Ninguna boda, ningún funeral
Capítulo 16
Sin más ritos funerales
1. Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2. No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.
3. Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra:
4. De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.
5. Porque así ha dicho Jehová: No entres en casa de luto, ni vayas a lamentar, ni los consueles; porque yo he quitado mi paz de este pueblo, dice Jehová, mi misericordia y mis piedades.
6. Morirán en esta tierra grandes y pequeños; no se enterrarán, ni los plañirán, ni se rasgarán ni se raerán los cabellos por ellos;
7. ni partirán pan por ellos en el luto para consolarlos de sus muertos; ni les darán a beber vaso de consolaciones por su padre o por su madre.
Un profeta no solamente habla palabras proféticas, sino que vive una vida profética. Su llamamiento afecta cada área de su existencia y, la gente, a su alrededor, no solamente escucha la palabra del Señor, sino que observa su estilo de vida como una señal. Este es el caso de Jeremías.
Antes de proceder con el capítulo, sería bueno prestar atención al panorama
que había en el mundo cuando Pablo escribió su primera carta a los corintios.
Mientras introducía el evangelio en Corinto conoció a Aquila y a Priscila, que
estaban entre los judíos a los que el emperador Claudio mandó salir de Roma, donde
no se favorecía ni a los judíos ni a los cristianos. Claudio reinó desde el año
41 d.C. hasta el 54 d.C.
Es muy probable que Pablo escribiera a los corintios durante el tiempo del emperador romano, Nerón, que sucedió a Claudio. Claudio se casó con la madre de Nerón, después de la muerte del padre de este, y lo adoptó a la edad de 13 años. Los historiadores describen a Nerón como un hombre tirano, autoindulgente, compulsivo, corrupto y depravado; un pervertido sexual. Mató a su propia madre y muchos le atribuyen el incendio de Roma, aunque él culpó a los cristianos, que fueron su “chivo expiatorio” por su crimen, y por eso a muchos les quemó vivos. Se suicidó en el año 68 d.C.
Dos años después, el general romano, Tito, destruyó Jerusalén y provocó la huida de los judíos de su patria. El evento afectó al cristianismo dondequiera; sufrió persecución, razón por la que Pablo expresa, en el capítulo 7, versículo 26, “la presente aflicción”. Advirtió a los que quisieran casarse durante este tiempo, que “tendrán problemas en esta vida, y yo os los quiero evitar” (v.28). Parece que está refiriéndose a la tristeza familiar que incluía la separación: “De modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran” (v.29).
Hemos leído o escuchado de algunas personas, como Richard Wurmbrand, que sufrió en una prisión comunista. El mayor sufrimiento fue tener que estar separado de su hijo y de su esposa, y saber que ella tuvo que cavar un túnel con otras mujeres perseguidas en Rumania. Muchos cristianos tuvieron que soportar la separación de sus familias en los países comunistas y, por supuesto, no tengo que describir los horrores que experimentaron los judíos durante el nazismo.
Ahora observamos que, mientras en Ucrania los maridos se quedan en su país, luchando por su patria, muchos de sus familiares huyen a otras naciones. Los europeos y los americanos deben saber que el juicio de Dios seguramente vendrá sobre sus continentes, debido a la multitud de bebés que han asesinado en el seno de sus madres, y por abrir la puerta a toda clase de perversión sexual, incluso al casamiento entre homosexuales. El peligro irá de mal en peor a medida que nos aproximamos a la Gran Tribulación.
El Señor, en su bondad, cuida a Jeremías, diciéndole que no tome esposa ni forme una familia debido a la situación en Jerusalén (v.2). Por su biografía sabemos que, en un futuro cercano, será encarcelado, será llevado a la fuerza a Egipto y, finalmente, será matado allí. También está sirviendo de ejemplo a todos los judíos, ya que el juicio se ve venir por el horizonte. Jeremías, igual que Pablo, se quedó soltero.
En el tiempo de Jeremías, seguro que algunos, aunque fuera una minoría, entendieron por su ejemplo y su palabra. Sin embargo, el versículo 3 se dirige a la población en general y, el versículo 4, profetiza su muerte: “De muertes crueles morirán.” Los muertos serán tan numerosos que ya no se harán funerales. Familias enteras serán aniquiladas, sin quedar ninguno para lamentar o sepultarles. Hemos oído de las fosas comunes y, mientras escribo, no del pasado, sino tan presente como en Ucrania hoy, las están cavando. En Judá, sin embargo, no hubo oportunidad de cavar sepultura alguna y los cadáveres quedaron tirados bajo el cielo. Murieron debido a la guerra, a la hambruna y al asedio, y las aves y otros animales los devoraron.
El Señor abandona Su misericordia y Su bondad amorosas, y la justicia demanda que Jeremías responda igual, porque el castigo recibido no es comparable al pecado cometido (v.5). De hecho, la pena es menos que el crimen, y el juicio que cayó queda como una lección para todos los lectores del libro. El que reconoce la santidad infinita y la soberanía del Dios Omnipotente, entenderá que esto es cierto y justo. Fíjate en la cruz, amigo, si quieres ver el justo juicio del Padre. Fíjate en el Hombre que está sobre la cruz, irreconocible tras haber sido golpeado y azotado. La sangre fluye de Sus manos, de Sus pies, de Su costado y de Su frente. Su sangre de vida es vertida, gota a gota, sobre la tierra, mientras Dios derrama Su ira sobre Él. El pecado infinito de la humanidad contra un Dios infinitamente santo demanda un castigo infinito. El sacrificio infinito del Hijo de Dios es el único remedio. Los falsos profetas que dicen que un infierno eterno es algo desproporcionado con respecto al pecado cometido, desprecian miserablemente la cruz y blasfeman y deshonran la santidad de Dios. Los versículos 6 y 7 describen el fin de todos los ritos funerarios para los jóvenes y maduros en Judá.
La maldad se incrementa más y más
8. Asimismo, no entres en casa de banquete, para sentarte con ellos a comer o a beber.
9. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo haré cesar en este lugar, delante de vuestros ojos y en vuestros días, toda voz de gozo y toda voz de alegría, y toda voz de esposo y toda voz de esposa.
10. Y acontecerá que cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, te dirán ellos: ¿Por qué anuncia Jehová contra nosotros todo este mal tan grande? ¿Qué maldad es la nuestra, o qué pecado es el nuestro, que hemos cometido contra Jehová nuestro Dios?
11. Entonces les dirás: Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos de dioses ajenos, y los sirvieron, y ante ellos se postraron, y me dejaron a mí y no guardaron mi ley;
12. y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque he aquí que vosotros camináis cada uno tras la imaginación de su malvado corazón, no oyéndome a mí.
13. Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido, y allá serviréis a dioses ajenos de día y de noche; porque no os mostraré clemencia.
Desde el tiempo en el que Jeremías recibe esta ciertísima profecía del Señor, para él todas las celebraciones se han acabado (v.8). Recuerda que él es una señal para sus conciudadanos y, durante su vida, la destrucción caerá sobre la tierra, haciendo imposible que se celebren bodas (v.9). Recuerda otra vez lo que dijo Pablo sobre “la presente aflicción”.
Es la dureza del corazón la que subestima la atrocidad del pecado, y es la única razón por la que el pueblo puede preguntarse ‘¿por qué?’, sobre el juicio venidero. Observa la ceguera, la ignorancia y la falta del temor de Dios. El pueblo anda en un mundo irreal de sueños. Piensa que el desastre es demasiado grave y que su pecado es pequeño. Su pregunta refleja, una vez más, como subestiman la santidad del Señor (v.10).
Pero todavía Dios tiene la paciencia suficiente para contestarles. Primeramente, Él revela un problema procedente de sus genes espirituales. La naturaleza adámica es incurable, irreparable y tiene que ser destruida (v.11). Además, es idólatra, no tiene temor de Dios o, como sabemos por medio del Nuevo Testamento, manifiesta el espíritu del anticristo. Se opone y se rebela contra el Creador y el Salvador desde la profundidad de su corazón. Sus antepasados ya habían elegido el camino de la maldad.
Toda la humanidad camina en dirección opuesta, siempre más lejos de Dios, aumentando siempre las infracciones de Su ley. Esta es la segunda respuesta que Dios da a su pregunta. Su culpabilidad, en el tiempo de Jeremías, fue peor que la de sus padres. La degeneración de la humanidad es un principio bíblico y una verdad que nadie puede negar: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 T.3:13). Mientras las conciencias se endurecen, la probabilidad de escuchar la palabra y arrepentirse es siempre menor (v.12). Piensa cómo ha empeorado la maldad del hombre durante los años, al llegar al estado en el que se encuentra ahora.
Fíjate en el pronóstico de Pablo a Timoteo sobre los hombres de los últimos días… ¡en los que vivimos! “Amadores de si mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobediente a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 T.3:2-5).
En el tiempo de Jeremías, el Señor los expatrió y los puso bajo un gobierno impiadoso y severo. Allí, durante veinticuatro horas al día, siete días a la semana, aprenderán el tratamiento que reciben los seguidores de Satanás, donde la mano benigna de Dios no es conocida. Si no hay arrepentimiento, llegará el tiempo en el que no habrá más lugar para ellos sobre la faz del mundo que Dios creó, y serán echados en el Lago de Fuego (v.13).
Un retorno después de una retribución
14. No obstante, he aquí vienen días, dice Jehová, en que no se dirá más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto;
15. sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres.
16. He aquí que yo envío muchos pescadores, dice Jehová, y los pescarán, y después enviaré muchos cazadores, y los cazarán por todo monte y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos.
17. Porque mis ojos están sobre todos sus caminos, los cuales no se me ocultaron, ni su maldad se esconde de la presencia de mis ojos.
18. Pero primero pagaré al doble su iniquidad y su pecado; porque contaminaron mi tierra con los cadáveres de sus ídolos, y de sus abominaciones llenaron mi heredad.
Un dicho popular en el día de Jeremías fue: “Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto” (v.14). Proclamaba las obras históricas y sin igual del Dios de Israel, librando a Su pueblo de la esclavitud de Egipto. Lo hizo a través de hechos sobrenaturales y después las noticias fueron dispersadas por todo el mundo conocido. Por la manera en la que manifestó Su poder, Su nombre fue glorificado y temido dondequiera.
Sin embargo, Jeremías profetiza acerca de otro día que vendría, igual que la liberación de Egipto, y después se levantaría otro proverbio: “Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres” (v.15). Después de las predicciones seguras y horrorosas de lo que estaba por acontecer, viene una palabra maravillosa de esperanza.
Setenta años después, puedes leer acerca de la asombrosa serie de eventos que acontecieron, abriendo las puertas de la cautividad para el regreso de los cautivos a su patria, predicho en Isaías 44:28-45:13. Isaías ya había mencionado, sobrenaturalmente, a un futuro emperador de Persia, un siglo antes de que naciera. Su nombre fue Ciro, y Dios le llamó “Su siervo”. Todavía no había nacido, o quizás era muy niño en el tiempo de Jeremías. Ciro escribiría un decreto que libraría a Israel, después de 70 años de cautividad, haciendo volver el pueblo a su tierra. En Ciro, en lugar de un Faraón obstinado, tenemos a un “siervo” muy dispuesto.
Pienso que, probablemente Daniel, muy estimado en Persia, informó a Ciro acerca de la profecía de Isaías. Después, Esdras, no como profeta sino como historiador, escribe lo siguiente: “Despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia” (Esd.1:1). Un Ciro muy compasivo, decretó que él apoyaría a los judíos para reedificar su templo y proclamó: “Jehová Dios de Israel (Él es el Dios) …” (Esd.1:3). Es probable que los eventos de Ester ocurrieran antes de los de Esdras (capítulos 7-10) y Nehemías, aunque algunos piensan que el rey Artajerjes es Asuero, marido de Ester. Otros creen que es el siguiente rey y que Ester era su madrasta. De todos modos, él confirmó el respaldo de Persia a Israel, con una atención que reveló claramente su temor de Dios (fíjate en Esdras 7:12-26). Obviamente, la reina Ester y Mardoqueo le habían influido grandemente, como también le influyeron los eventos tras las malignas intenciones de Amán.
Después de mis muchos comentarios negativos sobre los tiempos en que vivimos, me da bastante placer poder anunciar que hay esperanza en el siglo XXI de que Dios haga una obra nueva y poderosa. El Calvario proveyó el derramamiento del día de Pentecostés, que bautizó a 120 discípulos en el río infinito del Espíritu Santo:
Como poderosos ríos,
Derramó gracia y amor;
Y a este mundo culpable,
Su justicia y paz besó.
Estas palabras son del himno de amor cantado en el avivamiento de Gales en 1905, y el suministro desde el Calvario no ha disminuido. Todavía hay suficiente, como siempre, para un refrigerio poderoso en los últimos tiempos desde las puertas de la gloria.
Antes de que Israel pueda regresar, como declara el versículo 18, los ojos del Señor descubrirán a cada judío escondido. Serán hallado por “pescadores”, seguidos de “cazadores” enemigos que no dejarán que falte ninguno de ellos (vs.16-17). Aprendimos en el anterior capítulo acerca de la búsqueda babilónica, encontrándoles a todos. La exhaustividad de la búsqueda será inspirada por el Dios ofendido de Israel. Ellos han deshonrado la Tierra Prometida que el Señor dio a los patriarcas y a sus descendientes.
Es Su tierra donde Él llevará a cabo sus propósitos eternos, y los arrendatarios han sido infieles. Jesús demostró el hecho en una parábola en Mateo 21:33-42. Los arrendatarios se hicieron enemigos del Dueño y mataron a Su Hijo. La profecía de Jeremías se combina con la parábola de Señor, hablando de cómo los gentiles harán caso a la verdad de la palabra mientras los judíos rechazan a su Mesías.
Esperanza para los gentiles
19. Oh, Jehová, fortaleza mía y fuerza mía, y refugio mío en el tiempo de la aflicción, a ti vendrán naciones desde los extremos de la tierra, y dirán: Ciertamente mentira poseyeron nuestros padres, vanidad, y no hay en ellos provecho.
20. ¿Hará acaso el hombre dioses para sí? Mas ellos no son dioses.
21. Por tanto, he aquí les enseñaré esta vez, les haré conocer mi mano y mi poder, y sabrán que mi nombre es Jehová.
El Propietario abrió Su viña a los gentiles, ofreciéndoles el evangelio y sí, Él destruyó a los malos en el año 70 d.C. El profeta alabó al Señor por ser fiel, proveyéndole fuerza y refugio de los que le afligían. No confió en sus propias defensas, sino que encontró todo en el Señor.
El Señor no fallará, a pesar de la infidelidad de Su nación terrenal, sino que, por medio de su fracaso, traerá salvación a toda la tierra. Pero al hacerlo, no significa que haya abandonado totalmente a los judíos. Vamos a dejar que Pablo describa el desarrollo de Su plan: “Por su transgresión vino la salvación a los gentiles” (Ro.11:11). Provocados a celos, los judíos también se volverán al Señor: “Por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia” (Ro.11:31). Asombrado por lo maravilloso que es Su plan, brota una alabanza del corazón de Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro.11:33).
Desde los confines de la tierra, los gentiles verán la luz sobre las mentiras que les han engañado a través de los muchos siglos y se arrepentirán (v.19). Darán la espalda a sus dioses falsos, verán la vanidad de sus religiones nativas, y sus ojos se abrirán para conocer la verdad. Considera la lógica del versículo 20: Si un dios es un ser superior, de modo que los hombres lo adoran, ¿cómo pueden los hombres, siendo inferiores, crear algo superior, digno de ser adorado?
El hombre en el mundo pagano descubrirá al Dios vivo y verdadero, pero tendrá que ser iluminado por Dios mismo. Su verdad será respaldada por el poder de Su mano poderosa. Cada vez que el evangelio es predicado, el Nuevo Testamento da testimonio a los judíos y a los gentiles con señales poderosas y maravillas. En este versículo, Jeremías también enseña el principio que hará a los gentiles someterse a Su señorío. Siempre ha sido así; la verdad de Dios y Su poder obran unidos, para que la gente, en cualquier lugar, reconozca y se rinda a Él, Quien es Señor sobre todos.
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