Vestimenta
Lo siguiente fue escrito por unos líderes de un grupo cristiano:
Os pedimos que lo leáis esto con un corazón abierto a Dios y con el único deseo de recibir de Su palabra lo que es necesario para saber cómo vivir en TODOS los aspectos de nuestra vida como cristianos (este sólo es uno de ellos). Sin darnos cuenta, y cada vez más y más, nos estamos alejando (o nunca hemos estado cerca) de la Palabra de Dios, y estamos dejando que el mundo nos moldee y nos influencie, y poco a poco nos vamos acostumbrando a ver las cosas que son malas como buenas. Cualquier opinión que tengamos acerca de este tema o cualquier otro, tenemos que estar seguros de poder respaldarlo con la Palabra de Dios, no basarnos en ideas u opiniones personales que, en muchos casos, sirven para justificar lo que a veces solamente son manifestaciones de la carne.
La gracia, si es gracia, siempre está a favor del cristiano, capacitándole para poder vivir lo que para Él sería imposible; una vida que da gloria a Dios, nunca para darse gloria a sí mismo, y para morir cada día a una naturaleza egoísta que siempre busca satisfacerse a sí misma. Pero, desgraciadamente, es la "ley" (normas) lo que en muchos casos está poniendo ciertos límites en cuanto a, por ejemplo, la manera de vestir, la música, películas, televisión, ciertos estilos de vida... ¿Por qué? ¿Creéis que habría mucha diferencia entre nosotros y el mundo? Sé que ninguna de estas cosas que mencionamos (ropa, música, televisión, películas, estilos de vida, etc…) son la causa del problema, sino solo una manifestación de lo que está en la raíz. Pero esto es algo en lo que cada uno debe meditar y ser honesto consigo mismo. Necesitamos que Dios nos abra los ojos.
Lo que nos hace diferentes no es lo que hablamos, sino lo que somos, y si somos hijos de Dios, entonces que TODA nuestra manera de vivir lo refleje. Por favor, no nos conformemos a vivir con ciertas normas morales sino a ser enseñados por el Espíritu en “cómo conducirnos en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”. 1 Tim. 3:15…”para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandeceréis como luminares en el mundo”. Fil 2:15.
Tenemos delante de nosotros a un mundo que necesita ver a familias, hombres, mujeres, jóvenes…diferentes, que no son de este mundo y que no viven por las mismas cosas que este mundo ofrece, sino como hijos del Rey de un reino que no es de este mundo y que no se rige por los mismos principios que él. Personas que amamos a Dios y que deseamos complacerle en TODO. Pablo dijo que el nombre de Dios era blasfemado por causa de los que hablaban y enseñaban la Palabra de Dios pero no vivían conforme a ella.
La vestimenta del cristiano a la luz del diseño de Dios
Si preguntamos a un creyente cuál es el criterio que debemos usar a la hora de seleccionar nuestra vestimenta, el criterio del mundo o el de Dios, seguramente el cristiano dirá sin titubeos: el criterio de Dios.
Pero si preguntamos a ese mismo creyente ¿cuál es ese criterio? Es muy probable que no sepa qué responder o que su respuesta descanse a final de cuentas en sus gustos, preferencias y opiniones personales antes que en la Escritura.
¿Ha dejado Dios alguna indicación que nos sirva de guía para determinar Su criterio en este asunto? Por supuesto que sí. Dios no solo ha dado principios generales y particulares acerca de la vestimenta, sino que ha través de la historia de la redención ha provisto modelos claros que debemos usar como patrón en esta área de nuestras vidas.
Ahora, debo aclarar que no estoy diciendo con esto que los creyentes deben usar las modas de los tiempos bíblicos; lo que estoy diciendo es que Dios ha provisto un patrón piadoso que todo creyente debe seguir a la hora de evaluar cualquier moda o estilo de ropa. Algunas encajarán dentro de ese modelo de piedad establecido por Dios, mientras que otras tendrán que ser desechadas.
El primer modelo divino de vestimenta lo encontramos en el huerto del Edén, en el principio mismo de la historia del hombre. Las Escrituras nos enseñan que nuestros primeros padres estaban desnudos antes de la entrada del pecado; el hombre en su estado de inocencia no tenía necesidad de usar ropa alguna (Gn. 2:25).
No era vergonzoso para ellos andar así en el huerto. Dice en Gn. 1:31 que Dios vio todo lo que había hecho, incluyendo al hombre y a la mujer en su desnudez, y he aquí que todo era bueno en gran manera. ¿Qué fue, entonces, lo que hizo necesario que el cuerpo humano fuese cubierto? La entrada del pecado en el mundo.
Gn. 3:7, 10, 21. El hombre había perdido su inocencia original, y ahora no era apropiado que siguiera desnudo. Adán y Eva como esposo y esposa podían contemplar la desnudez de uno y otro. En el resto de la Escritura se nos enseña claramente que el cuerpo del esposo le pertenece a la esposa y viceversa.
No hay nada pecaminoso ni vergonzoso en la desnudez en sí misma. Fue Dios quien creó el cuerpo humano, y quien lo hizo hermoso. Pero esa desnudez debe ser limitada a la intimidad matrimonial; fuera de ese contexto la desnudez pública es vergonzosa.
Y eso fue algo que Adán y Eva comprendieron en el mismo momento en que pecaron (vers. 7). Ahora, noten algo interesante en este relato del Génesis. Adán y Eva se aperciben de su desnudez y se cubren sus partes privadas con delantales. Pero esta cubierta no fue aceptada por Dios (vers. 21).
Lo que el hombre hizo para cubrirse no era suficiente, y esto básicamente por dos razones: en primer lugar, porque era la obra del hombre y no la obra de Dios.
Adán y Eva debían entender desde el principio que la solución del problema del pecado está en manos de Dios y no del hombre, y eso quedaría ampliamente probado en la obra redentora de Cristo en la cruz del Calvario. El hombre no puede salvarse a sí mismo del pecado y sus consecuencias.
Pero ese delantal tampoco fue aceptado porque no cubría lo suficiente dada la situación que se produjo en el mundo por causa del pecado. El delantal que el hombre hizo para cubrirse sus partes privadas fue reemplazado por Dios por una túnica.
La palabra hebrea que se usa en el texto es kuttonet que proviene de una raíz que significa “cubrir”. Así que el hombre cubrió sus partes privadas, pero Dios le cubrió el cuerpo. Esa palabra es usada en el AT para referirse a una túnica que cubre desde el cuello hasta más abajo de la rodilla.
Esa fue la vestimenta que nuestro Dios escogió para el hombre y la mujer en el huerto del Edén, la misma que escogió para los sacerdotes en Ex. 28:3-4, la misma que nuestro Señor Jesucristo usó mientras estuvo en la tierra. Una ropa que cubre el cuerpo.
Y en el libro de Apocalipsis los santos que Juan ve en su visión disfrutando de la gloria celestial también están vestidos con una ropa similar (Ap. 6:11; 7:9, 13-14). Esta clase de ropa era la que usaban en aquellos días los reyes, los sacerdotes o personas de alto rango, y era una especie de túnica que se extendía hasta los pies.
Así que el testimonio de la Escritura es consistente de principio a fin. Desde el huerto del Edén hasta los santos en gloria el diseño de Dios ha sido siempre uno que cubre el cuerpo desde el cuello hasta más abajo de la rodilla.
De acuerdo con la clara enseñanza de las Escrituras, la desnudez es apropiada únicamente en el contexto de la intimidad matrimonial. Fuera de ahí es una vergüenza mostrar el cuerpo desnudo en público.
De hecho, es interesante notar cómo se usa en la Escritura la idea de mostrar la desnudez en público como sinónimo de algo vergonzoso. En Nah. 3:5 dice el Señor a Nínive: “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos, y descubriré tus faldas en tu rostro, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu vergüenza”.
Y hablando a la iglesia de Laodicea en Ap. 3:18 el Señor los reprende con estas palabras: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez…”. La desnudez mostrada en público es una vergüenza.
Ahora, es importante señalar que el concepto de desnudez en la Escritura es un tanto distinto al que tenemos hoy. Cuando la Biblia dice que es vergonzoso para el hombre y la mujer mostrar en público su desnudez, no se está refiriendo únicamente al hecho de que una persona se muestre públicamente sin nada de ropa.
Como bien ha señalado un autor: “Tanto en el griego como en el hebreo (las palabras que se usan para desnudez) significan ‘estar sin ropa’, pero en ambos lenguajes se usan frecuentemente en el sentido de ‘vestimenta ligera’, ‘sin el vestido exterior’.” Cuando un hombre se quitaba el kuttonet, la túnica, y se quedaba en ropa interior se decía que ese hombre este desnudo.
Eso fue lo que ocurrió con el apóstol Pedro en Jn. 21:7. Él estaba pescando con los discípulos, y se había quitado su túnica para poder maniobrar mejor, quedándose solo con su ropa interior. En ese contexto, de noche y lejos de la playa, era perfectamente lícito. Pero de repente comienza a amanecer y aparece el Señor en la playa, y el apóstol Juan lo identifica.
Dice en Jn. 21:7: “Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella – lit. porque estaba desnudo), y se echó al mar”.
Comentando este texto dice alguien: “Pedro no estaba pecaminosamente desnudo en el contexto de su trabajo: como pescador él estaba trabajando entre hombres lejos de la costa, no públicamente socializando en un reunión mixta. Sin embargo, obviamente él vio la diferencia entra trabajar en su bote y estar en la costa en la presencia de su Señor” (J. Pollard; Christian Modesty; pg. 15).
Pedro comprendió que no era apropiado presentarse delante de Cristo de ese modo. Eso implicaría irrespetar a su Señor y Maestro.
Ese mismo concepto de desnudez lo vemos en Is. 47:2-3. Hablando de Babilonia como si fuera una joven virgen que sería castigada por su pecado, le dice Dios: “descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos. Será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista”. En la versión de las Américas dice: “Será descubierta tu desnudez, también será expuesta tu vergüenza”.
Esa joven virgen de la que se habla aquí figuradamente no estaba completamente desnuda; el simple hecho de tener que subirse tanto la falda para cruzar los ríos al punto de dejar la pierna completamente descubierta era una desnudez vergonzosa.
Alguien puede decir que así pensaba la gente en aquellos tiempos y que el pueblo de Israel acató esa misma forma de pensar. Pero lo cierto es que no todos los pueblos que rodeaban a Israel pensaban así. La experta en modas Alison Lurie, dice lo siguiente en su libro “El lenguaje de la ropa”:
“Históricamente… la vergüenza parece haber jugado un papel muy pequeño en el desarrollo de las costumbres. En el antiguo Egipto, en Creta y en Grecia, el cuerpo desnudo no era considerado una inmodestia; los esclavos y los atletas solían aparecer sin ropa, mientras que las personas de alto rango llevaban vestidos lo suficientemente cortos como para mostrar bastante mientras se movían”.
Eso no lo dice una creyente evangélica, lo dice una experta en el desarrollo histórico de la moda. Eran los paganos los que usaban ropa corta y reveladora. El pueblo de Dios se guiaba por patrones muy distintos, porque la moda divina fue diseñada para cubrir no para revelar.
Concluyo este punto con una cita de Jeff Pollard, autor de un tratado muy interesante acerca de la modestia cristiana. Él cita el caso del endemoniado gadareno, que mientras estaba poseído por los demonios la Biblia dice que no vestía ropa alguna (Lc. 8:26).
El Señor lo libera de su esclavitud, y cuando los hombres del pueblo llegan a la escena del milagro, dice Lucas que “hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio” (vers. 35).
Pollard comenta acerca de esto: “Mientras era llevado por los demonios, el endemoniado estaba desnudo; cuando estaba en su cabal juicio por el poder y la gracia de Jesucristo, él estaba cubierto. Como hemos visto ya, Dios cubrió al hombre en el jardín (del Edén); tal parece que Satanás y los demonios han estado tratando desde entonces de desnudarlo. Y con bastante éxito”, añade él (pg. 16).
He aquí, entonces, el diseño de Dios para el vestido; la ropa confeccionada por Dios cubría el cuerpo, porque un cuerpo descubierto, mostrado así en público, es una desnudez vergonzosa.
Pero si preguntamos a ese mismo creyente ¿cuál es ese criterio? Es muy probable que no sepa qué responder o que su respuesta descanse a final de cuentas en sus gustos, preferencias y opiniones personales antes que en la Escritura.
¿Ha dejado Dios alguna indicación que nos sirva de guía para determinar Su criterio en este asunto? Por supuesto que sí. Dios no solo ha dado principios generales y particulares acerca de la vestimenta, sino que ha través de la historia de la redención ha provisto modelos claros que debemos usar como patrón en esta área de nuestras vidas.
Ahora, debo aclarar que no estoy diciendo con esto que los creyentes deben usar las modas de los tiempos bíblicos; lo que estoy diciendo es que Dios ha provisto un patrón piadoso que todo creyente debe seguir a la hora de evaluar cualquier moda o estilo de ropa. Algunas encajarán dentro de ese modelo de piedad establecido por Dios, mientras que otras tendrán que ser desechadas.
El primer modelo divino de vestimenta lo encontramos en el huerto del Edén, en el principio mismo de la historia del hombre. Las Escrituras nos enseñan que nuestros primeros padres estaban desnudos antes de la entrada del pecado; el hombre en su estado de inocencia no tenía necesidad de usar ropa alguna (Gn. 2:25).
No era vergonzoso para ellos andar así en el huerto. Dice en Gn. 1:31 que Dios vio todo lo que había hecho, incluyendo al hombre y a la mujer en su desnudez, y he aquí que todo era bueno en gran manera. ¿Qué fue, entonces, lo que hizo necesario que el cuerpo humano fuese cubierto? La entrada del pecado en el mundo.
Gn. 3:7, 10, 21. El hombre había perdido su inocencia original, y ahora no era apropiado que siguiera desnudo. Adán y Eva como esposo y esposa podían contemplar la desnudez de uno y otro. En el resto de la Escritura se nos enseña claramente que el cuerpo del esposo le pertenece a la esposa y viceversa.
No hay nada pecaminoso ni vergonzoso en la desnudez en sí misma. Fue Dios quien creó el cuerpo humano, y quien lo hizo hermoso. Pero esa desnudez debe ser limitada a la intimidad matrimonial; fuera de ese contexto la desnudez pública es vergonzosa.
Y eso fue algo que Adán y Eva comprendieron en el mismo momento en que pecaron (vers. 7). Ahora, noten algo interesante en este relato del Génesis. Adán y Eva se aperciben de su desnudez y se cubren sus partes privadas con delantales. Pero esta cubierta no fue aceptada por Dios (vers. 21).
Lo que el hombre hizo para cubrirse no era suficiente, y esto básicamente por dos razones: en primer lugar, porque era la obra del hombre y no la obra de Dios.
Adán y Eva debían entender desde el principio que la solución del problema del pecado está en manos de Dios y no del hombre, y eso quedaría ampliamente probado en la obra redentora de Cristo en la cruz del Calvario. El hombre no puede salvarse a sí mismo del pecado y sus consecuencias.
Pero ese delantal tampoco fue aceptado porque no cubría lo suficiente dada la situación que se produjo en el mundo por causa del pecado. El delantal que el hombre hizo para cubrirse sus partes privadas fue reemplazado por Dios por una túnica.
La palabra hebrea que se usa en el texto es kuttonet que proviene de una raíz que significa “cubrir”. Así que el hombre cubrió sus partes privadas, pero Dios le cubrió el cuerpo. Esa palabra es usada en el AT para referirse a una túnica que cubre desde el cuello hasta más abajo de la rodilla.
Esa fue la vestimenta que nuestro Dios escogió para el hombre y la mujer en el huerto del Edén, la misma que escogió para los sacerdotes en Ex. 28:3-4, la misma que nuestro Señor Jesucristo usó mientras estuvo en la tierra. Una ropa que cubre el cuerpo.
Y en el libro de Apocalipsis los santos que Juan ve en su visión disfrutando de la gloria celestial también están vestidos con una ropa similar (Ap. 6:11; 7:9, 13-14). Esta clase de ropa era la que usaban en aquellos días los reyes, los sacerdotes o personas de alto rango, y era una especie de túnica que se extendía hasta los pies.
Así que el testimonio de la Escritura es consistente de principio a fin. Desde el huerto del Edén hasta los santos en gloria el diseño de Dios ha sido siempre uno que cubre el cuerpo desde el cuello hasta más abajo de la rodilla.
De acuerdo con la clara enseñanza de las Escrituras, la desnudez es apropiada únicamente en el contexto de la intimidad matrimonial. Fuera de ahí es una vergüenza mostrar el cuerpo desnudo en público.
De hecho, es interesante notar cómo se usa en la Escritura la idea de mostrar la desnudez en público como sinónimo de algo vergonzoso. En Nah. 3:5 dice el Señor a Nínive: “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos, y descubriré tus faldas en tu rostro, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu vergüenza”.
Y hablando a la iglesia de Laodicea en Ap. 3:18 el Señor los reprende con estas palabras: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez…”. La desnudez mostrada en público es una vergüenza.
Ahora, es importante señalar que el concepto de desnudez en la Escritura es un tanto distinto al que tenemos hoy. Cuando la Biblia dice que es vergonzoso para el hombre y la mujer mostrar en público su desnudez, no se está refiriendo únicamente al hecho de que una persona se muestre públicamente sin nada de ropa.
Como bien ha señalado un autor: “Tanto en el griego como en el hebreo (las palabras que se usan para desnudez) significan ‘estar sin ropa’, pero en ambos lenguajes se usan frecuentemente en el sentido de ‘vestimenta ligera’, ‘sin el vestido exterior’.” Cuando un hombre se quitaba el kuttonet, la túnica, y se quedaba en ropa interior se decía que ese hombre este desnudo.
Eso fue lo que ocurrió con el apóstol Pedro en Jn. 21:7. Él estaba pescando con los discípulos, y se había quitado su túnica para poder maniobrar mejor, quedándose solo con su ropa interior. En ese contexto, de noche y lejos de la playa, era perfectamente lícito. Pero de repente comienza a amanecer y aparece el Señor en la playa, y el apóstol Juan lo identifica.
Dice en Jn. 21:7: “Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella – lit. porque estaba desnudo), y se echó al mar”.
Comentando este texto dice alguien: “Pedro no estaba pecaminosamente desnudo en el contexto de su trabajo: como pescador él estaba trabajando entre hombres lejos de la costa, no públicamente socializando en un reunión mixta. Sin embargo, obviamente él vio la diferencia entra trabajar en su bote y estar en la costa en la presencia de su Señor” (J. Pollard; Christian Modesty; pg. 15).
Pedro comprendió que no era apropiado presentarse delante de Cristo de ese modo. Eso implicaría irrespetar a su Señor y Maestro.
Ese mismo concepto de desnudez lo vemos en Is. 47:2-3. Hablando de Babilonia como si fuera una joven virgen que sería castigada por su pecado, le dice Dios: “descalza los pies, descubre las piernas, pasa los ríos. Será tu vergüenza descubierta, y tu deshonra será vista”. En la versión de las Américas dice: “Será descubierta tu desnudez, también será expuesta tu vergüenza”.
Esa joven virgen de la que se habla aquí figuradamente no estaba completamente desnuda; el simple hecho de tener que subirse tanto la falda para cruzar los ríos al punto de dejar la pierna completamente descubierta era una desnudez vergonzosa.
Alguien puede decir que así pensaba la gente en aquellos tiempos y que el pueblo de Israel acató esa misma forma de pensar. Pero lo cierto es que no todos los pueblos que rodeaban a Israel pensaban así. La experta en modas Alison Lurie, dice lo siguiente en su libro “El lenguaje de la ropa”:
“Históricamente… la vergüenza parece haber jugado un papel muy pequeño en el desarrollo de las costumbres. En el antiguo Egipto, en Creta y en Grecia, el cuerpo desnudo no era considerado una inmodestia; los esclavos y los atletas solían aparecer sin ropa, mientras que las personas de alto rango llevaban vestidos lo suficientemente cortos como para mostrar bastante mientras se movían”.
Eso no lo dice una creyente evangélica, lo dice una experta en el desarrollo histórico de la moda. Eran los paganos los que usaban ropa corta y reveladora. El pueblo de Dios se guiaba por patrones muy distintos, porque la moda divina fue diseñada para cubrir no para revelar.
Concluyo este punto con una cita de Jeff Pollard, autor de un tratado muy interesante acerca de la modestia cristiana. Él cita el caso del endemoniado gadareno, que mientras estaba poseído por los demonios la Biblia dice que no vestía ropa alguna (Lc. 8:26).
El Señor lo libera de su esclavitud, y cuando los hombres del pueblo llegan a la escena del milagro, dice Lucas que “hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio” (vers. 35).
Pollard comenta acerca de esto: “Mientras era llevado por los demonios, el endemoniado estaba desnudo; cuando estaba en su cabal juicio por el poder y la gracia de Jesucristo, él estaba cubierto. Como hemos visto ya, Dios cubrió al hombre en el jardín (del Edén); tal parece que Satanás y los demonios han estado tratando desde entonces de desnudarlo. Y con bastante éxito”, añade él (pg. 16).
He aquí, entonces, el diseño de Dios para el vestido; la ropa confeccionada por Dios cubría el cuerpo, porque un cuerpo descubierto, mostrado así en público, es una desnudez vergonzosa.
¿Cómo debe vestirse la mujer cristiana?
Dios no nos ha dejado en oscuridad con respecto al tema de la vestimenta. Él ha hablado y, como siempre, lo que Él dice sobre este asunto es completamente contrario a lo que el mundo dice.
Pero si eres creyente, los criterios de Dios revelados en la Palabra de Dios son los que deben amarrar tu conciencia y guiar tus pasos, no la revista Vogue, ni Harper’s Bazar, ni Cosmopolitan, ni GQ para los hombres; sino la infalible, inerrante y todo suficiente Palabra de Dios. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Rom. 3:4).
¿Qué nos dice Dios en Su Palabra sobre la vestimenta, qué nos ordena?
Pablo dice en 1Tim. 2:9: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”.
Lo primero que Pablo reconoce aquí es el deseo legítimo de las mujeres de adornarse. La frase “que se atavíen de ropa decorosa”, puede ser traducida literalmente: “que se adornen con una ropa adornada”.
Las dos palabras que Pablo usa en el texto, y que RV traduce como atavío y decoro, proceden de la misma raíz: kosmos y kosmeo, de dónde proviene nuestra palabra “cosmético”. La palabra kosmos significa “orden, arreglo o sistema”. Lo contrario de kosmos es caos.
De manera que lejos de reprimir ese deseo natural de las mujeres a arreglarse, Pablo lo pone más bien en perspectiva. “Adórnense, pero como mujeres piadosas, mujeres que le temen a Dios y que desean agradarle a Él y reflejar Su carácter por encima de todas las cosas”.
Una mujer de Dios no debe parecer un caos, sino que debe estar arreglada y en orden. Su arreglo personal debe reflejar al Dios de orden que ella adora. Ahora bien, ese arreglo personal debe poseer dos características fundamentales.
A. La mujer debe vestirse con pudor:
La palabra griega que Pablo usa aquí conlleva tanto la idea de modestia como de humildad. Significa literalmente “sentido de vergüenza”. Una mujer piadosa debería sentirse avergonzada y culpable si por causa de su vestimenta alguien es distraído en su adoración a Dios o llevado a tener pensamientos impuros.
La modestia es todo lo opuesto a la arrogancia y al deseo de llamar la atención. Cuando esta mujer se viste ella está delante de Dios, no delante de los hombres. Por eso la modestia evita el exceso y la sensualidad. Como alguien ha dicho: “el vestido de esta mujer no dice: sexo, orgullo, dinero, sino mas bien pureza, humildad, moderación” (Pollard; pg. 6).
Lo que Pablo está diciendo, entonces, es que la ropa de una mujer cristiana debe estar en perfecta consonancia con su profesión de fe. Una mujer que ama a Jesucristo no trata de causar furor con su vestido. Su principal interés es mostrar el carácter de nuestro Dios y Padre en todo cuanto hace y en todo cuanto usa.
Si te vistes para la gloria de Dios, tu vestimenta revelará pureza y castidad. En vez de mostrar las formas de tu cuerpo para provocar a otros, vas a cubrirlo adecuadamente porque no quieres ni pensar que por causa de un capricho tuyo un hombre sea llevado a pecar contra el Dios al que tú dices amar, adorar y servir.
De más está decir que ese no es el pensamiento del mundo en cuanto a este asunto. La industria de la moda no cree que el principal propósito de la ropa sea cubrir el cuerpo, sino más bien atraer las miradas de los hombres sobre ti; pero eso es exactamente a lo que se opone la modestia cristiana.
La mayoría de la moda hoy día es diseñada para provocar una atracción sexual. Se usan telas que se pegan al cuerpo para revelar sus formas, y son cuidadosamente diseñados para resaltar ciertas partes que son cubiertas de tal manera que provoquen el deseo de ver más.
En un libro secular sobre la moda titulado “Hombres y mujeres” escrito por Claudia Kidwell y Valerie Steele, dice que “la ropa es especialmente sexy cuando llama la atención al cuerpo desnudo que está debajo”. Por eso mientras más corto y ajustado mejor.
Y en eso debemos reconocer con pena que los impíos son más honestos que muchos cristianos. Ellos nos dicen francamente lo que muchos creyentes no se atreven a decir: “Nos vestimos así para provocar, para llamar la atención sobre nuestra figura, para que puedas tener una idea clara de mis formas”.
Como decía en un anuncio sobre trajes de baño: “Es glamoroso… es exótico… definitivamente esto no tiene que ver con nadar”. ¡Por supuesto que no tiene que ver con nadar! Esto tiene que ver con la sensualidad y la provocación.
Las formas del cuerpo del hombre y de la mujer no son pecaminosas; el cuerpo fue diseñado por un Dios bueno y santo, que luego de hacerlo lo declaró bueno y santo.
Pero el hombre pecó y se corrompió y por esa causa el cuerpo descubierto de una mujer es como un barril de pólvora que pasa en medio de candelabros encendidos. Es por eso que nuestro Señor y Salvador nos advierte con tanta fuerza que tengamos cuidado con lo que ven nuestros ojos:
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt. 5:27-29).
Para el hombre es un problema ver a una mujer vestida en una forma reveladora e insinuante. Si la codicia, dice Cristo, ya adulteró con ella en su corazón; y la mujer que provocó tal pensamiento por llevar una falda demasiado corta, o un pantalón ajustado, o una blusa ceñida al pecho que revela claramente sus formas, esa mujer tendrá que darle cuenta a Dios en el día del juicio.
Por eso decía Thomas Brooks, que la mujer debe vestirse con el vestido “que le gustaría llevar el día de su muerte… con el que quisiera aparecer delante del Anciano de días… con el que le gustaría presentarse en el día del juicio” (cit. por Pollard; pg. 40).
Mírate, mujer creyente, y mira a tus hijas cómo visten usualmente, y pregúntate si pasan esta prueba. ¿Es así cómo te gustaría estar vestida en el día que te presentes delante de Dios para dar cuentas? ¿Es así como te gustaría que tus hijas estén vestidas en aquel solemne día?
Yo no estoy diciendo, ni es lo que Brooks está implicando, que al morir nos presentaremos delante de Dios con la ropa que llevemos puesta. Ese no es el punto. Pero ciertamente nos presentaremos delante de Él y daremos cuenta. ¿Puedes tú responder a Dios por la ropa que usas, por la que tienes puesta en este mismo momento, por la que usaste esta semana?
Escucha lo que dice nuestro Señor acerca de aquellos que ponen tropiezo a otros: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! (Mt. 18:6-7).
Un vestido ajustado que revela claramente las formas del cuerpo, o demasiado corto como para cubrir lo que debe ser cubierto no es algo neutral. Eso es pecaminoso porque violenta la santidad de Dios y la modestia que estamos llamados a exhibir como hijos de Dios.
Y que nadie nos acuse de legalistas por decir esto. Urgir a los creyentes a cubrir su cuerpo no es legalismo, porque la modestia es un mandamiento escritural, un mandamiento que muchos parecen estar olvidando. Cada vez se nota menos la diferencia entre nosotros y los paganos que no conocen a Dios.
¿Es tu vestimenta un reflejo de la humildad y castidad que debe caracterizar a un creyente? Cristo nuestro Salvador, derramó Su preciosa sangre en la cruz para comprar tu alma y tu cuerpo, y el Espíritu de Dios ha venido a hacer morada en ti. ¿Sabes qué debes hacer ahora a la luz de esa realidad? Dedicarte en cuerpo y alma a perseguir la gloria de Dios en todas las áreas de tu vida.
Dice Pablo en 1Cor. 6:19-20: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
¿Te vistes como es apropiado vestir al templo del Espíritu Santo? ¿Es tu vestido un reflejo claro del carácter santo y puro de Dios?
Pero la mujer no solo debe vestirse con pudor, sino también, en segundo lugar…
B. La mujer debe vestirse con buen juicio:
Ese es el significado de la palabra que RV traduce como “modestia” en 1Tim. 2:9. También podemos traducirla como “auto control”, “sentido común” o “pureza mental”.
Se trata de una mujer juiciosa que no se deja llevar por sus impulsos. Cuando se viste lo hace en una forma discreta y apropiada: apropiada para su edad, para su situación económica y para su época.
En cuanto a esto último dice Richard Baxter: “Es siempre legítimo seguir la moda sobria de la gente sobria; pero no es legítimo seguir la moda vana, inmodesta y enfermiza de los rebeldes, desenfrenados, orgullosos y disolutos” (Christian Directory; pg. 393).
Así que debemos vestirnos con pudor y buen juicio. Y digo “debemos” porque aunque Pablo se está refiriendo en este texto a las mujeres de manera particular, el espíritu general de la Escritura nos permite aplicar estos principios a los hombres también.
Que Dios nos ayude a glorificarle en todo cuanto hacemos, incluyendo la forma como nos vestimos. Nuestra vestimenta dice mucho de la realidad de nuestro corazón.
Pero si eres creyente, los criterios de Dios revelados en la Palabra de Dios son los que deben amarrar tu conciencia y guiar tus pasos, no la revista Vogue, ni Harper’s Bazar, ni Cosmopolitan, ni GQ para los hombres; sino la infalible, inerrante y todo suficiente Palabra de Dios. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Rom. 3:4).
¿Qué nos dice Dios en Su Palabra sobre la vestimenta, qué nos ordena?
Pablo dice en 1Tim. 2:9: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia”.
Lo primero que Pablo reconoce aquí es el deseo legítimo de las mujeres de adornarse. La frase “que se atavíen de ropa decorosa”, puede ser traducida literalmente: “que se adornen con una ropa adornada”.
Las dos palabras que Pablo usa en el texto, y que RV traduce como atavío y decoro, proceden de la misma raíz: kosmos y kosmeo, de dónde proviene nuestra palabra “cosmético”. La palabra kosmos significa “orden, arreglo o sistema”. Lo contrario de kosmos es caos.
De manera que lejos de reprimir ese deseo natural de las mujeres a arreglarse, Pablo lo pone más bien en perspectiva. “Adórnense, pero como mujeres piadosas, mujeres que le temen a Dios y que desean agradarle a Él y reflejar Su carácter por encima de todas las cosas”.
Una mujer de Dios no debe parecer un caos, sino que debe estar arreglada y en orden. Su arreglo personal debe reflejar al Dios de orden que ella adora. Ahora bien, ese arreglo personal debe poseer dos características fundamentales.
A. La mujer debe vestirse con pudor:
La palabra griega que Pablo usa aquí conlleva tanto la idea de modestia como de humildad. Significa literalmente “sentido de vergüenza”. Una mujer piadosa debería sentirse avergonzada y culpable si por causa de su vestimenta alguien es distraído en su adoración a Dios o llevado a tener pensamientos impuros.
La modestia es todo lo opuesto a la arrogancia y al deseo de llamar la atención. Cuando esta mujer se viste ella está delante de Dios, no delante de los hombres. Por eso la modestia evita el exceso y la sensualidad. Como alguien ha dicho: “el vestido de esta mujer no dice: sexo, orgullo, dinero, sino mas bien pureza, humildad, moderación” (Pollard; pg. 6).
Lo que Pablo está diciendo, entonces, es que la ropa de una mujer cristiana debe estar en perfecta consonancia con su profesión de fe. Una mujer que ama a Jesucristo no trata de causar furor con su vestido. Su principal interés es mostrar el carácter de nuestro Dios y Padre en todo cuanto hace y en todo cuanto usa.
Si te vistes para la gloria de Dios, tu vestimenta revelará pureza y castidad. En vez de mostrar las formas de tu cuerpo para provocar a otros, vas a cubrirlo adecuadamente porque no quieres ni pensar que por causa de un capricho tuyo un hombre sea llevado a pecar contra el Dios al que tú dices amar, adorar y servir.
De más está decir que ese no es el pensamiento del mundo en cuanto a este asunto. La industria de la moda no cree que el principal propósito de la ropa sea cubrir el cuerpo, sino más bien atraer las miradas de los hombres sobre ti; pero eso es exactamente a lo que se opone la modestia cristiana.
La mayoría de la moda hoy día es diseñada para provocar una atracción sexual. Se usan telas que se pegan al cuerpo para revelar sus formas, y son cuidadosamente diseñados para resaltar ciertas partes que son cubiertas de tal manera que provoquen el deseo de ver más.
En un libro secular sobre la moda titulado “Hombres y mujeres” escrito por Claudia Kidwell y Valerie Steele, dice que “la ropa es especialmente sexy cuando llama la atención al cuerpo desnudo que está debajo”. Por eso mientras más corto y ajustado mejor.
Y en eso debemos reconocer con pena que los impíos son más honestos que muchos cristianos. Ellos nos dicen francamente lo que muchos creyentes no se atreven a decir: “Nos vestimos así para provocar, para llamar la atención sobre nuestra figura, para que puedas tener una idea clara de mis formas”.
Como decía en un anuncio sobre trajes de baño: “Es glamoroso… es exótico… definitivamente esto no tiene que ver con nadar”. ¡Por supuesto que no tiene que ver con nadar! Esto tiene que ver con la sensualidad y la provocación.
Las formas del cuerpo del hombre y de la mujer no son pecaminosas; el cuerpo fue diseñado por un Dios bueno y santo, que luego de hacerlo lo declaró bueno y santo.
Pero el hombre pecó y se corrompió y por esa causa el cuerpo descubierto de una mujer es como un barril de pólvora que pasa en medio de candelabros encendidos. Es por eso que nuestro Señor y Salvador nos advierte con tanta fuerza que tengamos cuidado con lo que ven nuestros ojos:
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt. 5:27-29).
Para el hombre es un problema ver a una mujer vestida en una forma reveladora e insinuante. Si la codicia, dice Cristo, ya adulteró con ella en su corazón; y la mujer que provocó tal pensamiento por llevar una falda demasiado corta, o un pantalón ajustado, o una blusa ceñida al pecho que revela claramente sus formas, esa mujer tendrá que darle cuenta a Dios en el día del juicio.
Por eso decía Thomas Brooks, que la mujer debe vestirse con el vestido “que le gustaría llevar el día de su muerte… con el que quisiera aparecer delante del Anciano de días… con el que le gustaría presentarse en el día del juicio” (cit. por Pollard; pg. 40).
Mírate, mujer creyente, y mira a tus hijas cómo visten usualmente, y pregúntate si pasan esta prueba. ¿Es así cómo te gustaría estar vestida en el día que te presentes delante de Dios para dar cuentas? ¿Es así como te gustaría que tus hijas estén vestidas en aquel solemne día?
Yo no estoy diciendo, ni es lo que Brooks está implicando, que al morir nos presentaremos delante de Dios con la ropa que llevemos puesta. Ese no es el punto. Pero ciertamente nos presentaremos delante de Él y daremos cuenta. ¿Puedes tú responder a Dios por la ropa que usas, por la que tienes puesta en este mismo momento, por la que usaste esta semana?
Escucha lo que dice nuestro Señor acerca de aquellos que ponen tropiezo a otros: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! (Mt. 18:6-7).
Un vestido ajustado que revela claramente las formas del cuerpo, o demasiado corto como para cubrir lo que debe ser cubierto no es algo neutral. Eso es pecaminoso porque violenta la santidad de Dios y la modestia que estamos llamados a exhibir como hijos de Dios.
Y que nadie nos acuse de legalistas por decir esto. Urgir a los creyentes a cubrir su cuerpo no es legalismo, porque la modestia es un mandamiento escritural, un mandamiento que muchos parecen estar olvidando. Cada vez se nota menos la diferencia entre nosotros y los paganos que no conocen a Dios.
¿Es tu vestimenta un reflejo de la humildad y castidad que debe caracterizar a un creyente? Cristo nuestro Salvador, derramó Su preciosa sangre en la cruz para comprar tu alma y tu cuerpo, y el Espíritu de Dios ha venido a hacer morada en ti. ¿Sabes qué debes hacer ahora a la luz de esa realidad? Dedicarte en cuerpo y alma a perseguir la gloria de Dios en todas las áreas de tu vida.
Dice Pablo en 1Cor. 6:19-20: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
¿Te vistes como es apropiado vestir al templo del Espíritu Santo? ¿Es tu vestido un reflejo claro del carácter santo y puro de Dios?
Pero la mujer no solo debe vestirse con pudor, sino también, en segundo lugar…
B. La mujer debe vestirse con buen juicio:
Ese es el significado de la palabra que RV traduce como “modestia” en 1Tim. 2:9. También podemos traducirla como “auto control”, “sentido común” o “pureza mental”.
Se trata de una mujer juiciosa que no se deja llevar por sus impulsos. Cuando se viste lo hace en una forma discreta y apropiada: apropiada para su edad, para su situación económica y para su época.
En cuanto a esto último dice Richard Baxter: “Es siempre legítimo seguir la moda sobria de la gente sobria; pero no es legítimo seguir la moda vana, inmodesta y enfermiza de los rebeldes, desenfrenados, orgullosos y disolutos” (Christian Directory; pg. 393).
Así que debemos vestirnos con pudor y buen juicio. Y digo “debemos” porque aunque Pablo se está refiriendo en este texto a las mujeres de manera particular, el espíritu general de la Escritura nos permite aplicar estos principios a los hombres también.
Que Dios nos ayude a glorificarle en todo cuanto hacemos, incluyendo la forma como nos vestimos. Nuestra vestimenta dice mucho de la realidad de nuestro corazón.
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