El individuo y las masas
Sigo traduciendo y compartiendo con vosotros estos articulos, que fueron publicados originalmante en inglés. Este fue escrito en la primavera de 1999. El tema es LA GRAN COMISIÓN, y la pregunta es: ¿Qué puede hacer un solo cristiano frente a una tarea tan inmensa y complicada? Igual de importante es lo que le motiva hacia la meta
El individuo y las masas
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uestro antiguo amigo, Mark Ost, me invitó a compartir el domingo 6 de Diciembre. Su iglesia está ubicada cerca de la estación Este de tren, en el masificado y bullicioso centro de París. Esta ciudad masiva no es el lugar más agradable para que un misionero evangélico plante una iglesia, sin embargo, vi una congregación viva y floreciente. Gran variedad de gente asiste a las reuniones. Si un visitante puede hablar inglés, español, alemán o francés (por supuesto), seguramente hallará con quien conversar.
El sábado por la tarde, Emilio, un representante español de RETO, me llevó al centro. Él, junto a otras personas, está intentando empezar un centro de rehabilitación en París. Vimos tiendas de moda exclusivas y conocidas en todo el mundo. Estuvimos viendo los decorados propios de la época navideña, y quedamos impresionados con los escaparates con figuras movibles. Sin embargo, lo que más llamó nuestra atención y ocupó nuestras conversaciones fue la gente… miles de personas… llenando las aceras a ambos lados de la calle. Nos preguntamos si habría alguno entre ellos que supiera algo del propósito verdadero de la vida… o si alguno lo querría saber.
Busqué al Señor para saber qué decir el domingo por la mañana. Sentí que debía dar un mensaje que había dado muchas veces en el pasado. Pero entonces fui sorprendido cuando, a las cuatro de la madrugada, el Señor, sinceramente creo, empezó a cambiar mi enseñanza. Sobrecogido por lo que había observado la noche anterior, un pensamiento se formó en mi mente… alcanzaremos a las multitudes solamente por amar al individuo y concentrarnos en él. Seguramente no era un concepto nuevo para mí, pero amaneció de una manera fresca, sumergido en la Escritura.
La influencia de mi padre
Mi padre, que pertenecía a una familia con diez miembros, fue el primero en tener un encuentro personal con Jesucristo. Mi abuelo tenía un bar y salón de baile, donde mi padre, tíos y tías, cooperaban unidos para que este negocio tuviera éxito. Una noche, por la soberanía de Dios, una luz brilló desde el cielo sobre mi padre, quien después llegó a ser un testigo ardiente de Cristo. Hoy no es difícil contar a miles de personas que han sido rescatadas del pecado como resultado de la conversión de mi padre en 1935. Con esto no quiero decir que él alcanzó a las multitudes, porque su propio ministerio nunca fue muy grande. Sin embargo, por medio de los pocos a los que él influía personalmente, gente en todo el mundo ha sido transformada de la noche al día.
Nicodemo y los líderes judíos
Pienso también en Nicodemo. La oposición más severa contra Jesús venía del elemento religioso en Jerusalén. Sin embargo, Él les amaba y ponía su vida en peligro para llegar a ellos. Escucha la petición tan apasionante que expresa este amor: “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis”. Jesús recibió y habló personalmente a Nicodemo, un gobernante religioso, con el que pasó una noche desarrollando con paciencia la esencia primordial de la fe cristiana. Desde esa noche, Nicodemo nunca fue igual. Posteriormente defendió a Jesús en el concilio de Jerusalén y, junto a José de Arimatea, sepultó a Cristo. Según creo yo, las semillas que él sembró entre la jerarquía religiosa dieron su fruto, ya que después de unos cuantos años, leemos en el libro de los Hechos que “muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hch. 6:7).
Una samaritana y su pueblo
Jesús sabía exactamente porqué tenía que pasar por Samaria. Tenía que alcanzar a la gente de Sicar. ¿Por qué si no entonces estaba junto a un pozo fuera de la ciudad a la hora del mediodía, muy tarde ya para poder hablar con personas que venían a sacar agua para sus necesidades cotidianas? Sólo una mujer se acercó, y Jesús inició una conversación con ella. Inmediatamente, como en el caso de Nicodemo, Jesús empezó a adentrarse en profundas verdades espirituales; en esta ocasión exponiendo las maravillas del agua viva. Jesús sabía que esta mujer era muy comunicativa. Más tarde, ella dejó su cántaro, entró en la ciudad y la colmó de buenas nuevas: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Este esfuerzo provocó un avivamiento. Una multitud salió de la ciudad rogando a Jesús que se quedase, y muchos de ellos llegaron a ser creyentes.
Un etíope y un continente
Algunos de los primeros capítulos del libro de los Hechos se concentran en el éxito del evangelio en Jerusalén. Seguidamente, la muerte de Esteban provocó una gran persecución, esparciendo a los creyentes en todas direcciones. Yo creo que el Señor permitió este peligro, igual que una posterior división (Hch.15:36-40), para el avance del evangelio. Jesús había comisionado a Sus discípulos a empezar en Jerusalén, expandirse a Judea y Samaria, y no parar hasta haber alcanzado todos los lugares más alejados del mundo. Aparentemente, ellos se habían apegado a Jerusalén.
Felipe fue uno de muchos que, habiendo sido expulsado de Jerusalén, viajaba por Judea y Samaria predicando la palabra. Sin embargo, mientras estaba regocijándose por el enorme éxito en Samaria, el corazón de Dios palpitaba por el continente africano. Felipe fue guiado a un camino en el desierto para encontrarse con un noble etiope, abrirle las Escrituras acerca de Jesucristo y bautizarle. El etiope llevo a un África oscuro e impiadoso, una experiencia fresca y gozosa con Cristo. Fue el primer emisario de Cristo en aquella tierra.
Pablo y el mundo
Dios tocó a un furioso y fanático discípulo del rabí, Gamaliel. Saulo de Tarso, enemigo número uno de la iglesia, sería el misionero principal enviado al mundo gentil. Jesús, manifestado en gloria, le interrumpió en el camino a Damasco, y Saulo tuvo una dramática conversión. El Espíritu Santo instruyo a Pablo, como fue llamado después) cuidadosamente en el desierto, y le soltó al mundo pagano. Él viajó, predicó y, finalmente, escribió. Su palabra escrita se ha penetrad todos los siglos.
Quince siglos después un monje, espiritualmente destituido, abrió la carta de Pablo a los romanos y fue transformado por las palabras "El justo por la fe vivirá". Martin Lutero revolucionó Europa y restauró las verdades fundamentales de un mensaje que, con el tiempo, cruzaría el Atlántico al Mundo Nuevo.
Una masa... solamente muchos individuos
La meta de reunir una muchedumbre sólo puede ser fruto de una mentalidad egoísta por parte de algunos predicadores, a menos que estén viendo a las multitudes por medio de los ojos de Cristo. Jesús veía la multitud como un cuerpo de individuos, y amaba a cada uno en particular, con sus dolores, enfermedades y afanes personales. ¡No debe sorprendernos que Su corazón fuese roto a causa de ellos! Nunca estaba demasiado ocupado como para no atender a un alma en particular. Las Escrituras y la historia de la iglesia demuestran que la clave para alcanzar a los miles de millones de todo el mundo, es preocuparnos de una persona a la que el Espíritu Santo guía a nosotros, dedicando tiempo y esfuerzo a su bienestar espiritual.
“Señor, carga mi corazón con alguna persona
Y ama a esta persona por medio de mí.
Permite que yo haga mi parte humildemente
Y pueda ganar este alma para Ti".
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