Apocalipsis 11
Capítulo 11
1. Me fue dada una caña de medir semejante a una vara, y alguien dijo: Levántate
y mide el templo de Dios y el altar, y a los que en él adoran.
2.
Pero excluye el patio que está fuera del
templo, no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, y éstas hollarán
la ciudad santa por cuarenta y dos meses.
El templo reconstruido
Dos testigos |
Pasé por alto
mencionar un punto sobre una diferencia importante en la traducción del versículo
9, capítulo 5. Los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos se prostraron
delante del Cordero y cantaron un cántico nuevo. Relativo al cántico, la
versión RV60 dice: “Con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo
linaje y lengua y pueblo y nación; y nos
has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Esta traducción favorece la
opinión de que los 24 ancianos simbolizan la iglesia en el cielo. Sin embargo,
una traducción, aun mejor, sacada de lo que se llama El Texto Mayoritario en griego,
que casi todas las demás versiones siguen, no usa el pronombre nos o nosotros, sino ellos o los. Esto indicaría que la iglesia
todavía no está en el cielo en el capítulo 5.
Durante el Tiempo de los Gentiles, que es la era de la
iglesia, habrá redención entre cada nación, que es cada territorio gubernamental;
cada lengua, es decir, cada grupo idiomático; cada tribu o conjunto de personas que
comparten un origen, una lengua, unas costumbres y unas creencias; y cada pueblo, es decir, cada grupo
étnico o racial. Como expliqué en el capítulo 10, el periodo de los judíos a
que se refirió Daniel se paró con la crucifixión, y empezó el tiempo para la
redención del pueblo gentil.
Sin embargo,
la gran mayoría de los santos de la iglesia primitiva, antes de la conversión
de Pablo, eran judíos. Está claro, entonces, que los dos tiempos se
superpusieron, por lo cual, sería lógico pensar que el periodo de los gentiles
también pudiera superponerse sobre el horario del tiempo de los judíos en sus
últimos siete años.
Tienes que
considerar este hecho mientras empezamos el comentario sobre el capítulo 11.
Jesús nos aclaró que la Semana 70 de Daniel no había empezado en Su día. Habló
de un tiempo futuro en el que ocurriría la Abominación Desoladora
(Mt.24:15-22). El Apocalipsis de Juan tuvo lugar después de la destrucción de
Jerusalén a manos de los romanos y el derrocamiento total del gobierno judío en
Israel, cuando los judíos fueron esparcidos sobre toda la tierra. En este
capítulo, Juan demuestra que la Semana 70 de Daniel era un acontecimiento
futuro que todavía no se había cumplido en su día.
En los
primeros dos versículos, Juan tiene que medir un templo reconstruido. El templo
que conocían Jesús y Sus discípulos ya había sido destruido. Hace muchos años leí
un artículo en una revista secular cuyo autor había visitado Jerusalén. Dijo
que el pueblo judío, tanto ortodoxos como seculares, tenían una meta común, que
era reedificar su templo. Se dice que ya tienen preparado todo el material necesario
y que podrían hacerlo en cualquier momento; el único obstáculo, es la Cúpula de
la Roca musulmana que ocupa el lugar designado por Dios.
El templo
tiene que ser edificado para que las profecías sobre la Semana 70 de Daniel
puedan cumplirse. Dios prohibió que los judíos sacrificaran en cualquier otro
lugar, y por eso el templo tiene que estar en el lugar apropiado para que
puedan producirse los siguientes acontecimientos: Un líder internacional se
levantará… “él hará un pacto firme con
muchos por una semana (siete años), pero a la mitad de la semana pondrá fin al
sacrificio y a la ofrenda de cereal” (Dn.9:27). Es casi seguro que el
permiso para poder reconstruir el templo estará incluido en ese pacto. Gran
parte de los estudiantes del premilenialismo
están de acuerdo sobre este asunto.
Es curioso que
Juan omite medir el patio que está alrededor del santuario, porque no estará en
manos judías. Esto implicará un compromiso entre ambas partes, sobre lo cual no
intento especular. Tiene que haber cláusulas que satisfagan a las partes
involucradas en el pacto; los judíos tendrán su templo, y la otra parte ocupará
el patio y tendrá autoridad sobre Jerusalén durante 42 meses. Jesús también
profetizó acerca de este tiempo: “Jerusalén
será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se
cumplan” (Lc.21:24). Esto marca el primer tiempo cronológico en el libro de
Apocalipsis. 42 meses son 3 ½ años, que es, con toda seguridad, la primera
mitad de la Semana 70 de Daniel.
3. Y otorgaré autoridad a mis dos testigos, y ellos profetizarán por mil
doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
4. Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor
de la tierra.
5. Y si alguno quiere hacerles daño, de su boca sale fuego y devora a sus
enemigos; así debe morir cualquiera que quisiera hacerles daño.
6. Estos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva durante los
días en que ellos profeticen; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas
en sangre, y para herir la tierra con toda suerte de plagas todas las veces que
quieran.
7. Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo
hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará.
8. Y sus cadáveres yacerán en la calle de la gran ciudad, que simbólicamente
se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado.
9. Y gente de todos los pueblos, tribus, lenguas y naciones, contemplarán sus
cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sus cadáveres sean
sepultados.
10. Y los que moran en la tierra se regocijarán por ellos y se alegrarán, y se
enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que
moran en la tierra.
Los dos testigos
Mientras se
realiza este acuerdo político-religioso, Dios estará haciendo una obra poderosa
y espiritual. Al vernos el desarrollo entre los versículos del 3 al 14, recordemos
una escena casi idéntica en el capítulo 4 del libro del profeta Zacarías. Su
visión tenía que ver con un rey sin trono, después del cautiverio; el rey
Zorobabel, junto al sumo sacerdote, Josué, que no tenía un templo: eran los dos
ungidos (Zac.4:14). También, en la visión, eran representados por dos ramas de
olivo y un candelabro. Todo el pueblo se unió a los dos líderes para llevar a cabo
la reconstrucción de aquel segundo templo. Ésta, era una profecía para el día
de Zacarías, pero también, y en un sentido más perfecto, era una profecía para
los últimos tiempos.
Vemos cómo, en
nuestra historia en Apocalipsis, aparecen dos testigos que profetizan durante
1.260 días, es decir, 3 ½ años. Sería bueno que hicieras una pausa para leer
Zacarías 4 ahora, para ver, especialmente, el mensaje clave tras ese tiempo,
que también se aplica a los dos testigos de los últimos tiempos: “‘No por el poder ni por la fuerza, sino por
mi Espíritu’ – dice el Señor de los ejércitos” (Zac.4:6). Este mensaje
significa que habrá un movimiento del Espíritu de Dios en la Semana 70. Aquí,
en Apocalipsis 11:4, los dos olivos y los dos candelabros simbolizan a los dos
profetas. Están poderosamente ungidos (olivos) y emiten una luz maravillosa
(candelabros) sobre la tierra.
¿Quiénes son
estos dos testigos? Ciertamente, uno es, literalmente, Elías: “He aquí, yo os envío al profeta Elías
antes que venga el día del Señor, día grande y terrible” (Mal.4:5). Los
judíos tienen reservado un sitio para él en cada mesa durante la Pascua. Juan
el Bautista vino en el espíritu y el poder de Elías en el primer advenimiento
de Cristo, pero ahora estamos mirando Su segunda venida, en poder y gloria, ¡un
día grande y terrible! Elías fue llevado al cielo sin gustar la muerte. Dios le
reservó para los últimos tiempos. Probablemente, Moisés sea el otro testigo; él
fue quien acompañó a Elías en el monte de Transfiguración, dado a Pedro,
Santiago y Juan como un anticipo de la gloria (Mt.16:28; 2 P.1:16-18). En el hecho
de poder cerrar los cielos para que no llueva, vemos el ministerio de Elías; y
en poder cambiar el agua en sangre y herir la tierra con toda suerte de plagas,
vemos el ministerio de Moisés.
Existe otra
posibilidad, y es que, en lugar de Moisés, como testigo, sea Enoc, ya que es el
otro ser humano que no gustó la muerte. Lo poco que nos resta de sus escritos
indica que fue un profeta de los últimos tiempos. Su libro ya no existe, pero
Judas lo tenía en el tiempo del Nuevo Testamento: “Profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: He
aquí, el Señor vino con muchos millares de los santos, para ejecutar juicio
sobre todos…” (Judas 1:14-15). Sin embargo, hablando a favor de Moisés,
como testigo, vemos que su muerte está envuelta en misterio; nadie conoció el
lugar de su sepultura.
La mayoría de
los estudiantes de la profecía, piensan que sólo hay dos testigos literales,
pero hay otros que opinan que los dos testigos no son literalmente dos hombres,
sino dos grupos de gente. Ahora, vamos a proponer otra posibilidad: ¿Qué si las
dos opiniones están en lo cierto? ¿Qué si los dos candelabros representan a dos
grupos de personas? Es un hecho que el candelabro es simbólico de la nación de
Israel, y siempre lo ha sido. Yo lo vi grabado en el púlpito de Benjamín
Netanyahu. Dios llamó a Israel para que fuera una luz a las naciones, pero no
veo otro lugar en la Escritura donde hable de dos candelabros. La única escena que
es muy semejante a ésta, en Zacarías, contiene un candelabro que se nutre
directamente por dos olivos, sin que el hombre intervenga para nada. Implica el
suministro directo del Espíritu Santo, avivando Su obra, como lo hizo con Josué
y Zorobabel.
El candelabro de Israel |
Los siete candelabros unidos en Cristo |
Los dos candelabros
La Escritura
siempre tiene que suplir su propia interpretación. Aparte del candelabro del
templo de Israel, encuentro solamente un candelabro más en toda la Biblia, y
está aquí, en el libro de Apocalipsis. Jesús dijo: “Los siete candelabros son las siete iglesias” (1:20). Juan menciona
siete Espíritus, pero sabemos que eran las siete operaciones de un solo y único
Espíritu de Dios. De igual manera, las siete iglesias forman una sola iglesia,
manifestándose de siete maneras durante los siglos. Los siete candelabros no
tienen una parte central que los mantenga unidos, pero sí tienen a Cristo en
medio, uniéndoles con algo más fuerte que cualquier metal. Nunca he oído otra
interpretación para los dos candelabros que me satisfaga más.
Por eso, la
iglesia todavía está presente en la tierra con un poder tremendo, derramando
luz y poder tras los dos testigos, y se unirá con una multitud de judíos que irá
creciendo en los últimos tiempos, superponiéndose a la Semana 70 de Daniel. Los
judíos creyentes irán en aumento, porque son provocados a celos por la iglesia
gentil (Ro.11:11). El ministerio de los dos grupos sigue al de los dos testigos
literales.
Vamos a
examinar más cuidadosamente este ministerio, ya que están delante del Señor de
la tierra (v.4). Recuerdo las palabras de Elías a Acab: “Vive el Señor, Dios de Israel, delante de quien estoy…” (1
R.17:1). Después del ministerio mismo de Jesucristo, jamás ha habido un poder y
autoridad demostrados en la palabra como en el caso de los dos testigos. El
daño que causarán a la oposición no será debido a que sean hombres vengativos, sino,
sencillamente, porque tendrán tanto respaldo celestial que nadie podrá oponérseles
y seguir viviendo. Sabemos acerca de consecuencias semejantes sobre los que se han
opuesto a los avivamientos durante toda la historia de la iglesia. Incluso, he
vivido un poco de lo mismo durante nuestro trabajo como misioneros en Méjico.
Nadie podrá
tocarles hasta que terminen su obra, que será después de 1.260 días. Entonces,
un líder internacional, que hasta ahora se había mostrado muy amigable, y el
mismo que había logrado el pacto entre Israel y sus enemigos, se transformará
en una bestia. El hombre de pecado, el hijo de perdición, será revelado. Estará
lleno de ira y rabia contra los dos testigos, quienes han estado obstruyendo su
ambición de dominar a toda la población y reinar sobre el mundo entero. Tendrá la misma actitud que Acab contra Elías: "¿Eres tú perturbador de Israel?" Estará dominado
por el mismo diablo, como lo estuvo el rey de Babilonia (Is.14) y el príncipe
de Tiro (Ez.28). Se levantará en contra de estos dos líderes; hará guerra
contra ellos, los vencerá y los matará. Sus cadáveres serán abandonados en la
calle de una ciudad que tiene dos nombres simbólicos, relacionada con el lugar
donde su Señor fue crucificado, es decir, Jerusalén.
La gente de
todo mundo contemplará los cadáveres (solamente será posible a través de
televisión, internet…) y empezará una fiesta a nivel mundial. Se intercambiarán
regalos y celebrarán con mucho gozo que estos dos líderes cristianos ya no les
puedan molestar más. Ellos habían sido un obstáculo a la mala forma de vivir de
la gente en todo el mundo y les habían atormentado con su palabra.
Ahora, quiero recordarte
los dos pasajes que te pedí leer como preparación para estudiar este capítulo (1
Tesalonicenses 4:13-18 y 1 Corintios 15:51-52). Las claras señales del apóstol
Pablo son algo veladas en este relato de Juan.
11. Pero después de los tres días y medio, el aliento de vida de parte de Dios
vino a ellos y se pusieron en pie, y gran temor cayó sobre quienes los
contemplaban.
12. Entonces oyeron una gran voz del cielo que les decía: Subid acá. Y subieron
al cielo en la nube, y sus enemigos los vieron.
13. En aquella misma hora hubo un gran terremoto y la décima parte de la ciudad
se derrumbó, y siete mil personas murieron en el terremoto, y los demás,
aterrorizados, dieron gloria al Dios del cielo.
14. El segundo ¡ay! Ha pasado; he aquí, el tercer ¡ay! viene pronto
15. El séptimo ángel tocó la trompeta, y se levantaron grandes voces en el
cielo, que decían: El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor
y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos.
16. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus
tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios,
17. diciendo: Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el
que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar.
18. Y las naciones se enfurecieron, y vino tu ira y llegó el tiempo de juzgar a
los muertos y de dar la recompense a tus siervos los profetas, a los santos y a
los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los
que destruyen la tierra.
19. El templo de Dios que está en el cielo fue abierto; y el arca de su pacto
se veía en su templo, y hubo relámpagos, voces y truenos, y un terremoto y una
fuerte granizada.
Las señales del arrebatamiento
Primeramente,
en el versículo 11, vemos una resurrección. Pablo dijo: “Los muertos en Cristo se levantarán primero” (1 Tes.4:16).
Probablemente habrá muchos mártires durante estos 3 ½ años, pero no todas las
personas, representadas por los dos candelabros morirán. También es posible que
haya un periodo de tiempo entre la resurrección y el arrebatamiento. Después,
los “que estemos vivos y que
permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos” (1 Tes.4:17). “Oyeron una gran voz del cielo que les
decía: Subid acá” (v.12). Pablo declaró: “El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando” (1 Tes. 4:16).
También, en el
versículo 12, dice que subieron en una nube. Pablo reveló: “Arrebatados juntamente con ellos (los resucitados) en las nubes al encuentro del Señor en el
aire” (1 Tes.14:17). Observa también a Jesús en Hechos 1:9-11: “Fue elevado mientras ellos miraban, y una nube le recibió y le ocultó de sus
ojos. Y estando mirando fijamente al cielo mientras Él ascendía, aconteció que
se presentaron junto a ellos dos varones (¿ángeles? ¡o quizás Elías y
Moisés!) en vestiduras blancas, que les
dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús,
que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá
de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo”.
Sus enemigos
lo contemplaron y cayó gran temor sobre ellos. También hubo un terremoto en el que
la décima parte de Jerusalén se derrumbó y murieron siete mil personas. Los
demás, aterrorizados, dieron gloria a Dios. Ya que esto acontecerá en
Jerusalén, puede ser que estas personas judías crean y entren en la Gran
Tribulación. El séptimo ángel tocó la trompeta. Pablo dijo a los corintios: “Todos seremos transformados en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y
los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1
Co.15:51-52).
Las voces en
el cielo declararon que el Milenio llegaría pronto, seguido por el reino eterno
de Cristo. Los 24 ancianos se postraron ante el trono otra vez y dieron gracias
a Dios. Dan gracias porque los santos y los profetas recibirán sus galardones,
ya que han sido arrebatados y estarán, cuerpo y alma, delante del tribunal de
Cristo. En la tierra todavía tienen que pasar otras cosas durante la segunda
mitad de la Semana 70 de Daniel, como veremos en el capítulo 12. El Juicio del
Gran Trono Blanco todavía es parte del futuro, después del Milenio, y en ese
juicio los muertos serán juzgados. Ellos están proclamando los eventos, pero no
necesariamente en orden cronológico. El reino de Dios empieza por Su ira, y hay
un tiempo previo en el que las copas de ira serán derramadas y destruirán a los
que destruyen la tierra.
En el cielo,
Juan observa el arca del pacto; el verdadero arca celestial, en el verdadero
templo celestial. Los santos ya estarán presentes y entrarán al templo y se
gozarán de la posición perfecta que tienen en Cristo Jesús, quien es el
propiciatorio que cubre todas sus ofensas contra Dios, asegurando su total
aceptación. Ellos encuentran refugio en el mismo lugar donde se originan
juicios espantosos. El salmista escribió de estas paradojas: “En mi angustia invoqué al Señor… desde su
templo oyó mi voz… la tierra se estremeció y tembló… porque Él se indignó. Humo
subió de su nariz, y el fuego de su boca consumía… descendió con densas
tinieblas debajo de sus pies… El Señor también tronó en los cielos, y el Altísimo
dio su voz: granizo y carbones encendidos… el Señor fue mi sostén… me rescató,
porque se complació en mí” (Sal.18:6-19).
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