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Lowell Brueckner

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Convicciones sobre la cosecha

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n joven se encontraba en un campo de maíz con algunos obreros más. Cada uno tenía un saco sobre sus hombros y andaba recogiendo, una por una, las mazorcas entre el maíz, y ejándolas en sacos.

 Pasado algún tiempo, escucharon el ruido de un poderoso motor. Al girarse, vieron una gran cosechadora en el campo, cargando y tragando filas enteras de maíz. El conductor, al pasar, hizo un condescendiente gesto con su cabeza hacia los humildes trabajadores. Ellos, por su parte, inclinaron sus cabezas avergonzados al ver que, a pesar de los esfuerzos realizados, sus resultados eran insignificantes.

Mientras la cosechadora daba varias vueltas al campo, el tiempo cambió drásticamente. Un viento del norte empezó a soplar. El aire se hacía cada vez más frío y, los trabajadores, para poderse calentar mejor, caminaban y recogían el maíz con más rapidez. La nieve empezaba a caer con más y más fuerza, hasta alcanzar una altura de unos cinco centímetros. Entonces, pudieron ver como bajo la ancha huella de la cosechadora, las cañas de maíz y las mazorcas estaban dañadas. 

La tormenta empeoró, y mientras los trabajadores seguían haciendo fielmente su trabajo en medio del maizal, vieron la gran cosechadora atascada en la nieve, sin poder moverse. En ese momento, levantaron sus ojos y pudieron ver a miles de trabajadores por todo el campo, cada uno con su saco. En algunos lugares había fogatas. De vez en cuando varios obreros se acercaban allí para conversar y calentarse; después, regresaban de nuevo a recoger la cosecha, mazorca tras mazorca…

 

Un joven, recién llegado a un país para trabajar en la obra misionera, tuvo el sueño que os acabo de contar. Conozco al hombre y considero su sueño un mensaje de Dios.

 Con más de 40 años en la obra de Dios, de los cuales alrededor de 35 han sido sobre tierra ajena, para mí la interpretación es bastante clara. Los esfuerzos y el éxito aparente de las organizaciones gigantescas de iglesias, misiones, y de los distintos medios de comunicación cristianos, corresponden a la función de la gran cosechadora. He visto a no pocas personas dejar el llamamiento y el lugar que Dios les ha dado individualmente, para trabajar bajo la seguridad que ofrecen las “máquinas” cristianas. La atracción es grande porque requiere mucha menos responsabilidad, fe, revelación y riesgos personales. La lealtad a Cristo es compartida con las máquinas, y ellos mismos se convierten en su combustible. Pero te aseguro que vendrá un día en el que toda maquinaria perderá su efectividad y los verdaderos obreros de Dios retornarán a la unción del Espíritu Santo y a una relación personal con Él.
 
El lugar que el Espíritu Santo ocupa

Según nuestra creencia, mencionamos al Espíritu Santo e insistimos en que Su obra es necesaria, pero en la práctica le dejamos a un lado, confiando más en la organización, en los medios gigantescos y caros, y en ideas astutas. Los movimientos de hoy en día, algunos iniciados por Dios, siguen el ejemplo de algunas denominaciones históricas. Adaptan la sabiduría del mundo a situaciones espirituales, confiando en la fuerza y mente humanas. Juegan con las Escrituras, conformándolas a su experiencia, y no saben diferenciar entre la astucia humana y el mover de Dios.

Necesitamos mucho más que solamente un énfasis y entrega a la evangelización del mundo. El famoso misionero en China, que sobrevivió a la Rebelión Bóxer, Jonathan Goforth, en su libro titulado Por mi Espíritu, lo dijo mucho mejor de lo que yo pudiera expresarlo. Después de asistir a una convención misionera en 1910, expresó lo siguiente: “Después de escuchar los mensajes aquel día, uno tenía que llegar a la conclusión de que la obligación de dar el evangelio a una humanidad perdida, se llevaría a cabo por medio de mejores organizaciones, mejores medios, y más hombres y mujeres”.

Títeres organizacionales

Cada organización tiene sus propias refinerías en las que producir el combustible para la cosechadora. Sus trabajadores se han formado en moldes, todos iguales, uniformes como ladrillos. Reflejan más a sus entrenadores, profesores u organizaciones, que la gloria de Dios. Ningún diploma o título puede ofrecer al hombre, y mucho menos garantizar, la unción divina. Tampoco sirve para adelantar propósitos sobrenaturales.
 
En vez de preguntar: “¿A qué escuela asistías?”, es tiempo de hacer la siguiente pregunta al candidato para el ministerio: “¿Dónde y cuándo has tenido tu encuentro con Dios? ¿Cuándo has doblado tus rodillas con la Biblia abierta frente a ti, pidiendo a Dios entendimiento, versículo tras versículo?” Tenemos que estar en contacto directo con el cielo.

Un pentecostés crucial

Una persona titulada, elocuente y popular, no es un sustituto del siervo ungido que comunica el evangelio a los corazones. Moody, Finney, Wesley, Whitefield y muchos más, testificaban de una experiencia, aparte del nuevo nacimiento, que les capacitó para el ministerio. Aquí están las sencillas palabras de Jonathan Goforth en cuanto al poder de lo alto: “Nada puede vestirnos con una fuerza victoriosa más que el bautismo del Espíritu Santo y fuego; y nadie puede poseer tal bautismo y no saberlo”.

La obra de Dios requiere hombres de fe

Jesús, primeramente, mandó a Sus discípulos sin bolsa, alforja ni calzado, para que ellos supieran claramente cual era la fuente de su sostén. Hoy en día, si quieres meterte en alguna obra, necesitas tener garantizado de antemano el apoyo de seres humanos ¿Has oído alguna vez que Jesús, Pedro o Pablo tuvieran que recaudar fondos por medio de banquetes o retiros? No sé de dónde hemos sacado los métodos presentes, pero sé que no ha sido de la iglesia verdadera en sus comienzos.  

 George Mueller proveyó alimentó y vivienda, de manera sobrenatural, para 2.000 huérfanos. Bruce Olsen, de 19 años de edad, salió de Minnesota, USA, para alcanzar a una tribu de nativos, con sólo un billete de avión para Ecuador y 100 dólares en su bolsa. En 1965, salí para Méjico con una furgoneta que me había costado 75 dólares y una promesa de mi iglesia de 10 dólares mensuales (pronto, por dificultades en la iglesia, dejaron de mandarlo).

Necesidades espirituales… maneras espirituales

Hoy, muchas de las misiones centran sus esfuerzos en suplir necesidades temporales. Es fácil obtener fondos por la reacción emocional que producen las fotos de niños casi muertos de hambre o desnudos, sin brazos, piernas o dientes. ¡Ojalá tuviéramos fotos del crujir de dientes de multitudes en las llamas eternas! Pablo nos dice que las realidades visibles son temporales, pero las invisibles, eternas.

No podemos usar las capacidades y maneras mundanas para suplir las necesidades espirituales. Los apóstoles no necesitaron ser profesionales para influir a la sociedad. Fueron entrenados por el Espíritu. La Biblia nos cuenta que en la iglesia primitiva no había muchos sabios o fuertes.

¿Puedes imaginar a Jesús mandando a Sus discípulos de pueblo en pueblo haciendo teatro? Ellos no fueron interpretando un papel, sino el mensaje de una vida verdadera. Es cierto que algunos medios, como la radio y televisión, pueden ser usados para enviar las buenas nuevas, pero jamás cumplirán o suplirán la gran comisión de Cristo: “Id (VOSOTROS) a todo el mundo, haciendo discípulos… bautizando”. La gente tiene que ver un ejemplo celestial vivido ante sus ojos. Las maneras del Espíritu y la fe no son caras, pero sí poderosas. Los individuos que han sido llamados y asidos por Dios, sencillamente, van y recogen la cosecha. La oposición solamente les inspira y les hace apresurarse para hacer el trabajo. 

La prioridad es alcanzar a los no alcanzados

Jesús dijo: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido”. El libro de los Hechos empieza en Jerusalén y se extiende hasta Judea y Samaria. Los misioneros fueron a Chipre y más allá de lo que es ahora Turquía. Siguieron adelante hasta Macedonia y Grecia, hasta llegar a la isla lejana de Malta.

¿Quién quiere ir hoy a la tribu que vive cerca del afluente del río Amazonas? ¿Quién quiere invadir al mundo musulmán? He visto organizaciones paralizadas mientras intentan cumplir sus compromisos con el gobierno. Sin embargo, los apóstoles resistieron a las autoridades en Jerusalén, por tener delante el mandamiento y provisión de Jesús: “Toda potestad me es dada… por tanto, id”. Ellos declararon: “¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!”

Quiero terminar diciendo que, aunque los trabajadores sencillos no dejan de reunirse, el propósito de su comunión está relacionado con la cosecha. Los testimonios y alabanzas brotan de su interior por lo que han experimentado en el campo de labor. “Los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó… Y serán para mí especial tesoro, dice Jehová… en el día en que yo actúe… Entonces os volveréis y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”. No se acercan a las fogatas para cumplir ritos ni tradiciones, sino con un gozo en el corazón y para edificarse mutuamente en la presencia manifiesta de Dios. Después, vuelven al campo para continuar la obra. ■

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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