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Lowell Brueckner

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El pacto invalidado

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CAPITULO 11

La responsabilidad humana

 1.      Palabra que vino de Jehová a Jeremías, diciendo: 

2.      Oíd las palabras de este pacto, y hablad a todo varón de Judá, y a todo morador de Jerusalén. 

3.      Y les dirás tú: Así dijo Jehová Dios de Israel: Maldito el varón que no obedeciere las palabras de este pacto,

4.      el cual mandé a vuestros padres el día que los saqué de la tierra de Egipto, del horno de hierro, diciéndoles: Oíd mi voz, y cumplid mis palabras, conforme a todo lo que os mando; y me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios;

5.      para que confirme el juramento que hice a vuestros padres, que les daría la tierra que fluye leche y miel, como en este día. Y respondí y dije: Amén, oh Jehová. 

6.      Y Jehová me dijo: Pregona todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: Oíd las palabras de este pacto, y ponedlas por obra. 

7.      porque solemnemente protesté a vuestros padres el día que les hice subir de la tierra de Egipto, amonestándoles desde temprano y sin cesar hasta el día de hoy, diciendo: Oíd mi voz. 

 Observamos, desde el principio de este libro, que a Jeremías le preocupaba más el contenido del mensaje que el Señor le dio, que su cronología. Nos hace concluir que el mensaje se aplicaba a su pueblo, desde todos los tiempos, y hemos intentado ver cómo se nos aplica a nosotros, muchos siglos más tarde, bajo el Nuevo Pacto.

 Parece que el Señor dio esta porción a Jeremías cuando era muy joven. Jeremías estaba todavía entre los ciudadanos de Anatot, su pueblo nativo, de los cuales ya está recibiendo oposición. Anatot está en el territorio de la tribu de Benjamín y Dios le está enviando a Judá, concretamente, a las calles de Jerusalén (v.6). También, de acuerdo con su llamamiento y mensaje, Jeremías proclama, “Amén”.

 El mensaje tenía que ver con el Pacto que Dios había establecido con Su pueblo en el monte Sinaí, al cual dijeron que obedecerían (Éx.24:3). Precisamente, en aquellos días, el Libro de la Ley fue redescubierto mientras reparaban el templo y, el buen rey Josías, lo hizo público. El rey manifestó un profundo remordimiento e intentó dirigir a su pueblo al arrepentimiento. Con todo su corazón, destruyó la idolatría, incluso la practicada en los lugares altos; también restauró el templo y celebró de nuevo la Pascua, aunque parece que el pueblo no le siguió con todo su corazón.

 Ellos asumían que Dios sería fiel a Su Pacto, sin importarles mucho su responsabilidad hacia el mismo. Los judíos supusieron lo mismo en los días de Juan Bautista y Jesús. Valoraban mucho el hecho de que ellos eran la simiente de Abraham, la simiente elegida por Dios. En Jeremías 7, vimos su lealtad hacia las costumbres ceremoniales sin arrepentirse de sus obras inmorales de opresión, robo, adulterio, idolatría, falso juramento, e incluso, homicidio. 

 

 El Señor repite ahora las condiciones que les dio cuando les sacó de Egipto: “Oíd Mi voz y haced conforme a todo lo que os mandé; y me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios” (vs.4,7; Éx.15:26). El horno de hierro les recuerda su vida de esclavitud, cuando construían para el Faraón con ladrillos cocidos en el horno de hierro. También les recuerda las consecuencias de su infidelidad al Pacto: Maldito el varón que no obedeciere las palabras de este pacto” (v.3).  

 Ya que Israel no fue obediente al Pacto, Dios lo canceló y le puso fin. Después de la cena de la Pascua, Jesús tomó la copa y dijo: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mt.26:28).  Bajo el Nuevo Pacto por el sacrificio de Cristo, “somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro.6:4). Estas son las condiciones del Nuevo Pacto. La muerte de Cristo no sólo es efectiva para perdonar el pecado, sino que, en Su poder de resurrección, hay una vida nueva. La ley del Antiguo Pacto no proveyó poder para conquistar el pecado.

 El escritor de Hebreos nos enseña que Cristo es Mediador de un mejor pacto (He.8:6). Por la ley de una naturaleza nueva, arraigados y cimentados en amor, aquel que entra al pacto con Dios, le sirve con libre disposición. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará” (Jn.14:23). El apóstol Juan advirtió: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo” (1 Jn.3:7), siendo fiel desde su corazón al Nuevo Pacto. Desafortunadamente, en este tiempo del Nuevo Pacto, como sucedió bajo el Antiguo, existe gente engañada, que piensa que Dios guardará Su parte del Pacto, aunque ellos no guarden la suya. De la misma manera que el judío estaba muy equivocado, también lo están ellos, porque “el que practica el pecado es del diablo” (1 Jn.3:8).

 Como podemos ver, el imperativo hablad, en el versículo 2, es plural, porque Dios mandó lo mismo a todos los profetas, y actualmente a todos los que son llamados a predicar y a enseñar el evangelio. Los que oyen son llamados a obedecer el evangelio, y los que no lo obedecen quedan bajo maldición (Ro.2:8; 2 Tes.1:8). Jeremías responde al llamamiento y al mensaje, usando la palabra hebrea que significa conformidad y que es la confirmación personal a la verdad absoluta… ¡Amén! (v.5). La Biblia Textual lo traduce totalmente correcto al decir en 2 Corintios 1:20: “Porque todas las promesas de Dios en Él (Cristo) son sí, por eso también por medio de Él, decimos amén a Dios, para su gloria por medio de nosotros.” Intentemos captar la poderosa importancia de decir amén a Su palabra. Decir amén no debe llegar a ser una costumbre. No es algo ligero estar de acuerdo, desde el corazón, con la Palabra de Dios, y no existe ninguna otra palabra que lo exprese tan adecuadamente. Cuando Jesús quiso confirmar doblemente la verdad que estaba expresando a Sus oyentes, dijo: “¡Amén, amén!” (Jn.1:51; 3:3, 5, 11; 5:19, 24, 25 y en muchos otros textos).

 ¿Podemos ver la asombrosa maravilla de un Dios que, aunque no puede mentir, aún así, hace juramentos? El que es la Verdad absoluta no tiene por qué jurar, pero lo hace; en primer lugar, porque es un Dios de confirmación, declarándolo todo por medio de dos o tres testigos (2 Co.13:1). En segundo lugar, quiere darnos una seguridad total, por Su misericordia, ya que podemos ser muy fácilmente engañados por la incredulidad y la duda.

 

Oídos sordos

 8.      Pero no oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón; por tanto, traeré sobre ellos todas las palabras de este pacto, el cual mandé que cumpliesen, y no lo cumplieron. 

9.      Y me dijo Jehová: Conspiración se ha hallado entre los varones de Judá, y entre los moradores de Jerusalén. 

10.  Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, los cuales no quisieron escuchar mis palabras, y se fueron tras dioses ajenos para servirles; la casa de Israel y la casa de Judá invalidaron mi pacto, el cual había yo concertado con sus padres. 

11.  Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí yo traigo sobre ellos mal del que no podrán salir; y clamarán a mí, y no los oiré. 

12.  E irán las ciudades de Judá y los moradores de Jerusalén, y clamarán a los dioses a quienes queman ellos incienso, los cuales no los podrán salvar en el tiempo de su mal. 

13.  Porque según el número de tus ciudades fueron tus dioses, oh Judá; y según el número de tus calles, oh Jerusalén, pusiste los altares de ignominia, altares para ofrecer incienso a Baal. 

14.  Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración; porque yo no oiré en el día que en su aflicción clamen a mí. 

15.  ¿Qué derecho tiene mi amada en mi casa, habiendo hecho muchas abominaciones? ¿Crees que los sacrificios y las carnes santificadas de las víctimas pueden evitarte el castigo? ¿Puedes gloriarte de eso? 

16.  Olivo verde, hermoso en su fruto y en su parecer, llamó Jehová tu nombre. A la voz de recio estrépito hizo encender fuego sobre él, y quebraron sus ramas. 

17.  Porque Jehová de los ejércitos que te plantó ha pronunciado mal contra ti, a causa de la maldad que la casa de Israel y la casa de Judá han hecho, provocándome a ira con incensar a Baal. 

 La semana pasada tuve una cita con la enfermera de mi médico, y como quise captar cada palabra de sus instrucciones, “incliné mi oído”. Tenía mucho deseo de escucharla, para mi propio bien. El valor de la exhortación del Señor va más allá de nuestra comprensión, ningún consejo humano puede compararse a él. Con intenciones amorosas, Él viene a nosotros en el momento más oportuno, lo antes posible. ¿Podrá tener Él otra motivación aparte del amor, cuando amonesta temprano y sin cesar? La desobediencia a Su voluntad viene por la terquedad de la maldad del corazón humano: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer.17:9). Jeremías conoce la naturaleza autodestructiva del hombre, más que todas las cosas, que insiste en cumplir con su propio deseo, cueste lo que cueste (v.8).

 Las consecuencias de hacer oído sordo a los mandamientos del Señor son incalculables. Como sucede con las leyes humanas, cada mandato de la ley de Dios está conectado a un castigo por su desobediencia, y el juicio de Dios aplicado a la desobediencia del hombre es extremadamente severo. Debido a que la desobediencia del hombre produce la rotura de leyes naturales, leyes físicas, emocionales y mentales, es para nuestro propio bien que nos sujetemos y seamos obedientes. La humanidad está llevando a cabo una verdadera conspiración contra su Creador. Los habitantes de Judá, principalmente de la ciudad de Jerusalén, se han rebelado y amotinado a propósito, dando la espalda a su propio Dios (v.9).

Observemos cómo el Señor está avisándoles a través de Su profeta, ofreciéndoles todavía una posibilidad para el arrepentimiento. La enemistad está profundamente inculcada en su interior, y ha sido trasferida de padres a hijos, durante generaciones. Esto ha causado que sigan y sirvan a los dioses rivales, desviándose del Pacto que Dios hizo con sus patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob (v.10). El Señor promete que no habrá escapatoria de la calamidad que les sobrevendrá. Incluso el Dios que se ha comprometido a ser su socorro, no los oirá cuando ellos le clamen (v.11).

 Encontramos un ejemplo de esto en el caso, extremadamente triste, del rey Saúl, a quien el Señor ya no escuchó (1 S.28:5-19). Saúl acudió a una bruja, una médium diabólica, buscando desesperadamente consuelo y guianza, pero no encontró alivio. En cuestión de horas, se encontró con su destino y perdió su vida. Mi alma se estremece por el horrendo naufragio espiritual que él experimentó. Un temor de Dios saludable impide tal desastre y nos enseña la sabiduría divina. Sin este temor nos exponemos a una ignorancia de los caminos de Dios que conduce a la locura.

Poner la confianza en dioses falsos será una confianza totalmente inefectiva (v.12). Los ídolos, aunque sean numerosos, no pueden salvarles del desastre. La Biblia enseña que siempre es un error depositar la fe en lo que es numeroso, confiando en que eso asegura el éxito (v.13). Ese tipo de fe, aunque sea muy prominente hoy en día, manifiesta una mentalidad carnal, y no un entendimiento de los caminos de Dios, que indican todo lo contrario. En este caso, es inútil orar, porque el espíritu dormido sueña, felizmente, engaños del diablo, y solamente podrá ser despertado a través de severas consecuencias (v.14).

 El mensaje de Dios procede de un corazón de amor… Él llama a Su pueblo Mi amado. Pero todo su ser ha quedado invertido; en lugar de que su espíritu esté dominando su cuerpo y su alma (lo que Dios quiso que fuera su estado natural), los deseos lujuriosos físicos le controlan, y su alma encuentra el gozo en la satisfacción carnal. Son como esposas infieles, cometiendo múltiples actos inmorales, pero queriendo quedarse en la casa de su Marido. Pablo escribió a Tito: “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tit.1:15). Toda semejanza con la santidad ha desaparecido (v.15).

 El propósito del Señor al nombrar un pueblo, “olivo verde, hermoso en su fruto y en su parecer”, ha sido alterado. Sus ramas están quebradas y el fuego las está consumiendo. Él, Quién les plantó, ahora pronuncia una maldición sobre ellos, porque se han vuelto de la razón de su existencia (v.16). En lugar de regocijarse en ellos, ellos le provocan a ira, dando su devoción y amor a Baal.

 La improductividad es maligna y pecaminosa. ¿Recuerdas la parábola del Señor contra la higuera? “Hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?” (Lc.13:7). Una parábola semejante es la del siervo inútil que escondió el talento de su Amo en la tierra, quien respondió: “Siervo malo y negligente… echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt.25:14-30). El Señor no tolera lo que es inútil, lo que no cumple con Sus propósitos. Repito, la inutilidad es maligna y pecaminosa; el infierno es un gran basurero para todos los que no son útiles para Dios (v.17).

 

El conocimiento de Dios

18.  Y Jehová me lo hizo saber, y lo conocí; entonces me hiciste ver sus obras. 

19.  Y yo era como cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre. 

20.  Pero, oh Jehová de los ejércitos, que juzgas con justicia, que escudriñas la mente y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque ante ti he expuesto mi causa. 

21.  Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de los varones de Anatot que buscan tu vida, diciendo: No profetices en nombre de Jehová, para que no mueras a nuestras manos; 

22.  así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre, 

23.  y no quedará remanente de ellos, pues yo traeré mal sobre los varones de Anatot, el año de su castigo. 


Dios da un entendimiento perfecto sobre Su pueblo al verdadero profeta (v.18). El salmista lo escribe en cuanto a Moisés: “Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras” (Sal.103:7). El conocimiento es absolutamente esencial para un líder cristiano; no se puede guiar por medio de la sabiduría y de los caminos de los hombres. Tiene que ver a su pueblo por medio de los ojos de Dios. Recuerdo lo que Tozer comentó a su congregación: “Jamás he conocido a gentes más majas; pero recordad… ¡ser majos no quiere decir que sois espirituales!”

 Jeremías sigue el ejemplo de mansedumbre del Señor. Él es inocente de las maldades cometidas por otras personas. Su amigo, Gedalías, el gobernador de Judá, tenía esa cualidad. Él rehusó escuchar el rumor sobre la maldad planeada contra él por Ismael, su asesino. De hecho, el rumor era verdad, y el gobernador murió como resultado. De todos modos, hay algo admirable en la persona que rehúsa escuchar malos rumores, porque siempre ve lo bueno en otros. Vale la pena reflexionar sobre el asunto; quizás valga la pena morir con este atributo. Pero hombre, aunque alguien posea esta característica, es necesario escuchar el relato verdadero (Jer.40:13-41:2).

 Jeremías mismo no se percató de las intenciones que había contra él, pero sí recibió las malas noticias (v.19). Vio la justicia de Dios en la venganza contra los hombres de Anatot que quisieron matarle (v.29). En verdad, lo que les enfurecía no era la persona de Jeremías sino el mensaje que recibió del Señor. Los hombres son rebeldes contra Dios. El enemigo, Satanás, tampoco está tan airado contra el creyente por sus propios atributos, sino que está furiosamente indignado porque ellos son la posesión del Señor, los que están compartiendo Su palabra (v.21). Guarda esta verdad en tus pensamientos.

 No daré más detalles sobre un principio que ya hemos considerado, simplemente repetiré que es totalmente justo que el Señor tome venganza. La venganza es semejante a la sentencia de un juez contra el criminal que quebranta la ley. Es exactamente lo que Dios hace al tomar venganza. Él es vengativo contra las personas que ignoran y despedazan Sus leyes de justicia. También toma venganza sobre los que persiguen a los que han tomado la decisión correcta de amar y honrar a Dios y a Su Cristo. Esta cualidad de venganza, al definirla así, es perfectamente legítima. Él declara que aniquilará a los hombres de Anatot. Aun sus descendientes, hijos e hijas, que han aprendido los caminos de sus padres, morirán por la espada y por el hambre. Serán víctimas de un castigo catastrófico.

 

 

 


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