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Lowell Brueckner

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Eclesiastés 9

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Capítulo 9  

  1.     Pues bien, he tomado todas estas cosas en mi corazón y declaro todo esto: que los justos y los sabios y sus hechos están en la mano de Dios. Los hombres no saben ni de amor ni de odio, aunque todo está delante de ellos
  2.   A todos les sucede lo mismo: Hay una misma suerte para el justo y para el impío; para el bueno, para el limpio y para el inmundo; para el que ofrece sacrificio y para el que no sacrifica. Como el bueno, así es el pecador; como el que jura, así es el que teme jurar.
  3.  Este mal hay en todo lo que se hace bajo el sol: que hay una misma suerte para todos. Además, el corazón de los hijos de los hombres está lleno de maldad y hay locura en su corazón toda su vida. Después se van a los muertos.
  4.  Para cualquiera que está unido con los vivos, hay esperanza; ciertamente un perro vivo es mejor que un león muerto.
  5.  Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, ni tienen ya ninguna recompensa, porque su memoria está olvidada.
  6. En verdad, su amor, su odio y su celo ya han perecido, y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace bajo el sol.

La esperanza de los vivos

Te recuerdo que tenemos que permanecer dentro de la esfera que el predicador está presentando: la vida bajo el sol. Él tiene una obra que llevar a cabo y lo está haciendo fielmente a través de lo que escribe. Tendremos serios problemas si formamos nuestra doctrina espiritual sobre la interpretación literal de algunas de sus observaciones terrenales y naturales.

El rey habla francamente acerca de su propia experiencia, que le da autoridad y, por consiguiente, da peso a su punto de vista. Probablemente, nunca antes nadie estuvo mejor capacitado para dar este mensaje. Tenemos que tomar en cuenta la primera declaración antes de poder añadir más. Todo lo que no podemos observar bajo el sol, tenemos que dejarlo en las manos de Dios, porque lo que concluimos humanamente es solamente según el entendimiento limitado de lo que vemos y sabemos. En el último capítulo, vimos que la calamidad no es necesariamente una señal del aborrecimiento de Dios; como tampoco son la prosperidad y la salud señales de Su amor. ¿Qué lección tenemos que aprender entonces? Tenemos que vivir la vida de fe confiando en Dios y depositar nuestras vidas y nuestro futuro totalmente en Sus manos (v:1).

Eclesiastés 8

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Capítulo 8

1.      ¿Quién es como el sabio? ¿Y quién otro sabe la explicación de un asunto? La sabiduría del hombre ilumina su faz y hace que la dureza de su rostro cambie.
2.      Yo digo: Guarda el mandato del rey por causa del juramento de Dios.
3.      No te apresures a irte de su presencia. No te unas a una causa impía, porque él hará todo lo que le plazca.
4.      Puesto que la palabra del rey es soberana, quién le dirá: ¿Qué haces?
5.      El que guarda el mandato real no experimenta ningún mal; y el corazón del sabio conoce el tiempo y el modo.
6.      Porque para cada deleite hay un tiempo y un modo, aunque la aflicción del hombre sea mucha sobre él.
7.      Si nadie sabe qué sucederá, ¿quién le anunciará cómo ha de suceder?
8.      No hay hombre que tenga potestad para refrenar el viento con el viento, ni potestad sobre el día de la muerte; y no se da licencia en tiempo de guerra, ni la impiedad salvará a los que la practican.
9.      Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en toda obra que se hace bajo el sol, cuando el hombre domina a otro hombre para su mal.

Cosas que no podemos controlar

El apóstol Pablo no fue el primero en aconsejar a sus lectores que debían sujetarse a las autoridades civiles. El precedente está en el Antiguo Testamento, y no fue un rey poderoso quien lo determinó, sino la Autoridad divina. Es sabio vivir según esta norma porque, dentro de lo que sea posible, debe haber orden en la tierra. El gobierno romano tenía sus fallos y cometía injusticias, incluyendo la persecución a los cristianos, pero Pablo mandó a la iglesia en Roma que fueran ciudadanos obedientes y sumisos. Los gobernantes necesitan sabiduría para tratar los asuntos de estado y saber cómo interpretar correctamente cada situación. Salomón no está promocionándose a sí mismo como un rey que, naturalmente, demandaría obediencia, sino como un mensajero de Dios para el bienestar del pueblo.

Eclesiastés 7

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Capítulo 7

      1. Mejor es el buen nombre que el buen ungüento, y el día de la muerte que el día del nacimiento.  
      2. Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón. 
      3. Mejor es la tristeza que la risa, porque cuando el rostro está triste el corazón puede estar contento. 
      4. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer. 
      5. Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios. 
      6. Porque como crepitar de espinos bajo la olla, así es la risa del necio. Y también esto es vanidad.

La tristeza comparada con la risa

Es importante tener presente que, tras la mentalidad tan fascinante de Salomón, está la inspiración del Espíritu Santo. Está considerando las cosas desde la perspectiva divina y, esta verdad, es lo que hace que sus pensamientos sean provechosos para nuestras vidas. Es obvio que, cualquiera que hable como este predicador, no tendrá popularidad.

El escritor empieza el capítulo con una declaración sobre un buen nombre y continúa comparando la tristeza con la risa. Tengo que creer que hay un propósito al mencionar uno después del otro, para así poder mostrar qué actitudes conducen a tener un buen nombre. Los nombres en la Biblia tienen significado y se refieren al carácter de la persona; cuando éste cambia, entonces le es cambiado el nombre. Por eso, un buen nombre, significa un buen carácter que, como dice Salomón, es mejor manifestar un buen carácter que un ungüento precioso. Deja tras sí mejor aroma que el perfume caro.