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Lowell Brueckner

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Dos cestas de higos

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Capítulo 24

Higos muy buenos y muy malos

1.      Después de haber transportado Nabucodonosor rey de Babilonia a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, a los príncipes de Judá y los artesanos y herreros de Jerusalén, y haberlos llevado a Babilonia, me mostró Jehová dos cestas de higos puestas delante del templo de Jehová. 

2.      Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas; y la otra cesta tenía higos muy malos, que de malos no se podían comer. 

3.      Y me dijo Jehová: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Higos; higos buenos, muy buenos; y malos, muy malos, que de malos no se pueden comer. 

4.      Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 

5.      Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré a los transportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para bien. 

6.      Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra, y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. 

7.      Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón. 

8.      Y como los higos malos, que de malos no se pueden comer, así ha dicho Jehová, pondré a Sedequías rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén que quedó en esta tierra, y a los que moran en la tierra de Egipto. 

9.      Y los daré por escarnio y por mal a todos los reinos de la tierra; por infamia, por ejemplo, por refrán y por maldición a todos los lugares a donde yo los arroje.

10.  Y enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres. 

 El apóstol Pablo, que hizo uso de tantos principios valiosos del Antiguo Testamento para formar las doctrinas del Nuevo, dijo: “El labrador que trabaja debe ser el primero en recibir su parte de los frutos” (2 Ti.2:6 LBLA). Este dicho es verdad tanto en términos espirituales, por lo que uno recibe de la palabra de Dios, como en las cosas naturales. El profeta, predicador o maestro de la verdad bíblica tiene que escuchar primeramente del Señor para poder dar el mensaje a la gente.

¿La palabra de Dios o sueños?

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  Capítulo 23 (parte II)

 

 Profetas autodesignados, andando en el engaño de sus propios corazones      

 21. No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. 

22. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y yo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras. 

23.   ¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? 

24.  ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?

25. Yo he oído lo que aquellos profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé.  

26. ¿Hasta cuándo estará esto en el corazón de los profetas que profetizan mentira, y que profetizan el engaño de su corazón?

27. ¿No piensan cómo hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero, al modo que sus padres se olvidaron de mi nombre por Baal?

28  El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová

29. ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

      30. Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras             cada uno de su más cercano.

31. Dice Jehova: He aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho.

      32.  He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuenta                    y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les                   mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová.

 Jesús llamó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan para que fuesen pescadores de hombres (Mc.1:16-20). Él estuvo toda una noche en oración antes de elegir a doce hombres para que fuesen apóstoles (Lc.6:12-13). Después designó a otros setenta, a quienes mandó salir de dos en dos (Lc.10:1). Pablo, a menudo, nos dice que él fue llamado a ser apóstol. Cada profeta fue llamado por Dios, y reyes y sacerdotes fueron ungidos por Su mandato. En el principio de este libro leímos del llamamiento de Jeremías: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (1:5). El llamamiento divino es esencial para cada ministerio genuino. 

Un rebaño llevado al error

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Capítulo 23 (parte I)

 

Vendrá un Rey de justicia 

 

      1.      ¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño!, dice Jehová.

       2.      Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová. 

3.      Y yo mismo recogeré el remanente de mis ovejas de todas las tierras adonde las eché, y las haré volver a sus moradas; y crecerán y se multiplicarán. 

4.      Y pondré sobre ellas pastores que las apacienten; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán menoscabadas, dice Jehová. 

5.      He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. 

6.      En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra. 

7.      Por tanto, he aquí que vienen días, dice Jehová, en que no dirán más: Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, 

8.      sino: Vive Jehová que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de tierra del norte, y de todas las tierras adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra. 

 El Señor siempre ha visto a Israel como una manada de ovejas necesitadas de cuidado, y los que están encargados de su bienestar son llamados pastores. Tenemos la misma terminología en el Nuevo Testamento, donde a los pastores también se les llama ancianos y obispos (literalmente, supervisores) en la iglesia, y Pedro, siendo él mismo un anciano, les ruega que cumplan con su oficio: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P.5:2-3).

La casa de los reyes de Judá

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Capítulo 22

 

Salum o Joacaz

 

1. Así dijo Jehová: Desciende a la casa del rey de Judá, y habla allí esta palabra, 

      2.  y di: Oye palabra de Jehová, oh rey de Judá que estás sentado sobre el trono de David, tú, y tus siervos, y tu pueblo que entra por estas puertas. 

3. Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar. 

4.     Porque si efectivamente obedeciereis esta palabra, los reyes que en lugar de David se sientan sobre su trono, entrarán montados en carros y en caballos por las puertas de esta casa; ellos, y sus criados y su pueblo. 

5.     Mas si no oyereis estas palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehová, que esta casa será desierta. 

6.     Porque así ha dicho Jehová acerca de la casa del rey de Judá: Como Galaad eres tú para mí, y como la cima del Líbano; sin embargo, te convertiré en soledad, y como ciudades deshabitadas. 

7.     Prepararé contra ti destruidores, cada uno con sus armas, y cortarán tus cedros escogidos y los echarán en el fuego. 

8.     Y muchas gentes pasarán junto a esta ciudad, y dirán cada uno a su compañero: ¿Por qué hizo así Jehová con esta gran ciudad?

9.     Y se les responderá: Porque dejaron el pacto de Jehová su Dios, y adoraron dioses ajenos y les sirvieron. 

10.  No lloréis al muerto, ni de él os condoláis; llorad amargamente por el que se va, porque no volverá jamás, ni verá la tierra donde nació. 

11.  Porque así ha dicho Jehová acerca de Salum hijo de Josías, rey de Judá, el cual reinó en lugar de Josías su padre, y que salió de este lugar: No volverá más aquí, 

12.  sino que morirá en el lugar adonde lo llevaron cautivo, y no verá más esta tierra. 

El destino del rey Sedequías

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Capítulo 21

 Dios es el enemigo de Jerusalén

       1.  Palabra de Jehová que vino a Jeremías, cuando el rey Sedequías envió a él a Pasur hijo de Malquías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que le dijesen:   

      2.      Consulta ahora acerca de nosotros a Jehová, porque Nabucodonosor rey de Babilonia hace guerra contra nosotros; quizá Jehová hará con nosotros según todas sus maravillas, y aquél se irá de sobre nosotros. 

 3.      Y Jeremías les dijo: Diréis así a Sedequías: 

 4.      Así ha dicho Jehová Dios de Israel: He aquí yo vuelvo atrás las armas de guerra que están en vuestras manos, con que vosotros peleáis contra el rey de Babilonia; y a los caeos que están fuera de la muralla y os tienen sitiados, yo los reuniré en medio de esta ciudad. 

 5.      Pelearé contra vosotros con mano alzada y con brazo fuerte, con furor y enojo e ira grande. 

 6.      Y heriré a los moradores de esta ciudad, y los hombres y las bestias morirán de pestilencia grande.  

7.      Después, dice Jehová, entregaré a Sedequías rey de Judá, a sus criados, al pueblo y a los que queden de la pestilencia, de la espada y del hambre en la ciudad, en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, en mano de sus enemigos y de los que buscan sus vidas, y él los herirá a filo de espada; no los perdonará, ni tendrá compasión de ellos, ni tendrá de ellos misericordia. 

 El estudio de este capítulo de Jeremías es breve. Recordemos que Jeremías no organizó su libro cronológicamente. Lo que hallamos en este capítulo se relaciona con lo que pasa en los capítulos 37 y 38, en los que se mencionan a los mismos sacerdotes: Pasur, hijo de Malquías (38:1), y Sofonías, hijo de Maasías (37:3). El mensaje de Jeremías es idéntico en estas dos porciones: 21:9; 38:2.

 En el caso de estos dos sacerdotes no tenemos la introducción normalmente utilizada, de padre e hijo, sino según su clase o grupo. El último capítulo nombra a Pasur, hijo de Imer, significando su pertenencia, según sus antepasados, al grupo dieciséis de sacerdotes, que en el día de David, quien los organizaba, era Imer. En este capítulo, reconocemos que este es un Pasur diferente, perteneciente a la quinta clase de Malquías. Sofonías, hijo de Maasías, pertenecía al grupo veinticuatro (puedes ver las clases en 1 Cr.24:7-18).

El Soberano sobre el destino

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Jeremías 20

 

Jeremías perseguido por Pasur; el destino de Pasur

      1.      El sacerdote Pasur hijo de Imer, que presidía como príncipe en la casa de Jehová, oyó a Jeremías que profetizaba estas palabras. 

      2.      Y azotó Pasur al profeta Jeremías, y lo puso en el cepo que estaba en la puerta superior de Benjamín, la cual conducía a la casa de Jehová. 

      3.      Y el día siguiente Pasur sacó a Jeremías del cepo. Le dijo entonces Jeremías: Jehová no ha llamado tu nombre Pasur, sino Magor-misabib. 

4.      Porque así ha dicho Jehová: He aquí, haré que seas un terror a ti mismo y a todos los que bien te quieren, y caerán por la espada de sus enemigos, y tus ojos lo verán; y a todo Judá entregaré en manos del rey de Babilonia, y los llevará cautivos a Babilonia, y los matará a espada. 

5.      Entregaré asimismo toda la riqueza de esta ciudad, todo su trabajo y todas sus cosas preciosas; y daré todos los tesoros de los reyes de Judá en manos de sus enemigos, y los saquearán, y los tomarán y los llevarán a Babilonia. 

6.      Y tú, Pasur, y todos los moradores de tu casa iréis cautivos; entrarás en Babilonia, y allí morirás, y allí serás enterrado tú, y todos los que bien te quieren, a los cuales has profetizado con mentira. 

 El número de sacerdotes había aumentado, de modo que era imposible que pudieran participar todos juntos en el servicio del templo al mismo tiempo. Por eso, David les dividió en veinticuatro grupos o clases; en 1 Crónicas 24 vemos acerca de este asunto. Cada sacerdote era descendiente de Aarón. Los primeros dos hijos de Aarón, Nadab y Abiú, murieron por haber ofrecido fuego extraño delante del Señor, quedando solamente Eleazar e Itamar. Dieciséis grupos descendieron de Eleazar y ocho de Itamar. Cada clase tomaba su turno en el templo durante una semana, tradición que continuó también en el Nuevo Testamento. Zacarías, el padre de Juan Bautista, fue de la octava clase de Abías (Lc.1:5; 1 Cr.24:10).

 El sacerdote, Pasur, que aparece en este capítulo, era descendiente de Imer, de la división dieciséis. Debemos reconocer su alta posición entre los principales del sacerdocio. La palabra hebrea, nagid, significaba el nivel más alto, es decir, el sumo sacerdote, traducido como príncipe en 1 Crónicas 9:11 y en Nehemías 11:11. El segundo título pertenecía a Pasur, el del pachid (hebreo) o diputado del sumo sacerdote, traducido como príncipe en RV60 y oficial principal en la LBLA, versículo 1, traducciones que no hacen distinción entre nagid y pachid.

 Pasur, al ser informado de lo que Jeremías había profetizado en el capítulo 19, le azotó o, como dice LBLA, le hizo azotar y lo puso en el cepo, encarcelándole en la puerta superior de Benjamín, cerca del templo. Aunque le puso en libertad el siguiente día, Jeremías le profetizó las consecuencias de su comportamiento: “Jehová no ha llamado tu nombre Pasur, sino Magor-misabib”, que significa terror por todos lados (v.3). La gente quizás le seguía por su alto oficio, pero el propósito de Dios prevalecería contra él. Su acción injusta contra el siervo de Dios cambió su destino hacia un peligro aterrador. Él mismo fue el culpable, y las consecuencias se extenderán a sus seguidores, que morirán bajo la espada de sus enemigos, y Pasur será testigo cuando el Señor entregue a Israel a los babilonios (v.4).

Una vasija hecha pedazos

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Jeremías 19

  Uso de parábolas, para bien y para mal

      1.      Así dijo Jehová: Ve y compra una vasija de barro del alfarero, y lleva contigo de los ancianos del pueblo, y de los ancianos de los sacerdotes;     

       2.       y saldrás al valle del hijo de Hinom, que está a la entrada de la puerta oriental, y proclamarás allí las palabras que yo te hablaré. 

 Dios utiliza las parábolas e ilustraciones que da a Jeremías como lecciones visuales para impresionar a Israel acerca de los juicios que Él les mandará, empezando en el capítulo 1 con una vara de almendro y una olla hirviendo. Continúa así capítulo tras capítulo, una ilustración tras otra, llegando al capítulo 18 con el alfarero. En este capítulo, Jeremías compra una vasija de barro y la rompe (v:10). Esta manera de formar mensajes con ilustraciones es muy común en el ministerio de los profetas y nos demuestra algo acerca de los métodos de enseñanza utilizados por el Señor.

 Voy a tomar tiempo y espacio para ver un hecho muy importante, relacionado con las parábolas. Jesús contestó a una pregunta retorcida acerca de pagar tributo al Cesar, mostrando un denario y apuntando a la imagen. Dijo que como la imagen del Cesar estaba en el denario, el pueblo debía devolverle el impuesto a él. Por otro lado, la gente debe su vida a Dios, porque Su imagen está en ellos y han sido creados para Su placer: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gé.1:27).   

 El corazón de Israel se endureció de forma progresiva, generación tras generación, de modo que, al venir Cristo, había alcanzado la cumbre de sedición contra el Reino de Dios, provocándole a poner sobre el pueblo la culpabilidad acumulada durante todos los siglos: “¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!... para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación” (Mt.23:32;35-36). Cayeron al más bajo nivel de rebelión posible, crucificando a su Mesías y auto pronunciando una terrible maldición, que continúa en vigor después de dos mil años: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt.27:25).

La parábola del alfarero

  


Capítulo 18

 La parábola 

     1. Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: 

2.  Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. 

      3. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.

      4. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. 

 Esta alegoría del alfarero y el barro es muy relatada y comentada por los maestros y predicadores de la Biblia. Ahora la tenemos delante nuestro para que la contemplemos e intentemos aprender de ella.

 El versículo 1 nos dice que el Señor es la fuente de esta lección, y el Espíritu Santo nos ilustra el principio divino, escribiendo con pluma de vidas humanas en sus ocupaciones cotidianas (lee 2 Co.3:3). Él insta a Jeremías para que vaya a casa del alfarero para observar su trabajo y, por medio de ello, escuchar la palabra del Señor. Entonces Jeremías toma su pluma y lo escribe, primeramente, para el beneficio de su pueblo. Después, el Señor se ocupará de que Su palabra llegue a todo ser humano por medio de la Biblia (v.2). Te animo a hacer una pausa para pensar en la pérdida y las consecuencias que hubieran supuesto para el mundo, si el profeta hubiera sido infiel.

 El siervo del Señor obedece fielmente; los oídos de su corazón están abiertos para escuchar la instrucción vital, para que todas las generaciones futuras pudieran beneficiarse. El hebreo de aquel día podía entender fácilmente esta escena ya que, comúnmente, era una práctica en todo Judá. Él encuentra al alfarero ocupado en su trabajo con la rueda (v.3). Isaías, en su libro, ya proveyó algo de trasfondo a la ilustración, y Dios sigue enseñando soberanamente en varios de sus pasajes.

Las cargas sobre las bendiciones

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Capítulo 17

 Pecado esculpido

      1.  El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares, 

      2.     mientras sus hijos se acuerdan de sus altares y de sus imágenes de Asera, que están junto a los árboles frondosos y en los collados altos, 

3.     sobre las montañas y sobre el campo. Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio. 

4.     Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá. 

 Me impresiona que el Espíritu Santo, tan claramente, utilice el ejemplo de Israel, hasta cierto punto, para enseñar cual es la condición imposible de toda la raza humana. El primer versículo declara que el pecado de Israel no es ningún secreto; el texto declara que está escrito como con un cincel de hierro, o esculpido, como con la punta del diamante, para testificar de la depravación del judío. El diamante es la piedra más dura que existe e ilustra la condición de la naturaleza caída, esculpida sobre lo más profundo del ser humano, como si fuera una tabla. Esta impresión maligna no se desgasta, ni puede ser borrada.

 Tras demostrar la presencia del pecado en el ser interior de la personalidad hebrea, enfoca la manera en la que marca su religión… ilustrada por los cuernos de sus altares. En la verdadera religión, originada por Moisés, había cuatro cuernos, cubiertos de bronce, en las cuatro esquinas del altar. El sacerdote ponía, con el dedo, sangre del sacrificio sobre los cuernos, revelando la Fuente de Vida, inmolada como un substituto para el pecado del que ofrecía sacrificio. 

 Sin embargo, los altares idólatras de Judá, en los días de Jeremías, solamente mostraban una nación entregada a la traición contra su Creador y Dios. El caso de Israel parece especialmente vergonzoso, ya que fue elegido divinamente y fue extremamente privilegiado. Pero estoy convencido de que, si cualquier otra nación hubiera estado en la misma situación que Israel, habría fracasado igualmente. El fracaso se debe a la enorme deprava ción y a la perversidad de la naturaleza caída de la humanidad.  

Ninguna boda, ningún funeral

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 Capítulo 16



Sin más ritos funerales

1.      Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 

2.      No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.

3.      Porque así ha dicho Jehová acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, de sus madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra: 

4.      De dolorosas enfermedades morirán; no serán plañidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra; con espada y con hambre serán consumidos, y sus cuerpos servirán de comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra. 

5.      Porque así ha dicho Jehová: No entres en casa de luto, ni vayas a lamentar, ni los consueles; porque yo he quitado mi paz de este pueblo, dice Jehová, mi misericordia y mis piedades. 

6.      Morirán en esta tierra grandes y pequeños; no se enterrarán, ni los plañirán, ni se rasgarán ni se raerán los cabellos por ellos; 

7.      ni partirán pan por ellos en el luto para consolarlos de sus muertos; ni les darán a beber vaso de consolaciones por su padre o por su madre.

 Un profeta no solamente habla palabras proféticas, sino que vive una vida profética. Su llamamiento afecta cada área de su existencia y, la gente, a su alrededor, no solamente escucha la palabra del Señor, sino que observa su estilo de vida como una señal. Este es el caso de Jeremías.

 Antes de proceder con el capítulo, sería bueno prestar atención al panorama que había en el mundo cuando Pablo escribió su primera carta a los corintios. Mientras introducía el evangelio en Corinto conoció a Aquila y a Priscila, que estaban entre los judíos a los que el emperador Claudio mandó salir de Roma, donde no se favorecía ni a los judíos ni a los cristianos. Claudio reinó desde el año 41 d.C. hasta el 54 d.C.

Viernes Santo

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ESTÁIS TODOS INVITADOS

 

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Ningún Compromiso

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Capïtulo 15

Límite a la intercesión

1.      Me dijo Jehová: Si Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo; échalos de mi presencia, y salgan. 

2.      Y si te preguntaren: ¿A dónde saldremos? les dirás: Así ha dicho Jehová: El que a muerte, a muerte; el que a espada, a espada; el que a hambre, a hambre; y el que a cautiverio, a cautiverio.

3.      Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová: espada para matar, y perros para despedazar, y aves del cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir. 

4.      Y los entregaré para terror a todos los reinos de la tierra, a causa de Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén. 

5.      Porque ¿quién tendrá compasión de ti, oh Jerusalén? ¿Quién se entristecerá por tu causa, o quién vendrá a preguntar por tu paz? 

En el capítulo 14, observamos tres maneras en las que el Señor responde a la oración. La primera y más importante es cómo Él responde positivamente. La segunda es una respuesta que vemos de vez en cuando en la Biblia, y es cuando el pueblo insiste en hacer su voluntad y Dios, finalmente, le da lo que han demandado, pero para su propio mal. La tercera es como experimentó Jeremías en el último capítulo… un rechazo, incluso en considerar su petición. Este capítulo empieza enfatizando el rechazo.

 Quizás Jeremías encuentre un poco de alivio al saber que no ha sido el único que fue rechazado. Está en compañía de algunos de los intercesores de más poder e integridad (v.1). El primero es Moisés. A menudo reconocemos, y hacemos bien en hacerlo, su maravillosa intercesión a favor de Israel, cuando Dios amenazaba con eliminar completamente a toda la raza. Pese a eso, creo que a veces subestimamos el ámbito del ministerio de Moisés en la oración. Sus oraciones intercesoras empezaron en Egipto, mucho tiempo antes de aquel periodo en el desierto, cuando Faraón pidió alivio (Éx 8:8) y Moisés clamó al Señor. Él le respondió, quitando la plaga. Hay alusiones a esto en 8:28-30, 9:27-33,10:16-18.

 Samuel fue un continuo intercesor para el pueblo de Israel. Después de que ellos quisieran seguir a las naciones a su rededor y pidieran un rey para gobernarles, el Señor consintió, pero después les manifestó su ira. El pueblo reconoció su pecado y rogó a Samuel que orase por ellos. Samuel contestó: Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto” (1 S.12:23).