Las cargas sobre las bendiciones
Capítulo 17
Pecado esculpido
1. El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares,
2. mientras sus hijos se acuerdan de sus altares y de sus imágenes de Asera, que están junto a los árboles frondosos y en los collados altos,
3. sobre las montañas y sobre el campo. Todos tus tesoros entregaré al pillaje por el pecado de tus lugares altos en todo tu territorio.
4. Y perderás la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá.
Me impresiona que el Espíritu Santo, tan claramente, utilice el ejemplo de Israel, hasta cierto punto, para enseñar cual es la condición imposible de toda la raza humana. El primer versículo declara que el pecado de Israel no es ningún secreto; el texto declara que está escrito como con un cincel de hierro, o esculpido, como con la punta del diamante, para testificar de la depravación del judío. El diamante es la piedra más dura que existe e ilustra la condición de la naturaleza caída, esculpida sobre lo más profundo del ser humano, como si fuera una tabla. Esta impresión maligna no se desgasta, ni puede ser borrada.
Tras demostrar la presencia del pecado en el ser interior de la personalidad hebrea, enfoca la manera en la que marca su religión… ilustrada por los cuernos de sus altares. En la verdadera religión, originada por Moisés, había cuatro cuernos, cubiertos de bronce, en las cuatro esquinas del altar. El sacerdote ponía, con el dedo, sangre del sacrificio sobre los cuernos, revelando la Fuente de Vida, inmolada como un substituto para el pecado del que ofrecía sacrificio.
Sin embargo, los altares idólatras de Judá, en los días de Jeremías, solamente mostraban una nación entregada a la traición contra su Creador y Dios. El caso de Israel parece especialmente vergonzoso, ya que fue elegido divinamente y fue extremamente privilegiado. Pero estoy convencido de que, si cualquier otra nación hubiera estado en la misma situación que Israel, habría fracasado igualmente. El fracaso se debe a la enorme deprava ción y a la perversidad de la naturaleza caída de la humanidad.
Los padres criaron a sus hijos en la idolatría y ellos llegaron a conocer muy bien lo que eran los falsos altares e imágenes, tanto como los árboles frondosos en los collados altos, donde sus padres llevaban a cabo escenas pervertidas (v.2). Después Dios ilustra lo justo que es lo que Él hará, eligiendo un lugar alto, “oh montaña mía en el campo” (v.3 LBLA), precisamente en Jerusalén, como el sitio donde las riquezas de toda la nación de Judá serán saqueadas. Tendrán que desprenderse de los grandes recursos naturales con los cuales Dios había bendecido su tierra.
Como no quisieron servir a un Dios bueno, bajo Su autoridad, Él les envía fuera de la Tierra Prometida para servir bajo el mando de enemigos crueles en una tierra desconocida. Solamente pueden culparse a sí mismos por haber encendido el fuego de la ira de Dios, que ardía más allá de lo que esperaban y más allá de su poder para extinguirlo (v.4). El hombre es incapaz de controlar las consecuencias que ha producido su pecado.
La maldición por confiar en el hombre
5. Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.
6. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.
7. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.
8. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
Según el principio bíblico, confiar en el hombre no es solamente imprudente, sino que hacerlo traerá una maldición. Es depositar la confianza en carne y sangre que no son mejores que las tuyas. Hacerlo producirá algo tan severo como lo es la maldición porque, al poner tu confianza en el hombre, la quitas del Señor. Tenemos que informar al estudiante de la Biblia que una confianza dividida es una imposibilidad espiritual. Es cierto que Dios es omnipotente y vence toda oposición, pero rehúsa competir con quien recibe nuestra lealdad.
Nosotros tenemos que descansar en Él, totalmente y sin reservas; tendrá que ser de forma completa o no valdrá. La maldición cae sobre la locura de cambiar la omnipotencia de Dios por la debilidad del poder humano (v.5).
El Señor compara la persona maldita con una retama o arbusto sin sentido, que crece en un desierto no habitado, al sur del Mar Muerto. Un comentarista dice que probablemente sea una hierba que no tiene fruto ni semilla, y no es sembrada ni plantada (Jamieson-Faussett-Brown). Es ignorada y ignorante de una mejor existencia. Lo triste es que al poner la confianza en el hombre estamos aprendiendo de un ser humano, creado a la imagen de Dios, con un potencial asombroso que el Creador ha depositado en él. Sin embargo, ha elegido vivir sobre un nivel muy inferior al que Dios ha determinado para él, ignorando sus riquezas interiores. Es fácil observar esta ignorancia entre nuestros semejantes, en sus rutinas cotidianas, semanales y anuales, esclavizados por el alimento, albergue y ropa, ajeno a los tesoros que hay en la Palabra de Dios y la herencia eterna en el evangelio. Hay una tristeza inmensa en esta verdad.
Sin embargo, al otro lado, existe una bendición incomparable, en la posición de un creyente que ha depositado su fe enteramente en el Señor. Él posee una cualidad llamada esperanza (la palabra en hebreo traducida confianza en este versículo, es también refugio, seguridad o esperanza). Tengo que enfatizar que la confianza o la esperanza en el Señor es una esperanza piadosa que no tiene un igual terrenal. Aquí hay una esperanza basada en recursos limitados, es decir, cosas provisionales que la tierra ofrece a sus ciudadanos, que ponen su esperanza en cosas por las cuales no pueden estar 100% seguros. Ellos esperan que se realicen sus sueños. Por otro lado, la esperanza en el Señor no falla, es absoluta y segura. Es como un ancla que penetra en la eternidad, firme y segura, a la cual el alma está fijada.
Comparado a la retama en el desierto, él es como el árbol que prospera junto a las aguas. David escribió sobre él en el primer Salmo. Hemos aprendido que la hierba en el desierto no tiene fruto ni semilla, sin embargo, este árbol no deja de dar fruto. No es afectado por el calor del verano ni por los años de sequía. David escribió que sus hojas no se marchitan, y Jeremías menciona que siempre están verdes. El hombre representado por este árbol será frutífero y prosperará en todas las circunstancias. Su esperanza no está en las bendiciones terrenales, sino que está plantado en un suelo de otro mundo que es perfecto.
La profundidad de la maldad del corazón
9. Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
10. Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
11. Como la perdiz que cubre lo que no puso, es el que injustamente amontona riquezas; en la mitad de sus días las dejará, y en su postrimería será insensato.
Cuando la Biblia habla del corazón humano, se refiere a la fuente que gobierna la personalidad, en el centro absoluto de su ser. La Escritura dirige una condenación terrible contra él, algo que está de acuerdo con toda la doctrina bíblica, acerca de la raza adámica. La Biblia declara que el hombre es malo y depravado, sin ninguna evidencia de que sea bueno o de que pueda serlo. No existe ninguna manera de repararle. Si alguien tiene una opinión positiva sobre el ser humano, es porque está engañado.
No debe sorprendernos que la sociedad haya concluido en que el hombre es básicamente bueno, ya que el corazón de cada miembro es muy engañoso y tuerce la verdad hacia lo que es totalmente opuesto a lo que es cierto. Es perverso, más allá de nuestra capacidad de comprensión. Lo que estoy expresando es la verdad de Dios y, por eso, es inútil intentar llegar a alguna otra conclusión correcta. Existe una sola manera de enfrentarnos con la verdad, y es aceptarla, porque es inalterable.
Estableciendo la doctrina nuevo testamentaria, Pablo recurre a David y, en Romanos 3:9-12, enseña lo siguiente: 1) No existe una persona justa… y no hay excepción. 2) No hay ninguno que tenga un entendimiento piadoso para poder comprender su estado delante de Dios. 3) No hay ningún ser humano que inicie una búsqueda para hallar a Dios; al contrario, corre en la dirección opuesta, para alejarse de Él lo más posible. 4) Todos se han desviado del camino correcto y del propósito de su existir. Toda la raza humana es como un desperdicio, totalmente inútil para Dios, sin ninguna característica que valga la pena salvar. En el capítulo 1, Pablo proclama que tampoco tiene excusa por su condición (Ro.1:20).
Ahora, no hay donde buscar para hallar una segunda opinión, ya que Dios es capaz de hacer un juicio verdadero y perfecto sobre el estado de Su propia creación. Él ha examinado el corazón malvado y ha descubierto los pensamientos de su mente. Solo resta declarar una sentencia justa para los hechos del hombre por lo que su vida ha producido (v.10). El hombre es una fábrica de pecado, y eso es lo único que puede producir.
El único Dios sabio da a Jeremías otra ilustración para comprobar la inutilidad de un ser humano. Se refiere a uno del que sus prójimos quizás puedan pensar que posee la capacidad de poder proveer algo bueno de su vida por medio de sus finanzas. Le compara con una perdiz que se sienta durante todo el periodo de incubación sobre huevos infértiles (el punto no es que los huevos no sean de ella, sino que toda su espera es inútil); eso es lo máximo que el Señor puede recibir de un rico. Si el corazón del hombre es engañoso y perverso, ¿cómo podrá producir verdaderas riquezas? A partir de la mitad de su vida, una persona que observa correctamente puede discernir que lo que ha acumulado es vanidad y, cuando llegue al fin de su existencia, todo lo que ha acumulado será cambiado en ceniza. Más allá del sepulcro no se llevará nada de lo que ha ganado aquí (v.11).
Vergüenza y honor
12. Trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario.
13. ¡Oh, Jehová, esperanza de Israel! todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas.
14. Sáname, oh, Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza.
15. He aquí que ellos me dicen: ¿Dónde está la palabra de Jehová? ¡Que se cumpla ahora!
16. Mas yo no he ido en pos de ti para incitarte a su castigo, ni deseé día de calamidad, tú lo sabes. Lo que de mi boca ha salido, fue en tu presencia.
17. No me seas tú por espanto, pues mi refugio eres tú en el día malo.
18. Avergüéncense los que me persiguen, y no me avergüence yo; asómbrense ellos, y yo no me asombre; trae sobre ellos día malo, y quebrántalos con doble quebrantamiento.
No hay futuro para el hombre en sí mismo. Entonces, ¿habrá una esperanza de salvación para este miserable ser? Bueno, en el versículo7, hemos visto que el hombre que confía en el Señor halla esperanza. Desde antes de la fundación del mundo hay un propósito excelente, y le fue revelado a la raza hebrea… al judío primeramente. Por eso, tenemos que ir a la Escritura hebrea para hallar la respuesta, para ver cuál es exactamente la razón por la que estamos indagando en este libro. En el versículo 12 nos habla de un trono glorioso en el que el Dios de Israel tiene un santuario entre Su pueblo.
Aunque los caminos del hombre son falsos y, por eso, malditos, hay esperanza verdadera en el Dios de Israel. Darle la espalda significa andar en el camino de la vergüenza, como vimos en versículos anteriores. Bíblicamente, es un honor para una persona que los demás se acuerden de ella después de su muerte. Tenemos ejemplos de algunos, cuyos nombres hubieran sido olvidados, si no fuera porque Dios se interpuso y les dio una fama duradera. Un caso sobresaliente es el de la mujer que derramó un perfume carísimo sobre Jesús, de quien Él dijo (Mt.26:13): “De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.” En el versículo 13, al contrario, nos dice que los nombres de los que se alejan del Señor serán como escritos en el polvo.
Parece, claramente, en este capítulo, que la ignominia del hombre se origina por insistir en seguir caminos falsos, en lugar de seguir al verdadero Dios. En este versículo Dios es llamado Manantial de agua de vida. El hombre es uno que bebe aguas sucias, lejos de la fuente. Vemos que su problema se ha complicado porque rehúsa humillarse y volverse a su Creador.
¡Hay un poder maravilloso en la simple petición del versículo 14!: “Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo.” La oración es tan sencilla que alguien muy inocente podría ofrecerla. ¡No es nada complicada! El apóstol argumenta la misma sencillez en Romanos 10:6-13: “No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?... o ¿quién descenderá al abismo?... Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón… porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
¡Ven, amigo incrédulo! ¡Toma un gran paso de fe! Has estado luchando en la vida, buscando respuestas, intentando hallar un sentido a tu existencia; intentas llenar tu vida con diversiones y cosas materiales, temiendo a la enfermedad y a la muerte. Aquí hay una respuesta para ti… unas pocas palabras simples… Dios solamente requiere que salgan de tu corazón… ¡Sáname… sálvame! Él lo hará y tú le alabarás durante el resto de tu vida.
Jeremías fue un sencillo seguidor y, por eso, fue un gran profeta. Las multitudes arrogantes le desafiaron, le resistieron, le escarnecieron, se burlaron, dudaron y le cuestionaron, lo cual no debe sorprendernos; le hicieron igual que a Cristo en su venida: “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mt.27:40). Hicieron caer sobre sí una horrible maldición: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt.27:25). De forma rebelde demandaron el cumplimiento de la palabra de Dios y, en el año 70 d.C., les cayó encima (v.15).
La disposición de Jeremías a seguir al Señor estableció el valor de su consejo. Él mismo tuvo autoridad porque estaba bajo Su autoridad. Él solamente transmite el mensaje de Dios, por estar en Su presencia. No halla ningún placer personal en sus tan temibles profecías, y Dios es testigo de que, lo que sale de su boca, se ha originado en el cielo. Es el embajador del Reino de Dios en el capital de Judá.
Tenemos que hacer entender que es algo sumamente terrible existir como un ser, llamado en el libro de Génesis un alma viviente, cuando uno entiende su significado, es decir, que la vida consciente no puede ser extinguida. Aunque lo ignora, existe y vive sobre este planeta de forma prestada, sin ninguna garantía de que el tiempo vaya a ser mucho. Según Jesús, el destino de un incrédulo ya está determinado: “El que no cree, ya ha sido condenado.” La condenación eterna está justo por delante. Tal verdad debe despertar en lo más profundo de su ser un terror horrible, sin que, absolutamente nada, pueda apaciguarlo o removerlo. No estar al tanto de esta realidad es estar dominado por el engaño. Hay una sola esperanza: “El que en él cree, no es condenado” (Jn.3:18). Jeremías declara que esta fuente de esperanza es singular, y no existe ninguna otra: “Mi refugio eres tú… dando seguridad, aunque el futuro sea muy espantoso.
Hay dos caminos para seguir en esta vida; el que nos conduce a la deshonra y a la vergüenza, y el que trae honor. Los dos son destinos justos. El primero es ilógico, torcido, soberbio, violento y dañino. El segundo es un camino espiritual y mentalmente sano, sensato, razonable, basado en el amor por la verdad y la paz, adornado con buenas intenciones para nuestro prójimo. Vemos que Jeremías sigue al Buen Pastor y no tiene deseos de ver caer ninguna calamidad sobre su pueblo. Es alguien que ama la verdad de la Palabra de Dios. No es nada injusto que estos dos caminos terminen en destinos que ya han sido determinados. Uno, justamente, terminará en la vergüenza, pero no sería nada correcto que un hombre piadoso, como el profeta, cayera en la desgracia. Por eso él puede caminar con total confianza, sin temer el futuro, mientras que el impío será destruido a través de múltiples calamidades.
Eligiendo caminos egoístas por encima de los de Dios
19. Así me ha dicho Jehová: Ve y ponte a la puerta de los hijos del pueblo, por la cual entran y salen los reyes de Judá, y ponte en todas las puertas de Jerusalén,
20. y diles: Oíd la palabra de Jehová, reyes de Judá, y todo Judá y todos los moradores de Jerusalén que entráis por estas puertas.
21. Así ha dicho Jehová: Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el día de reposo, y de meterla por las puertas de Jerusalén.
22. Ni saquéis carga de vuestras casas en el día de reposo, ni hagáis trabajo alguno, sino santificad el día de reposo, como mandé a vuestros padres.
23. Pero ellos no oyeron, ni inclinaron su oído, sino endurecieron su cerviz para no oír, ni recibir corrección.
24. No obstante, si vosotros me obedeciereis, dice Jehová, no metiendo carga por las puertas de esta ciudad en el día de reposo, sino que santificareis el día de reposo, no haciendo en él ningún trabajo,
25. entrarán por las puertas de esta ciudad, en carros y en caballos, los reyes y los príncipes que se sientan sobre el trono de David, ellos y sus príncipes, los varones de Judá y los moradores de Jerusalén; y esta ciudad será habitada para siempre.
26. Y vendrán de las ciudades de Judá, de los alrededores de Jerusalén, de tierra de Benjamín, de la Sefela, de los montes y del Neguev, trayendo holocausto y sacrificio, y ofrenda e incienso, y trayendo sacrificio de alabanza a la casa de Jehová.
27. Pero si no me oyereis para santificar el día de reposo, y para no traer carga ni meterla por las puertas de Jerusalén en día de reposo, yo haré descender fuego en sus puertas, y consumirá los palacios de Jerusalén, y no se apagará.
Jeremías recibe la orden de ponerse en las puertas del comercio de Jerusalén. Las élites entran y salen por ellas, donde su pretendida dignidad puede ser reconocida, mientras la gente común halla entradas más prácticas y convenientes. Las dos clases necesitan oír la palabra de Señor, así que Jeremías va de una a otra, hasta visitarlas todas.Las prioridades de cada ciudadano eran visibles cuando entraban y salían de la ciudad, mientras llevaban a cabo los negocios de la vida. Habría aquellos cuyas mentes se concentraban en comprar y vender, enfocados en lo que comerían o vestirían. Quizás estaban pensando en una boda venidera de algún familiar, o en los materiales que necesitarían para el nuevo edificio que iban a empezar a construir.
Otros tendrían valores religiosos muy fuertes. Estos, con mucha convicción, buscarían la manera de promocionar, cuidadosamente, sus intereses religiosos, para no dar mala fama a sus propias creencias personales. Son muy críticos con las ideas y maneras que no están de acuerdo con sus puntos de vista doctrinales. A continuación, veremos las instrucciones dadas en estos versículos que tienen que ver con guardar el sábado; también en las muchas enseñanzas y prácticas de Jesús. Estas se concentraban en las motivaciones del corazón de un cristiano.
Sus instrucciones contestaban la pregunta de los judíos: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” (Jn.6:28). Puso el Reino de Dios en su lugar apropiado, sobre las necesidades y los placeres de la vida, y el engaño de las riquezas. Si las prioridades del hombre se centran en la ganancia terrenal, su vida espiritual será infructuosa. Él advertía acerca de no utilizar las cosas de Dios para metas egoístas. En el tiempo de Jeremías, Dios está observando a las personas que entran por las puertas de Jerusalén, especialmente el sábado.
Él siempre busca a la persona que hace Su voluntad con un gozo que nace en el corazón de una naturaleza transformada. Isaías expresó muy bien la actitud deseada: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová” (Is.58:13-14).
El escritor de Hebreos enseñaba que “el que ha entrado en su reposo también ha reposado de sus obras” (He. 4:10) ¿Anhelas en tu corazón glorificar Su nombre? ¿Es lo que te da gozo y es la razón de tu existencia? O quizá te preguntes: ‘¿Cuánto puedo participar de lo que el mundo ofrece y todavía ser considerado cristiano?’
En este capítulo, ¿por qué lleva el pueblo la carga de sus propios intereses por las puertas de la ciudad de Dios? Y, en el versículo 22, ¿cuál es la carga de ambiciones personales que están sacando de sus casas en el día de reposo? ¿Por qué están hablando sus propias palabras, haciendo las cosas humanamente, y no les importan las palabras ni las obras del Espíritu Santo? Cuando los judíos acusaron a Jesús de quebrantar el sábado, Él contestó que no hacía Su propia obra: “Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo” (Jn.5:17).
¿Cuántas veces acusó Dios a Su pueblo de endurecer su cerviz debido a sus caminos y deseos egoístas? No inclinaba la cabeza ni doblaba su rodilla. En Hebreos 4:7, el escritor cita a David (Sal.95:7-8) al avisar: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” ¿Podemos dudar que los caminos del Señor son los mejores? ¿Estamos dispuestos a admitirlo?: “Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is.55:9). La cerviz dura se desarrolla “porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos” (Is.55:8) y porque Dios insiste, “abandone el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos” (Is.55:7). Pero como el hombre se resiste a abandonarlos, endurece su cerviz.
No, los judíos en el tiempo de Jeremías preferían sus propios caminos, llevando sus propias cargas personales por las calles de la Santa Ciudad el sábado, en lugar de entregar el día para la honra y gloria del Señor. Sus acciones hablaban más que sus palabras: ‘No nos interesa ver las promesas de David cumplirse. No nos importa si reyes, príncipes, carros y caballos entran por nuestras puertas. No nos interesa si vemos una oleada de judíos de la región cerca de Jerusalén, de Benjamín, de la tierra baja, de la región montañosa y del sur, trayendo ofrendas de incienso y “sacrificios de acción de gracias a la casa del Señor”.
‘Queremos hacer lo que nos da la gana, a nuestra manera, llevando nuestras cargas cada semana por la ciudad, en lugar de experimentar los propósitos eternos de Dios en esta ciudad… el Reino Milenial, seguido por la Nueva Jerusalén.’ Al hacerlo en las puertas de Jerusalén, los Babilonios prendieron fuego a las puertas y quemaron toda la ciudad, derrumbando los muros y destruyendo el templo.
Dios ofrece un glorioso cumplimiento de Sus caminos, superiores y sobrenaturales, entre nosotros, si estamos dispuestos a dejar nuestros caminos atrás y ceder a Su instrucción. Pedro declaró en las calles de Jerusalén: “Arrepentíos y convertíos… a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor” (Hch.3:19). ¿Tenemos un anhelo profundo dentro de nosotros de que venga un reavivamiento? ¿Palpita nuestro corazón con algo del ritmo que movió a Pablo? “Si todos profetizan, y entra un incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros” (1 Co.14:24-25).
Tenía que ser maravilloso ver los panes y peces multiplicarse hasta poder comer 5.000 hombres más sus familias. Algo todavía más grande aconteció cuando 3.000 hombres vinieron en el día de Pentecostés de todas partes (lejos y cerca), y respondieron al oír hablar a los 120 “las maravillas de Dios” (Hch.2:11). Leo en el capítulo 4 de Hechos que el pueblo escuchó la palabra de los apóstoles y creyeron 5.000, el mismo número que Jesús alimentó, acompañado por sus mujeres e hijos.
Pregunto si la iglesia del siglo XXI no posee el mismo endurecimiento de cerviz que Israel. ‘Haremos las cosas a nuestra manera, confiados y orgullosos de nuestra elocuencia y capacidades. Tenemos nuestras maneras, que nos dan éxito. Inventaremos doctrinas que excusen nuestra falta de poder espiritual y la ausencia de la gloria de Dios entre nosotros. No hacen falta los dones del Espíritu en estos días, no estamos buscando un derramamiento espiritual. Tenemos nuestras propias cargas para llevar en los pasillos y tras los púlpitos de nuestras iglesias.’
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