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Lowell Brueckner

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El sabio conoce a Dios

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 Capítulo 9


1.     
¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo! 

 Tristeza por el pecado

 Hablando de hombres identificados intrínsecamente con su pueblo, yo mencionaría a Moisés, Pablo y Jeremías. Para estos intercesores la salvación de su pueblo era igual de vital que la de sus propias almas. La compasión es la fuente de la intercesión; las lágrimas fluyen por exceso de compasión. Dos señoritas del Ejército de Salvación escribieron al General Booth pidiéndole consejos por la dureza de corazón de la gente del lugar en el que estaban trabajando, a lo que Booth respondió con dos palabras: “¡Derramad lágrimas!” ¡Hagamos nuestra la oración de Jeremías!

 Un gozo continuo brota por el conocimiento de la Persona y atributos de Dios, pero al vivir la realidad de un mundo pecador y, a veces, por la condición de la iglesia, no es posible o correcto estar feliz. Escuché en una de sus grabaciones decir a A. W. Tozer: “No estoy tan alegre como podría estarlo. No quiero ser irresponsablemente feliz”. Un cristiano nacido de nuevo no puede estar feliz en presencia del pecado. En Eclesiastés 7:6, el sabio Salomón nos da un ejemplo de lo que es ser irresponsablemente feliz: “Porque la risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla”. Pienso que todos hemos oído demasiado estos ‘espinos estrepitosos’.

 En Eclesiastés 3:4, Salomón dijo que hay un tiempo apropiado para llorar y también enseñó que hay beneficio espiritual en la tristeza (Ec.7:2-4): “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello (significando el luto de la muerte) es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría.” Jesús dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mt.5:4). 

 

 Estoy intentando poner un poco de énfasis bíblico en el decoro del luto. En el versículo 1, Jeremías ha demostrado la actitud correcta por su pueblo. ¿Por qué está triste?; está llorando por las consecuencias de su pecado. Espero no desviarme mucho del tema al referirme a un incidente importante en la vida del rey Josías, contemporáneo de Jeremías, para demostrar el beneficio de la tristeza por el pecado de su pueblo, el cual le impactó fuertemente tras descubrir lo que decía el Libro de la Ley.

 Mi propósito es dejar brillar un poco de luz sobre la parte vital de la Ley en el evangelismo del Nuevo Testamento. Aquello que fue tan comúnmente conocido durante toda la historia de la iglesia, es ignorado, en gran parte, por los cristianos modernos. Ya, en mis comentarios, me he referido varias veces a este principio espiritual, pero ahora quiero tratarlo de forma directa y exclusiva.

 Antes de que Israel entrara en la Tierra Prometida, Moisés dio la orden de que todos los reyes futuros debían poseer una copia de la Ley y leerla cada día (Dt.17:18-20). Josías tenía 26 años cuando el sumo sacerdote descubrió el Libro de la Ley cuando el templo era reparado. El abuelo y el padre de Josías fueron idólatras que profanaron el templo, e incluso, más importante todavía, ignoraron y despreciaron la Ley de Dios. Al escuchar por primera vez en su vida lo que decía la Ley, Josías rasgó sus vestidos, lloró y llegó a la correcta conclusión: “Grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros”. Una profetisa le dijo: “Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová… y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová” (sería muy beneficioso para el lector estudiar este relato en 2 R.22:8-20).

 Ahora, iremos a la doctrina del Nuevo Testamento, enseñada por el apóstol Pablo, sobre la Ley, aplicada a los pecadores. Al dirigirse a su discípulo Timoteo, le habló sobre el uso apropiado de la Ley: “La ley es buena, si uno la usa legítimamente; sabiendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores (de la Ley) y desobedientes” (1 Timoteo 1:8-9). Después hace una lista de los transgresores que han quebrantado los Diez Mandamientos. En Romanos 3:20, Pablo dice: “Por medio de la ley es el conocimiento del pecado”, y continúa en 7:7: “Yo no conocí el pecado sino por la ley”. No solamente Pablo, sino también el apóstol Juan, enseñó sobre la relación del pecado con la Ley. Cito del Nuevo Testamento Amplificado (traduciendo del inglés) (3:4): “Todo aquel que comete (practica) el pecado infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley (quebrantando y abusando de la ley de Dios por transgredirla o por negligencia – no siendo refrenado y regulado por Sus mandamientos y Su voluntad).  

 Tú y yo no determinamos lo que es el pecado y no debemos atrevernos a dar nuestra opinión sobre ello a un incrédulo. Lo que nosotros o él pensemos sobre el pecado no debemos tomarlo en cuenta. El rey Josías vio el pecado de Judá por medio de la lectura de la Ley. Nosotros tenemos que dirigir al pecador a la Ley moral de Dios, mostrarle como la ha quebrantado multitud de veces, y hacerle saber que por eso tiene un problema enorme con Dios. De hecho, este problema sobrepasa a todos los demás en su vida: la droga, el alcohol, los crímenes contra la sociedad, el maltrato a su familia, etc. Ha ofendido a un Dios infinitamente santo y pagará un precio infinito por haberlo hecho.

 Aplicar la Ley en el evangelismo personal o desde el púlpito, conduce a una convicción de pecado por la obra del Espíritu Santo y, a la vez, a un arrepentimiento. El arrepentimiento abre los corazones a la verdad del evangelio y a la cruz de Cristo, como concluye Pablo en Gálatas 3:24: “La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”. Por lo que contienen estos pocos párrafos espero que todos hayamos entendido la importancia de la Ley para el evangelismo en nuestro tiempo.

Esta manera de predicar debe estar acompañada por el denuedo, como Pedro cuando acusó de forma directa a los judíos por la muerte de su Mesías: “Jesús nazareno… prendisteis y matasteis por manos sin ley (griego original, anomos), crucificándole” (Hch.2:23). El mensaje de Jeremías estaba acompañado, incluso, por la ira: “Estoy lleno de la ira de Jehová, estoy cansado de contenerme” (6:11). Pero en el versículo 1 dice que también está profundamente entristecido por las consecuencias del pecado de su pueblo. Esta tristeza es necesaria en el ministerio de un profeta y determinará la efectividad de un evangelista.

 2.      ¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de prevaricadores. 

3.      Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová. 

4.      Guárdese cada uno de su compañero, y en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña con falacia, y todo compañero anda calumniando. 

5.      Y cada uno engaña a su compañero, y ninguno habla verdad; acostumbraron su lengua a hablar mentira, se ocupan de actuar perversamente. 

6.      Su morada está en medio del engaño; por muy engañadores no quisieron conocerme, dice Jehová. 

7.      Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque ¿qué más he de hacer por la hija de mi pueblo? 

8.      Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas. 

9.      ¿No los he de castigar por estas cosas? dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará mi alma? 

10.  Por los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto por los pastizales del desierto; porque fueron desolados hasta no quedar quien pase, ni oírse bramido de ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias de la tierra huyeron, y se fueron. 

11.  Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, morada de chacales; y convertiré las ciudades de Judá en desolación en que no quede morador.

12.  ¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿y a quién habló la boca de Jehová, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, hasta no haber quien pase? 

 

 Una sociedad basada en una falta de confianza

 Por su propia voluntad Jeremías jamás hubiera elegido ser profeta, de hecho, anhelaba huir de su llamamiento. Desea escapar de todo eso para estar solo. El adulterio y la prevaricación son demasiado para él (v.2). Ve un arco, listo para usarse, representando la lengua, entrenada y preparada para lanzar mentiras. El pueblo no tiene la fuerza moral para hablar la verdad (mentir es mucho más fácil) y el engaño brota de un corazón malvado. El problema básico es que no hay una relación personal con Dios y falta la instrucción del Espíritu Santo (v.3).

 En la sociedad también falta confianza entre unos y otros, incluso en las relaciones más íntimas. Están acostumbrados a vivir en un ambiente de engaño, por eso siempre tienen que estar atentos para poder escapar de cualquier trampa puesta por un vecino, e incluso, por un familiar. Las conversaciones están repletas de difamación, desacreditando a sus compañeros (v.4). Tuvo que ser así entre Jacob (su mismo nombre significando engañador) y Labán durante 20 años, cohabitando en un ambiente de desconfianza (Gé.31:41-43). Gastaban mucha energía mental y fuerza física hasta el punto de cansarse, ganando ventaja deshonesta uno contra el otro. Cerca del final de la historia de Judá la verdad ya no tiene valor, y donde falta la verdad ya no hay un fundamento sobre el que la sociedad pueda funcionar. Esta característica no se desarrolló en 24 horas, sino que fue el resultado de una práctica intensa en el “arte” del engaño durante muchos años (v.5).

 Como el ambiente está inundado de engaño, este influye también en su religión. La enseñanza es engañosa y la adoración es idólatra, rechazando el concepto de un Dios vivo y verdadero. Sus pensamientos se tuercen e inventan un dios con el que pueden continuar viviendo en el pecado cómodamente (v.6). La respuesta a tal corrupción solamente se halla en el calor intenso de un refinamiento por medio de pruebas severas. El propósito de las pruebas bíblicas, como sucede en el proceso de refinar los metales preciosos, es quitar las impurezas. El Señor propone una pregunta… ¿qué más he de hacer? (v.7), aunque ya ha determinado una respuesta. En el caso de la delicada hija de mi pueblo, tanto el ejército babilonio como el cautiverio en Babilonia proveerán el fuego refinador. Dios ya ha aplicado todas las demás alternativas.

 Jeremías habló de un arco y ahora se refiere a una saeta. El arco es la causa y la saeta es el efecto. El estado del corazón y la mente deciden lo que la lengua dirá. El corazón planea una asechanza, atrayendo a la víctima por medio de palabras de paz (v.8). ¿Puede existir una nación sin un departamento de justicia que trate con estos crímenes? Tiene que haber leyes y sanciones para el que las transgreda. Dios no puede pasar por alto las acciones criminales en Su Reino; debe ponerse en acción contra la nación que Él ha formado: ¿No se vengará mi alma? (v.9). Esto significa que dictará sentencia por violar Sus leyes. Ya habló de Su venganza en el capítulo 5: 9, 29.

 Jeremías también se lamenta, no solamente por la destrucción de pueblos y ciudades, sino también por un campo incendiado, hasta tal punto que nadie podrá pasar por el territorio. Las cabañas serán quemadas, y el ganado y las manadas no pastarán en los montes. Las bestias salvajes huirán y las aves se irán de la región (v.10). La ciudad principal de Judá, Jerusalén y otras ciudades con muros, quedarán tan desoladas que los chacales morarán entre sus ruinas, alimentándose, no solo de animales domesticados muertos, sino también de cadáveres humanos.

 La palabra profética no existe solamente como advertencia para el juicio sobre el judío, el cual llegará pronto, sino también para informar a cada lector de las represalias de Dios contra el pecado. ¿Puedes entender entonces el daño causado por los maestros que intentan tratar a sus oyentes con demasiada delicadeza? Si no son falsos maestros, están bebiendo del mismo pozo de indulgencia que ellos, y dejan a la gente malinterpretar el juicio de Dios, sin prepararla para lo que ha de venir en el futuro. Estos predicadores para nada son compasivos ni afectuosos.

  La sabiduría viene de una sola fuente, que es Dios mismo. El sabio es aquel que ha escuchado de Dios y después publica lo que ha oído. Él debe declarar la verdad sobre el desastre venidero. Matthew Henry comenta: 1. El profeta intenta convencer al pueblo de la justicia de Dios en lo que pasará (la destrucción de Jerusalén y toda Judá), porque por su pecado ellos son los culpables.  2. Él influye al pueblo con la grandeza de la desolación venidera… para que por la terrible expectativa ellos puedan despertar al arrepentimiento y la reforma. ¡Que cualquier persona que haya escuchado de Dios se levante con estos mismos dos propósitos! (v.12).

 13.  Dijo Jehová: Porque dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no obedecieron a mi voz, ni caminaron conforme a ella; 

14.  antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los baales, según les enseñaron sus padres. 

15.  Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que a este pueblo yo les daré a comer ajenjo, y les daré a beber aguas de hiel.

16.  Y los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; y enviaré espada en pos de ellos, hasta que los acabe. 

17.  Así dice Jehová de los ejércitos: Considerad, y llamad plañideras que vengan; buscad a las hábiles en su oficio; 

18.  y dense prisa, y levanten llanto por nosotros, y desháganse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados se destilen en aguas. 

19.  Porque de Sion fue oída voz de endecha: ¡Cómo hemos sido destruidos! En gran manera hemos sido avergonzados, porque abandonamos la tierra, porque han destruido nuestras moradas. 

20.  Oíd, pues, oh mujeres, palabra de Jehová, y vuestro oído reciba la palabra de su boca: Enseñad endechas a vuestras hijas, y lamentación cada una a su amiga. 

21.  Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, para exterminar a los niños de las calles, a los jóvenes de las plazas. 

22.  Habla: Así ha dicho Jehová: Los cuerpos de los hombres muertos caerán como estiércol sobre la faz del campo, y como manojo tras el segador, que no hay quien lo recoja. 

 

Ajenjo y aguas de hiel

Ajenjo
 He intentado demostrar la relación entre la Ley y el pecado; cómo el pecado es definido y descubierto por la Ley, y aquí vemos que Dios declara el juicio porque Su pueblo ha abandonado Su Ley. La ignorancia no es una excusa; Él ha puesto Su Ley delante de ellos, y en vez de conformarse a ella en su manera de vivir (v.13), han desobedecido y la han abandonado. Los que han nacido de nuevo tienen a esta Ley escrita en sus corazones que, según entiendo, para ellos esta es una ley de la naturaleza; la nueva naturaleza en Cristo Jesús.

 Pero toda la humanidad ha elegido otra alternativa. Han dejado la Ley de Dios y han creado una ley conforme a su propia naturaleza caída que les conduce a la idolatría. ¿Cómo es que el auto gobierno del hombre termina en idolatría? Para empezar, como nos dice el versículo 13, al amotinarse rechazan a Dios mismo y no escuchan Su voz. Solamente de Su voz sale la sabiduría (como declara el versículo 12) y por eso el hombre es necio. Se une con otros que son como él, y juntos se gobiernan según su propio entendimiento, es decir, según su mente carnal, rechazando todo aquello que no pueden captar intelectualmente. Este proceso continúa de generación en generación. La verdad es la realidad espiritual y, como el hombre natural no la puede entender, se burla de la Biblia, del cristianismo verdadero, de la cruz de Cristo y de Su resurrección. Crea cosas que puede entender y controlar, y estas cosas, de muchas diferentes formas, son ídolos.  

 Desde la antigüedad y hasta la fecha el ajenjo es una medicina que tiene que ser tomada en pequeñas dosis, porque en dosis más grandes puede destruir la mente e incluso causar la muerte (v.15). En Apocalipsis 8:11, las aguas se hacen amargas por causa de una estrella llamada Ajenjo, produciendo la muerte en muchísimas personas. En el versículo 15, el ajenjo está acompañado de aguas de hiel. Albert Barnes comenta que el verbo del versículo 15 está en tiempo presente, es decir, “yo les doy a comer ajenjo”, mientras que los verbos del versículo 16 están en tiempo futuro. Dice también que “la hierba probablemente es la amapola… y el agua de hiel el opio”.

 Moisés habló de una raíz, en el interior del hombre, que produce hiel y ajenjo (Dt.29:18). Rechazarán la maldición, el juicio enviado por Dios, y se bendecirán declarando: “Tendré paz, aunque ande en la terquedad de mi corazón” (Dt.29:18, LBLA). Las drogas, como son el ajenjo y la hiel, alterarán la mente, dejando a la persona sumergida en un mundo surrealista. Observa la similitud en la terminología entre Deuteronomio y Jeremías 6:14 y 8:11, acerca de una falsa paz: “Paz, paz; y no hay paz”, y aquí, en el versículo 14, el hebreo original da la misma palabra, “la terquedad de sus corazones” (la LBLA lo tiene correcto en español). Dios no está en esta paz, es un engaño del corazón humano. Jeremías combina el corazón humano con los baales, a lo que Pablo llama idolatría, la religión de los demonios (1 Co.10:20-21; 1 Ti.4:1). El ajenjo espiritual destruye la mente, resultando en una locura total.

 Porque rechazan al Dios verdadero, Él los entrega en manos de estos dioses paganos y las naciones que los sirven (v.16). Dios seguirá a algunos con la espada (aunque no a todos, porque ha prometido no destruir del todo). Quiero que veas como, en el Nuevo Testamento, Pablo (1 Corintios 5:5 y 1 Timoteo 1:20) proclama semejantes juicios. Las personas que no prosperan en el ambiente y la enseñanza de la iglesia tienen que aprender de un modo mucho más duro, por estar sometidos al reino de las tinieblas. Pero la intención de Dios es corregir. En el primer caso, “a fin de que el espíritu sea salvo” y, en el segundo caso, “para que aprendan a no blasfemar”.

 El juicio es seguro y el Señor les instruye para que llamen a mujeres plañideras hábiles, bien entrenadas, y las empleen en el luto venidero por los muchos muertos (v.17). El juicio se acerca y, por esta razón, deben venir pronto para poder socorrer al pueblo, que expresa su tristeza por medio de lágrimas. Observa el lenguaje gráfico: “Nuestros párpados se destilen en aguas” (v.18).

 La profecía es realidad espiritual, y la lamentación, desde Sion, es audible para el profeta. Puede aún distinguir las palabras: “¡Cómo hemos sido destruidos! En gran manera hemos sido avergonzados… abandonamos la tierra” (v.19). Se oyen, desde un futuro lejano, las lamentaciones de Sion, corazón y centro de Judá. Pedro dijo: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 P.4:17). El apóstol describe el sufrimiento de los cristianos (1 P.4:16), el pueblo de Dios, al cual deben someterse, confiando en su fiel Creador. Posiblemente el cristiano no sufrirá por los pecados cometidos, sino que Dios obrará progresivamente en su vida para extraer las mejores cualidades de la nueva naturaleza, que sólo se logra por medio del sufrimiento. Acuérdate, el oro solamente se refina por medio del calor intenso (1 P.1:7); a través de las pruebas, la fe, como el oro, se libra de todas las impurezas.

 Hemos aprendido en este libro que hay esperanza en Sus juicios, porque Dios los limitará para no destruir totalmente, y que está dando instrucciones para preparar a los que le escuchan. Tienen que aprender “el arte” de lamentar. Las mujeres tienen que enseñar a sus hijas y después todas deben enseñar a sus amigas (v.20). La delicada hija de Jerusalén tiene que acostumbrarse a la dureza de la inminente guerra, porque niños y jóvenes morirán. Ya no se va a contar como cosas que ocurren en la vida de otros, sino que entrarán en sus casas y vendrán a los indefensos en sus calles y plazas. Aunque no abran sus puertas, la muerte entrará por las ventanas, y ni siquiera escapará la gente que está en las mejores circunstancias (v.21).

 Otra vez, amigos, ¡qué gráficas son las palabras inspiradas por el Espíritu Santo en la boca del profeta! No digo que son palabras hermosas, pero sí, penetran hasta llegar al corazón. Los hombres caerán como manojo tras el segador, que no hay quien lo recoja (v.22). Hemos oído de sepulcros de soldados no conocidos porque nunca han sido identificados ¿no es así? Los judíos saben mucho de esto, no solamente por medio de la masacre babilónica, sino por toda su historia. Un sin número de personas murieron en las cámaras de gas de Hitler, y los cadáveres fueron quemados en sus incineradoras. Nunca fueron identificados, aunque sus parientes los buscaron diligentemente.

 23.  Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. 

24.  Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. 

25.  He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso; 

26.  a Egipto y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab, y a todos los arrinconados en el postrer rincón, los que moran en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón. 

 

Alábese en el Señor

 Ahora, llegando al final de este capítulo, el Señor enseña al corazón dispuesto principios espirituales y perpetuos que pueden aplicarse a cualquier persona en cualquier circunstancia. Aquí tenemos el corazón del capítulo, dándonos bendiciones que todos anhelamos y podemos experimentar. Primeramente, tenemos un mandamiento negativo, como ocurre a menudo en muchas de las instrucciones bíblicas: “No se alabe”. Tenemos que aprender a soltar cosas que tenemos en las manos para poder aferrarnos a lo que Dios nos ofrece.

 El que es sumamente inteligente tiene que dejar de jactarse y confiar en sus capacidades mentales. El atleta, el levantador de pesos, el que tiene fuerza física, etc., tiene que dejar de vanagloriarse y de depender de su fuerza (porque la LBLA dice: “Ni se gloríe el poderoso de su poder”). El rico que confía en su dinero para tener una buena vida tiene que dejar su orgullo y confianza en las riquezas inciertas. Pablo enseñó a Timoteo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo…” (1 Ti.6:17). “¡Déjalo!” Dios ordena y dice que es para nuestro bien, porque todo fallará en tiempos de pruebas extremas. 

 Tiempo atrás, alguien me contó que diferentes personas habían venido a él, y que él les había podido ayudar. Al terminar, dije una sola frase: “Si no hemos llevado a las personas a un conocimiento personal y a una confianza solamente en Dios, todos nuestros esfuerzos habrán sido en vano”. Hay solamente una razón por la que gloriarnos, y es nuestra única meta y nuestro anhelo más profundo: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (v.24).

 La relación personal con Dios y conocerle íntimamente, dan sentido a todo el sufrimiento y calamidad derramados sobre la tierra. El Señor soberano que está tras todos los eventos de este mundo, está lleno de misericordia; solamente envía justo juicio. Él avisa a su pueblo de antemano por medio de la profecía; manda predicadores en medio del tiempo de Sus juicios, llamando misericordiosamente a los perdidos para que se arrepientan y refugien en Él. Por otra parte, sin importar las virtudes y benignidad que pueda desarrollar cualquier ser humano, aquí tenemos la declaración divina, hecha por Jesús, que determinará su destino eterno: “Entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt.7:23).   

 En su oración sumo sacerdotal al Padre, Jesús dijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn.17:3). Conocer a Dios es indagar en el manantial de toda sabiduría, encontrar fuerza sobrenatural para cada batalla, obtener el sustento adecuado en tiempo de necesidad y, sobre todo, tener la esperanza de pasar la eternidad con Él. “Como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Co.1:31; 2 Co.10:17). Depender del ser humano, en general, es una maldición, e incluso la interdependencia entre creyentes es limitada. La única dependencia que no tiene límites es confiar personalmente en Dios.

 Esta profecía va más allá de la invasión babilónica que pronto iba a llegar sobre Judá. Se extiende hacía el fin de los tiempos, cuando Dios castigará a los judíos y a los no judíos (v.25). El lector debe ser avisado, si no para sí mismo, entonces para sus amados, su familia y amigos: El Señor revela aquí que todavía viene un juicio universal. En el versículo 26 se nombran unas pocas naciones a las que podríamos añadir Europa, Asia, las Américas, Australia, los arrinconados en el postrer rincón. Jesús, en Juan 3:18, enseñó: “El que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. El gentil no circuncidado es condenado, y el judío, porque no es circuncidado de corazón, también es condenado.

 

 

 


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