Martín Lutero y la ley de Dios
Martín Lutero (1483-1547) |
No hace mucho, cumplí por segunda vez el comentario de
Martín Lutero sobre la carta a los gálatas. Lo leí hace muchos años y encuentro
asuntos de alto valor para cristianos, especialmente en nuestros días, y me
siento obligado de compartirlos con otros. En el momento, quisiera poner
delante de ti la afirmación de Lutero que tenemos que utilizar la ley en el
evangelismo. Espero que el lector entendiera que la ley de Dios esta escrito en el corazón del cristiano y la lleva acabo por la nueva criatura que es, pero aquí estoy escribiendo sobre usar la ley para demostrar al
pecador que es culpable delante de Dios.
Por varias décadas, Ray Comfort ha intentado
reestablecer el mismo principio en la iglesia. Yo soy uno que le cree y espero
que el pueblo de Dios entenderá y aceptará su afirmación como la verdad
bíblica. Por supuesto, él no es el único en nuestros días que sabe de esta
necesidad. Hay personas e iglesias que nunca han apartado de proclamar a la
ley, junto con la predicación del evangelio, pero desafortunadamente, pocos les
han hecho caso.
Los grandes
evangelistas por toda la historia de la iglesia sabían como usar a la ley, por
eso no es que Comfort ha inventado un método nuevo. Es LA manera bíblica, el camino de Dios, desde el principio del
tiempo. Primeramente vino la caída del hombre, entonces la promesa de un
Redentor, y después la Ley, con su autoridad divina y absoluta, para mostrar al
hombre que él es un pecador incurable. Al aprender aquella lección, entonces la
gracia le demuestra otro camino… “el
camino nuevo y vivo,” escribió el escritor de Hebreos (10:20). Por medio de
la cruz de Cristo y la dádiva de Dios, el hombre es libremente justificado (perdonado,
no culpable, justo delante de Dios).
Martín Lutero comentó sobre Gálatas 3:19, “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las
transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y
fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.”
“El
uso apropiado y la función de la Ley es para amenazar, ¡hasta que la conciencia
está aterrorizada!” Quejó de algunos, cerca de él, que pensaban, “Si la Ley no
justifica, no vale para nada.” Lutero argumentó, “Porque el dinero no justifica,
¿diríais que el dinero no vale? Porque los ojos no justifica, ¿los quisierais
quitar?” Continua, “La Ley tiene dos propósitos: Me refrena como los barrotes
de hierro que sujetan a un león o un oso… No podemos confundir tal control
contundente con la justicia, sino al contrario, como la indicación de la
injusticia… La Ley embrida o refrena el hombre furioso y enloquecido para que
no sea libre a manifestarse.” En otras palabras, porque la Ley es una
necesidad, demuestra que el hombre es un pecador injusto y tiene que ser
sujetado por medio de ella, para que no haga lo peor que quiere hacer y para
que la sociedad esté relativamente segura.
“El segundo propósito de la Ley,” explica Lutero, “es
para romper en pedazos el monstruo llamado la auto-justicia… Mientras la
persona no es un homicida, adúltera, ladrona, él juraría que es justo y bueno…
Mientras que piensa que es correcta, va a presentarse incomprensiblemente
orgullosa y presuntuosa… El evangelio del libre perdón por medio de Cristo
nunca será atractivo a quien reclama la auto-justicia… ¿Cómo puede Dios humillar a tal persona, si
no sea por la Ley? La Ley es el martillo de muerte, el trueno del infierno, y
el relámpago de la ira de Dios para derrumbar el orgulloso y sin vergüenza.”
“Para este monstruo de auto-justicia, esta bestia
obstinado y necio, hace falta un hacha grande. Y esa es lo que es la Ley, un
hacha grande. Cuando los hijos de Israel vieron el monte entero ardiendo y
humeante, las nubes negras rotas por unos relámpagos destellándose en las
negras tinieblas, rogaron a Moisés, ‘Tú habla con nosotros y escucharemos; pero
no permite que Dios nos hable, porque moriremos’ Ni uno de ellos podían estar
en la presencia del Señor glorioso.”
“El propósito de la Ley hoy es producir la misma
reacción que produjo en el Monte Sinaí en aquel día. YO QUIERO ANIMAR A TODOS
LOS QUE TEMEN A DIOS, ESPECIALMENTE A LOS QUE DESEAN SER MINISTROS DEL
EVANGELIO, QUE APRENDEN DEL APÓSTOL LA UTILIDAD APROPIADA DE LA LEY. YO TEMO
QUE DESPUÉS DE NUESTRO TIEMPO, LA MANERA CORRECTA DE MANEJAR A LA LEY SERÁ UN
ARTE PERDIDO. AÚN AHORA, TENEMOS ENTRE NOSOTROS A LOS QUE NO ENTIENDEN COMO
USAR A LA LEY, ¿CÓMO SERÁ CUANDO NOSOTROS SOMOS MUERTOS E YA NO ESTAMOS
PRESENTES?”
Temo que tenemos que contestar tristemente a esa
pregunta de Lutero: Por no utilizar a la ley en la conversión de los pecadores
en el siglo XXI tenemos iglesias repletas de pecadores no arrepentidos,
sentados en sus asientos, como si fueran santos, pero nunca han visto que absolutamente
son inaptos estar delante de un Dios infinitamente santo. No están conscientes
de que son fábricas de pecado que no
son capaces de fabricar algo más que el pecado. En su mejor forma, son
desventurados, inútiles, sin valor, incapaces de hacer el bien, de entender las
cosas de Dios o aún buscarle. Estas no son mis palabras; son las de Pablo
(Ro.3:10-18). La gran necesidad de nuestros días es un avivamiento del temor de
Dios, por medio de una predicación de la Ley que pueda transformar a los pecadores
en santos.
Pablo escribe a Timoteo, “Sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente.” A los
romanos, “Sabemos que todo lo que la ley
dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo
el mundo quede bajo el juicio de Dios… porque por medio de la ley es el
conocimiento del pecado.” A los gálatas, “¿Para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones… La
Escritura lo encerró todo bajo pecado… estábamos confinados bajo la ley
encerrados para aquella fe que iba a ser revelada… De manera que la ley ha sido
nuestro ayo, para llevarnos a Cristo.” Esta es la enseñanza clara del Nuevo
Testamento. ¿Cómo evangelizas tú?
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