Apocalipsis 14
Capítulo 14
1. Miré, y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el Monte Sion, y con Él ciento
cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de Él y el nombre de su Padre
escrito en la frente.
2. Y oí una voz del cielo, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido
de un gran trueno; y la voz que oí era como el sonido de arpistas tocando sus
arpas.
3. Y cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres
vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento
cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra.
4. Estos son los que no se han contaminado con mujeres, pues son castos. Estos
son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos han sido rescatados de
entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero.
5. En su boca no fue hallado engaño; están sin mancha.
El Cordero y los 144.000
Este capítulo
nos relata varias cosas que ocurrirán durante los 3 ½ años de la Gran
Tribulación y yo, sencillamente, las menciono para informarte un poco de ellas.
Las tribus de Israel, el número de los apóstoles y los 24 ancianos en el cielo,
todos tienen que ver con el número 12. Por supuesto, 144.000 también es múltiplo
de 12. Este capítulo empieza con un cuadro del Cordero sobre el Monte Sion, acompañado
por 144.000 discípulos. Estos, contrastan totalmente con los del capítulo
13:16, quienes reciben el número y el nombre de la bestia. Contamos con un gran
número de leales y fieles seguidores del Cordero, quien fue colgado en
vergüenza sobre el Gólgota, pero que ha triunfado y ahora está con la gente más
especial que jamás haya existido sobre la tierra, a los ojos de Dios. No están
entre los gobernantes, ni entre los oficiales militares, ni entre los
intelectuales o los más fuertes, pero ante el trono del cielo, son los mejores
de la creación, el producto preferido de la tierra.
Ya he dicho
que el contenido de este capítulo parece desarrollarse durante la Gran
Tribulación, porque relata acerca de la caída de Babilonia en el versículo 8 y acerca
de la marca de la bestia en el versículo 9. El Cordero y los 144.000 están
sobre el Monte Sion (v.1), pero el contexto indica que no es el Sion literal
sobre la tierra, sino el Sion celestial. El versículo 3 demuestra que tan sólo
los 144.000 podían cantar el cántico nuevo que cantaron delante del trono, los
seres vivientes y los ancianos. Sion es la colina del sur en la ciudad de Jerusalén
y el asiento de la adoración divina en la tierra. Era el símbolo de la morada
de Dios en el cielo.
Los
comentaristas piensan que son los mismos 144.000 judíos del capítulo 7, aunque
hay algunos obstáculos que superar para llegar a tal conclusión. Las 12 tribus
de judíos son sellados en la tierra (7:1,3) y estos del capítulo 14, como ya he
dicho, están delante del trono en el cielo. Aquí no los llaman judíos, sino
simplemente los que han sido redimidos de la tierra. Concluiré este primer asunto
con unas preguntas: ¿Son judíos en la tierra pasando por la Tribulación, o
miembros de la iglesia redimida y arrebatada en el cielo? ¿O quizá esta porción
nos esté revelando una escena más allá de la Tribulación?
Hay más
preguntas para considerar: Como en el capítulo 7, ¿será este número literal, o simplemente
será un número simbólico que alude a los millares de discípulos del Cordero?
Como las primicias, ¿sobresalen por su pureza y devoción a Cristo, comparados
con los ciudadanos del mundo, o son como una vanguardia de santos especiales entre
los demás de la iglesia? ¿Serán vírgenes, literalmente, que no se han casado,
como el apóstol Pablo, negándose aún a la vida familiar para poder dedicarse
solamente al Cordero? Los comentaristas no nos dan ninguna respuesta definitiva,
por lo que me siento forzado a abandonar la escena sin poder llegar a ninguna
conclusión.
6. Y vi volar en medio del cielo a otro ángel que tenía un evangelio eterno
para anunciarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y
pueblo,
7. diciendo a gran voz: Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su
juicio ha llegado; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las
fuentes de las aguas.
8. Y le siguió otro ángel, el segundo, diciendo: ¡Cayó, cayó la gran
Babilonia!; la que ha hecho beber a todas las naciones del vino de la pasión de
su inmoralidad.
9. Entonces los siguió otro ángel, el tercero, diciendo a gran voz: Si alguno
adora a la bestia y a su imagen, y recibe una marca en su frente o en su mano,
10. él también beberá del vino del furor de Dios, que está preparado puro en el
cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos
ángeles y en presencia del Cordero.
11. Y el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos; y no tienen
reposo, ni de día ni de noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y
cualquiera que reciba la marca de su nombre.
12. Aquí está la perseverancia de los santos que guardan los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús.
Las grandes voces de tres ángeles
A Juan se le
habían aparecido antes muchos ángeles, pero ahora, ve a otro ángel volando en medio
del cielo. Es el primero de tres en esta segunda porción del capítulo 14. La
noche que Cristo nació, un ángel se apareció a los pastores, anunciándoles el
evangelio: “He aquí os traigo buenas
nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo” (Lc.2:10). Los pastores
fueron los portavoces del evangelio entonces: “Dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este Niño. Y todos
los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los
pastores” (Lc.2:17-18). El ángel de Apocalipsis 14 tenía “un evangelio eterno para anunciarlo a los
que moran en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (v.6).
El ángel
anuncia una dispensación especial del evangelio durante la Gran Tribulación. El
evangelio es inmutable; siempre es un evangelio eterno, el único evangelio,
según el apóstol Pablo: “Si aun
nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os
hemos anunciado, sea anatema” (Gá.1:8). Juan Bautista vino como un
precursor antes del evangelio predicado por Cristo, llamando al pueblo al arrepentimiento
y bautizándole con el bautismo de arrepentimiento. Después, Jesús comenzó su
ministerio, diciendo: “Arrepentíos,
porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt.4:17).
La
introducción para el evangelio, dada por el ángel es: “Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado;
adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (v.7).
Él demanda el temor de Dios, necesario y requerido, para que el hombre pueda
tener la sabiduría que le conducirá a actuar correctamente al estar enfrentado
con el evangelio eterno. 1) Para tomar el primer paso hacia su salvación, tendrá
que tener el temor de Dios… “El
principio de la sabiduría es el temor de Dios” (Sal.111:10; Pro.1:7; 9:10).
2) Todas las buenas dádivas de Dios tienen una sola meta: dar gloria a Dios. 3)
El juicio está justo delante como la única alternativa para todos aquellos que
ignoren o rechacen el evangelio. 4) El evangelio inspira a los hombres a adorar
a su Creador, quien es la razón y causa de su existencia.
El segundo
ángel anuncia la caída de Babilonia. Él declara que el sistema del mundo es temporal
y fracasará; es una mala elección seguir al sistema, y la consecuencia será la
pérdida eterna. La condenación es la única alternativa cuando los hombres
rechazan el evangelio. Ellos caerán con el sistema en el que han confiado.
El tercer
ángel proclama el juicio sobre los seguidores fieles de Babilonia. Egipto fue
el primer gran símbolo del mundo, y representaba la esclavitud al pecado.
Babilonia es un símbolo semejante; es un sistema maligno y perverso formado en
los últimos tiempos. Captura a la raza humana y la esclaviza. El evangelio
llama al pueblo fuera de Babilonia. Ahora podemos ver la razón de por qué el
primer ángel demandaba un temor a Dios y una adoración que le diese gloria. No
hay ninguna posición por en medio; los hombres adorarán a Dios o adorarán a la
bestia y su imagen. Serán sellados y poseídos por Dios o serán marcados y
poseídos de la bestia.
El versículo
10 contiene un último aviso y es una de las porciones más espantosas de la
Sagrada Escritura. Donde no haya sido aplicada la sangre de la cruz, tendrá que
aplicarse la ira de Dios. Si el pecador vive fuera del alcance de la cruz, no tendrá
dónde refugiarse del calor de Su ira. El Autor de las Escrituras, el Espíritu
Santo, no puede hacerlo más vívido para el lector; la ira de Dios es “preparado puro en el cáliz de su ira”.
¡Intenta imaginar toda la fuerza de la furia del Omnipotente! Hay tormento de
fuego y azufre por delante, y el humo asciende por los siglos de los siglos; si
no entiendes el significado de esta declaración, no esperes para comprenderlo.
¡Corre de ello! No habrá ningún alivio, ninguna mejoría, ningún escape, ni
ninguna esperanza por toda la eternidad. Si piensas que estoy intentando
asustarte… ¡es exactamente lo que quisiera hacer, si pudiera! Lo que está en
juego es demasiado peligroso, así que intentaré aplicar todo el peso de la
Escritura para presionar al alma perdida, para que se vuelva de su pecado y huya hacia la cruz.
La santidad de
Dios será glorificada en el juicio. Por toda la Biblia aprendemos que, si los
hombres no glorifican la misericordia y la gracia de Dios, porque lo rechazan,
Él será glorificado por medio de aplicar Su juicio. Los santos ángeles y el
Cordero mismo, presenciarán el sufrimiento de los condenados. Este hecho es una
revelación del carácter del Señor, igual que lo que revela Juan 3:16 y 1 Juan
4:8. El llevará a cabo la última consecuencia del amor divino rechazado sobre
el terco pecador. Estamos llegando peligrosamente cerca del fin de la palabra
inspirada, y el Espíritu Santo está dando los últimos avisos. A la luz de las
terribles consecuencias, el Espíritu demuestra tanto una alternativa espantosa como
una motivación para permanecer y resistir contra la marca de la bestia. Al
mismo tiempo es una motivación para el cristiano a ser fiel y obediente al
Señor; tiene que tener la confianza completa en la persona y la obra de Cristo.
Todo su ser tiene que ser atado a la cruz, demostrando así, su amor para el
Salvador.
13. Y oí una voz del cielo que decía: Escribe: “Bienaventurados los muertos que
de aquí en adelante mueren en el Señor.” Si – dice el Espíritu – para que
descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos.
14. Y miré, y he aquí una nube blanca, y sentado en la nube estaba uno
semejante a hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la
mano una hoz afilada.
15. Entonces salió del templo otro ángel clamando a gran voz al que estaba
sentado en la nube: Mete tu hoz y siega, porque la hora de segar ha llegado,
pues la mies de la tierra está madura.
16. Y él que estaba sentado en la nube blandió su hoz sobre la tierra, y la
tierra fue segada.
17. Salió otro ángel del templo que está en el cielo, que también tenía una hoz
afilada.
18. Y otro ángel, él que tiene poder sobre el fuego, salió del altar; y llamó a
gran voz al que tenía la hoz afilada, diciéndole: Mete tu hoz afilada y
vendimia los racimos de la vid de la tierra, porque sus uvas están maduras.
19. El ángel blandió su hoz sobre la tierra, y vendimió los racimos de la vid
de la tierra y los echó en el gran lagar del furor de Dios.
20. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre que
subió hasta los frenos de los caballos por una distancia como de trescientos
veinte kilómetros.
Una cosecha y una vendimia
El martirio es
una bendición, especialmente en medio de la maldad extrema y la persecución en
la Tribulación. El salmista declara: “Estimada
a los ojos del Señor es la muerte de sus santos” (Sal.116:15). Sus obras van
tras ellos y siguen viviendo; recibirán la recompensa por ellas. Matthew Henry menciona
un punto muy importante: “Sus obras les
siguen; no van delante, dándoles crédito o el derecho de tener la salvación o
un precio para comprarla, sino que les siguen como la evidencia de haber vivido
y muerto en el Señor.” Las obras nunca comprarán un billete para ir al
cielo, sino que son el resultado natural producido por la nueva naturaleza y
los frutos de una fe viva.
El Hijo del
Hombre es el Señor de la cosecha y está sentado en una nube blanca (Sal.104:3;
Is.19:1). La razón de que este versículo siga inmediatamente después de la
bendición sobre los que mueren, particularmente en la Tribulación, me hace
pensar que el Señor es el cosechador, quien juntará a una gran compañía a Si
mismo por medio del martirio, después de que la iglesia haya sido arrebatada.
Cristo ya habría recogido a la iglesia, salvándola de los 3 ½ años de la Gran
Tribulación. En Juan 4, Jesús enseña que la siega es la cumbre del propósito de
Dios (Jn.4:34-38); en esa hora Él estaba segando una gran cosecha en Sicar. Un
ángel proclama aquí, en el versículo 15, que la voluntad de Dios ha llegado a
esa cumbre… “la mies de la tierra está
madura”.
Hay un total
de seis ángeles en este capítulo, junto con la descripción del Hijo de Hombre.
El quinto ángel aparece con una hoz afilada, y le sigue un sexto ángel que es
llamado el ángel que tiene poder sobre el fuego. Él llama al quinto ángel para
que meta su hoz y vendimie los racimos de la vid, y los eche en el gran lagar
del furor de Dios. Esta no es una cosecha, como la anterior, sino una vendimia.
La vendimia de uvas significa juicio, y este golpe final de la hoz es el
resultado de la ira de Dios. La sangre es derramada abundantemente y tiene que
ver con la Batalla de Armagedón.
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