La oscuridad presente y la luz venidera
11. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 9
¿En la
iglesia o grupo donde asistes se ofrece un estudio bíblico, versículo tras versículo?
Hay pocos que lo hacen hoy en día, sin embargo, es de suma importancia que los
creyentes se ayuden mutuamente en algo que es tan vasto como la Palabra de
Dios. ¿Has seguido estos estudios del libro de Isaías desde el principio? Si no
es así, te invito a volver a la introducción para obtener un buen trasfondo
sobre la historia y los eventos hasta ahora comentados. Este libro está repleto
tanto de profecía mesiánica como de sólidos principios espirituales, adecuados
para todos los tiempos.
También
quisiera informarte del estudio que hicimos el año pasado sobre el libro de
Zacarías. Espero que tengas tiempo para la lectura y quieras incluirlo en tus
estudios personales. Zacarías era un profeta informado, como Isaías, del Mesías
venidero, pero posiblemente Zacarías recibió más acerca de la segunda venida de
Cristo. Estamos en días en los que, especialmente, tenemos que estar
informados, porque las señales de Su venida están a nuestro rededor y sería
trágico ignorarlas.
Ahora… es
tiempo para ver algo más de las profecías de Isaías sobre el Mesías.
Luz al terminar el
túnel
Nuestro
propósito principal, al estudiar la Biblia, es recibir iluminación sobre la
persona y la naturaleza de Dios mismo. Con el capítulo 9, estamos a punto de
aprender algunas lecciones vitales sobre los caminos de Dios, por medio del
Espíritu Santo. El capítulo 8 nos dejó en un túnel oscuro de angustia, del
cual, si recuerdas, el comentarista Barnes dijo lo siguiente: “Casi
sentimos que estamos hundidos en la melancolía o la pesadumbre, y vemos objetos
de terror alarmante a cada lado”.
Pero ahora fíjate: “No habrá siempre oscuridad para la que está
ahora en angustia. Como en tiempos pasados hizo que fuera despreciada la tierra
de Zabulón y la tierra de Neftalí, así en los venideros la hará gloriosa por el
camino del mar, al otro lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.” Vemos
como, al terminar el túnel de Dios, ¡hay luz! No se le puede garantizar a
ningún creyente que va a ser guardado de las pruebas más severas, o de que no va
a recibir una dolorosa disciplina por sus pecados. Ningún buen estudiante de la
Biblia te diría lo contrario. Sin embargo, los que permiten que Dios escriba sus biografías “en tablas de carne del
corazón” (2Co.3:2), sin excepción, ¡encontrarán la luz gloriosa al final!
Esto es lo que diferencia los relatos de Dios de los cuentos impredecibles de
este mundo.
Un joven paciente con
cáncer, después de pronunciar débilmente unas palabras de despedida a sus seres
queridos alrededor de su cama, repentinamente entra en un gozo indecible en la presencia
de su Salvador y Dios. Él que ha sido limitado a una silla de ruedas durante
toda su vida por una parálisis cerebral, de pronto, empieza a saltar por la
avenida de la Gloria directo al trono de su Padre. Un fuerte grito, un terrible
impacto, el abrumador crujir de metales y vidrios rotos, seguido por un dolor inaguantable,
que la víctima del accidente no imaginaba que existiera, tras un segundo,
desaparece totalmente restaurado y en completa tranquilidad en los brazos de
Jesús.
La que estamos
viendo ahora es la tierra de Emanuel en el ‘evangelio’ de Isaías. ¿Quién ha
exaltado a las tribus insignificantes de Neftalí y Zabulón? El versículo nos
dice que fueron despreciadas bajo “tribulación
y tinieblas, angustia y oscuridad…”
Pero no fue el fin
de la historia… “El pueblo que andaba en
tinieblas verá una gran luz; a los que moraban en tierra de sombra de muerte,
les resplandecerá la luz” (v.2). Este es el mismo territorio en el que
estaba la pequeña aldea de Nazaret, cerca de Capernaum, en Galilea, haciendo
frontera con las naciones gentiles. Allí, Dios envió a Su único Hijo para tabernaculizar
entre la humanidad. Fue criado en Nazaret y durante sus años de ministerio vivió
en Capernaum. Mateo cita la profecía de Isaías y nos habla claramente de su
cumplimiento (Mt.4:12-17).
El Mesías viene
Cada verdadero rayo
de luz en el Antiguo Testamento apuntaba directamente a Jesús. En el capítulo 6,
Isaías le vio en Su gloria y ahora, en cada uno de los tres capítulos más
adelante, él profetiza de Su venida a la tierra. ¡Isaías no puede parar de
hablar de Él!
Aunque no existe
lenguaje humano para describir esta luz del cielo, el profeta hace un gran
esfuerzo por conseguirlo al explicar: Es
“como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos”
(v.3). La luz es aún más gloriosa debido a las tinieblas que la preceden. “El yugo de su carga y la vara de su
hombro, y el cetro de su opresor, los quebraste” (v.4). Esta es la
hermosura y el encanto del evangelio: Jamás se oyó que alguien restaurara los
ojos de un ciego de nacimiento, pero en Juan, en el capítulo 9, tenemos a un
hombre que gozó de una luz más brillante que el mismo Adán, porque el yugo, la
vara y el cetro de sus tinieblas de toda su vida habían sido rotos. Ni siquiera
Adán pudo apreciar la luz como el hombre que había nacido ciego.
El enemigo ha sido
derrotado (v.5); tanto su calzado como sus vestiduras, empapadas en sangre,
sólo servirán como combustible para el fuego. ¿Quién romperá su poder? ¿Quién hará
de esta profecía una realidad? Será un Niño, un Hijo nacido en un pesebre entre
animales.
Él fue un humilde carpintero
en la pequeña aldea de Nazaret… un siervo que lavó los pies de los que comieron
la Pascua con Él… fue a una cruz romana para experimentar la muerte de un
criminal…Y ahora, sobre los hombros de este Niño, descansará el gobierno de
Dios en la tierra. Los que esperan en Él, seguirán en esperanza para siempre,
porque “lo dilatado de su principado y
la paz no tendrán fin”. Se
sentará sobre el trono de David, y gobernará sobre la tierra por mil años y durante
toda la eternidad. Establecerá la justicia en este mundo. La última declaración
lo asegura completamente (vs.6-7). El celo de los hombres fallará, pero cuando
Dios dispone en su corazón llevar a cabo cualquier obra, no habrá duda sobre su
cumplimiento. Lo que ha dispuesto hacer, eso hará.
Las cualidades del Mesías
Su nombre describe
Su persona y Su oficio; Su naturaleza y Sus cualidades. Personalmente, prefiero
el nombre Admirable separado de Consolador. Sé que muchos unen los dos, y no voy
a discutir por ello, solamente quiero recordarte que cuando el padre de Sansón,
Manoa, preguntó su nombre al majestuoso Ángel del Señor, Él respondió: “Es Admirable”, y en la presencia de Manoa y su mujer, Él hizo maravillas. Durante
tres años y medio Él hizo maravillas en Zabulón y Neftalí, y Él es el mismo
ayer, hoy y para siempre. ¿Cómo podrá hacer menos si éste es Su nombre?
Su nombre es
Consejero… dijo a Sus discípulos que les enviaría otro parakletos para
estar a su lado frente al acusador ante el tribunal de justicia eterna. Parakletos…
llamado al lado… fue la palabra del griego clásico dada para consejero de la
defensa. La palabra que Jesús utilizó para otro significaba otro del
mismo tipo. Él realizaría el mismo oficio que Jesús, que es Consejero.
Su nombre es Dios Fuerte…
la profecía declara Su divinidad. Él es Dios en la carne. Isaías prometió que
el mismo Dios a quien él había visto en Su gloria en el capítulo 6, vendría a
la tierra a reinar sobre el trono de David. Esto no fue algo revelado solamente
en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento ya fue comprobado que el Verbo
de Dios es Dios, co-igual con el Padre, Dios de dioses, el eterno, no
creado Hijo de Dios.
Él es Padre Eterno,
o el Padre de la eternidad… aunque nació como un niño en la tierra, el vino
como el Señor de la Eternidad. Él es el Creador de todas las cosas, así es que
es Padre de todo. Él es la Fuente de la santidad, así es que es el Padre de la
santidad. En Él estaba la vida, por eso Él es el Padre de la vida. Él es el
Hijo en relación a Su Padre, sin embargo, Él es Padre en relación a todas las
cosas y a todas las personas.
Él es Príncipe de
Paz… donde Él reina no pueden rugir las tormentas ni las tempestades…allí el lobo
y el cordero descansarán juntos, y el niño, sin miedo, jugará sobre la cueva
del áspid. Nada podrá dañar donde reina el Príncipe absoluto. Él trae paz a la
vida de todo aquel que confía en Él. “Mi
paz os doy”, dijo. Cuando Él
reina en la vida del individuo, esa vida será caracterizada por la paz.
La condición de Israel requiere
juicio
Los versículos 6 y 7
son Escrituras poderosas y quise intentar, al menos, poner el énfasis
especialmente en ellos. Ahora debemos apresurarnos para ir más rápidamente
hasta el final del capítulo. Desde el versículo 8 hasta el final, Isaías sale
de su profecía mesiánica para hablar otra vez del juicio venidero contra
Israel, especialmente sobre el norte. Acuérdate de que Efraím es la tribu más
grande y dominante del reino del norte, y Samaria es la ciudad capital.
La causa principal
del juicio contra ellos fue la soberbia y altivez de corazón (v.9), Dios
no tolera en absoluto tales actitudes. De todos los pecados, estos dos
encabezan la lista de abominaciones delante de Dios. Ninguno entrará en el Reino
de Dios a menos que se humille. En lugar de altivez de corazón algunas
versiones utilizan la palabra arrogancia. Yo creo que arrogancia es
una palabra que merece ser más utilizada en nuestros tiempos. Es la forma más fuerte
de orgullo, y es especialmente horrible. La arrogancia es una forma de orgullo
irrazonable; es especialmente ilógica. Es atrevida hasta el punto de ser
estúpida; como dice el antiguo dicho: ‘los insensatos entran donde los ángeles
temen andar’. Como hizo el rico en el infierno, la arrogancia argumenta desde
la posición de eterna condenación contra el estado de bendición eterna. Es tan
grande el amor que tiene por su propia opinión que aunque se le presente toda
la verdad de forma aplastante, no se apea de su posición. Pudiéramos seguir
definiendo esta palabra infame que es arrogancia… la persona arrogante no
quiere, ni puede arrepentirse. Representa al hombre caído en su peor estado.
Escuchamos la voz de
la arrogancia en el versículo 10. Las siguientes palabras relatan cómo tan
tercamente rechaza rendirse ante los hechos que están delante de sus ojos: “¿Los ladrillos se cayeron? ¡Pues con
piedras labradas volveremos a edificar! ¿Los sicómoros fueron talados? ¡Pues
con cedros los reemplazaremos!” El Señor de los ejércitos no tiene alternativa
más que “incitar a sus enemigos” y traerlos
desde todas las direcciones (vs.11-12). Aun así, no se rompe su arrogancia, por lo
que la ira del Señor no se aplaca y su brazo sigue trayendo el juicio.
“El pueblo no se vuelve”, es lo mismo que decir
que no se arrepiente (v.13). Los pequeños y los grandes, los ancianos y los
profetas embaucadores (que son muchos), se resisten a Su obra, y serán cortados
porque extravían al pueblo de los caminos del Señor (vs.14-16). ¿Qué resultado obtienen
por seguir el camino que los hombres les han marcado? Cuando el pueblo se
extravía del camino absoluto y estable del Señor para ir por un camino nuevo y
no transitado, no sabe cómo andar y queda confuso. El apóstol nos dice que Dios
no es dios de confusión (1Co.14:33). Cuando el hombre se apodera de los asuntos
que le pertenecen a Dios, entonces el hombre se convierte en el dios de la
confusión. Por eso el segundo juicio no fue suficiente… desde los jóvenes hasta
los ancianos causan disgusto y el Señor no los dejará en este estado; seguirá
trayendo más castigo (v.17).
Dios va a castigar
con fuego e Isaías se esfuerza en mostrar el peligro extremo y las
consecuencias de su pecado, al describir, en forma alegórica, el tercer juicio.
Es como un fuego que cruza el llano y entra en el bosque. Si alguna vez alguien
ha visto un fuerte incendio forestal conocerá su asombrosa y devastadora fuerza,
y cómo al pasar no deja nada en su camino. “El
pueblo es pasto del fuego” (vs.18-19). Aun así, en las ruinas, después de
la destrucción, el pecado sobrevive y el egoísmo produce la auto-destrucción. Debido
a un control diabólico, la raza humana caída viene a este fin: “Cada uno devora la carne de su prójimo” (v.20).
Manasés sólo ve su
propia visión y Efraín solamente es capaz de ver sus propios propósitos y
programa. Ni uno ni el otro reconocen a Judá y así, como su visión cada vez es
más pequeña, se oponen a todos, menos a su propia tribu. Al hacerlo, pierden el
propósito de Dios y apagan cada chispa que el Espíritu Santo enciende porque,
sencillamente, ellos no la encendieron. Se jactan de la auto-suficiencia de
cada tribu. Israel está enteramente dividido y destruido (v.21).
Ahora, en la edad de
la iglesia, podríamos decir que tampoco existe un reconocimiento por la unidad
del verdadero cuerpo universal de Cristo. No hay un aprecio por el único e
irreemplazable don de cada miembro. Entonces, más juicio ha de venir. En el
primer capítulo Isaías observó: “¿Dónde
seguiros hiriendo si os seguís rebelando? Toda la cabeza está enferma, y el
corazón, agotado” (1:5). Toda evidencia es llevada al tribunal para
justificar al Juez al dictar Su sentencia contra el pecado: “Para que seas reconocido justo en tu
sentencia, y tenido por puro en tu juicio” (Sal.51:4).
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