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Lowell Brueckner

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Hechos 4

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Capítulo 4:1-4

El progreso por medio de la oposición

1. Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos,

2. resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

3. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.

4. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.


Los primeros ocho capítulos de los Hechos tienen que ver con el primer paso de la Gran Comisión: predicar el evangelio a los judíos en Jerusalén. El apóstol Pablo enseña en Romanos 1:16 el principio de que el evangelio le fuera predicado primeramente al judío, después a los no judíos. Casi todos los primeros creyentes fueron judíos. Dos meses atrás había acontecido la crucifixión de Jesús, y al predicarlo, los apóstoles hallaron mucha oposición. Después de que el paralítico fuese sanado, la ciudad se abrió al evangelio, pero el enemigo de las almas se movió para detener el movimiento. La fuente de toda oposición es espiritual; este principio es la verdad hasta el día de hoy, y siempre lo será. Es una lucha a muerte “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).

Viéndolo humanamente, la predicación del evangelio suponía una amenaza para el liderazgo judío que gobernaba en Jerusalén, el Sanedrín: un concilió de 70 líderes, con una larga historia en Israel, por lo que los judíos creían que había sido ordenado por Dios desde los días de Moisés (Éx. 24:1,9; Núm. 11:24 y 25). Hasta el tiempo presente, sigue gobernando en Jerusalén. Ellos contaban con una fuerza policial dentro del templo que era dirigida por un capitán. Dentro del sanedrín estaban los fariseos y los saduceos, siendo estos últimos, especialmente, quienes se agitaron porque no creían en la doctrina de la resurrección, la cual enfatizaban los discípulos. Ahora, aparecen para poner fin a la predicación, y la frase – “les echaron mano” – describe la violencia de la interrupción (v. 1); no fueron arrestados ni encarcelados con gentileza.

Lo que enseñaban Pedro y Juan representaba un desafío al statu quo de los líderes, una amenaza para su posición y autoridad. Sin embargo, la autoridad de los apóstoles estaba “en Jesús”, no en sí mismos, y dado que Jesús ya había dejado este mundo para ir al cielo, ellos eran Sus portavoces. Los líderes se sienten amenazados porque la población de Jerusalén está prestando mucha atención a los apóstoles, y más y más gente se unía a ellos. Lo que está ocurriendo en Jerusalén, en el futuro estremecerá al mundo entero (v. 2).

El juicio fue propuesto para el siguiente día porque se había hecho tarde (v. 3). Para los discípulos no hay trabajo que pueda ser más importante; el evangelio es un asunto de consecuencias eternas, con felicidad o condenación como resultado. La semilla fue sembrada y la cosecha fue la salvación de muchos. Posiblemente, dos mil nuevas almas fueron salvadas, o quizá cinco mil, porque no podemos saber si Lucas nos está dando el número total de creyentes en la iglesia, o si se está refiriendo al número que había creído ese día por la sanidad del cojo. En ambos casos es una siega maravillosa (v. 4).


Capítulo 4:5-12

Pedro culpa a estos hombres importantes

5. Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas,

6. y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes;

7. y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?

8. Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel:

9. puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera este haya sido sanado,

10. sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

11. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.

12. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.


Llegó el siguiente día. Seguramente, nadie sentirá envidia de Pedro y de Juan por tener que enfrentarse a este concilio: gobernantes, ancianos, escribas, el anterior sumo sacerdote Anás, Caifás, quien había heredado el sumo sacerdocio de Anás, Juan, Alejandro y los familiares de los sumos sacerdotes (vs. 5-6). Lucas provee información sobre las autoridades civiles en Israel y Roma, para que el lector sepa qué lugar ocupaba el Evangelio en la historia del mundo. Lo hace en su Evangelio (Lc. 1:5; 2:1 y 2) y en el libro de Hechos (12:20). Estos eran la nobleza religiosa, el gran concilio, y no había más altos cargos en la tierra de Israel. Ellos quieren saber qué autoridad está detrás de los discípulos, debido a la dificultad que tienen de creer que estos hombres simples, dos pescadores galileos, actúan por su propia cuenta o voluntad, siendo capaces de provocar tal revuelo entre la población de Jerusalén (v. 7).

Es una buena pregunta, porque la verdad es que Pedro y Juan no habían iniciado este movimiento. En el versículo 2 mencionamos bajo qué Nombre funcionan. Son embajadores del Príncipe de Gloria, quien les ha comisionado a predicar Su evangelio en Jerusalén. En Su gran Nombre, Pedro no tarda en hablar. Nos acordamos de que en los Evangelios Pedro era el portavoz de todos los discípulos, pero ahora, ¡el Pentecostés le ha otorgado fuerza y sabiduría santas!

Lleno del poder del Paracletos celestial, su Abogado de la defensa jamás derrotada, Pedro se levanta contra el desafío. “¿Cómo puede ser?”– dice con valentía – “¿que no nos acusen de un crimen sino de una buena obra? ¿Qué farsa de juicio es este? Pero a pesar de vuestra ridícula acusación voy a contestar a la pregunta para que cada oyente, no solamente de esta sala, sino de toda la nación, sepa que es por el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros hace poco crucificasteis. Él se ha levantado de los muertos y vive otra vez para sanar a los enfermos”. Por supuesto, lo que escribo es una paráfrasis, pero seguramente es el quid de la respuesta inspirada de Pedro (vs. 8-10).

Después, Pedro se adentra en el Antiguo Testamento, que les acusa por las decisiones que han hecho. Ellos, no solamente son acusados por este galileo, sino por la Palabra eterna del salmista más grande de la historia de Israel, quien profetizó: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo” (Sal. 118:22). Para que no erraran sobre a quiénes se aplica este salmo, Pedro añadió: “Vosotros los edificadores” fuisteis los que cumplisteis esta profecía, y Jesús fue y es la Cabeza del Ángulo en el edificio de Dios.

Seguidamente, Pedro les dio a ellos y a todas las edades futuras, una palabra poderosa de significancia tremenda, que argumenta contra cualquier mediador que una religión o filosofía pueda inventar para reemplazar, e incluso co-redimir, junto al Único que puede salvar. Se encuentra en el texto del versículo 12, pero tiene tanta importancia que la volveré a poner aquí: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.



Capítulo 4:13-22

La reacción del Sanedrín

13. Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.

14. Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra.

15. Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y conferenciaban entre sí,

16. diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.

17. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.

18. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.

19. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios;

20. porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

21. Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho,

22. ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.

El próximo versículo también es valioso para el cristiano, ya que le pone en la debida categoría que debe aceptar. De mi parte diré que más de sesenta años de estudio de la Biblia no me sacan de esta categoría, y tampoco quiero ser sacado nunca. Hay dos distinciones que definen a los testigos que son utilizados por Cristo. Para el concilio no era un problema discernir que los galileos eran gente “sin letras y del vulgo”; también Pedro y Juan reconocían su incapacidad personal. Sin embargo, los dignatarios quedaron estupefactos con su respuesta. Además de lo que confesaron en el concilio ese día, sobre todo, lo que pudieron ver, fue la fuente de su denuedo y su conocimiento de las Escrituras porque “reconocieron que habían estado con Jesús” (v. 13).

¡Que aprendamos nosotros que Dios ha escogido a aquellos que no tienen cualidades de elocuencia ni mentalidad superior! ¡Y que cada persona que Dios usa conozca también sus limitaciones! Cada quien tiene que ser enseñado por Dios en la persona de Jesucristo, bajo la instrucción del Espíritu Santo. A ellos les es otorgado poder y sabiduría celestial, para que así solamente Dios reciba la gloria por medio de ellos.

Jesús muchas veces reprendía a los escribas, a los fariseos y a los principales de la sinagoga de tener un duro corazón, porque estimaban sus reglas por encima del bienestar de los enfermos y los endemoniados. El hombre que había sido sanado el día anterior de una parálisis estaba al lado de Pedro y de Juan. Al Sanedrín no le importaba nada su estado de salud, paralítico o sano, solo que, junto con la predicación de los apóstoles, era un estorbo más para ellos. Su sanidad fue un problema porque no podían decir nada en contra (v. 14).

Después mandaron fuera de la sala a los dos apóstoles para poder discutir su caso y exponer libremente sus sentimientos (v.15), aunque no pudieron hallar ningún castigo razonable para ellos. La población que tenía sentido común quedó tremendamente impresionada y aplaudió lo bueno que había sido hecho. Observa lo que expresó el concilio al final del versículo 16: “No lo podemos negar”, y un poco antes “no podían decir nada en contra”. Aunque quisieron hacerlo, no pudieron negarlo ni decir nada en contra.

Por lo pronto, la única respuesta que hallaron fue una amonestación severa. Esperaban poder convencer a los discípulos para que les obedecieran y se sometieran a una paz negociada, dejando morir su mensaje. Solamente tenían que callarse y todos estarían felices. Recuerdo un caso en Méjico, cuando a dos hermanos les fue dada una severa amonestación de que se sometieran a las autoridades contra su voluntad. Uno, humildemente, agachó su cabeza y prometió conformarse; el otro declaró: “Yo salgo como entré”. No se conformó. Ahora, ¿qué harán estos dos discípulos si les mandan no hablar más en el nombre de Jesús? (v. 17).

Pedro y Juan entraron de nuevo, y los líderes de su nación les advirtieron fuertemente que no hablasen una palabra más sobre Jesús de Nazaret (v. 18). Personalmente, he conocido a cristianos que no tardan en obedecer a sus líderes, sin importarles lo que Dios y Su Biblia demanden. Entre tales personas no tengo esperanza de ver un efectivo testimonio cristiano. Pero estos dos, llenos del Espíritu Santo, que ha venido para tomar las cosas de Cristo y revelárselas a Sus discípulos, dio su respuesta y un ejemplo para que cada cristiano lo siga. Su respuesta es instantánea y libre, porque ven que la situación es una elección entre obedecer a Dios o al hombre. Así, frente a los más poderosos gobernantes en Jerusalén, dicen que no les importa como juzguen ellos este asunto, y que lo que ellos opinen no va a cambiar su repuesta. Lo único que les importa es cómo el cielo los ve (v. 19).

Solamente tienen una elección y ya han decidido cual será. Como los tres jóvenes hebreos, que enfrentaron el horno de Nabucodonosor, y aunque las circunstancias eran diferentes, su decisión estaba basada sobre la misma convicción: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto”. Ni el emperador, ni el Sanedrín, tenían influencia en ambos casos: “No serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Dn.3:16,18). Tampoco los apóstoles se inclinarán ante cualquier transigencia. Un profundo mandato interior motivó a Pedro y a Juan más que cualquier amonestación de sus gobernantes, y no pudieron forzarles a cambiar su decisión. Era una Autoridad más alta la que les había enviado y mandado hablar, y callarse no era una opción (v. 20).

Los líderes, una vez más, intentaron amonestarles, y como antes habían decidido que no era prudente políticamente castigarles, les soltaron. Es interesante ver que la humanidad nunca cambia realmente, sino que siempre elige lo que les cause menos resistencia. Hoy en día son pocos los gobernantes que buscan lo que es justo y correcto, gobiernan por pura conveniencia. Sabemos que Pilato hizo lo mismo; dio lugar a la situación política antes que a la justicia, y por esta misma razón el Señor fue crucificado. Estos setenta hombres sabían que su posición corría peligro (v. 21), mientras que la gente común dio gloria a Dios. Él obró donde no había posibilidad humana de ningún alivio futuro. Su poder se manifestó en un hombre maduro que tenía más de cuarenta años, tristemente limitado a su cama por toda la vida (v. 22).



Capítulo 4:23-31

La iglesia ora y Dios contesta

23. Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;

25. que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas?

26. Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo.

27. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,

28. para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.

29. Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra,

30. mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.

31. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

Pedro y Juan tenían a quien ir para informar del problema que había surgido, hermanos y hermanas que se habían preocupado genuinamente por su ministerio futuro, y les contaron todo lo que había pasado. Las enseñanzas de Jesús sobre el amor fraternal fueron suficientes para encender una chispa que ardió en el pecho de los creyentes que habían sido maltratados en todo el mundo. La iglesia tomó una acción seria; ellos sabían exactamente qué hacer para contrarrestar las amenazas de sus enemigos (v. 23).

Pensando en la iglesia del siglo XXI, voy a hacer una lista de cosas que ellos no hicieron y que, posiblemente, sí se harían hoy. No juntaron a la congregación ni a la mesa directiva para discutir qué deberían hacer. No hicieron un plan para alterar la manera en la que presentarse ante la sociedad, para que el mensaje del evangelio fuera más agradable. No formaron un comité para representarse delante del gobierno, ni consideraron intentar escaparse de encuentros semejantes en el futuro.

La iglesia primitiva tenía un solo recurso para cada situación o necesidad que pudiera levantarse. La iglesia fue y es un organismo único, nacido en el cielo, que no tiene conexiones terrenales en las que confiar. Apelaron a su único Centro de Mando, situado en el nivel más alto que cualquier autoridad en el mundo. Jesús declaró: “Mi casa, casa de oración será llamada” (Mt. 21:13). Entonces, comenzaron a orar. Y ya que menciono tal recurso, diré que hubo una petición que no hicieron, aunque puede que nos sorprenda, pero no pidieron que la oposición cesara.

Hemos mencionado que la iglesia acudió exclusivamente a la oración, y creo que debemos considerar la naturaleza de esta. El escritor, Lucas, no estaba presente, pero le fue relatado por los que sí lo estaban. Primeramente, alzaron su voz en una petición singular y unida; muchas voces formando una sola. En segundo lugar, oraron “unánimes”, concentrados con un solo propósito.

En tercer lugar, antes de que la petición fuera ofrecida, se dirigieron a la Persona a la que iban a pedir, al Creador del cielo, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. Sabían que Él los escucharía porque a Él le interesa Su creación y todo lo que tiene que ver con ella. (v. 24). Después, oraron bíblicamente, citando las Escrituras, que tenían que ver con su petición. El rey David fue un siervo de Dios y el escriba inspirado de los Salmos, que conocía personalmente la oposición airada de reyes y gobernantes, unidos en contra de Dios. Por su experiencia, pudo saber que toda esa oposición es vanidad. Anota, por favor, que el salmo profetiza de Cristo, señalando Sus asuntos futuros en esta tierra. Levantarse contra la iglesia fue levantarse contra Cristo (vs. 25-26). Saulo de Tarso aprenderá esta lección en el capítulo 9.

Continuaron orando basados en la Escritura, mencionando a Pilato, y cómo él había enviado a Jesús a Herodes. Mencionaron a los soldados romanos que le escarnecieron y le atormentaron, y cómo Su propio pueblo le rechazó y demandaba que fuera crucificado. Relatan tales cosas, no porque Dios no las sepa, sino para que ellos mismos recuerden la magnitud de la oposición que hay contra el evangelio y que siguió afectándoles ese mismo día. Además, para ellos Dios era una realidad a quien podían hablar en el lenguaje cotidiano y no con palabras elevadas y elocuentes de los religiosos. Me hace pensar en cómo actuó el rey Ezequías cuando recibió cartas de amenaza… “tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores, y las leyó; y subió a la casa de Jehová, y las extendió delante de Jehová” (Is. 37:14). Para Ezequías Dios podía verlas y leerlas. La verdadera oración es así (v. 28).

Ahora, la iglesia expresa un pensamiento hermoso, que Pedro ya mencionó en sus primeros sermones (2:23; 3:18). El mismo principio fue establecido desde el libro de Génesis, en lo sucedido entre José y sus hermanos (Gé. 45:8; 50:20), y es válido para todas las edades. Significa que un soberano Dios determina que aún los hechos malignos de los hombres están cumpliendo Su “determinado consejo y anticipado conocimiento”. No estoy sugiriendo que la voluntad de Dios apruebe las obras malignas de la humanidad, sino que, como en el caso de José, que acabo de mencionar, Dios encamine a bien el mal ejecutado por los hombres (v. 28).

Llegamos al propósito exacto de esta oración. Repito lo que dije anteriormente acerca de que los discípulos no están esperando ni rogando que Dios los libre de la oposición futura. Están orando por denuedo para hablar Su palabra en medio de la oposición. Tienen un llamado a hablar la palabra a todo el mundo, empezando en Jerusalén. Habrá muchos enemigos que harán lo peor que puedan para detener la declaración del evangelio para la salvación de los hombres. Muchos, pero muchos, serán rescatados del reino de las tinieblas, y se convertirán en joyas en la corona de Cristo. El mundo gentil, hundido en la superstición y un paganismo total, bajo control de demonios, será gloriosamente librado de sus manos (v. 29).

No existe una regla en la Escritura que cambie el uso de medios sobrenaturales para apoyar y avanzar el evangelio. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre, y Dios continúa contestando la súplica... “extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús”. Muchos cristianos podemos contar cómo en nuestras patrias y en los campos misioneros, la mano del Señor ha estado haciendo obras milagrosas, respaldando Su palabra y manifestando Su poder. El resultado es una gran cosecha de almas preciosas (v. 30).

La presencia del Espíritu Santo manifestó el poder que hay en la oración, haciendo temblar el lugar donde se congregaron. Algunas de estas personas estaban en el Aposento Alto en el día de Pentecostés, pero una vez más, fueron llenos del Espíritu Santo. D. L. Moody habló de la necesidad de tener múltiples experiencias de llenarse porque, como él explicó, simpáticamente: “Yo tengo fugas”. La petición unánime de la iglesia fue según la Escritura, y siendo según la Escritura fue según la voluntad de Dios, y fue poderosamente contestada. Que el lugar temblara y llenara a los discípulos no era el fin deseado de la oración, sino una manera de conseguir el fin. ¿Cuál fue precisamente la respuesta? “Hablaban con denuedo la palabra de Dios” (v. 31).




Capítulo 4:32-37

Un pequeño discurso sobre la iglesia en Jerusalén

32. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.

33. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.

34. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido,

35. y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.

36. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre,

37. como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.

Llegando al tema de la condición de la iglesia, debido a la situación que hallamos al terminar el capítulo 2 y lo que acabamos de leer en el capítulo 4, intentaré que podamos ver las características y cómo terminó esta iglesia en Jerusalén. Creo que podemos sacar la conclusión de que esta iglesia no era muy normal, en primer lugar porque los ciento veinte hombres y mujeres del principio era galileos, y no ciudadanos de Jerusalén. Continuaron allí porque Jesús les mandó quedarse hasta ser investidos del poder de lo alto. Permanecieron obedientes en el Aposento Alto donde el Espíritu fue derramado.

Pablo dice a los corintios que había más de quinientos creyentes a los que Jesús se reveló vivo después de Su resurrección (1 Co. 15:6). Es un misterio saber quiénes fueron exactamente aquellos trescientos ochenta restantes que no se habían reunido en el Aposento Alto, porque la Escritura no nos habla de ellos en ningún otro lugar. La mayoría de los comentaristas que consulto: Albert Barnes, Adam Clarke, John Wesley y Jamieson-Faucett-Brown, piensan que probablemente eran también galileos que no fueron a Jerusalén. Después de Su resurrección, Jesús dijo a los ciento veinte discípulos que Él les encontraría en Galilea, y seguramente fue allí donde Pedro decidió ir a pescar (Jn. 21:3). También es probable que los trescientos ochenta restantes continuaran en Galilea, mientras que los ciento veinte volvieron a Jerusalén, oyeron a Jesús mandarles quedarse allí, le vieron ascender al cielo, y después recibieron el poder del Espíritu Santo. Presumo que cuando Eliseo pidió una doble porción del Espíritu y Elías le dijo que si le veía subir al cielo le sería concedido, fue nada menos que un ejemplo de lo que les pasó a los discípulos. Los que le observaron ascender al cielo fueron los que recibieron la promesa del Espíritu Santo.

La iglesia de Jerusalén tampoco fue normal porque había judíos y prosélitos de muchas partes del mundo morando en Jerusalén. Dios mandó a Su pueblo reunirse tres veces al año en Jerusalén para celebrar las fiestas mayores. Tres mil de la diáspora se convirtieron en el Pentecostés. Matthew Henry creía que, en esta ocasión, los que moraban en Jerusalén eran más que nunca, porque la profecía de Daniel predecía el año de la muerte del Mesías (Dn. 9:26) y supusieron que estaría estableciendo Su reino de antemano. “Ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (Lc. 19:11). Los que vivían fuera de Israel también formaron parte de los que “perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hch. 2:42), recibiendo así instrucciones en el evangelio antes de volver a sus tierras. El escritor de Hebreos, Pedro y Santiago, seguramente, les escribieron después para animarles e instruirles más. Yo creo que algunos, si no muchos, fundaron iglesias en varios lugares, incluso Roma.

En este capítulo, después de sanar al paralítico, leemos que cinco mil hombres creyeron, pero no se aclara si es un número añadido a los tres mil que creyeron en Pentecostés, más los ciento veinte originales, o si cinco mil era el número total de la iglesia en ese tiempo. Lo que sí es seguro es que entre este número, mencionado en el versículo 4, hay ciudadanos de Jerusalén. Es fácil ver la necesidad de tener que hallar hospedaje y otras ayudas para los de Galilea y otras muchas partes del mundo. Por eso, quizás los galileos volvieron al norte para vender propiedades y casas, mientras los de Jerusalén hacían igual. Sin embargo algunos, como María, la madre de Juan Marcos, continuaron viviendo en sus propias casas y las utilizaban para las reuniones de los creyentes (Hch. 12:12).

Con el tiempo, esta comunidad, después de un principio maravilloso, descrito en los versículos 32-37, cayó en una extrema pobreza, y cristianos en las naciones gentiles enviaron ayuda (Ro. 15:25-27). En el año 70 d.C., el resto de la iglesia de Jerusalén huyó de Israel con todos los judíos, y la iglesia de Jerusalén dejó de existir. Los gentiles escucharon y recibieron el evangelio en sus ciudades y naciones nativas, dondequiera que vivían, y Antioquía de Siria fue la iglesia central. La generosidad y hospitalidad de los cristianos continuó, pero no hallamos necesidad o evidencia de situaciones comunitarias, como en Jerusalén. Pablo nos da a saber que los corintios tenían casas particulares (1 Co. 11:22, 34). Además, como en el caso de Aquila y Priscila, se reunían grupos en ellas (1 Co. 16:19). Otro ejemplo es la casa de Filemón donde, Pablo menciona específicamente, se reunían los cristianos. Él tenía posesiones, e incluso un esclavo, y Pablo le pidió que le preparara un alojamiento en su casa. Hay otros ejemplos que demuestran que algunos miembros de la iglesia continuaron teniendo posesiones personales. Espero que esta explicación arroje luz sobre el capítulo 2 y lo que leemos en estos versículos del capítulo 4.

La ausencia de egoísmo y la condición espiritual de ser de un solo corazón y ánimo deben continuar hasta que Jesús vuelva a por Su iglesia, que debe continuar hasta el fin dando testimonio del evangelio por el poder sin igual del Espíritu Santo. La verdad de “gracia sobre gracia” sobre creyentes es una realidad que no tiene fin. Todas las bendiciones que hay sobre nosotros son el resultado de la gracia de Dios a pesar de nuestra total indignidad. La descripción de los hechos en los versículos 34-37, nos prepararán para lo que sigue en el capítulo 5.


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