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Shelley y Daniel |
Permitidme un pensamiento antes de entrar en el mensaje de Daniel. Es
sobre la canción de la oveja perdida. La última estrofa dice: “Esta misma historia
vuelve a repetirse, hay aún ovejas que errabundas van… Pero todavía existen
pastores que por las montañas a buscarlas van. Y cuando las hallan, las traen
al camino, al camino bueno, la verdad y la vida, que es Cristo, el Señor.”
Daniel nos cuenta acerca de un borracho que interrumpió un programa de
Navidad y, como resultado de aquella interrupción, un niño recibió a Cristo.
Hay más buenas nuevas que Daniel no pudo contar porque todavía no habían
acontecido cuando dio este mensaje. A los 80 años, el mismo hombre que llegó borracho
al programa de Navidad encontró a Jesús, fue transformado, y ahora es un
testigo vivo para Cristo.
En el mismo lugar donde escuché el mensaje para escribirlo descubrí, entre
los comentarios, el de una mujer de quien habló Daniel al final de su mensaje,
Deb Reynolds. Ella dice: “Empecé a ver este video justo cuando Daniel estaba hablando
de mi vida. Yo sé que estoy aquí hoy por mi familia de la iglesia y por creer
en Dios. He sido verdaderamente bendecida”.
En su primer capítulo, Marcos nos dice que muchos fueron sanados en
Capernaum. Daniel menciona que el hijo de un hombre noble también fue sanado.
Hay una historia en los Evangelios de un centurión romano en Capernaum que
creyó. Ahora, seguiremos en Marcos, versículo tras versículo, mientras que
Daniel relata otra historia de la que seguramente podríamos llamar un
avivamiento en Capernaum.
El paralítico de Capernaum (Marcos 2:1-12)
Daniel Brueckner durante los primeros días de Covid
“Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que
estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no
cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra”.
Jesús se había mudado de Nazaret a Capernaum; al poco tiempo circuló la
noticia de que estaba en la casa. Mucha gente se reunió y, en el relato de
Lucas, capítulo 5, versículo 17, cuenta que los escribas llegaron de cada aldea
de Galilea, Judea y Jerusalén. La multitud que llegó era tan grande que no
había lugar para llegar a la puerta.