La ascensión y la promesa de Su
regreso 6.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron,
diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este
tiempo?
7.
Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las
sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
8. pero recibiréis poder,
cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
9.
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado,
y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
10.
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre
tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con
vestiduras blancas,
11.
los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por
qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros
al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo.
Durante todo el tiempo que siguieron a Cristo, a los discípulos siempre les preocupó lo siguiente: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Por esa razón, Jacobo y Juan pidieron sentarse a Su derecha y a Su izquierda en Su gloria (Mc.10:37). Tenían el mismo concepto que los judíos, en general, respeto a la venida del Mesías. Pensaban que sería un gran Príncipe de paz, que libraría a Israel de la opresión de sus enemigos, especialmente de los romanos, que gobernaron sobre ellos durante Su tiempo en la tierra. Después de haber dado de comer a cinco mil hombres más sus familias, hubo un alto porcentaje de personas que quisieron hacerle rey: “Entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo” (Jn.6:15). Él siempre rehusó caminar por la senda que conducía a la popularidad, por esta razón mandó a aquellos que experimentaron Su poder milagroso que no publicaran lo bueno que había hecho por ellos.
¿Por qué, entonces, tenemos estas maravillosas obras escritas en la Biblia y proclamadas entre todas las naciones? La razón es claramente entendida por lo que Jesús mandó a Pedro, a Jacobo y a Juan, al descender del Monte de la Transfiguración: “No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos” (Mt.17:9). El consejo de no declarar Sus obras sobrenaturales no era algo de principios, sino de tiempo. Su misión, en ese tiempo, era la cruz y no un trono. Su reino físico vendrá en el Milenio. En el tiempo del libro de los Hechos, Él empezó a desarrollar un reino espiritual. Un compositor escribió: “Él observó Su reino desde una cruz”.