Eclesiastés 12
Sirve a Dios cuando eres joven
Capítulo 12
1. Acuérdate, pues, de tu Creador en los días
de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que
digas: No tengo en ellos placer;
2. antes que se oscurezcan el sol y la luz, la
luna y las estrellas, y las nubes vuelvan tras la lluvia;
3. el día cuando tiemblen los guardas de la
casa y los fuertes se encorven, las que muelen estén ociosas porque son pocas,
y se nublen los que miran por las ventanas;
4. cuando se cierren las puertas de la calle
por ser bajo el sonido del molino, y se levante uno al canto del ave, y todas
las hijas del canto sean abatidas;
5. cuando también teman a la altura y a los
terrores en el camino, y florezca el almendro, se arrastre la langosta y la
alcaparra pierda su efecto; porque el hombre va a su morada eterna mientras las
del duelo andan por la calle.
6. Acuérdate de Él antes que se rompa el hilo
de plata, se quiebre el cuenco de oro, se rompa el cántaro junto a la fuente, y
se haga pedazos la rueda junto al pozo;
7. entonces volverá el polvo a la tierra como
lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio.
8. Vanidad de vanidades, dice el Predicador,
todo es vanidad.
El consejo continúa para el joven. Hay que
saber que, cuando Dios juzga a una persona, empieza desde su juventud. Por eso,
Salomón, dirije sus mejores consejos a los jóvenes. Vive tu juventud en el
temor de Dios; esto es lo que quiere decir acordar,
o tomar en cuenta a Dios en todas tus actividades y planes. En Proverbios
3:6 escribió lo mismo: Reconócele en
todos tus caminos”. Recuerda,
también, que Él es tu Creador y que Él tiene todos los derechos como tal. Los
derechos humanos son secundarios y no los tomaremos en cuenta hasta que el
Creador quede satisfecho. Él nos ha creado para Su placer, así es que, desde la
niñez hasta la vejez, nuestra responsabilidad primordial es vivir para Su
placer y cumplir Su voluntad. Le pertenecemos a Él y así debemos servir al
Señor y darle gloria desde la niñez.
Los mejores días, cuando uno es joven y
fuerte, debe ofrecerlos a su Creador. Cuando ofrecía un sacrificio, el israelita
tenía que elegir lo mejor de su manada, un animal joven, para presentárselo a
Dios. Él les reprendía por ofrecer animales débiles o enfermos (Fíjate, por ejemplo,
en Malaquías 1:6-14). Desde el primer versículo, Salomón presenta las
desventajas y limitaciones de los ancianos, especialmente cuando sienten
remordimientos por las oportunidades perdidas, lo que pesa sobre la conciencia.
Si uno no tiene placer en vivir, es inútil para servir a quien sea. El servicio
a Dios debe ser gozoso, por eso, antes de que uno se acerque a la vejez, debe vivir
sirviendo al Rey de reyes con contentamiento.
Los ancianos empiezan a perder sus
facultades una por una; es lo que Salomón llama “los días malos”. Por
supuesto, estamos tratando aspectos de la vida natural bajo el sol. Los
cristianos, en sus últimos años, pueden gozarse en la vida que Cristo les ha
dado, tanto e incluso más que en su juventud y mediana edad. Escucha al apóstol
Pablo: “Por tanto no desfallecemos,
antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo, nuestro
hombre interior se renueva de día en día” (2 Co.4:16). Sin embargo, Salomón
está escribiendo especialmente para el hombre de este mundo que encuentra poco
placer en la vida, mientras pasan los años y tiene poca esperanza de que el
futuro sea mejor.
El predicador usa metáforas figurativas
para demostrar la decadencia de las características físicas. En el versículo 2,
menciona la luz del sol, la luna, las estrellas y, después, los días que se han
oscurecido por las nubes, ilustrando la pérdida, poco a poco, de los sentidos
físicos y capacidades mentales. Demasiado a menudo entra la depresión, porque
una enfermedad sigue a otra, incrementándose toda clase de dificultades. La
memoria se hace menos aguda.
“Tiemblen
los guardas de la casa”. En
lugares públicos llamaríamos a “los guardas”, la seguridad. Ilustran los brazos y las manos que defienden el
cuerpo. En lugar de poder contar con ellos para la defensa, las viejas
extremidades empiezan a temblar. “Los
fuertes se encorvan”, se refiere
a las piernas que deben transportar el cuerpo, pero que con la edad se van encorvando.
Caminan siempre más lentas. Pronto tendrá que usar un bastón y después,
posiblemente, un andador ortopédico o una silla de ruedas. Por eso, el salmista
dice que el Señor no “se complace en las
piernas ágiles del hombre” (Sal.147:10). Por supuesto, “los que muelen”, son
los dientes que tenemos que sacar poco a poco, mientras se pudren; ni siquiera hay
gusto en comer. Después la vista disminuye y cometemos errores por no reconocer
bien a las personas, semejante a lo que hizo Isaac, que confundió al hijo menor
con el mayor (v.3).
“Se cierran
las puertas de la calle” … hay menos deseos de entrar en una conversación
y menos gusto en hablar, especialmente por haber disminuido la facultad de oír…
“por ser bajo el sonido del molino… y
todas las hijas del canto sean abatidas”. El sueño es siempre menos
profundo y más inquieto, y los ancianos tienden a estar despiertos más a menudo
de noche (v.4).
También los temores se incrementan y los mayores
salen menos a la calle a dar paseos o a comprar. Tienen miedo de caerse y
evitan todo, menos el terreno bastante plano. Las flores blancas del almendro
son abundantes en temporada… significando el cabello blanco que cubre la
cabeza. La Reina-Valera 60 ofrece en el versículo 5, lo que yo creo que es más
correcto: “La langosta será una carga, y se perderá el
apetito”. Las
cosas y deberes pequeños (“cargando la langosta”) se hacen exageradamente
pesadas y difíciles. Deseos naturales, como el apetito, son siempre más
débiles. El hombre está preparándose así para su destino eterno y las cosas de
la tierra están perdiendo su brillo. “Las del duelo andan por la calle”, acercándose al funeral.
Salomón comienza un nuevo párrafo… Acuérdate,
dice, de tu Creador ahora mismo, “antes
que se rompa el hilo de plata…” Habla primero del hilo de la vida, lo que ata
el alma con el cuerpo, al fallar las funciones vitales. El corazón deja de palpitar
y todo el sistema circulatorio se para (v.6). El Espíritu Santo provee una
inspiración que probablemente lleva al predicador más allá de su conocimiento.
Aunque estos síntomas son para todos los ancianos en general, son especialmente
verídicos en una vida que ha desperdiciado las oportunidades espirituales y
ahora tampoco le valen sus facultades físicas. Ya es demasiado tarde. Algunos
jóvenes creen que cuando sean más viejos van a poner atención en los asuntos
espirituales, pero por lo pronto van a “gozar de la vida”. Esta es una ilusión
satánica y el predicador intenta ayudarles a despertar a la realidad.
Salomón está llegando al final de su libro
y su mensaje es más intenso. Demasiado pronto, el polvo que es el hombre
físico, volverá a la tierra. Caerá víctima del ciclo de las generaciones, que
el escritor describe en el capítulo 1, versículo 4: “Generación va, y generación
viene”, y otros tomarán su
lugar en este planeta. “El espíritu
volverá a Dios que lo dio”. Ahora,
claramente, el predicador demuestra que no cree en las evidencias que enseña la
vida bajo el sol. Cree en la vida más allá del sol, en la esfera espiritual y
en el Dios que reina tanto sobre la vida espiritual como en la vida física. Él
cree que al final el hombre dará cuentas a Dios: “Está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto,
el juicio” (He.9:27). Después de esta poderosa porción sobre una juventud
desperdiciada, la vejez y la muerte, vuelve a su mensaje central: “Vanidad de vanidades, dice el Predicador,
¡todo es vanidad!”
El temor de
Dios es el principio de la sabiduría
9. El Predicador, además de ser sabio, enseñó
también sabiduría al pueblo; y ponderó, investigó y compuso muchos proverbios.
10. El Predicador trató de encontrar palabras
agradables, y de escribir correctamente palabras de verdad.
11. Las palabras de los sabios son como
aguijones, y como clavos bien clavados las de los maestros de colecciones,
dadas por un Pastor.
12. Pero además de esto, hijo mío, estate
prevenido: el hacer muchos libros no tiene fin, y demasiada dedicación a ellos
es fatiga del cuerpo.
13. La conclusión, cuando todo se ha oído, es
ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda
persona.
14. Porque Dios traerá toda obra a juicio,
junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo.
Al terminar su libro, el predicador nos
está llamando a una nueva entrega. Tenía que escribir once capítulos y ocho
versículos más para impresionar la conciencia con la verdad sobre la vanidad de
este mundo. Ahora, “despierta… y
levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. Por tanto, tened cuidado
cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios” (Ef.5:14). Uno podría
pensar que Pablo aquí se está refiriendo al versículo 1: “Antes que vengan los días malos”.
Salomón ha usado su don, dado por Dios,
para edificar al pueblo, enseñando la verdad seriamente en su libro de
Proverbios. Podemos saber que la enseñanza inspirada no cae del cielo sin
requerir un gran esfuerzo de nuestra parte. Al ser ungido tiene que tener mucho
cuidado, meditar y organizar todo, para colocar todos los proverbios en un solo
libro. Hoy en día, el libro está en las manos de gente por todo el mundo.
Algunas personas leen un capítulo de Proverbios todos los días y completan el
libro cada mes. Salomón ha bendecido al mundo y a la iglesia de todas las
edades.
Podemos aprender dos cosas del versículo 9.
1) Para servir en el Reino de Dios
tenemos que recibir dones de parte de Dios. Algo más allá de nuestros talentos
humanos naturales, adquiridos desde el nacimiento o por estudiar o practicar. 2) Por el Espíritu Santo, tenemos que
dedicar nuestras vidas a ser maestros de la verdad que nos ha sido entregada
para el beneficio de otros. El escritor de Hebreos reprendió a sus lectores: “Ya debierais ser maestros, otra vez tenéis
necesidad de que alguien os enseñe los principios elementales de los oráculos
de Dios” (He.5:12). Pedro nos muestra claramente la verdad sobre estos dos
puntos en su epístola: “Según cada uno
ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos
los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de
Dios. Él que habla, que hable conforme a las
palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da”. El apóstol continúa enfatizando por qué
los dones tienen que ser dados directamente por Dios y no según las capacidades
humanas: “Para que en todo Dios sea
glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por
los siglos de los siglos. Amén” (1 P. 4:10-11).
El predicador dependió de Dios para que le
diera la capacidad de compartir su mensaje de una manera atractiva a los oídos
espirituales del oyente o lector (v.10). Le preocupa enseñar palabras de
verdad, pero también quiere que esas palabras produzcan placer al pueblo de
Dios; un buen mensaje puede ser dañado, si el mensajero no sabe presentarlo
bien. Estoy asombrado por la enseñanza de Pablo a los gálatas: “Jesucristo fue presentado públicamente
como crucificado” (Gál.3:1). Pablo no solamente habló sobre Cristo, ¡sino que les trajo a Cristo a ellos personalmente en
una manera pública! Tal cosa sólo puede ocurrir por la unción del Espíritu
Santo.
En el versículo 11, Salomón demuestra
claramente el origen divino de las palabras de los que son verdaderamente
sabios. Estas palabras vienen de un Pastor que dirige a Sus ovejas. Las
palabras causan placer, como hemos dicho, pero también impactan como aguijones,
para hacer que los bueyes se muevan o como clavos que penetran profundamente y
se quedan permanentes en su lugar. Solamente lo que penetra permanece.
Como cuando Pablo escribió a Timoteo o
Tito, Salomón también tiene un interés personal e individual en sus lectores,
seguramente su propio hijo biológico y heredero al trono, entre ellos. Estate
prevenido, nos advierte, de todo lo que está escrito que no sea la Escritura o
basado en ella. El cansancio mental cansa todo el cuerpo y no da provecho al
lector. Sé un estudiante de la Escritura y, además, lee lo que te ayudará a entender
la Escritura. Fuera de estos límites hay mucho material, pero nada que sea de
provecho para el alma y nada de valor eterno (v.12).
Concluyendo, Salomón sale totalmente fuera
del mundo de vanidades para llevarnos a la esfera del Señor, al único lugar en
el que uno puede hallar la verdadera sabiduría. Es la única esfera que nos
llevará más allá de la muerte. De vez en cuando hemos hecho referencia a la
gran verdad y principio espiritual que nos introduce a las cosas de Dios. Los
libros, desde Job hasta Cantares, se llaman Sabiduría
y, varias veces, en estos libros, se nos da la clave para obtener
sabiduría: “El principio de la sabiduría
es el temor del Señor”. El
predicador resume todo lo que ha escrito con esta conclusión: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos” (v.13).
Temer a Dios incluye reconocerle en todas las áreas de la vida y vivir bajo Su
sombra, sin distraerse. Este es el temor envuelto en el amor, y el gran
mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande
y el primer mandamiento” (Mt.22:37-38), dijo Jesús.
Ahora tenemos la verdad que debemos guardar
en nuestras mentes y corazones: ¡El juicio está por delante! Para el pecador
será el juicio del Gran Trono Blanco. Descubrirá que su nombre no está escrito
en el Libro de la Vida y será juzgado según sus hechos malignos. Para el
cristiano será el Tribunal de Cristo, donde estará solo, de pie ante Cristo, y
verá si sus obras han sido hechas en el Espíritu Santo o en la carne. Todo lo
que es inflamable se quemará y solamente recibirá su galardón por lo que no se
quema. Tanto en el caso del pecador como en el del santo, cada cosa secreta
será descubierta, avergonzando horriblemente al que cometió tales hechos. Sin
embargo, el guerrero de oración que ha luchado calladamente, sin demorar y sin
reconocimiento terrenal, delante del trono de Dios, recibirá el reconocimiento
eterno.
¡Qué gran libro es este que acabamos de
terminar! Vamos a guardarlo muy cerca de nuestros corazones mientras caminamos
sobre esta tierra. Nos recuerda a todos acerca de la vanidad de la vida y nos
guardará de involucrarnos en las muchas trampas del sistema terrenal de este
planeta. Vamos a llevarlo a las calles, a nuestros vecinos, parientes y amigos.
Pon los argumentos irrefutables de Salomón delante de cada corazón no
convertido, para que puedan ser “sobrios,
como conviene, y dejad de pecar; porque algunos no tienen conocimiento de Dios”
(1 Co.15:34).
Quisiera añadir a nuestros pensamientos finales
unas palabras de Matthew Henry sobre Salomón. Pienso que apreciaremos más su
obra y también sentiremos más aprecio por el poder redentor de Dios, si podemos
ver apropiadamente el arrepentimiento del predicador. Queremos sacar el mayor
provecho posible de lo que ha escrito.
“Salomón asegura
que ha escrito sobre su tema bajo la dirección y la inspiración divina para
nuestra seria consideración. Las palabras del libro son fieles, y dignas de ser
recibidos, porque:
1) Son las palabras de un convertido,
arrepentido, que puede hablar por experiencias que le causaron gran daño por no
haber estado informado de la vanidad del mundo y la locura de esperar grandes
cosas de él. Fue alguien recogido por Dios de su vida errabunda y llevado como
a casa por aquel Dios contra quien se había rebelado. “Vanidad de vanidades”,
dice el arrepentido. Todos los que son verdaderamente penitentes están
convencidos de la vanidad del mundo porque han descubierto que no pueden hacer
nada para calmar la carga del pecado de la que ellos se aquejan.
2) Son las palabras de uno que fue sabio, más
sabio que todos, porque tenía un don extraordinario de sabiduría, algo que le
hizo famoso entre sus prójimos, quienes anhelaban acudir a él para escuchar su
sabiduría. Por eso, pudo discernir y juzgar correctamente los asuntos, no
solamente como un príncipe, sino como un predicador – y los predicadores
necesitan tener la sabiduría para poder ganar almas.
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