Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

Salvar un alma de la muerte

Etiquetas:

 


Capítulo 5

 

Santiago advierte a los prósperos  

         1.      ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 

      2.      Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 

3.      Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. 

4.      He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 

5.      Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 

6.      Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia. 

Santiago no promocionó para nada la prosperidad económica, de hecho, advirtió seriamente a los ricos de su peligro. Pablo, también, totalmente de acuerdo con Santiago, conocía las trampas de las riquezas y, aunque había pocos ricos entre los cristianos, seguramente existían. Él mandó a Timoteo que aconsejara: “A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida” (1Tim.6:17-19). Hay cristianos que han escuchado este consejo, han sabido usar bien su fortuna, y Dios les ha utilizado maravillosamente para avanzar Sus propósitos. 

Sin embargo, en 1 Timoteo 6:5-11, Pablo enseña clara y brevemente a Timoteo acerca de la posición cristiana en cuanto a la prosperidad terrenal. Empezó su doctrina escribiendo acerca de las disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia”. Merece la pena investigar esta porción. El versículo 5 enseña que los hombres que se aprovechan económicamente del cristianismo tienen una mentalidad corrupta; se alejan de la verdad y emplean medios torcidos. “Apártate de los tales”, dice Pablo. Los cristianos, especialmente los que están en el ministerio, tiene que alejarse de esta práctica.

 Esta es la verdadera posición cristiana que cada miembro de la iglesia debe aprender y observar: Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1Tim. 6:6-8). Pablo apela al sentido común, porque la verdad innegable es que venimos desnudos a esta tierra y salimos de ella de la misma manera. Nuestro hijo, David, comentó sobre este asunto: Entramos en este planeta sin nada en las manos, pero con el paso del tiempo acumulamos posesiones, relaciones y conocimiento. No debemos aferrarnos a estas cosas fuertemente, sino palparlas sin apretar, como si fueran préstamos de Dios, porque cuando dejemos esta tierra nuestras manos estarán vacías otra vez; ¡la mortaja no lleva bolsillos!” Las preocupaciones por las cosas temporales deben ser secundarias para los cristianos, que deben concentrarse en las cosas celestiales y eternas, y mientras habitan en esta tierra han de estar contentos con tener alimento y abrigo.

 La Biblia deja claro que la opinión opuesta es un error: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1Tim. 6:9). No puedo entender cómo los predicadores de la prosperidad pueden eludir la enseñanza apostólica. He dicho, por muchos años, que solamente la naturaleza caída de Adán responde a este mensaje; la nueva criatura en Cristo, no. Con el tiempo, los que enseñan esta doctrina han añadido detalles más y más ridículos, de modo que ha llegado a ser una herejía.  

 “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1Tim. 6:10). Tenemos que ver el amor al dinero como algo que va más allá de lo que practican los tacaños. Una persona ama y codicia las cosas en las que pone su confianza. Volvamos a 1 Timoteo 6:17 para ver el mandamiento de no poner la esperanza en las riquezas. Hacerlo es un acto de idolatría. Recuerda que Jesús nos enseñó que no nos afanáramos o preocupáramos por las cosas básicas de la vida, porque nuestro Padre Celestial se preocupará de nosotros si buscamos Su reino sobre todas las demás cosas. Este es exactamente el asunto con el que Pablo reta al joven Timoteo en el último versículo 11 de esta porción: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1Tim. 6:11). 

 Tenemos que enfrentar brevemente la falsa enseñanza que sugiere que Cristo fue rico. Él mismo contradijo esta sugerencia:Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mt.8:20). Su padrastro y su madre ofrecieron el sacrificio de la gente pobre, dos tórtolas o palominos, cuando Jesús fue circuncidado al octavo día (Lc.2:24 - Lev.12:8). El regalo de los magos seguramente ayudó a la familia para hacer el viaje a Egipto y volver a Nazaret, pero después de 30 años, al empezar Su ministerio, estos presentes se habían agotado. Él aprendió el humilde oficio de carpintero de José, en la aldea de Nazaret, y Sus conciudadanos no vieron nada extraordinario en el status social de la familia: “No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él” (Mc.6:3).

 En el capítulo 2, Santiago enseñó a no hacer acepción de personas en la iglesia, favoreciendo a los ricos, y reclamó que tal actitud procede de malos pensamientos. Un creyente que favorece a los ricos busca alguna ventaja en este mundo temporal, y es una vergüenza al nombre de Cristo. De vez en cuando, el Señor, debido a Sus propios propósitos, hizo que me cruzara en mi camino con algún individuo muy importante y conocido, pero en general he intentado evitar intimar con personas de prestigio. Parece que Santiago pensó que era algo desagradable para un cristiano buscar tales oportunidades.

 La razón de por qué lo ve así, es porque el cristiano debe estar enfocado en las cosas del cielo y la eternidad, y no en las cosas temporales. Lo que viene sobre ellos en el futuro les hará llorar y aullar. Es obvio que ellos, a quienes se dirige en este capítulo, son los mismos que mencionó en 2:6 y 7: “¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?” Aun los que tienen recursos legítimos no están en la misma categoría de los pobres, que son ricos en fe (2:5); debemos buscar su compañía.

 No iba a pasar mucho tiempo hasta que la profecía de Santiago se cumpliera. El ejército romano invadió la tierra y asedió Jerusalén. Los ciudadanos de Judea y Jerusalén pasaron tiempos muy difíciles. Los gentiles cristianos de otras partes del mundo enviaron ofrendas para aliviar la pobreza de los cristianos de Jerusalén. No solo la iglesia, sino cada judío, huyó de Israel y, con el tiempo, habitaron en todos los continentes bajo el sol. Perdieron su patria y el dolor que padecieron fue predicho en los versículos del 1 al 3: “Llorad y aullad…  Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos”.

 Estoy de acuerdo con John Wesley en que este pasaje “también puede referirse a la venganza final que será ejecutada sobre los impenitentes”. Es especialmente una tontería amontonar tesoros sabiendo las calamidades que acontecerán en los días postreros. En el caso de Israel, un poco más tarde perdería su nacionalidad teniendo que dejar atrás sus propiedades, casas y posesiones en el tiempo de Santiago. Yo creo que es la obligación de cada predicador de la Biblia insistir en que el pueblo de Dios ya está viviendo en los días postreros. Actualmente estoy haciendo un programa de radio llamado: “La iglesia y las últimas cosas”, y justo esta semana prediqué en Vigo sobre este tema otra vez. Escucha a Santiago mientras declara la palabra de Dios: “¡Habéis acumulado tesoros para los días postreros!” Lo que pasará es que tendrán que dejar más pérdidas atrás, lo cual será un tormento de alma y espíritu, y les consumirá.

 Los sujetos, de quienes escribe Santiago, se han enriquecido ilícitamente. No han pagado a los obreros; han defraudado a los segadores. El Señor de los ejércitos es comúnmente nombrado en el Antiguo Testamento, y Santiago, con una mentalidad formada de las mismas Escrituras antiguas, piensa en hebreo a la vez que escribe en griego. Por eso, él es el único en el Nuevo Testamento que usa el término el Señor de los ejércitos (v.4).

 Santiago dijo que vivieron “en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones” – los placeres penetraron hasta el ser interior, es decir, satisficieron su alma y sus emociones con todo arte de entretenimiento y placer (v.5). Nos desesperamos al ver la injusticia de nuestros días, como el salmista en el Salmo 73:3,7,12. Él escribió: “Tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos… Logran con creces los antojos del corazón... He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas”. Entonces Dios abrió los ojos del salmista: “Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos… En asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! Perecieron, se consumieron de terrores” (Sal.73:17-19).

 Los ricos han llevado a los justos a juicio, y los han visto ser condenados y ejecutados sin resistencia por su parte (v.6). Los justos han puesto su sufrimiento en las manos de Dios para que Él haga justicia. Jesús vendrá con Sus ejércitos del cielo para vengarlos.

 

La lluvia tardía precede a la segunda venida del Señor 

7.      Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. 

8.      Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. 

9.      Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. 

10.  Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 

11.  He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo. 

12.  Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación. 

La iglesia primitiva apuntaba hacia la segunda venida del Señor; era su doctrina, su deseo y su esperanza. Permíteme presentar una lista de Escrituras para respaldar tal afirmación, empezando con una cita de Pablo. Este, especialmente, confirma la enseñanza de Santiago acerca de esperar el juicio hasta que el Señor venga otra vez: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Co.4:5).

 Sus corazones anhelaban Su venida: Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim.4:8). Esperaban el Día en el que todo su ser: cuerpo, alma y espíritu, fuera redimido: “También nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Ro.8:23). La lista es larga y sería demasiado citar todo. Para tu propio estudio te daré los textos que demuestran el deseo intenso que había en las iglesias apostólicas: 2 Co.5:2; 1 Tes.1:10; Tito 2:13; Heb.9:28; Ap.1:7; 22:20.

 El libro de los Hechos, empezando en el capítulo dos, nos cuenta cómo la semilla del evangelio fue sembrada en muchas partes. Nos narra la historia de cómo se dispersó por toda Judea y Samaria, y de cómo llegó poco a poco a los no judíos. El capítulo 7 introduce a Saulo de Tarso y, en el capítulo 9, se relata su conversión, como un evento de suma importancia en el libro. El centro de operaciones cambia de Jerusalén a Antioquía. Desde allí, el Espíritu Santo manda a Saulo y a Bernabé a su misión, a que los he llamado", dice Él. Se dirigen al mundo gentil, y Saulo, ahora llamado Pablo, se considera el apóstol enviado a los gentiles. El libro termina en Roma, pero la misión continúa hasta el día de hoy, siempre abarcando más territorio.

 La historia termina con una cosecha: el regreso de Cristo a por los Suyos en el arrebatamiento. El gran propósito de cada granjero, en todas partes del mundo, es la siega. Él labora todo el año pensando en ella. Los teólogos nos dicen que la Biblia es inerrante, no solamente en las lenguas originales, sino también conforme al tiempo y la cultura en que fue escrita. Por ejemplo, Santiago usó la ilustración de un granjero del Medio Oriente para presentar algo que precede y prepara la cosecha, especialmente en su nación y en las naciones vecinas. Otros, fuera del Medio Oriente, puede que no vieran la urgencia, pero me estoy refiriendo a algo mencionado por toda la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento.

 Por eso tenemos que considerar la Lluvia Tardía sobre la tierra. Esperamos la siega, una siega de éxito, pero para que los granos lleguen a estar completamente maduros, la lluvia tiene que caer. ¡Esperamos que caiga un aguacero desde el cielo! El Espíritu Santo habla por medio de Zacarías (10:1): “Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante”. Así Santiago nos informa cómo el granjero espera con ansia la lluvia tardía (v.7). Jamieson-Fausset-Brown comenta: “La lluvia temprana cae antes de la siembra, en noviembre o diciembre; la lluvia tardía, en marzo o abril, para madurar los granos antes de la cosecha. La lluvia tardía, que precede a la cosecha espiritual venidera, probablemente será un derramamiento del Espíritu Santo como en Pentecostés”. Como la lluvia temprana cayó sobre los 120 discípulos en el aposento alto, dando poder para plantar la semilla del evangelio, así esperamos la lluvia tardía justo antes de la cosecha para que sea “predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt.24:14).

 Sin embargo, la venida del Señor se acerca ahora para cada individuo (v.8). Jesús oró: Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn.17:24). La novia espera que Su gloria alumbre los cielos al descender en las nubes para recibirla. Hasta entonces, Él viene a cada alma, una por una, al dejar su cuerpo y este mundo atrás, para revelarle Su gloria. Sea individualmente, por la muerte; o en el arrebatamiento junto a toda la iglesia, el mandamiento es el mismo: “Afirmad vuestros corazones.”

 Tenemos que ser pacientes en nuestras relaciones, cada uno con su hermano, en la iglesia. El Juez está 
presente escuchando todas las quejas. No hay un lugar en el que sean inaudibles o permisibles. Él examina el corazón para ver si hay una actitud de amargura o llena de resentimiento. El Juez se dará cuenta y una actitud quejumbrosa no será aceptable (v.9). No lo fue en Israel y no lo será en la iglesia.
Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento” (Nú.11:1). 

 El Señor también nos ordena ser pacientes cuando seamos atacados desagradablemente por otros, incluso los que profesan ser cristianos en la iglesia, dándonos el ejemplo de los profetas. Ellos son ejemplos poderosos en el asunto de sufrir persecución, algunos llegando a ser mártires. Recibieron afrentas por su amor por la palabra de Dios y por proclamarla fielmente. ¿Se espera menos de nosotros? (v.10).

 Santiago acude a un ejemplo destacado sobre todos en la Biblia, que se encuentra en la Palabra para el bien de cada cristiano. ¿Cuántos han encontrado consuelo y fe al estudiar cuidadosamente la vida de Job? La compasión y la misericordia de Dios se expresa maravillosamente en su historia. Sobre todo tenemos que considerar el fin del Señor”. Nadie debe asumir que pasará por esta vida sin intensos problemas y aflicciones. Lo que sí puede asumir es que Dios terminará su historia tratándole con compasión y misericordia. Al final, el Señor derramó bendiciones sobre Job, duplicando sus posesiones y dándole diez hijos más, como tenía en el capítulo 1. En verdad, sus hijos también se duplicaron, porque no perdió los primeros, que eran almas eternas que él cuidó como un padre fiel. Ellos le esperaban en el cielo (v.11).

 Es importante para Dios que nuestra palabra tenga valor. No quiere un pueblo frívolo en su conversación y, especialmente, no quiere que sea descuidado con sus promesas. Los testigos que van al juzgado tienen que jurar, porque los que han hecho el sistema judicial saben que los hombres son mentirosos. Tienen que saber que hay una condena contra las mentiras dichas bajo juramento. Sin embargo, para el cristiano no debe ser necesario jurar. Un sencillo “sí” o “no” debería ser suficiente para él. El que jura está sugiriendo que su simple palabra no vale (v.12). No tiene que ser solo algo prohibido; más bien, debe tener un carácter noble y honesto para que no sea necesario jurar.  

 

Grandes lecciones sobre la oración

13.  ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 

14.  ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 

15.    Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 

16.  Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 

17.  Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 

18.  Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. 

19.  Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 

20.  sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados. 

Santiago nos lleva adelante en un discurso muy bueno sobre la oración.

La oración es el remedio en el sufrimiento. Observaremos que existe una diferencia entre orar y cantar que debemos entender. Las dos cosas pueden combinarse, como ciertamente lo vemos en los Salmos, pero también podemos hacer una sin la otra. Son dos gracias diferentes. Debemos entender las propiedades de cada una por separado, y ver también un propósito diferente, hablando en general, para cada una. La oración fue otorgada para el sufrimiento y la canción para expresar el gozo (v.13).

 El apóstol prescribe una prioridad para el que está enfermo físicamente. Debe llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y le unjan con aceite. Que sea hecho en el nombre del Señor es lo más esencial. No es tan vital que los ingredientes estén presentes en un orden metódico y estricto, pero sí es vital que sea hecho bajo la autoridad divina. La iglesia tiene que hacer esta actividad en el nombre del Señor. Él es quien tiene dominio sobre todos los padecimientos, incluidos la muerte y el infierno (v.14).

 Yo estoy dispuesto a admitir que no siempre oro en fe. Creo que es más sano admitirlo que hallar una excusa por la falta de resultados positivos. Hay cristianos que no esperan una respuesta sobrenatural a la oración en estos tiempos modernos, y hay quienes toman el libro de los Hechos como una lección histórica. Lo ven como un periodo intermedio entre el ministerio de Cristo y la segunda generación de la cristiandad. Yo elijo no hacerlo así, sino que veo este relato maravilloso como un modelo para la iglesia. Pero al hacerlo, tengo que reconocer que estamos viviendo algo menos que los estándares bíblicos de una iglesia Nuevo Testamentaria. Un hombre mayor del movimiento de los “Hermanos” vino a mí una tarde, después de haber predicado, y me dijo: “Hermano, he estado leyendo el Libro de los Hechos y observo cuánto nos hace falta en nuestros días.” ¡Amén, hermano! Yo siento lo mismo y mi consejo es que reconozcamos nuestra necesidad antes que comprometer la palabra de Dios, para excusar y justificar nuestra falta. ¡No me atrevo a desconectar ninguna de sus páginas con la iglesia, en toda su historia, para acomodar el cristianismo que observo en el día presente! (v.15)

 Por otro lado, he llegado a creer que la fe no es algo que poseo y controlo, sino algo que me tiene en sus garras. ¿Cómo puedo explicar que cuando me siento más débil y menos positivo en la oración, Dios hace un milagro? ¿Cómo puede ser que, a veces, lo que yo espero que acontezca en los asuntos de la vida, es lo opuesto a la voluntad de Dios? Él, de todos modos, siempre lleva a cabo Su voluntad. Lo único que puedo hacer es abandonar mi manera y conformarme a la Suya. Permite que sugiera, para tu consideración, la historia de Isaac, cuando bendijo a Jacob y a Esaú por fe, haciendo exactamente lo contrario a lo que él intentaba hacer (Heb.11:20).

 Tenemos que considerar el consejo del versículo 16. Conocí a un joven que ingresó en la universidad y dio testimonio de cómo oraba regularmente con otros estudiantes cristianos. Si recuerdo bien, había unas 15 personas involucradas. Uno de ellos les habló de Santiago 5:16 delante de los demás, y sugirió que empezaran a practicar la confesión de sus faltas uno al otro. El Señor honró a este pequeño grupo por su humilde obediencia, y pronto creció en número, llegando a ser como 200 personas más en las reuniones de oración. También, la Palabra fue esparcida a otras universidades.

En el versículo 17, Santiago da al lector un ánimo tremendo. Nos recuerda al gran profeta del Antiguo Testamento, Elías, y nos dice que este hombre destacado tenía problemas como los nuestros. También tenía una naturaleza caída y pecaminosa. Verás cómo se tambalea de temor en el primer libro de Reyes, revelando así sus propias limitaciones humanas. Después, obsérvalo orando con fe y cerrando los cielos para que no lloviera durante tres años y medio.

 En el versículo 17, Santiago da al lector un ánimo tremendo. Nos recuerda al gran profeta del Antiguo Testamento, Elías, y nos dice que este hombre destacado tenía problemas como los nuestros. También tenía una naturaleza caída y pecaminosa. Verás cómo se tambalea de temor en el primer libro de Reyes, revelando así sus propias limitaciones humanas. Después, obsérvalo orando con fe y cerrando los cielos para que no lloviera durante tres años y medio.

 Te reto a encontrar esta información en el Antiguo Testamento, ya que yo no he podido encontrarla (es decir, el hecho de que oró para que no lloviera). Sin embargo, el apóstol conoce el principio espiritual que nos enseña que, cuando Dios está queriendo manifestar un mover especial de Su poder, primeramente impulsa a su pueblo a orar. No hay excepciones, y además, lo conmueve a orar fervientemente. Lee los relatos de los avivamientos, desde Pentecostés hasta los movimientos más modernos del Espíritu Santo, y verás que acontece siempre lo mismo. Sí, podemos leer con detalles muy interesantes cómo Elías oró para que lloviera después de que Israel se arrepintiera (v.18).

 Justo antes de que el apóstol Santiago terminara su carta, ofrece un último consejo. Durante todo el libro nos ha estado dando una valiosa información sobre los que “se ha(n) extraviado de la verdad”, y ahora instruye a los creyentes acerca de lo que ellos pueden y necesitan hacer. Tienen que involucrarse en hacerles volver. Leí otra vez, hace un par de días, del general Joab, que se juntó con una mujer sabia de Tecoa, sobre el asunto del deseo del rey David de reunirse con Absalón. Fue un esfuerzo conspirador que hicieron, sí, pero creo que también presentaron a David una verdad maravillosa sobre la naturaleza de Dios: “Ni Dios quita la vida, sino que provee medios para no alejar de sí al desterrado” (2 S.14:14).

 Es un hecho sencillo y, aunque estoy consciente de que no necesito decírselo a un creyente, quiero reforzarlo, con tu permiso. Diría simplemente que el Espíritu Santo está inspirando la verdad que Santiago nos otorga en el versículo 20. Podemos comparar al extraviado con un soldado lesionado en el campo de batalla. Necesita la ayuda de un amigo compasivo que pueda aplicar el bálsamo sanador a sus heridas. ¿Quién será “el que haga volver al pecador del error”? El apóstol sabe que aquel ayudante fiel necesita escuchar esta palabra de seguridad… que él “salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”.

 También me siento obligado brevemente a intentar corregir un error que escuchamos de vez en cuando, citando Proverbios 10:12: “El amor cubrirá todas las faltas”. Algunos concluyen y enseñan que, simplemente, debemos tolerar el pecado y ‘amar’ el pecador. Pero esta no es una demostración del amor cristiano, sino un fracaso en captar el concepto total de la doctrina bíblica sobre el pecado. Santiago nos insta a hacer volver a un pecador que se ha extraviado de la verdad. Hacer volver significa arrepentimiento, y solamente el arrepentimiento seguido por la fe en la sangre de Cristo salvará a un alma de la muerte; solo la sangre puede cubrir el pecado.

 

 

 

 

 

 


0 comentarios:

Publicar un comentario