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Lowell Brueckner

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Ninguna boda, ningún funeral

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 Capítulo 16



Sin más ritos funerales

1.      Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 

2.      No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.

3.      Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra: 

4.      De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra. 

5.      Porque así ha dicho Jehová: No entres en casa de luto, ni vayas a lamentar, ni los consueles; porque yo he quitado mi paz de este pueblo, dice Jehová, mi misericordia y mis piedades. 

6.      Morirán en esta tierra grandes y pequeños; no se enterrarán, ni los plañirán, ni se rasgarán ni se raerán los cabellos por ellos; 

7.      ni partirán pan por ellos en el luto para consolarlos de sus muertos; ni les darán a beber vaso de consolaciones por su padre o por su madre.

 Un profeta no solamente habla palabras proféticas, sino que vive una vida profética. Su llamamiento afecta cada área de su existencia y, la gente, a su alrededor, no solamente escucha la palabra del Señor, sino que observa su estilo de vida como una señal. Este es el caso de Jeremías.

 Antes de proceder con el capítulo, sería bueno prestar atención al panorama que había en el mundo cuando Pablo escribió su primera carta a los corintios. Mientras introducía el evangelio en Corinto conoció a Aquila y a Priscila, que estaban entre los judíos a los que el emperador Claudio mandó salir de Roma, donde no se favorecía ni a los judíos ni a los cristianos. Claudio reinó desde el año 41 d.C. hasta el 54 d.C.