Un llamado a un Israel infiel
Favor de abrir tu Biblia a Jeremías, capítulo 3, para poder seguir el texto. No pondremos el texto entero, junto con el artículo...
Capítulo 3
El poder de Dios para salvación
“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mt.1:18-19). José se encontró con un gran dilema. Por supuesto, ignoraba completamente lo que Dios estaba haciendo y también la parte que él tenía en Su plan. Cualquier persona estaría en las mismas condiciones si el Señor no abriera su entendimiento. Juzgó la situación según la ley judaica y, haciéndolo, su único recurso era su información humana. Siendo un justo, concluyó que tenía que romper su compromiso conyugal con María, pero, como era un hombre compasivo y misericordioso determinó hacerlo privadamente, en secreto. La ley sólo podía llevarle hasta allí, no ofreciéndole ninguna otra alternativa para remediar el asunto.
La ley es buena, porque descubre el pecado y lo condena, pero no tiene poder para transformar; por otro lado, el evangelio “es poder de Dios para la salvación” (Ro.1:16). Cada cristiano debe darse cuenta de una verdad, relacionada con la que estamos considerando en el caso de José y María. El Espíritu Santo siempre se involucra en los asuntos del evangelio y María había concebido por el Espíritu Santo. Cuando Su presencia obra en una persona, tendrá dificultades, como José. También, cabe suponer, que esto trajo mucha crítica y rumores malignos acerca de María. El espíritu que hay en el mundo aborrece y se opone activamente a la obra del Espíritu Santo, y lo que Él hizo en el seno de una virgen fue una manifestación del evangelio, que es el “poder de Dios para la salvación”.
En este capítulo 3, Israel es simbolizado como una esposa infiel que debe ser abandonada por su Marido. Dios sería perfectamente justo si la rechazara y no volviese a involucrarse con ella. Sin embargo, el evangelio brota del corazón de un Dios de amor y misericordia y clama a ella ¡vuélvete a mí! Él siempre tiene que tratar el asunto del pecado, pero, al hacerlo, Israel encontrará compasión y hallará gracia para ser restaurada a una comunión con su Señor. El evangelio es revelado por todo el Antiguo Testamento y obra poderosamente, limpiando y transformando el corazón. Su perfecta justicia será satisfecha en la cruz.
Debemos recordar que este texto alegórico habla del estado espiritual de Israel. Espiritualmente, Israel es peor que una esposa divorciada que convive con otro hombre. Ha pecado con muchos amantes. Principalmente, la idolatría está en su corazón, deseando los dioses de las naciones a su alrededor. Las alturas desoladas (v.2, LBLA) son los lugares altos, a menudo mencionados en la historia de Israel y profundamente arraigados en su cultura. Pero fueron desolados y sin atracción natural. Sin embargo, atraen los corazones de las personas para adorar a dioses ajenos.
Cualquier pecado hecho contra seres humanos no puede compararse con la maldad de pecar contra nuestro Creador. Los primeros tres de los Diez Mandamientos tratan exclusivamente de la blasfemia y la idolatría. El cristiano tiene que llegar a entender que ofender a Dios es peor que el homicidio o el robo; es digno de una eternidad en el infierno.
Hay repercusiones inmediatas para llamar la atención de Israel. Han tenido sequías horribles; una duró tres años y medio, y llevó a los ciudadanos al canibalismo (v.3). Si estudias con cuidado Romanos, capítulo 1, verás que Dios muestra claramente su ira a la humanidad (Ro.1:18) por haber rechazado a su Creador. No le glorificaron, ni le dieron gracias (Ro.1:21).
Sobre esta base, Dios los entregó a la inmundicia entre sí (Ro.1:24-27), pero, recuerda, la raíz del problema es no tener en cuenta a Dios en sus mentes y cambiar Su verdad en mentira. Citaré Romanos 1:28 como ejemplo: “Como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”. Por su mal trato hacia Dios, brota la perversión sexual, la envidia, el homicidio, las contiendas, etc. (Ro.1:29). A pesar de todo lo malo que hay en él, su corazón endurecido no siente vergüenza por sus vergonzosas prácticas. Este fue el estado de Israel y este es el estado de la humanidad en general.
En el capítulo 2 de Jeremías, versículo 27, almas insensatas y engañadas llamaron a un árbol “mi padre” y dijeron a una piedra: “Tu me has engendrado”. Como el hijo pródigo volvió en sí y empezó a pensar en su padre, también es tiempo de que Israel despierte a la verdad. Cuando la gente le quita todo control de su vida y quiere ser independiente, no solamente se olvida de Dios, sino que esta es gobernada totalmente por su propia naturaleza, es decir, su propio camino, sin que pueda diferenciar entre lo que es bueno y lo que es malo. Pero cuando vuelven en sí y despiertan, piensan en las buenas cosas que Dios enseña (v.4): “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil.4:8).
Otra vez, como sucedió con el hijo pródigo, su pregunta fue: “¿Me recibirá mi padre? ¿Estará todavía airado conmigo y será así eternamente? ¿Estoy perdido para siempre? He hecho todo lo que era posible contra Él” (v.5).
Otra sesión profética con el Señor
En el versículo 6, Jeremías empieza a escribir acerca de otro encuentro profético con el Señor en los días de Josías. La palabra traducida como rebelde o infiel es una palabra fuerte en hebreo que quiere decir, dar la espalda a Dios e ir en otra dirección. El Señor llama a Jeremías para que observe los corazones apóstatas en las tribus del norte de Israel. No solamente puede escuchar acerca de ellos, él tiene que dar un testimonio personal. Ya habían sido llevados al cautiverio por su prostitución espiritual, abandonando al verdadero Dios durante generaciones. Practicaron una idolatría desenfrenada.
Después de hacer todo esto, el gran corazón de Dios la llamó para que volviera. El evangelio de gracia no fue anunciado por primera vez en el Nuevo Testamento. El pecado del Israel del norte fue infame, pero el corazón maligno de Judá, al sur, superó a su nación hermana. Judá es perfidia (v.7). La ilustración figurativa, papeles de divorcio, significa que Dios abandonó a Israel, ocasionando su cautividad en Asiria, donde fue llevada gran parte de la población. Mientras, los asirios, fueron a Israel para ocupar el territorio. Dios argumenta Su justicia en haberle abandonado, por la evidencia sobresaliente de haber cometido fornicación espiritual. Judá, aunque vio la invasión de Asiria y su conquista a Israel, no aprendió, porque no tenía temor de Dios en su corazón; actuó peor que Israel (v.8).
Esta profecía es especialmente para Judá. Dios quiere impresionar a Judá de lo terrible que es su propio pecado y las consecuencias tan terribles que sufrirá. Lo hace, enfatizando el alejamiento de Israel del norte, usando el fuerte termino, meshubah (dar la espalda a Dios) y las consecuencias que resultan. También, por esta razón, la prostitución de Israel se define como liviana, dando a entender que se hizo de forma ligera y sin temor. Fue hecha descuidada y locamente, deificando las piedras y los leños (v.9). Entonces Dios acusa a Judá que su perfidia es todavía peor.
Sin embargo, el pecado de Israel fue hecho abiertamente; Judá fue engañoso como lo fue su patriarca, Judá, antes de que experimentara una verdadera transformación, iniciada por José en colaboración con el Señor. En el versículo 10, se define la perfidia de Judá. Al atestiguar la caída de Israel del norte, ¡Judá se vuelve fingidamente y no de todo corazón! Ha llevado a cabo una simulación, un arrepentimiento parcial, que resultó en una farsa engañosa. Los predicadores justos de tiempos pasados llamaron a esta práctica en el cristianismo, una conversión espuria (falsa, ilegítima, no auténtica). Por conveniencia, la gente profesaba la fe en Cristo con reservas. Retenía algo, seguramente escondido, como dice el proverbio, un muerto en el ropero, que le costaba demasiado descubrir. Charles Finney se cuenta entre los que habló y escribió sobre conversiones espurias. También lo hizo Charles Spurgeon y, supongo, muchos otros verdaderos mensajeros del evangelio.
Según juzgaba Dios (y Él es el único que importa), el Israel infiel es más justo que el Judá pérfido (v.11). Jeremías tiene que llevar a cabo una misión maravillosa, enviando este mensaje del Señor al remanente que permaneció en el norte: “Vuélvete, oh rebelde Israel, no haré caer mi ira sobre ti, no guardaré para siempre el enojo” (v. 12).
Pero, hay una condición para que sea aceptado…, siempre la hay y siempre la habrá; tiene que reconocer su pecado. Según sea el reconocimiento de su pecado, será su arrepentimiento, es decir, su retorno a Dios. En cada verdadera conversión tiene que haber este reconocimiento, preferiblemente acompañado de un remordimiento profundo. Esto sólo será posible por medio de un profundo entendimiento sobre a Quien se ha ofendido… “contra Jehová tu Dios has prevaricado”. La gravedad de su pecado tiene que ser bien demostrada… “fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso”. Significa que han entregado los tesoros de su alma a fuerzas diabólicas, a los enemigos de Dios, y lo han hecho habitualmente. “Y no oíste mi voz…”. Han desobedecido a la Autoridad Soberana del universo, despreciando Su palabra (v.13).
Dios suplica como un Padre a sus hijos, pero también desde una relación más cercana todavía, la del matrimonio, el vínculo más unido que existe entre las relaciones humanas. Es un llamamiento individual para uno o dos a la vez, desde sus ciudades idólatras y familias. Por Su mano, Él los llevará a las bendiciones del Monte Sion (v.14). Para que les dirijan en su camino Él les dará pastores (anota la expresión figurativa) “que os apacienten con ciencia y con inteligencia”. En esta expresión están las riquezas del evangelio, tan preciosas como cualquiera de las encontradas en el Nuevo Testamento, “según Mi corazón”. El Señor está ofreciendo la libre gracia a un pueblo cargado de pecado (v.15).
Una mirada profética al futuro
Lo que vemos ahora no es Juan 3:16, sino Jeremías 3:16, pero de todos modos es el evangelio. Se refiere a un día cuando Israel ya no tendrá el arca del pacto en sus pensamientos, que fue el asiento de Dios en el tabernáculo del desierto. Se reunirán alrededor de Su trono en Jerusalén, cuando Jesús reine como Rey de reyes y Señor de señores. Sí, Jeremías está profetizando acerca del reino Milenial de Cristo. La claridad majestuosa que existe en este versículo y en los siguientes, no permite ninguna otra interpretación. No requiere, ni siquiera insinúa, la interpretación de un reemplazamiento de Israel por la iglesia. En este capítulo, hasta este punto, ha hablado de manera literal sobre Israel y Judá. Jerusalén, literalmente, es el Trono del Señor y, en el mismo versículo 17, repite que “vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén”, refiriéndose a todas las naciones gentiles. El diablo será atado y la naturaleza humana quedará desautorizada por el justo reino de Cristo.
Israel ya no estará dividida. Incluso en nuestros tiempos, el Señor ha levantado un Israel unido, bajo un gobierno soberano, preparándolo para el Milenio. Él dio la heredad a Abraham, Isaac y Jacob y, desde el siglo XX, sus descendientes han estado regresando a su patria por primera vez desde el año 70 d.C. (v.18). “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro.11:29).
La pregunta: ¿Cómo os pondré por hijos?, se refiere a la adopción divina. Quizás ellos fueron infieles a su pacto, pero Dios no puede serlo. Incluso tendrán la tierra deseable y la rica heredad, y no habrá igual en todas las naciones del mundo. Si Él declara que le llamarán Padre y que no se apartarán de Él, entonces será cumplida esta profecía (v.19). No pueden negar que han abandonado su pacto de matrimonio, prevaricando contra su Esposo celestial (v.20). El hecho de que Israel haya roto el pacto con su Dios, debe causarle una profunda tristeza de corazón, no igualada por otra en todo el mundo. En aquel día, Israel expresará esta tristeza (v.21). Zacarías también profetiza de ella: “Y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (Zac.12:10).
El Señor Dios llama para que se vuelvan y sean sanados. Seguramente habrá una respuesta: “He aquí nosotros venimos a ti, porque tú eres Jehová nuestro Dios” (v.22). Se llevará a cabo de forma directa, porque la salvación es del Señor y viene solamente por medio de Él. No lo busques en las colinas ni en los montes, porque Él no obrará indirectamente por medio ellos (v.23). Pon signos de interrogación en el Salmo 121:1: “¿Alzaré mis ojos a los montes? ¿De dónde vendrá mi socorro? 2. Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”. Los hombres “inteligentes” tienen demasiadas explicaciones para la obra sobrenatural de Dios. “Yo sé a quien he creído”, dijo el apóstol (2 T.1:12), y tenemos que estar fijándonos en Quien, y no estar especulando en el cómo.
Las prácticas vergonzosas han supuesto una gran pérdida en las labores de Israel; en sus manadas y ganado, y también en sus hijos (v.24). El último versículo explica la humillación que los llevará a la salvación. Se encuentran yacidos en su propia confusión, cubiertos con sus afrentas por su pecado. La misma humillación obra tanto en el pecador no judío de hoy en día como en el Israel futuro. Incluye un reconocimiento de haber sido concebido en pecado, cuya historia empieza con Adán. Desde su día hasta el tiempo presente, somos una raza maligna y desobediente. La sociedad puede negarlo, su psicología puede intentar quitar la culpabilidad, pero nada borrará la verdad de la Palabra de Dios. No hay manera de escapar, y si alguien no se somete a ella, nunca habrá salvación para tal persona.
Publicar un comentario