26 abril - 2 mayo Meditaciones diarias
26 de Abril Salmo 36:5, 9
5. Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las
nubes.
9. Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz.
Un oyente fingido y despreocupado querría que pasásemos rápidamente sobre
el tema del pecado y fuésemos a una materia más agradable. Puede ser que haya
endurecido su conciencia lo suficiente como para permitirse estar sentado por
un poco de tiempo escuchando un sermón en contra de la iniquidad, si es que
pronto se va a cambiar el tema hacia aspectos de la fe que son más positivos.
Si no es así, tendrá que despedirse antes de que su resistencia se convierta en
depresión y desesperación, ya que su ligero corazón no aguantará la brutal realidad.
De todos modos, cuando la Vida Divina alumbra con Su luz el alma humana,
lo primero que hace es revelar su pecado antes de que pueda concentrarse en
otros temas. Permíteme decir que, si Cristo está trabajando en el corazón, Él
nunca va a ignorar el pecado escondido. De este modo, podremos discernir si
la obra viene de una fuente celestial o si por el contrario, procede de una fuente
terrenal y humanista.
La revelación del pecado es seguida por una acción vivificadora: “Aún estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef. 2:5). En
el versículo 5 de este Salmo, podemos observar que la misericordia del Señor es
el medio que nos lleva donde podemos alcanzar la vida: “Hasta los cielos llega
tu misericordia”. El ciego Bartimeo clamó: “¡Jesús, Hijo de David, ten
misericordia de mi!” Su necesidad era obvia y Jesús la pudo ver, pero dio al ciego
la oportunidad de expresarla. El ciego mendigo dejó a un lado su preocupación
por un plato de comida y unas monedas, y dirigió toda su atención a la necesidad
que arrastraba toda su vida: “¡Maestro, que recobre la vista!” La Vida le dio luz,
él vio y siguió a Jesús.
27 de Abril Salmo 36:5, 9
5. Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las
nubes.
9. Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz.
Quisiera saber cuantos mendigos espirituales hay a quienes los cristianos han
intentado convertir en discípulos de Cristo, antes de que fueran conscientes de
los trapos de pecado que llevan puestos. No han hecho una transferencia de la
fuente en la que han estado confiando a una fuente nueva. Nos frustramos porque
todavía tienen las manos extendidas “a los débiles y pobres rudimentos” (fíjate
en Gá. 4:9) del mundo. Continúan dependiendo de los mismos principios y
vías mundanas. En lugar de hacerles ver su estado impotente y sin esperanza
de poder ayudarse a ellos mismos, muchas veces son guiados hacia una especie
de terapia de rehabilitación espiritual, la cual promueve la automotivación y
autosuficiencia. Sin embargo, esto nunca podrá ser un sustituto de la Luz espiritual,
que es la única esperanza verdadera para poder tener una vida nueva.
“Tu fidelidad alcanza hasta las nubes”. A lo mejor, el amigo más fiel del rey
David era el profeta Natán. David había pecado terriblemente pero, de alguna
manera, podía seguir con su vida, justificándose y viviendo bajo una falsa ilusión.
No había futuro para el rey o su pueblo en tal condición, aunque aparentemente
todo iba adelante sin ninguna indicación de desastre inminente. Entonces Natán,
inspirado por Aquel cuya fidelidad alcanza las nubes, apuntó con un dedo acusador
a la nariz del rey, advirtiéndole de su pecado con una claridad que no pudo ser
malinterpretada: “¡Tú eres el hombre!” Un proverbio nos dice: “Fieles son las
heridas del que ama”, y David fue herido. Le fue quitado el consuelo que emanaba
de su falsa ilusión y su espíritu fue quebrantado. El Salmo 51 describe con detalles
los dolores que vinieron como resultado de la luz reveladora de un Dios fiel, que
alumbró a David respecto a su iniquidad. Ésta fue la única manera para poder
ver el camino que le llevaba a la fuente de vida.
28 de Abril Salmo 36:6
6. Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová,
al hombre y al animal conservas.
Un escritor famoso escribió sobre los eternos e inmutables montes. La gente
vive y muere, los pueblos son edificados y terminan en ruinas, los campos son
limpiados, los hoyos del terreno son llenados; pero los montes siguen siempre
igual. Los picos más altos, cubiertos con nieve, se ven de lejos. Aveces, las nubes
los cubren o la polución puede ocultarlos de la vista, sin embargo, detrás de todo,
permanecen leales y firmes. La ceguera espiritual causada hoy en día por la
decadencia moral, la conciencia casi inexistente, y el hecho de que cualquier
convicción que tienen muchos cristianos es negociable, no ha cambiado en absoluto
lo que Dios ha establecido. “Mas al principio no fue así”, esto dijo Jesús y Él,
que es el principio, también es el fin. Su justicia es como el pico blanco y alto
que permanecerá hasta el día del juicio. Todos los demás atributos tienen que
sujetarse a la justicia de Dios. No habrá una paz verdadera hasta que la paz y la
justicia se besen, y no habrá misericordia hasta que la misericordia se encuentre
con la verdad inalterable (fíjate en Sal. 85:10). El amor es impotente y no puede
manifestarse como un amor verdadero, a menos que funcione juntamente con la
justicia. Dios permaneció justo para poder ser el que justifica.
29 de Abril Salmo 36:6
6. Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová,
al hombre y al animal conservas.
Jesús ama la justicia. Nosotros debemos tener hambre y sed de ella, estimarla
y mantenerla a toda costa. El Viento Santo del cielo sopla contra todo aquello
que obstruye la vista, para que podamos ver los grandes y eternos montes de
justicia. Él borra la neblina de los razonamientos humanos, de las opiniones
sociales, de la ética que se conforma a cualquier situación, y convence al mundo
de los valores celestiales.
El pecado es un horror, aun más allá de nuestra capacidad de comprenderlo.
Las consecuencias, que no son menos que juicios de Dios, sensibilizan nuestro
olfato espiritual a su putrefacción. Podríamos empezar hablando de la deformidad
en embriones causada por la lujuria y vicios de los padres; seguir hablando de
sífilis y SIDA, problemas inmensos hoy en día; del cáncer de pulmones, causado
por fumar; y de las enfermedades del corazón, ocasionadas muchas veces por
comer en exceso.
“Tus juicios, abismo grande”, escribe el salmista. Para poder llevarlos a cabo,
Dios dice: “Yo creo la adversidad” (Is. 45:7). Sus juicios tienen una capacidad
preservativa. A fin de cuentas, comprenderemos que los terribles desastres que
han sacudido la tierra y las almas de los hombres, en verdad han preservado a
este planeta y sus habitantes de la autodestrucción. Una vez más, el hombre
necesita que sus ojos se abran a la profundidad de la maldad inherente en el
pecado, para poder entender la sabiduría de Dios cuando juzga con dureza y
rectitud.
30 de Abril Salmo 36:6, 12
6. Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová,
al hombre y al animal conservas.
12. Allí cayeron los hacedores de iniquidad; fueron derribados, y no podrán
levantarse.
Tenemos que ir a la Biblia para poder aprender las consecuencias más terribles
del pecado. Una es el Lago de Fuego, y la otra, la Cruz de Cristo. La primera
es una eternidad de tormento indecible y perpetuo, donde estará el lloro y crujir
de dientes. Es un destino de oscuridad sin el más mínimo rayo de luz o esperanza,
al cual Dios echará billones de pecadores no redimidos, y donde serán separados
para siempre de Su presencia. El hedor horrible de su pecado jamás entrará en
las narices de Dios.
La segunda es la Cruz de Cristo; éste es el juicio más horroroso de todos.
Una revelación de la cruz ha traído salvación a cientos de miles de personas. El
impacto producido por la realidad del sacrificio del Hijo de Dios, aplasta el alma.
Si yo veo la Joya del cielo y su Gozo más sublime separado de Su Padre bajo
la furia de la ira repleta de Dios, y capto que lo hace por mi culpa, esto me
quebrantará de una vez y para siempre. Me hará saber la inmensidad asombrosa
de lo que significa ser un pecador.
“Vi a uno colgado en un madero, sangriento y agonizante,
Que fijó sus ojos lánguidos en mí, mientras paré cerca de Su cruz;
Jamás, mientras haya aliento en mí, olvidaré esa mirada
Parecía culparme de Su muerte, aunque no habló una palabra.
¡Ay de mí! No sabía lo que había hecho, pero ahora mis lágrimas son vanas;
¿Dónde podré esconder mi temblorosa alma? Porque yo al Señor maté”.
Estas fueron las palabras de Juan Newton, un vendedor de esclavos, lavado
después en la sangre de Cristo, quién también escribió:
“¡Gracia asombrosa! Cuán dulce su sonido,
que salvó a un desventurado como yo”.
1 de Mayo Salmo 36:6-7
6. Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová,
al hombre y al animal conservas.
7. ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres
se amparan bajo la sombra de tus alas.
Los profundos y justos juicios de Dios, son útiles para librar a los hombres
de la apestosa plaga del pecado, que corrompe el alma y exalta a los demonios.
En este siglo 21, dirigido por el humanismo, bienaventurado el hombre que pueda
verse a él mismo como un gusano desventurado. Bienaventurados aquellos que
tienen fijados sus ojos en la eternidad y que, como Elías, oran hasta que Dios
mande juicios temporales, para que las almas se despierten antes de que venga
el día de Su ira.
La misericordia de Dios es mejor que la vida. “¡Cuán preciosa es tu
misericordia!” Cuando la luz de la revelación inunda el alma y uno puede ver
con más claridad la justicia y el juicio, entonces nace un aprecio más profundo
por la misericordia. Nos quedamos admirados cuando vemos que Aquel, quien
nunca compromete Su rectitud ni pureza en lo más mínimo, halló una manera en
la cual poder manifestar Su amor a una creación caída y rebelde. Pablo lo expresó
así: “Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Cuando éramos una
raza de enemigos, sin fuerzas y sin Dios, Él entregó en nuestras manos asesinas
a Su Hijo, quien pagó el precio supremo por los que le rechazaron y mataron.
2 de Mayo Salmo 36:7
7. ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres
se amparan bajo la sombra de tus alas.
La humanidad entera está en enemistad contra Dios y no tiene manera de
acercarse a Él. Se unió con las fuerzas diabólicas para oponerse a Su plan para
salvarla, pero Dios en Su misericordia, levantó a Su Hijo de la muerte y lo recibió
en lo alto, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna”. El Espíritu de Dios empieza la obra de gracia en el corazón del individuo,
exponiendo a la luz su estado egoísta y amotinado. Después, intenta separar al
pecador de su pecado para que pueda ampararse bajo la sombra de Sus alas. El
pecado y Dios son siempre incompatibles, por eso el Señor continúa Su obra
misericordiosa en Sus hijos e hijas renacidos, aunque a veces les cueste la vida:
“Por lo cual...muchos duermen...mas siendo juzgados, somos castigados por
el Señor, para que no seamos condenados con el mundo”. Pablo nos enseña que
Su misericordia es más grande que nuestra salud e incluso más que nuestra propia
vida, y alcanza más allá de la existencia terrenal.
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