Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

¿No hay bálsamo en Galaad?

Etiquetas:



 Capítulo 8

1.      En aquel tiempo, dice Jehová, sacarán los huesos de los reyes de Judá, y los huesos de sus príncipes, y los huesos de los sacerdotes, y los huesos de los profetas, y los huesos de los moradores de Jerusalén, fuera de sus sepulcros; 

2.      y los esparcirán al sol y a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaron y a quienes sirvieron, en pos de quienes anduvieron, a quienes preguntaron, y ante quienes se postraron. No serán recogidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra. 

3.      Y escogerá la muerte antes que la vida todo el resto que quede de esta mala generación, en todos los lugares adonde arroje yo a los que queden, dice Jehová de los ejércitos.

4.      Les dirás asimismo: Así ha dicho Jehová: El que cae, ¿no se levanta? El que se desvía, ¿no vuelve al camino? 

5.      ¿Por qué es este pueblo de Jerusalén rebelde con rebeldía perpetua? Abrazaron el engaño, y no han querido volverse. 

6.      Escuché y oí; no hablan rectamente, no hay hombre que se arrepienta de su mal, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla. 

 

Reacciones no naturales

 El primer versículo de este capítulo está conectado con el anterior, y tenemos que regresar ahí para ver el tiempo del cual está hablando el Señor. Es el tiempo de la desolación de Jerusalén, cuando cesan el gozo y la alegría. Todo lo que es sagrado será profanado por los babilonios. El Señor dejará de proteger el templo y será destruido. En estos versículos, vemos que los sepulcros de la nobleza de Judá serán saqueados y los huesos expuestos a los elementos (v.1).  

 El Señor proclama justicia exponiéndolos bajo el cielo porque, durante sus vidas, estas personas adoraron al sol, a la luna y a las estrellas. Escuché a un científico ateísta razonar acerca de que el universo tiene que ser eternal y al mismo tiempo negar que existe un Dios eterno. Se regocijó por ser parte del universo, demostrando que en el corazón del hombre el ejército del cielo todavía es amado, servido y observado para recibir dirección, más que al Creador. La humanidad caída adorará cualquier cosa menos a Dios, comprobando vez tras vez la verdad presentada en la Biblia sobre su aborrecimiento del Señor (v.2). Hay bastantes evidencias de que la naturaleza humana es maligna; hay que estar muy engañado para creer que es buena. Tenemos que aprender, contra cualquier tendencia humanista, que toda la maldad terrenal tiene su raíz en la rebelión y amotinamiento del hombre contra el Dios soberano, que es infinitamente benigno. Por esta razón, sobre todas las demás, el hombre es maligno.

 

 La severidad del juicio contra Jerusalén torna todas sus aspiraciones en desesperación. Cuando el pueblo (llamado aquí, el resto que quede de esta mala generación) que ha escapado de la matanza de los babilonios, sea expatriado (v.3), perderá, incluso, el amor por la vida. Solamente esperará morir, siendo su único remedio la muerte en la cruz en su lugar. La muerte es el resultado de la obstinación humana. 

 El versículo 4 menciona algo que es muy obvio para todos, pero Dios insiste en decirlo porque se trata de un pueblo que no se porta de forma natural. Está claro que, si una persona cae, se levanta; si se equivoca de camino, vuelve al punto donde erró. Pero lo que es básico y de sentido común, ya no existe, cuando se trata de abandonar a su Dios.

 En todo el estudio del libro de Jeremías estoy apuntando, y seguiré haciéndolo, al hecho de que Israel es solo un ejemplo de la conducta de toda la humanidad en general. Es una raza caída que no quiere levantarse; está perdida y no quiere volver al camino correcto. El libro de Eclesiastés nos declara el resultado de tal mentalidad torcida, enseñando de principio a fin que ¡la vida sobre este planeta es vanidad absoluta!

 Oí a un comentarista de noticias políticas decir: “Hemos intentado razonar con los oyentes, pero la verdad es que la gente no quiere escuchar acerca de hechos. Viven según sus emociones”. “Nos hemos equivocado al presentar hechos; deberíamos acudir a sus emociones.”, añadió de forma un poco irónica. Aunque no sea cristiano, el hombre descubrió una lección valiosa acerca de la naturaleza caída de la humanidad. En general, la gente no quiere escuchar la verdad; quiere sentirse bien y, por eso, no hay que estorbar su bienestar con la incomodidad que trae la verdad. Sin embargo, el representante de Dios no puede dar lugar a la tentación de acudir a las emociones, sino insistir en hablar la verdad. Creo que Jeremías no llenó auditorios con sus predicaciones. La persona que busca la verdad, con el tiempo, viene a la luz, y estamos buscando a tal persona.

 En el versículo 24 del último capítulo, Dios dijo: “Fueron hacia atrás y no hacia adelante”. Ahora meditaremos en los versículos 5 y 6 de este capítulo, y entenderemos más sobre cómo el Señor ve el estado espiritual de la humanidad (su estado espiritual es todo lo que importa y nada más). Acuérdate que no estamos hablando de pocas personas, ni de una sola nación, sino de un mundo que funciona movido por el engaño, cuyos habitantes lo abrazan y practican activamente. Resisten continuamente la verdad y rehúsan tomar la dirección que los llevará al camino correcto. 

 Dios escucha lo que dice y lo que no dice el pueblo, y nosotros debemos escucharlo también. Todos se justifican y se apegan tercamente a sus opiniones. Nadie pregunta penitentemente: “¿Qué he hecho?” En el día de Pentecostés, Pedro, audazmente, reveló a los judíos, reunidos en Jerusalén para la fiesta, lo que habían hecho: “A Jesús nazareno… matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hch.2:23). Esta valiente acusación trajo arrepentimiento y la conversión de tres mil personas. Leonard Ravenhill insistió en que el único remedio para nuestro dilema espiritual es un nuevo Pentecostés, es decir, un avivamiento. Si quieres ver a multitudes venir a Cristo como en aquel día, entonces ora por un avivamiento.

(Pulsa para engrandecer)   Cigüeñas migrando sobre Israel


Dios llamó a Jeremías para que condujera al pueblo al camino del arrepentimiento. Cada cual sigue su propio camino y es dirigido por su ego. El versículo 6 le ilustra como el caballo que es dirigido a la batalla por el jinete. El versículo 7 demuestra cómo las aves siguen el instinto que Dios las ha dado, avergonzando así al ser humano que vive persiguiendo sus propios deseos y se olvida de que el propósito de su existencia es dar placer al Creador. De esta forma ha abandonado la sabiduría, viviendo, prácticamente, una estupidez.  

                                                                                                      

7.      Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero mi pueblo no conoce el juicio de Jehová. 

8.      ¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Jehová está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas. 

9.      Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados; he aquí que aborrecieron la palabra de Jehová; ¿y qué sabiduría tienen? 

10.  Por tanto, daré a otros sus mujeres, y sus campos a quienes los conquisten; porque desde el más pequeño hasta el más grande cada uno sigue la avaricia; desde el profeta hasta el sacerdote todos hacen engaño. 

11.  Y curaron la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz. 

12.  ¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado en lo más mínimo, ni supieron avergonzarse; caerán, por tanto, entre los que caigan; cuando los castigue caerán, dice Jehová. 

13.  Los cortaré del todo, dice Jehová. No quedarán uvas en la vid, ni higos en la higuera, y se caerá la hoja; y lo que les he dado pasará de ellos. 

14.  ¿Por qué nos estamos sentados? Reuníos, y entremos en las ciudades fortificadas, y perezcamos allí; porque Jehová nuestro Dios nos ha destinado a perecer, y nos ha dado a beber aguas de hiel, porque pecamos contra Jehová. 

15.  Esperamos paz, y no hubo bien; día de curación, y he aquí turbación. 

16.  Desde Dan se oyó el bufido de sus caballos; al sonido de los relinchos de sus corceles tembló toda la tierra; y vinieron y devoraron la tierra y su abundancia, a la ciudad y a los moradores de ella. 

17.  Porque he aquí que yo envío sobre vosotros serpientes, áspides contra los cuales no hay encantamiento, y os morderán, dice Jehová. 

 

La meta del profeta es el arrepentimiento

La cigüeña sabe cuando migrar y cuando volver a su tierra nativa. He aprendido que las aves mencionadas en el versículo 7: la tórtola, la grulla y la golondrina, migran largas distancias. La naturaleza caída del hombre, sin embargo, ha perdido su conocimiento instintivo por los caminos de Dios. “¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Jehová está con nosotros?” (v.8). Jeremías está apuntando, específicamente, a su falta de reconocer la mano de Dios en el juicio que ha mandado (como también en 5:4-5). ¿Cuántos reconocen hoy que el Covid es un juicio de Dios? Debes saber que sí lo es.

 El escriba, en el día de Jeremías, era la persona “experta en las Escrituras”, aunque las estaba malinterpretando. Pero, aunque no fuera así y todo fuera correcto, la enseñanza no era seguida por la práctica. El mundo intelectual, habiendo rechazado la palabra del Señor, es avergonzado al llegar el juicio (v.9). ¿Qué sabiduría existe aparte de Su palabra? “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Sal.111:10; Pr.1:7; 9:10). Hay que saber que existen consecuencias para una religión impiadosa y para un “evangelio” sin poder que, engañosamente, satisface los anhelos humanos (v.10). Hace falta una poderosa demostración del nuevo nacimiento.  

 La palabra inspirada de Jeremías describe esta religión: “Curaron la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (v.11). Esta paz es falsa y la sanidad recibida es superficial; no penetra hasta el alma y el espíritu del hombre. Podrá aliviar y consolar psicológica y emocionalmente, pero no transformará la naturaleza maligna en una naturaleza compatible con la del Señor. Ya hemos examinado esta paz en el capítulo 6:12-15. Tal ‘sanidad’ no produce ninguna vergüenza por el pecado ni hace que la persona caiga sumisa en los brazos del Señor, por eso le espera otra caída como castigo. “Cuando los castigue caerán, dice Jehová” (v.12). Entonces, no quedará nada para redimir porque serán totalmente consumidos. Todas las buenas dádivas recibidas de Dios, perecerán con ellos (v.13).

 “La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón” (Pr.19:3). Proféticamente, Jeremías habla de un futuro, cuando el pueblo se despierte a su condición, descrita en el versículo 9. Experimentarán una sanidad liviana no acompañada de arrepentimiento. Será un estado de resignación por su destino. Conscientes de un juicio venidero, deciden mudarse desde las aldeas sin muros a las ciudades fortificadas. Un silencio melancólico cubre su ser y, aunque reconocen su pecado, creen que Dios está tratando demasiado duro con ellos (v.14). Según el versículo 11, buscaban la paz, pero ahora ven que la paz no llega (v.15). Judá oirá acerca de la invasión de los babilonios del norte, desde el territorio de la tribu de Dan (v.16).

 Los demonios están involucrados tras la idolatría, y también espíritus malignos apoyan al ejército de Babilonia. Los ciudadanos de Israel pensaban que podían encantar a “las serpientes”, es decir, a los espíritus, al esculpir imágenes y practicar la idolatría. Mientras la humanidad sirve a la serpiente de Edén practicando la idolatría, ella, como una serpiente encantada convive con ellos en paz. Pero ahora en Judá, cuando el Señor soberano libra a los espíritus malignos para que ataquen de la peor forma, muerden con veneno de áspides (v.17). Así describe el texto la plenitud de juicio que caerá sobre la tierra a manos de los babilonios.

 

18.  A causa de mi fuerte dolor, mi corazón desfallece en mí. 

19.  He aquí voz del clamor de la hija de mi pueblo, que viene de la tierra lejana: ¿No está Jehová en Sion? ¿No está en ella su Rey? ¿Por qué me hicieron airar con sus imágenes de talla, con vanidades ajenas? 

20.  Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos. 

21.  Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; entenebrecido estoy, espanto me ha arrebatado. 

22.  ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo? 

 

La reacción de Jeremías

Un Jeremías sensible fue entristecido cuando el Señor le reveló la derrota de su pueblo; no sintió ninguna satisfacción por el cumplimiento de su mensaje de juicio. Observemos cómo describe al pueblo conquistado…  la hija de mi pueblo”. Esta es la voz patética que escucha Jeremías y se une al Señor con una tristeza profunda, de corazón. Su clamor llega débilmente a sus oídos desde una tierra lejana, causándole más dolor todavía al saber que la intención de Dios era habitar con ellos en Sion. Pero ellos estaban resueltos a una rebelión sin sentido contra Aquel que se les había ofrecido para convivir entre ellos como Rey. Provocaron Su ira por su idolatría. Jesús, al venir con el propósito de tabernaculizar entre Su pueblo, conociendo bien la actitud que habían tenido durante toda la historia, les enseñó una lección por medio de una parábola: “Sus conciudadanos le aborrecía y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc.19:14).

Los judíos están clamando por su nación conquistada, pero ¿qué de los que pierden sus almas? ¡Escucha el clamor de los condenados! ¡Claman desde las llamas del infierno, sabiendo que ya es demasiado tarde! “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos” (v.20). La cosecha ha terminado y no hemos sido recogidos en el granero de Dios. ¡Estamos eternamente perdidos! (Mt.13:30) Ah, pero todavía no ha llegado ese espantoso día de condenación final; Dios, todavía, nos presta tiempo para predicar un mensaje que perfore hasta atravesar el alma y agite violentamente (Hch.2:37, según el griego original donde se traduce el RV60, compungieron). Esta palabra provocará la pregunta: “¿Qué haremos para ser salvos?”, y la respuesta será la misma de siempre: “Arrepentíos y creed en el evangelio”.

 Con la misma seguridad del llamamiento del profeta Jeremías, el Señor de la cosecha está llamando a la siega a las regiones más lejanas del mundo. Las palabras de los últimos tres versículos son demasiado poderosas como para que, simplemente, las echemos un vistazo por encima. Tenemos que hacer una pausa, meditar sobre ellas, y dejar que penetren hasta la profundidad de nuestro ser. ¡Que nos hieran y produzcan tal espanto que nos quebrante hasta poder sentir el lamento de Jeremías, vívidamente conscientes de una eternidad sin fin! Se está lamentando por los perdidos (v.21).

 Fueron palabras como estas las que nos llevaron a mi esposa y a mí al “sótano” de Méjico, a la Costa Chica del estado de Oaxaca, conocida por su pobreza y violencia. El enemigo de las almas humanas provocó a muchos para que nos amenazaran continuamente, pero nosotros escuchábamos el clamor de los perdidos y les proclamábamos las Buenas Nuevas que resultaron en la salvación de muchos.

 ¿Tenía razón Leonard Ravenhill al decir que un avivamiento del Espíritu Santo es la única respuesta a las necesidades espirituales del día de hoy? De la misma Jerusalén que se levantó en masa contra Cristo, los discípulos vieron arrepentirse, creer y recibir el evangelio a 3.000 personas en un día. Después, cinco mil más fueron agregadas al número de los redimidos. Fue un avivamiento que se llevó a cabo por la obra sobrenatural del Espíritu de Dios por una poderosa convicción. Estoy entristecido por un “evangelio sin poder”, que está siendo predicado entre nosotros y en todo el mundo, basado en los caminos y capacidades de meros hombres. ¡Que Dios me ayude porque estoy escribiéndome a mí mismo por mi débil respuesta al llamamiento que nos llega desde los pasillos eternos! ¡Que el Espíritu Santo venga sobre ti y sobre mí para que oremos por otro mover de Él en este siglo XXI! 

 ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hubo medicina para la hija de mi pueblo? (v.22). Sí, Jesús es el Bálsamo en Galaad y el Gran Médico. No hay ningún padecimiento, físico ni espiritual, que Él no pueda sanar. El Dios/Hombre, el Cordero perfecto de Dios, fue enviado desde el cielo a un mundo perdido. No tenía que morir por Sus pecados porque jamás cometió ninguno. Sin embargo, murió… ¡Murió para que nosotros vivamos! Israel conocerá perfectamente a este Médico, Jesús de Nazaret, al final de su historia: “Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (el apóstol Pablo en Romanos 11:26 y 27, citando a Isaías 59:20).

 En un viejo himno, clasificado como “un espiritual”, un compositor desconocido ofreció una respuesta a la pregunta de Jeremías:

Hay un Bálsamo en Galaad

para sanar al herido;

Hay un Bálsamo en Galaad

Para sanar al alma enferma de pecado.

 

A veces me siento desalentado

Y pienso que mi labor es en vano;

Pero entonces el Espíritu Santo

Aviva mi alma otra vez.

 

Si no puedes predicar como Pedro

Si no puedes orar como Pablo;

Puedes hablar del amor de Jesús

Que murió para a todos salvarnos.

 

 


0 comentarios:

Publicar un comentario