Eclesiastés 7
Capítulo 7
2. Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón.
3. Mejor es la tristeza que la risa, porque cuando el rostro está triste el corazón puede estar contento.
4. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer.
5. Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios.
6. Porque como crepitar de espinos bajo la olla, así es la risa del necio. Y también esto es vanidad.
La tristeza comparada con la risa
Es importante tener presente
que, tras la mentalidad tan fascinante de Salomón, está la inspiración del
Espíritu Santo. Está considerando las cosas desde la perspectiva divina y, esta
verdad, es lo que hace que sus pensamientos sean provechosos para nuestras
vidas. Es obvio que, cualquiera que hable como este predicador, no tendrá
popularidad.
El
escritor empieza el capítulo con una declaración sobre un buen nombre y continúa
comparando la tristeza con la risa. Tengo que creer que hay un propósito al mencionar
uno después del otro, para así poder mostrar qué actitudes conducen a tener un
buen nombre. Los nombres en la Biblia tienen significado y se refieren al
carácter de la persona; cuando éste cambia, entonces le es cambiado el nombre.
Por eso, un buen nombre, significa
un buen carácter que, como dice
Salomón, es mejor manifestar un buen carácter que un ungüento precioso. Deja tras
sí mejor aroma que el perfume caro.
El ungüento aquí, es simbólico de
una experiencia agradable, pero el buen carácter es producido por estar
dispuesto a enfrentar eventos desagradables y sufrimiento emocional. El
predicador considera que es bueno contemplar la muerte y preparar el corazón
para ese día. Bienaventurada es la persona que está preparada para morir y que puede
enfrentar la muerte con denuedo porque ha preparado su alma para la vida
después de la muerte. Esto es mucho mejor que celebrar cumpleaños (v.1).
La siguiente cosa que aprendemos
es que es mejor ir a un funeral que a una
boda. Sobre el asunto de predicar, prefiero compartir en el primero. Los
corazones están más preparados para escuchar el evangelio en un funeral. Se
enfrentan con la realidad de la muerte y, en ese momento, piensan en cosas más
saludables para su espíritu. ¡Enfrentémonos con el hecho! ¡todos vamos en la
misma dirección! Las estadísticas comprueban que de cada 100 personas que
nacen, el 100% morirán (v.2). Sin embargo, la tendencia natural es a no pensar
en la muerte, y mucho menos a hablar de ella. Esta costumbre es común y
natural, pero no es provechosa. En la predicación la muerte tiene que ser un
tema frecuente.
Jesús dijo: “Bienaventurados
los que lloran…” (Mt.5:4), y la predicación, inspirada por el Espíritu
Santo, concurre con la siguiente afirmación: “Mejor es la tristeza que la risa” (v.3). Como
cristianos, tenemos que buscar, e incluso desear, lo que mejora el corazón. La
tristeza es buena para el corazón ya que produce profundidad de carácter. La
persona con un carácter superficial y liviano, no posee una personalidad atractiva.
La gente rodea, como abejas en un jardín de flores, a aquella persona que ha
conocido y valora el sufrimiento.
Algunos enseñan que un cristiano puede evitar las pruebas y andar siempre
sobre la cima de la montaña de la victoria. Personalmente, no quisiera tener un
pastor que reclama tales cosas. Es un mensaje que se opone a la verdad y a la
buena enseñanza bíblica, produciendo características indeseables en el corazón de
cada individuo del pueblo de Dios. El versículo 4 lanza un mensaje sencillo: El
corazón sabio busca lo que trae fuerza interior, mientras que el insensato es
adicto a la comedia.
Algo que añade calidad a la persona sabia es el deseo de ser reprendido cuando se equivoca. La reprensión,
reclama el rey, es mejor que la canción (v.5) y levanta el corazón por encima
de las emociones. Personalmente, admiro esta característica en el apóstol Pedro,
cuando Pablo, más joven y con menos experiencia que él, le reprendió
correctamente. No hay ninguna indicación de que Pedro se ofendiera. Para él, la
Escritura valía más que la diferencia de edad y la experiencia. Escribió
después: “Nuestro amado hermano Pablo” (2 P.3:15). Esta
es la actitud cristiana correcta y lo que debemos desear manifestar en nuestras
vidas. Nota el vívido ejemplo utilizado por Salomón acerca de la risa tonta… “como crepitar de espinos bajo la olla” (v.6). Él la echa
al basurero de la vanidad, donde están todas las cosas inútiles que ha
coleccionado en este libro, aunque la gente se goce con ellas y vivan para obtenerlas…
bajo el sol.
7. Ciertamente la opresión enloquece al sabio, y el soborno corrompe el corazón.
8. Mejor es el fin de un asunto que su comienzo; mejor es la paciencia de espíritu
que la altivez de espíritu.
9. No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida en el seno de
los necios.
10. No digas: ¿Por qué fueron los días pasados mejores que estos? Pues no es sabio
que preguntes sobre esto.
11. Buena es la sabiduría con herencia, y provechosa para los que ven el sol.
12. Porque la sabiduría protege como el dinero protege; pero la ventaja del
conocimiento es que la sabiduría preserva la vida de sus poseedores.
13. Considera la obra de Dios: porque ¿quién puede enderezar lo que Él ha torcido?
14. Alégrate en el día de la prosperidad, y en el día de la adversidad considera; Dios
ha hecho tanto el uno como el otro para que el hombre no descubra nada que
suceda después de él.
Los sabios consideran la obra soberana de Dios
Salomón, tanto en este libro como
en los Proverbios, escribe acerca del soborno a los jueces (v.7). La gente
sabia e inteligente puede llegar a corromperse, perder su integridad y,
finalmente, ser opresiva. Esto es algo que pasa frecuentemente en la política,
y el rey lo ha observado. El principio espiritual nos enseña que, la manera en
la que la gente termina al final, es más importante que la manera en la que ha
principiado (v.8).
Nota este principio en el libro
de Ezequiel: “Cuando un justo se desvíe de su justicia y cometa iniquidad,
yo pondré un obstáculo delante de él, y morirá (el soborno que acabamos de
mencionar puede ser la manera en la que Dios pone un obstáculo delante de él) …
él morirá por su pecado, y las obras de justicia que había hecho no serán
recordadas…” (Ez.3:20). Jesús enseñó que en los últimos tiempos “muchos
tropezarán entonces y caerán, y se traicionarán unos a otros, y unos a otros se
odiarán. Y se levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán… el amor
de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt.24:10-13).
Practicar este principio producirá
paciencia en el carácter de uno. El versículo 8 contrasta la paciencia con el
orgullo, concluyendo que la persona impaciente es una persona orgullosa, ya que
piensa que merece resultados inmediatos, e impulsado por su autoconfianza se
apresura a conseguirlos. La persona humilde confía en la sabiduría soberana de
Dios.
Lo que acabamos de aprender se
aplica a nuestro temperamento. Explotar en enojo es el resultado de la
impaciencia y del orgullo (v.9). Aprendemos del Señor y Su palabra a ser lentos
para la ira (Sal.103:8; 145:8). Salomón dice en sus Proverbios: “Mejor es el
lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma
una ciudad” (Pr.16:32). Pienso que lo que estamos aprendiendo aquí es que, si
buscamos edificar el carácter, significa que seremos más como nuestro Creador.
Esto, en el sentido del Nuevo Testamento, significa ser más como Cristo.
El pecado del versículo 10
reside en preguntar “¿Por qué?”
Cuestionar los caminos soberanos de Dios es dudar de que Él continúa
haciendo Su voluntad, incrementándola hasta completarla. Cuando “los hombres
malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2
T.3:13), Dios seguirá siendo fiel en Su bondad y santidad. Cuando los cristianos
descuidan y están más indiferentes a la obra del evangelismo, Dios continúa Su
obra en los corazones de los pecadores. Cuando los predicadores dejan de
exponer la verdad, “sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado
mentiroso” (Ro.3:4). Los propósitos de Dios siguen adelante y nadie los podrá
detener.
Aún en estos días tan imperfectos,
que vivimos bajo el sol, hay buenas cosas reservadas para la persona que teme a
Dios. Por ejemplo, un hombre sabio sacar provecho de una heredad y utilizarla
bien (v.11). Si uno protege la sabiduría, la sabiduría protegerá su vida
(v.12). Anhelar la sabiduría y guardarla es mejor que tener dinero en el banco.
Pienso del Proverbio: “Compra la verdad
y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia” (Pr.23:23).
En Proverbios 8, la sabiduría es personificada: “Recibid mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que el oro
escogido; porque mejor es la sabiduría que las joyas, y todas las cosas
deseables no pueden compararse con ella… Conmigo están las riquezas y el honor,
la fortuna duradera y la justicia. Mi fruto es mejor que el oro” (Pr.8:10,
11, 18, 19).
Esta porción del capítulo tiene
que ver totalmente con confiar en la soberanía de Dios. Ningún ser humano puede
hacer Su obra y ningún ser humano podrá deshacerla. El cristiano debe descansar
en la obra de Dios, confiando completamente en Él. Podemos contemplar el
versículo 13 junto al versículo 10. La caída de Adán no tomó a Dios por
sorpresa y la maldad de esta generación tampoco. Él seguirá trabajando, a pesar
de todo, y al final, reinará en justicia.
No tengas miedo de regocijarte
en los días buenos. Para algunas personas, creo, es difícil hacerlo,
especialmente si han pasado por tiempos dolorosos en el pasado. Debemos tomar
ventaja de los tiempos buenos y, cuando Dios mande la adversidad, recordar como
Job, que tanto la adversidad como lo bueno, vienen ambos de Su mano: “El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea
el nombre del Señor… ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job
1:21; 2:10). No podemos predecir si tendremos prosperidad o adversidad en el
futuro, pero podemos confiar en la fidelidad de Dios en todo tiempo.
hay impío que alarga su vida en su perversidad.
16. No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué has de destruirte?
17. No seas demasiado impío, ni seas necio. ¿Por qué has de morir antes de tu
tiempo?
18. Bueno es que retengas esto sin soltar aquello de tu mano; porque el que teme a
Dios se sale con todo ello.
19. La sabiduría hace más fuerte al sabio que diez gobernantes que haya en una
ciudad.
20. Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque.
La severidad religiosa y el libertinaje
Observar la vida como se
describe en el versículo 15, ha hecho que algunos hayan caído en una trampa de
incredulidad. Esto es producido por una interpretación incorrecta de Dios y lo
que Él tolera, como también por una mala interpretación de la vida bajo el sol.
Por esta razón, Salomón existía y escribía, porque él veía claramente estas
cosas y podía discernir los caminos soberanos de Dios. Lo que vemos bajo el sol
es abundante injusticia. Veremos cosas malas pasar a gente buena y buenas cosas
pasar a gente mala. Muchas veces, la vida del hombre justo es cortada y la del
malhechor alargada, y así serán las cosas hasta que Jesús vuelva para
establecer su reino justo.
Algunos, incluso cristianos,
tienen la tendencia a ser demasiado meticulosos, lo que el predicador denomina
como ser sobremanera justo. Podemos nombrarlo también como ser muy religiosos, y ciertas personas tienen una gran tendencia a
seguir en esa dirección. Al proseguir con tal actitud y llevarla a la práctica,
terminan siendo legalistas o auto-justos. En verdad, conocen demasiado e
intentan vivir de acuerdo a su conocimiento. Batallan sobre asuntos que no son
esenciales, sobre los cuales, otras personas a su rededor no se preocupan, pero
ellos los guardan con mucha tenacidad (v.16). Los fariseos personificaron esta
mentalidad y Jesús les dijo: “Coláis el
mosquito y os tragáis el camello” (Mt.23:24).
Otros, tienen la tendencia
opuesta y son demasiados permisivos. El predicador no está dando lugar a que
nosotros seamos “un poco malos o pecaminosos”, sino que está describiendo a los
que toman la posición opuesta a los que son “demasiados justos”. Son muy
negligentes y necios, y se arriesgan extremadamente. Quieren evitar totalmente
la religión o el legalismo y se alejan de ello lo más posible. Es interesante
observar que ambas actitudes tienen las mismas consecuencias y Salomón pregunta
algo semejante, referente a los dos casos: ¿Por qué destruirte o por qué morir
antes del tiempo? El primero se destruye bajo el estrés de esforzarse por cumplir
cada jota y tilde de la ley, mientras que el segundo entra con ganas al peligro
(v.17). Yo creo que este asunto se aplica al ambiente visible, manifestándose a
través de cosas físicas, pero también tiene mucho que ver con la situación
invisible y espiritual de las dos clases de personas.
Mucho tiempo antes de tener un
ordenador, guardaba mis pensamientos en un cuaderno. El 2 de abril de 1985,
escribí lo siguiente: Es incorrecto
pensar que tenemos que mantener un equilibrio entre el legalismo y el
libertinaje. En verdad, los dos son el extremo opuesto del mismo espectro de la
naturaleza carnal. El versículo 18 nos dice que la respuesta a ambos
extremos es el temor de Dios. La cruz pasa la línea, tanto del legalismo como
del libertinaje, de forma perpendicular y nos da la perspectiva apropiada
(fíjate en la ilustración). La cruz proporciona un golpe mortal a la carne y a sus
esfuerzos orgullosos de intentar agradar a Dios a través de ejercicios
religiosos. Por otro lado, los que son de Cristo han “crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gá.5:24). Es una
obra de la cruz, y aquel que ha ido a la cruz es gobernado por el temor de
Dios.
La vida espiritual
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el legalismo......la carne......el
libertinaje
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'
'
La cruz
Es para nuestro provecho poder
captar esta verdad y, el versículo 18, nos enseña que no debemos vacilar en abrazarla.
Pregunto, ¿y por qué no abrazarla, si es semejante a entrar en un río y, al
alcanzar cierta profundidad y no poder tocar fondo, dejarse llevar por la
corriente? La tendencia natural es mantener el control, pero el temor de Dios implica
una absoluta confianza en Él para llevarnos. El resultado debería ser quedar
libres de ambos extremos, descritos en los versículos anteriores.
La Biblia, frecuentemente, nos
enseña a no confiar en príncipes: “No
confiéis en príncipes, ni en hijo de hombre en quien no hay salvación” (Sal.146:3).
Por otro lado, la sabiduría que viene de Dios da muchas promesas al individuo
que la busca: “Porque el que me halla,
halla la vida, y alcanza el favor del Señor” (Pr.8:35 y el capítulo 8
entero), y produce una fuerza interior que nos establece más que las palabras
de diez príncipes (v.19).
La lección del versículo 20 es un
principio bíblico vital. El apóstol Juan lo enseña en su primera carta: “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros… si decimos que no
hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su palabra no está en nosotros” (1
Jn.1:8 y 10). Pablo lo expone en Romanos 3. La doctrina de Eclesiastés deja
claro que no debemos esperar ninguna perfección bajo el sol.
21. Tampoco tomes en serio todas las palabras que se hablan, no sea que oigas a tu siervo maldecirte.
22. Porque tú también te das cuenta que muchas veces has maldecido a otros de la misma manera.
23. Todo esto probé con sabiduría, y dije: Seré sabio; pero eso estaba lejos de mí.
24. Está lejos lo que ha sido, y en extremo profundo. ¿Quién lo descubrirá?
25. Dirigí mi corazón a conocer, a investigar y a buscar la sabiduría y la razón y a reconocer la maldad de la insensatez y la necedad de la locura.
26. Y hallé más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, cuyas manos son cadenas. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador será por ella apresado.
27. Mira – dice el Predicador – he descubierto esto, agregando una cosa a otra para hallar la razón,
28. que mi alma está todavía buscando mas no ha hallado: He hallado a un hombre entre mil, pero mujer entre todas éstas no he hallado.
29. Mira, sólo esto he hallado: que Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas.
21. Tampoco tomes en serio todas las palabras que se hablan, no sea que oigas a tu siervo maldecirte.
22. Porque tú también te das cuenta que muchas veces has maldecido a otros de la misma manera.
23. Todo esto probé con sabiduría, y dije: Seré sabio; pero eso estaba lejos de mí.
24. Está lejos lo que ha sido, y en extremo profundo. ¿Quién lo descubrirá?
25. Dirigí mi corazón a conocer, a investigar y a buscar la sabiduría y la razón y a reconocer la maldad de la insensatez y la necedad de la locura.
26. Y hallé más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, cuyas manos son cadenas. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador será por ella apresado.
27. Mira – dice el Predicador – he descubierto esto, agregando una cosa a otra para hallar la razón,
28. que mi alma está todavía buscando mas no ha hallado: He hallado a un hombre entre mil, pero mujer entre todas éstas no he hallado.
29. Mira, sólo esto he hallado: que Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas.
La profundidad de la sabiduría y la razón
Mi hermano volvió del servicio
en el cuerpo de Marines de los Estados Unidos con esta declaración: “¡No creas
nada de lo que escuches y sólo la mitad de lo que veas!” Por supuesto, es una
exageración, sin embargo, nos advierte de una maldad mayor, que es la de creer
todo lo que escuchamos. Por favor, no creas todo lo que leas o escuches en
Internet. Mucho de lo que hay es “engaño”. Estoy constantemente asombrado de cómo
hay gente que puede engañar de modo tan persuasivo, aunque saben que están mintiendo
descaradamente.
Si recibes un insulto personal,
no intentes investigar para refutar la acusación. Solamente recuerda, avisa el
predicador, las muchas veces que has hablado contra alguien. Santiago afirma: “Si alguno no tropieza en lo que dice, es
un hombre perfecto…” (Stg.3:2). O
toma el consejo de Charles Spurgeon: “Si
alguno habla mal de ti, no te enfades con él; ¡porque eres mucho peor de lo que
él piensa!” Escucha a tu propio corazón y no tengas miedo de enfrentar la
verdad sobre ti mismo (vs.21-22).
La sabiduría no se obtiene por
tener una fuerte autodeterminación, porque la verdadera sabiduría viene de Dios
(vs.23-24). Volvemos a Santiago: “Si
alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios” (Stg.1:5).
Las profundidades de la sabiduría están muy fuera del alcance de la capacidad
humana. Recomiendo todo el capítulo 8 de Proverbios porque allí aprendemos acerca
de la sabiduría personificada… “el Señor
me poseyó al principio de su camino, antes de sus obras de tiempos pasados.
Desde la eternidad fui establecida, desde el principio, desde los orígenes de la
tierra” (Pr.8:22-23). El Señor preguntó a Job: “¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo,
si tienes inteligencia” (Job 38:4).
Salomón habla de haber entrado
en una búsqueda profunda después de haberse arrepentido (“Me volví y fijé mi corazón
para saber”, RV60), investigando en cual ha sido la raíz de su necedad y
locura. Está buscando “la razón” de
su pecado. Está cavando profundamente dentro de sí en el intento de hallar la
verdad (v.25). Parece extraña su determinación de ir primeramente en esta
dirección, antes de buscar el perdón y la salvación, pero es que necesita saber
acerca de las trampas y el enredo que le llevó a la idolatría y a la impiedad.
Si no, ¿cómo va a informar a otros?
Hemos oído sobre personas santas
que ven el pecado como más amargo que la muerte. Bienaventurados son aquellos
que tienen miedo de pecar y prefieren encontrar la muerte antes que cometer
pecado. La experiencia de Salomón fue que la lujuria para las mujeres fue la
razón personal tras su fracaso. ¿Fue la hija de Faraón el comienzo de los “lazos y redes… manos que son ligaduras”? ¿Está describiendo a aquella, a quien
edificó una casa fuera de la ciudad de David (1 R.9:24)? ¿Quiso alejarla de la
adoración a Dios en Israel porque vio en ella, en primer lugar, una amenaza
para entregarse a la idolatría? Pues, tal precaución no fue suficiente porque después,
“edificó Salomón un lugar alto a Quemos,
ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc
ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres
extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses” (1
R.11:7-8). Este rey desagradó a Dios y cayó en lazo profundo (v.26).
Al observar la causa y seguir el
proceso del pecado en su vida, pudo ver claramente la trampa. Su historia
cuenta con 700 esposas y 300 concubinas… ¡un total de mil! Pudo haber un hombre
en su reino que intentara llevarle a Dios, pero no hubo una sola mujer, entre las
mil de su harén, que le influyera para bien (vs.27-28). No es una condenación al
sexo femenino, sino el relato personal de la experiencia de su caída, que le
llevó tan lejos de Dios.
Salomón no está culpando a Dios
por su caída, pero las manipulaciones del diablo fueron muchas y profundas
(v.29). Él sabía la debilidad del rey y, desde el principio, relacionado a su
unión con la hija de Faraón, fue contra el mandamiento de Dios: “El rey Salomón amó, además de la hija de
Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de
Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a
los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas… porque ciertamente harán inclinar
vuestros corazones tras sus dioses. A
éstas, pues, se juntó Salomón con amor” (1 R.11:1-2).
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