manifestarse claramente. Cuando vino en los tiempos
del Antiguo Testamento, Sus profetas anunciaron a gritos Su presencia. Después
de 400 años de silencio entre el Antiguo y Nuevo Testamento, una palabra clara
y poderosa fue proclamada, primeramente por Juan el Bautista y luego por el
mismo Verbo de Dios, seguido por la palabra de Sus discípulos. El fuego del
Espíritu Santo alumbró la palabra, haciéndola arder en los corazones y
consumiendo todos los estorbos. Hablando espiritualmente, fue un tiempo
tempestuoso, y el cielo y la tierra fueron sacudidos.
  Hay tiempos cuando el juicio tiene que empezar en la casa de Dios, para que
ésta sea un testimonio al mundo que la rodea. El juicio purifica y separa la paja
del trigo, pero al mismo tiempo junta y une. Principalmente, no es una unión
entre personas, sino una unión con Él, porque solamente pueden unirse aquellas
personas que primeramente se hayan unido con Él, aceptando las condiciones
del nuevo pacto hecho con Su sangre. Éste es el único movimiento válido de
unidad.


13 de Junio Salmo 50:7-15

7. Oye, pueblo mío, y hablaré; escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios,
     el Dios tuyo.
8. No te reprenderé por tus sacrificios, ni por tus holocaustos, que están
     continuamente delante de mí.
9. No tomaré de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus apriscos.
10. Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados.
11. Conozco a todas las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos
     me pertenece.
12. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud.
13. ¿He de comer yo carne de toros, o de beber sangre de machos cabríos?
14. Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo;
15. E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás.

  Dios no necesita nada de nosotros. No es pobre, ni depende de Su creación.
Rehusó la ofrenda de Caín y preguntó por medio de Isaías: “El cielo es mi trono
y la tierra estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis?” ¿Qué obra puedes
hacer para ayudarle? Jesús dijo: “Ésta es la obra de Dios, que creáis en el que
él ha enviado”. Cuando nosotros estábamos sin fuerzas, Emmanuel vino a nosotros
y realizó el sacrificio que agradó a Dios. El Sumo Sacerdote de nuestra salvación
tomó el pan y la copa, los bendijo y proclamó: “Tomad, comed..., bebed”. Él
compartió lo necesario; los discípulos sencillamente participaron de ello.
  No estés preguntando: “¿Qué podemos hacer para llevar a cabo las obras de
Dios?”, sino más bien: “¿Qué es lo que Dios requiere de nosotros?” La respuesta
es clara; nos manda creer y confiar en Él, nos exige clamar: “¡Invócame en el
día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás!” Así debemos hacer para que la
obra de Dios se lleve a cabo. El problema es cuando los hombres hacen las obras
para ser honrados ellos mismos, y además de esto, no oran. Debemos orar y creer,
porque no hay nada más que podamos hacer. Sin embargo, no podemos considerar
nuestras oraciones como deberes que hacemos para impresionar a Dios, sino
como una acción de desesperación y dependencia, reconociendo que somos
incapaces. Él es el Salvador, así es que ¡fíjate en Él y clama! Ésta es la manera
de glorificarle.



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