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Lowell Brueckner

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Pastores, humildad y resistencia

 

Vuestro adversario, el diablo

1 Pedro 5

  

Apacentad la grey de Dios 

1.      Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: 

2.      Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; 

3.      no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. 

4.      Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. 

 Las palabras que Pedro escuchó directamente de la boca de Jesús constituyen el trasfondo de su mensaje a los ancianos de las iglesias a las cuales está escribiendo. Jesús enseñó: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.  Mas entre vosotros no será así…  Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos… Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt.20:25-26; 23:8, 9, 12).

 He escuchado a algunos líderes decir que las personas que han tenido bajo su cuidado son alborotadoras y rebeldes, y por ello requieren de una más firme sujeción y demandan que se les trate con más autoridad que la que Jesús otorgó a Sus discípulos. Si fuera así, entonces sugiero que empiecen de nuevo a edificar algo que sea cristiano. No hay normas en la cristiandad más allá de las que Jesús nos dio, sin excepciones.

 No hay consejo más sabio en la Escritura que el de Pedro en esta carta. Este áspero pescador ha sido quebrantado y amansado. Él escribe a los ancianos de las iglesias y se pone a su nivel, en ninguna manera se pone sobre ellos.

 Sin embargo, atestiguó personalmente la crucifixión. La palabra testigo en el griego significa mártir y nos recuerda continuamente que un testigo de Cristo tiene que ser fiel hasta la muerte. También Pedro observó a Cristo glorificado en el Monte de la Transfiguración. Fue profundamente impresionado con esta revelación y escribió acerca de ella en su segunda carta, 1:17-18: “Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”.

 Existen solamente dos oficios en la iglesia local bíblica: diáconos y ancianos. Este pasaje de la Escritura demuestra muy claramente que el liderazgo tiene tres títulos y cargos que deben llevar a cabo. El primero es el de un hermano mayor, es decir, un anciano, quien debe ser un ejemplo para toda la iglesia. Pablo escribió a Timoteo varias cualidades que debe poseer un anciano (1Tim. 3:1-7): 1. Irreprensible. 2. Marido de una sola mujer. 3. Sobrio. 4. Prudente. 5. Decoroso. 6. Hospedador. 7. Apto para enseñar.

 Y otras que no debe poseer: 8. Dado al vino. 9. Pendenciero. 10. Codicioso. 11. Avaro.  12. Un neófito. Pero también debe ser: 13. Amable. 14. Apacible. 15. Capaz de gobernar bien su casa. 16. De buen testimonio con los de afuera (v.1). Podemos ver que hay muchos requisitos que tenemos que mantener como ejemplo ante todos los miembros de la iglesia.  

 En el versículo 2, Pedro pone sobre el anciano la responsabilidad de un pastor; él tiene que apacentar la grey de Dios y nunca usurpar la posesión. En la misma frase le dice que él es un obispo, cuidando de ella (gr. episkopeo, uno que vigila o guarda la iglesia). Hoy en día oímos de obispos sobre varias iglesias en cierto distrito o territorio, pero en la Biblia los obispos ejercían su función en una sola iglesia de una localidad.

 El verdadero cristianismo indica que todas las responsabilidades tienen que funcionar desde un corazón de amor. Pablo dice a Timoteo que un anciano u obispo anhela obtener tal posición, y que no se siente forzado a tenerla (1 T. 3:1). No debe entrar por razones económicas; no debe verlo como una carrera profesional. Él sirve con ánimo, reconociendo el privilegio que tiene de poder dirigir este cuerpo orgánico y celestial. Desde el principio de su carta, Pedro ha querido expresar la grandeza de haber escuchado y participado en algo que “los profetas… inquirieron y diligentemente indagaron… cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1:10-12).

 Una posición pastoral nunca es autoritaria; de hecho, cualquier relación sobre uno o muchos seres humanos que manipula o controla, es diabólica. El Reino de Dios funciona sobre otros principios, como mencioné al empezar este capítulo, como Jesús enseño a Sus discípulos. Pedro enseñó, como Jesús, que los líderes no deben enseñorearse…  y ahora veamos su terminología… “los que os han sido confiados” (LBLA). El liderazgo cristiano tiene que ver con el ejemplo, y no con una posición de comandante (v.3).

 Hay un Príncipe de los pastores, que tiene a todos los pastores terrenales bajo Su cuidado y está observando su labor diligentemente. Él volverá un día para recompensar a Sus verdaderos siervos en Su tribunal: “De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo” (Ro.14:12). Y Todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo” (2 Co.5:10).

 Hay una corona de gloria esperando a los pastores fieles. La palabra griega stefanos, quiere decir: un premio en los juegos públicos; no una corona real, pero sí incorruptible. Significa que el premiado se ha hecho con la victoria por haber dirigido a su grey hasta los pastos celestiales. ¡Qué gran motivación para el liderazgo cristiano de hoy, cuyos ojos están en los galardones celestiales, espirituales y sobrenaturales! Los que solamente se fijan en el crecimiento numérico, confiando en programas y métodos, son las que yo llamaría sociedades religiosas, porque no creo que puedan considerarse iglesias bíblicas. Algunos fundadores tuvieron la idea de crear “iglesias”, donde los asistentes pudieran sentirse muy cómodos y bien entretenidos, sin tener ninguna participación. Ellos llamaron a sus “iglesias” “amistosas para los buscadores”. Leí que uno de ellos admitió honestamente que el experimento había sido un fracaso. En tales “iglesias” hay los que promocionan clichés o tópicos positivos, y niegan las verdades negativas que la Escritura afirma, y de este modo quedan fuera del círculo sagrado de los santos destinados al cielo. Solamente los que están entre esta multitud alegre, caminarán por las calles de oro (v.4). 

 

Humildad sumisa

 5.   Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. 

6.      Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; 

7.      echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.  

Las iglesias deben buscar ancianos que sean literalmente maduros, y que tengan bastante experiencia en la vida. Ahora Pedro se dirige a los miembros más jóvenes de la iglesia. No es sabio ni decoroso que los ancianos demanden que sus congregaciones les obedezcan, sino que los más jóvenes deben mostrar una actitud voluntariamente sumisa. Antes Pedro instruyó a la iglesia a someterse al gobierno (2:13-17), y a los esclavos a sus amos (2:18-25). Aconsejó a las esposas que debían someterse a sus maridos, demostrándoles el beneficio por tal actitud (3:1-7). La generación más joven también saldrá beneficiada por poseer este atributo. Sin embargo, en el versículo 5, entendemos que ser sumiso debe ser una característica de toda la iglesia: “Todos, sumisos unos a otros”.

 Pedro aconseja a toda la iglesia a despojarse del orgullo y revestirse de humildad. Desvestirse y revestirse ha sido un tema en esta carta. Empezó en el capítulo 2 a escribir sobre desechar la malicia y desear la leche espiritual. En 3:10-11, escribió de refrenar la lengua, apartándose del mal, para poder buscar la paz. En 4:2, enfatizó no vivir más conforme a las concupiscencias de los hombres, sino, lo que resta en la carne, vivir para la voluntad de Dios.

 Sería difícil enfatizar lo suficiente o exagerar el odio que Dios tiene en contra del orgullo. El resumen total de Su palabra declara la caída del orgulloso y la exaltación del humilde. La vida de Jesús demostró mansedumbre y humildad, siendo la mansedumbre un fruto del Espíritu Santo. Pedro resume el desprecio que la Biblia expresa en contra del orgullo y su amor por la humildad con esta declaración: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Santiago 4:6 dice exactamente lo mismo (v.5).

 Tenemos que practicar la humildad. Viviremos muchas situaciones que nos permitirán humillarnos “bajo la poderosa mano de Dios” en obediencia. Él desafiará nuestras maneras tercas y nos mostrará un camino mejor, que será para nuestro inmenso beneficio. Tenemos que volver a menudo a Isaías 55:7-9 para renovar la instrucción del Señor para nuestro bien: “Deje el impío su camino… vuestros caminos (no son) mis caminos… como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos…”. Seguirlos requiere humildad sumisa, y echar continuamente por tierra el orgullo. Es vital para la salud espiritual. Sus intenciones son buenas para nosotros y nos levantará a niveles más altos (v.6). Un himno en inglés enseña: 

Su poder te hace lo que debes ser,

Su sangre limpia tu corazón y te hace libre;

Su amor llenará tu alma y verás

Que fue mejor que Él hiciera Su voluntad en ti.

 Pablo, en Romanos 8:31, declara que Dios es por nosotros. Comprueba Su buena voluntad hacia nosotros, porque no escatimó a Su propio Hijo por nosotros (Ro.8:32). Nos justificó para que nadie levantara un procedimiento contra nosotros (Ro.8:33). Cristo murió en nuestro lugar para que nada nos condene (Ro.8:34). ¿No nos consuela que podamos echar toda nuestra ansiedad sobre Uno que tanto se preocupa por nosotros? (v.7).

 

El león rugiente

 8.      Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor         buscando a quien devorar; 

9.      al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. 

 El cristianismo no es un juego ni un jardín de rosas, sino un campo de batalla, y Pedro es fiel advirtiéndonos acerca de nuestro enemigo y del objetivo que él tiene de devorarnos. Acabamos de aprender que el camino cristiano requiere humildad, y ahora veremos que también demanda sobriedad y vigilancia. Quien haya oído rugir a un león entenderá la buena analogía que Pedro da (v.8). El diablo ruge para ponernos ansiosos y producir temor. Nos quiere abrumar constantemente con preocupaciones insuperables. Sus penetrantes rugidos son para ahogar la fe y la esperanza. El rugido proviene de lo más profundo de un corazón maligno que intenta robarnos todos los beneficios del evangelio, matar la nueva vida obtenida desde lo alto, y destruir la esperanza y la paz (Jn.10:10).

 El remedio sobrenatural que acalla el ruido, calma la tempestad y tranquiliza el corazón es la fe que viene de Dios. Siendo sobrios reconocemos la presencia del enemigo; siendo vigilantes, guardamos nuestras almas de un ataque esperado y le enfrentamos para resistirle cuando se aproxime. Solamente Dios da la fe que vence cuando la fe humana tropieza y se hace pedazos ante un poder superior. Martín Lutero proclamó la victoria en su famoso himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”: 

Con furia y con afán, acósanos Satán,

Por armas deja ver, astucia y gran poder;

Cual él no hay en la tierra.

 

Nuestro valor es nada aquí, con él todo es perdido,

Mas con nosotros luchará, de Dios el Escogido;

Es nuestro rey Jesús, el que venció en la cruz,

Señor y Salvador, y siendo Él solo Dios,

Él triunfa en la batalla.

 

Aunque demonios mil estén prontos a devorarnos,

No temeremos porque Dios sabrá cómo ampararnos;

¡Que muestre su vigor, Satán y su furor!

Dañarnos no podrá, pues condenado es ya,

Por la santa Palabra.

 La reforma resistió a un ataque político y religioso mundial. Y la iglesia primitiva, dondequiera, sufrió sin tener ningún apoyo organizativo, como lo tienen las iglesias evangélicas hoy delante del gobierno. Los gobernantes eran hostiles en los primeros siglos y, por supuesto, no garantizaban seguridad ni libertad. La fe fue la victoria que venció al mundo en aquel tiempo. ¡No osemos confiar en cualquier poder bajo el cielo hoy! (v.9).

 

Saludos cristianos

 10. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis                 padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. 

11.  A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 

12.  Por conducto de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis. 

13.  La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan. 

14.  Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén. 

 El Dios de la gracia, quien nos ha llamado para alcanzar metas eternas por medio de Su Hijo eterno, terminará la obra que ha empezado. Esta es la indudable declaración de Pedro. También Pablo dijo: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil.1:6). Dios es demasiado bueno como para no terminar lo que principió. Tiene demasiado invertido en nosotros ya. Él envió a su Hijo unigénito, que derramó Su sangre preciosa sobre esta Tierra, y después continuó dándonos Su Espíritu Santo, hace ya veinte siglos, asegurando así la victoria para Su pueblo (v.10).

Hay solamente un propósito en todo esto. ¡Es para Su gloria eterna! Pedro confirma la declaración con una palabra de absoluta autoridad… ¡Amen! (v.11). Nunca debemos olvidarnos de la razón por la cual existimos sobre este planeta. No es para nosotros mismos, sino para vivir para Su placer: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col.1:16). Sin embargo, Su placer toma en cuenta nuestro beneficio eterno y nos colma con Sus bendiciones sin fin: “En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad(Ef.1:5).

 Pedro lleva esta maravillosa carta a su fin, reconociendo a su escriba y fiel hermano, Silvano, conocido mejor como Silas. Nos ha retado a apreciar al máximo la maravilla asombrosa del evangelio, en el cual hemos entrado. Y lo hace otra vez en el versículo 12, asegurándonos que hemos entrado en “la verdadera gracia de Dios”. En el capítulo 1 nos dijo que somos la envidia de profetas y ángeles. Proclamó que este evangelio nos ha rescatado de la mortalidad, ilustrándolo a través de la corta vida de la hierba y de las flores, que se secan y caen en tierra. La palabra que nos han hablado “permanece para siempre”.

 Pedro nos ha enseñado la hermosura de nuestra fe y lo preciosa que es la sangre de Cristo. Nos mostró una Piedra viviente, una Piedra del ángulo, elegida y preciosa, y nosotros, los que creemos, hemos hallado que Él es precioso al extremo, más allá de lo que los pensamientos o las palabras puedan contar. Ahora le amamos y le adoramos sobre cualquier cosa o persona aquí, y continuaremos amándole eternamente.

 Marcos, el evangelista, fue el converso amado de Pedro y está presente al escribir su carta (v.13). El amor que fluye hacia nuestros hermanos es inmensamente fuerte y profundo, más allá del amor humano. Excede a lo que el alma humana puede contener o expresar. Es un amor que sobrepasa todo entendimiento, y viene acompañado de una paz celestial que vence la confusión de la existencia terrenal. Vive y reina en cada creyente (v.14).