Dios y Su pueblo
30.
Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 31-32
“Sus caballos carne son, y no espíritu” Egipto siempre fue famoso por sus caballos |
Capítulo
31
Anteriormente, en este libro,
aprendimos mucho sobre la manera en la que Dios trata con los enemigos de Judá.
Ahora, aprenderemos acerca de su aliado. No hace falta mucho discernimiento para
saber que el enemigo es un peligro, pero el Señor quiere ayudarnos a ver una
amenaza, aún mayor, en nuestros aliados. Antes de nada, tenemos que estar
conscientes del peligro que existe en nosotros mismos, porque nuestro peor
enemigo somos nosotros.
Tenemos que tomar muchas
precauciones contra el que vemos en el espejo. Un predicador anciano decía: “¡El
enemigo más grande que tengo es la persona que se casó con mi esposa!” En estos
días, en los que el divorcio y volver a casarse es tan común, quizás la gente
le malinterpretaría. Por si acaso entra otra idea en tu mente, aclaro que él se
refería a sí mismo (no a otro hombre ¡o mujer!).
En el último capítulo, vimos
que la impiedad empieza con hijos rebeldes y tercos que insisten en hacer todo a
su manera. Cada uno de nosotros tiene que considerarse capaz de caer en esta
condición y, según el grado en el que esto sea un hecho en nuestras vidas,
tenemos que arrepentirnos y volver al camino de Dios. Tenemos que tomar la determinación
de quedarnos apegados a la Escritura, estar constantemente en oración y tener
nuestros ojos fijos en Cristo, dependiendo de Él para todo. Los rebeldes, a
propósito, evitan situaciones en las que Dios quede como la única respuesta a
sus necesidades. Vimos en el último capítulo que intentaron formar una alianza
con Egipto, confiando en “el brazo de carne”, en lugar de confiar en Dios.
El juicio divino contra esta
condición nos es declarado por un Jeremías inspirado: “Maldito el varón que
confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de
Jehová” (Jer.17:5). ¿No te suena paralelamente exacto a lo que estudiamos en
Isaías? En el versículo 1 del capítulo 30, Isaías enfrentó a los hijos rebeldes
que se habían alejado de Dios. En Su lugar, ellos buscaron la seguridad de
Egipto, su fuerza y número… “en caballos; y su esperanza ponen en carros,
porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes”. De esta forma, ellos
caen bajo el “ay” divino.
Básicamente, el gran pecado de
Judá consistió en despreciar a Dios, pensando que otro ser humano, que no es
más que ellos mismos, es más confiable que Él. “No miran al Santo de Israel, ni
buscan a Jehová” (v.1). Especialmente, están rechazando la santidad
de Dios, que Isaías ha estado presentándoles desde el principio de su ministerio.
Dios le preparó con el mensaje de la santidad. Cuando fue llamado, él vio a los
seres celestiales clamando: “Santo, santo, santo”. También Judá está rechazando
Su señorío porque rehúsa someterse a Su consejo.
Es difícil encontrar una
palabra que describa tal grado de insensatez. “Él también es sabio…”; ellos
están dando la espalda a una sabiduría perfecta. “Traerá el mal…”; ellos están
provocando una manifestación de Su juicio. “No retirará sus palabras…”; una vez
decidido a actuar, no se arrepentirá, por eso la calamidad está asegurada. Los
malhechores, que han planeado recurrir a Egipto, y todos los que han aprobado
su plan, están a punto de enfrentar a un Dios que ha sido provocado a ira
(v.2).
Hemos señalado hacia el
factor clave de su estupidez, como mencioné en el último capítulo: “Arriesgaron sus vidas y tesoros para descender a
Egipto, un reino cuya gloria era pasajera, prefiriendo ignorar los caminos del inmutable
y omnisciente Dios.” “Los egipcios hombres son, y no Dios”. Veamos también la
gran desventaja de la carne frente al espíritu: “Y sus caballos carne, y no
espíritu”. Antes de comenzar, el ganador ya está determinado. Tanto Egipto como
Judá caerán, “todos ellos desfallecerán a una” (v.3).
Anteriormente, vimos que un
número de judíos había concebido un plan para aliarse con Egipto. Este plan es,
especialmente, sin sentido, a la luz de la promesa de Dios de proteger
Jerusalén. Dios enfrentará el ataque como el león enfrenta a una cuadrilla de pastores,
que en aquellos días intentaba asustarle, haciendo un ruido escandaloso. Aquí vemos
una pequeña manifestación del León de la tribu de Judá. Gruñe para hacer saber
a todos que no va a ceder ante los que vienen contra Él. Él es celoso de Su
presa y no la va a abandonar. Con esta alegoría nos garantiza el cuidado de
Jerusalén. Con tales revelaciones se ablanda el corazón y se cura de la
rebeldía. “Jehová de los ejércitos descenderá a pelear sobre el monte de
Sion…” (v.4).
Hoy en día, Israel tiene un
sistema de defensa contra misiles, llamado Cúpula
de Hierro, sin embargo, hace 2.700 años, el Señor de los ejércitos proveyó
una defensa impenetrable y sin fisuras para Jerusalén “como ave que revolotea” (v.5
BTX). Ahora, llama al arrepentimiento: “Volved a aquel contra quien se
rebelaron profundamente los hijos de Israel” (v.6). Es tiempo de volvernos a Dios, es el título de una canción
compuesta por una persona de España, y esa es, sencillamente, la solución a
todos nuestros problemas:
De
llamarle en tanto está cercano,
De humillarnos con todo el corazón
Bajo su poderosa mano.
Es tiempo de, con toda el alma,
Desear vivir para el Señor,
Caminar conforme a su palabra,
Guardándola y andando en santidad.
Judá tenía que romper con su
pecaminosa idolatría, tanto con los ídolos hechos con sus propias manos, como con
los concebidos en sus pensamientos. Confiar en cualquier cosa que los hombres
hayan producido en su mente o con sus manos, era idolatría en aquellos días y también
lo es ahora. Los ídolos de los tiempos modernos son mucho más sofisticados que
las imágenes de plata y oro de los tiempos antiguos, pero proceden de la misma
fuente; de los pensamientos y las manos de los hombres (v.7). Entonces Dios,
con el arma más devastadora que haya existido jamás en el universo, peleará a
favor de Judá. Triunfará con Su incomparable espada: “Entonces caerá Asiria por
espada no de varón, y la consumirá espada no de hombre; y huirá de la presencia
de la espada” (v.8).
Podemos saber, por muchos
ejemplos bíblicos, que cuando la espada del Señor se desenfunda, el efecto
sobre el enemigo es de terror y pánico, de manera que abandona el campo de
batalla. Nos remontaremos desde la gran derrota del poder mundial, Asiria, que
aconteció en el tiempo del rey Ezequías, hasta la destrucción del poder
mundial, dirigido por el anticristo en los últimos tiempos. Será una batalla
intensa, en la que Jerusalén será el horno del Señor, ardiendo con un fuego
consumidor desde Sion. El apóstol Juan nos describe el evento: “La bestia fue
apresada, y con ella el falso profeta… Estos dos fueron lanzados vivos dentro
de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la
espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se
saciaron de las carnes de ellos” (Ap.19:20-21).
Capítulo
32
Isaías nos dirige, una vez más,
al reino milenario de Cristo sobre la tierra. Ésta es tu esperanza, oh judío,
de la boca de tu gran profeta, Isaías. También es la esperanza de las naciones
gentiles, porque es el destino y propósito para todo este planeta, la Tierra. “He
aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio” (v.1).
Bajo el mando del Rey de los
reyes, príncipes reinarán con Él. En primer lugar, reinarán los apóstoles: “Yo,
pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que… os sentéis
en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lc.22:29-30). Los creyentes
gentiles también reinarán con Él: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al
mundo?” (1 Co.6:2; 2 Ti.2:12; Ap.2:26-27; 3:21).
En lugar de opresión, los
líderes del mundo, durante el milenio, proveerán protección, seguridad,
refrigerio y sombra (v.2). Imagínate a los mansos encargados del gobierno,
siendo verdaderos siervos públicos (Mt.5:5). Jesús dijo que Él mismo era manso
y humilde de corazón y que nosotros debíamos aprender de Él. Creo que vale la
pena mencionar que, tanto en español como en rumano, la palabra manso trata de animales sumisos y
entrenados para poder ser útiles. Así será el liderazgo durante el Reino
Milenario.
En el versículo 3, tenemos
un resultado muy diferente al que vimos anteriormente, acerca de los que tienen
ojos y no ven, y oídos y no oyen (Is.6:10). En este pasaje nos habla del milenio,
cuando el pueblo experimentará algo totalmente opuesto, ya que alcanzará su
máximo potencial y adquirirá gran entendimiento de los caminos del Señor. Los
que han tenido debilidades de carácter serán transformados en su corazón y en
su manera de hablar. Toda su personalidad estará gobernada por un corazón sano
(v.4).
Capta, si puedes, cómo se ha
ido incrementando la perversidad en el trascurso de los siglos, desde el tiempo
de Isaías hasta el de Cristo, y sobre los últimos dos mil años. Estamos
viviendo en dias en los cuales es muy evidente, para la persona instruida en la
Biblia, que lo bueno es llamado malo, y lo malo es llamado bueno. En el Reino
justo de Cristo, la perversión terminará y “el ruin nunca más será llamado
generoso, ni el tramposo será llamado espléndido” (v.5).
Isaías se refiere,
primeramente, al “ruin” del versículo 5, como una persona carente de buen
carácter; miserable, en todos los sentidos; un necio. A veces, en la Biblia, el
grupo de los tales fueron llamados “hijos de Belial” (por ejemplo en Dt.13:13;
1 Sam.2:12; 2 Cr.13.7 etc.). Isaías nos enseña que las palabras del necio son elaboradas
en su propio corazón. Jesús nos dio la misma enseñanza: “Lo que sale de él, eso
es lo que contamina al hombre” (Mc.7:15). Lo que hay en el corazón determina la
práctica y el hablar. Es un asunto espiritual, empezando con el concepto de
Dios en el corazón: “Escarnio contra Jehová” (v.6). De un pobre concepto de
Dios y una falta de relación correcta con Él, nace el mal trato hacia el prójimo.
En India, aprendí que el hindú, por su total ignorancia de la naturaleza de
Dios, abandona al pobre a sufrir en su pobreza porque cree que ha sido
reencarnado para sufrir, debido a su vida pasada. Solamente en lugares influenciados
por la Biblia están bien desarrolladas las prácticas humanitarias.
En segundo lugar, el
tramposo del versículo 5 es descubierto. El necio, por su negligencia
espiritual, puede ser totalmente ignorante del camino recto. El tramposo,
aunque sepa más, está decidido a practicar la maldad. Él es, simplemente,
maligno; planea cosas malas, habla mentiras para arruinar al pobre y pasa por
alto lo que es correcto, eligiendo hacer lo falso (v.7). Usando el estilo de
los proverbios, Isaías presenta el contraste, hablando de los planes y
principios del noble (v.8).
En los siguientes cinco
versículos, Isaías habla a la población femenina, cuya falta es la indolencia,
que es semejante a la pasividad. Están viviendo un tiempo peligroso e
impiadoso. Siendo apáticas y perezosas, las manda levantarse. Estando
tranquilas, las manda temblar y estar turbadas. Tendrán que escuchar un mensaje
desagradable y desconcertante, y despertar a la realidad de lo que pasará en poco
más de un año. El juicio caerá en forma de una cosecha arruinada, por lo que no
es tiempo de tener “casas en que hay alegría en la ciudad de alegría”, a la luz
de tal inmanente desastre. Los espinos y cardos tomarán el lugar de los huertos
y viñas, y sufrirán la falta de las necesidades básicas de la vida: el alimento
y la vestidura (vs.9-13).
Esta profecía anticipa un
palacio vacío porque el rey será destronado. Las calles serán abandonadas
porque mucha de la población será llevada al cautiverio. El campo, descuidado
por la negligencia, volverá a ser un hábitat para los animales silvestres
(v.14). Quizás, esta profecía se llevó parcialmente a cabo en Judá durante el
tiempo de la invasión asiria, pero su completa realidad fue cuando Babilonia
derrotó totalmente a Judá y arrasó Jerusalén. En el capítulo 29, versículo 17, vimos
un bosque convertido en una montaña y viceversa, seguido por la profecía de una
conversión de la sociedad.
Semejantes expresiones son
utilizadas aquí, al describir un derramamiento del Espíritu de Dios: “Hasta que
sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta
en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque” (v.15). En el día
de Pentecostés esta profecía tuvo un cumplimento espiritual, pero el judío la experimentará,
en una dimensión mayor, cuando el reino de Judá sea totalmente restaurado en un
avivamiento total.
La justicia llegará a los
campos. La agricultura y la silvicultura serán bendecidas con la justicia, y
aún las plantas y los animales experimentarán los efectos de un reino justo
(v.16). La paz, la calma y la seguridad, solamente dominan cuando hay justicia
en la tierra. En capítulos posteriores, Isaías nos mostrará que no hay paz para
los impíos. El impío no podrá esperarla hasta que se someta al reino justo del
Buen Pastor: “Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Sal.23:3).
La justicia produce un ambiente de pastos delicados y aguas de reposo.
El Reino de Dios es un reino
de justicia perfecta, y Él no se complace con menos. Su justicia fue
maravillosamente demostrada en la cruz, cuando cada pecado y ofensa fueron
totalmente aniquilados y el Dios santo la miró satisfecho. Ahora, es posible
que los hombres vivan en paz con Él y, cuando Su Hijo reine sobre esta tierra
en justicia, el efecto será la paz: “El efecto de la justicia será paz; y la
labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (v.17).
En el Salmo 23 tenemos la
analogía de ovejas y un Pastor, pero en el versículo 18 no tenemos una
analogía, sino la realidad de un pueblo viviendo en paz con su Dios: “Mi pueblo
habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo”. Por
eso, en el siguiente versículo, nos vuelve a recordar la necesidad del juicio
que acompañará la entrada de la justicia. Entre la iglesia gentil, este
principio también es válido (v.19): “Porque es tiempo de que el juicio comience
por la casa de Dios…” (1P.4:17). Debido al juicio algunos se alejarán, pero
otros experimentarán remordimiento y arrepentimiento. Sin la mano de juicio que
disciplina al caer sobre la iglesia, no podemos esperar un avivamiento de paz.
El buey y el asno nos hablan
de la labor del campo, y el capítulo termina con un ánimo a estar involucrado
en una siembra extensiva. Si quieres ser verdaderamente dichoso, entonces
siembra la semilla junto a todas las aguas. Da al buey y al asno rienda suelta
y deja que la semilla caiga sobre cada campo regado por el agua (v.20). Deja
que la obra de Dios prospere y esparza la Palabra, influida por el poder del
cielo, por el Espíritu de Dios derramado desde lo alto sobre Su pueblo. Así la
obra será maravillosamente fructuosa. “En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto…” (Jn.15:8).
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