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Lowell Brueckner

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¿La palabra de Dios o sueños?

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  Capítulo 23 (parte II)

 

 Profetas autodesignados, andando en el engaño de sus propios corazones      

 21. No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. 

22. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y yo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras. 

23.   ¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? 

24.  ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?

25. Yo he oído lo que aquellos profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé.  

26. ¿Hasta cuándo estará esto en el corazón de los profetas que profetizan mentira, y que profetizan el engaño de su corazón?

27. ¿No piensan cómo hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero, al modo que sus padres se olvidaron de mi nombre por Baal?

28  El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová

29. ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

      30. Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras             cada uno de su más cercano.

31. Dice Jehova: He aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho.

      32.  He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuenta                    y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les                   mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová.

 Jesús llamó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan para que fuesen pescadores de hombres (Mc.1:16-20). Él estuvo toda una noche en oración antes de elegir a doce hombres para que fuesen apóstoles (Lc.6:12-13). Después designó a otros setenta, a quienes mandó salir de dos en dos (Lc.10:1). Pablo, a menudo, nos dice que él fue llamado a ser apóstol. Cada profeta fue llamado por Dios, y reyes y sacerdotes fueron ungidos por Su mandato. En el principio de este libro leímos del llamamiento de Jeremías: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (1:5). El llamamiento divino es esencial para cada ministerio genuino. 

 

 Gran parte de este capítulo expone a hombres que fueron autodesignados; primera característica de una religión fundada por los hombres. Ellos emprendieron una misión sin haber sido enviados, y compartieron un mensaje sin haber escuchado de Dios (v.21). Este pasaje nos será de mucha ayuda para poder detectar el falso ministerio entre nosotros en estos días de gran engaño.

 La segunda característica es que el mensaje de los falsos profetas no dirige a la gente al arrepentimiento. Sin embargo, la palabra de Dios sí le hace volver de sus caminos y hechos malvados. El texto menciona ambos: los caminos y los hechos, porque existe una diferencia entre ellos. Los caminos de los pecadores están profundamente establecidos en sus corazones, y sus hechos u obras son la manifestación de una depravación interior. Cada predicador del evangelio ungido desarraigará públicamente el pecado del corazón, y cuando el consejo de Dios es declarado, los hombres se volverán de sus pecados. Esto es declarado claramente en el versículo 22 y es el producto natural de cada ministerio legítimo.

 Tenemos que ver esta característica en nuestros predicadores… ¡Qué bonita expresión!: “En Mi secreto”. La palabra hebrea indica intimidad; recibir Su consejo como fruto de una intimidad con Él. Por ello, los mensajeros que mantienen una relación íntima con el Señor predican el arrepentimiento a los pecadores. ¿Qué conclusión sacamos entonces de los predicadores que no buscan el arrepentimiento de sus oyentes? Yo diría que una falta seria de tal relación, porque no aprecian Su aborrecimiento por el pecado.  

 En el versículo 23, Dios habla de Su clara visión de las cosas lejanas y cercanas, y la atención dada a los asuntos de la humanidad. El texto indica que nadie puede esconderse de Él, como intentaron hacer Adán y Eva en el principio (v.24). Él llena todo el universo y más allá, porque el universo no lo puede contener. Magnifica Su inmensidad. Dios intenta mejorar su concepto de Él. La razón por la que estos profetas se tomaron la libertad de conducir su oficio de cualquier manera, como les daba la gana, es porque tenían un concepto pequeño de Dios. Tenemos delante de nosotros un ejemplo perfecto del propósito principal de la Escritura, que es, en primer lugar, darnos una revelación verdadera de Dios.

 Sigamos adelante para observar el “ministerio” de los profetas autodesignados con relación a la revelación de la persona de Dios. Estos falsos profetas utilizaban el nombre del Señor para promocionar sus propósitos, sin haber recibido ningún mensaje de parte de Él. Fuera de la esfera de Su unción e inspiración personal, solamente quedan mentiras. No existe una zona neutral en la exposición de las verdades espirituales; los caminos y pensamientos de Dios no fluyen por las mismas venas que las de una humanidad caída. Solamente existen los caminos del hombre y los caminos de Dios; los unos se oponen a los otros.

 Parece que contar sueños y relatarlos de forma dramática, era común entre los profetas del tiempo de Jeremías, como lo describe el versículo 25. Aunque tenemos que decir que, algunas veces, el Señor ha revelado Su voluntad en la Biblia por medio de sueños, es un asunto que requiere de mucha precaución. Los sueños son fenómenos místicos que tienden a la fascinación. Un sueño puede venir tanto del enemigo como de Dios, pero lo más común es que procedan de nuestro subconsciente natural. Los sueños son fruto de una función normal de la mente, pero como son imprecisos requieren ser interpretados, aunque no es necesario. Tozer dijo una vez: “Jamás he tenido un sueño que no pude atribuir a algo que comí en la cena”. Esa manera de pensar nos ayudaría a descubrir una pretendida inspiración divina.

 En los casos que Jeremías expone, los sueños son un sustituto de la inspiración divina. El versículo 26 demuestra que Dios quiere que cese esta fuente para “el ministerio”. Los falsos profetas son engañados desde el corazón y de ahí vienen sus mensajes, repletos de opiniones personales, según su propio concepto de Dios. El texto dice que el resultado de sus profecías es hacer que el pueblo se olvide de Su nombre, es decir, del carácter y atributos de Dios. Esto es lo que sucede, independientemente de si es su intención o no. Enfatizo que: el resultado del método de recurrir a los sueños es desviar al pueblo de un hábito sano de concentrarse solamente en el Dios verdadero. Su efecto será producir conversación social que cambiará el concepto popular de Dios en una perversión que conducirá a todo el pueblo a la idolatría. Dios declara que esto ya ha ocurrido y ha conducido al pueblo a la adoración de Baal (v.27).

 El sueño del falso profeta contrasta con la palabra de Dios (v.28). Obviamente, los sueños no transmiten Su palabra, sino que apartan al mensajero de la fidelidad a Su palabra. El texto compara el sueño a la paja, cáscaras vacías, y Su palabra como la semilla, el grano entero de verdad. Vamos a hacer una pausa para recordar que la observación viene del Dios del cielo. Estos hombres no pueden hacer más que contar e interpretar sueños; hasta ahí les lleva su “ministerio”, no podemos esperar más de ellos. Pero aquel, a quien Dios ha dado su palabra, que sea cuidadoso y fiel a ella.

 El Señor ahora define las propiedades de Su palabra: es como el fuego y, cuando se encienda, hará su función: consumirá los malos caminos y obras, como ya hemos estudiado. También romperá como un martillo los corazones endurecidos y los expondrá a una fuerza mayor. Dios dice que Su palabra poderosa lo hará definitivamente. Por otro lado, las funciones de los hombres, sus sueños, en este caso, no tendrán ningún beneficio verdadero (v.29). Será como Jesús proclamó en Su evangelio: “Sin Mí, nada podéis hacer” (Jn.15:5).

 Estos métodos contrarrestan los propósitos de Dios y, por esa razón, Dios se levanta contra los profetas que recurren a ellos. Aquí se expresa otro efecto de la falsa profecía. Hurta la obra que la palabra de Dios ha sembrado en el corazón (v.30). Toma nota de la importante doctrina del apóstol Pablo, que da un toque final a la enseñanza de Jeremías: “Nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa (hace su obra… LBLA) en vosotros los creyentes” (1 Tes.2:13). ¡Qué revelación más clara para añadir a nuestra lección!

 Saliendo un poco del tema, quisiera llamar tu atención a esta frase de dos palabras: “Sin cesar”. Obviamente, no significa que Pablo esté dando gracias a Dios veinticuatro horas al día por una característica en una sola iglesia. No, significa que Pablo, habitualmente, está agradecido a Dios por ello. Lo digo porque algunos han interpretado que “orad sin cesar” (1 Tes.5:17) significa que el cristiano debe estar en oración cada minuto del día. Esta exégesis es muy pobre. La mejor interpretación es que uno no debe dejar el hábito de apartarse para orar.  

 El Señor repite y confirma Su oposición a las mentiras que han salido de los sueños, y de la lengua de los falsos profetas (v.31). Cuando Dios llamó a Isaías, este vio claramente su condición y declaró que era un “hombre inmundo de labios”. Un serafín le tocó con un carbón encendido del altar de Dios diciendo: “Es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Is.6:5-7).

 Hoy en día, los falsos mensajeros se desvían del cristianismo y hacen que sus seguidores sean sectarios. Uno es Joseph Smith, cuya culpa no fue quitada y quien seguramente siguió las pisadas de los falsos profetas de Israel, proclamando sueños y “revelaciones” falsos. El verso 32 añade ligereza (hebreo) a sus características, refiriéndose otra vez a la paja del versículo 28; son sin peso, tomando su posición con ligereza, sin ser gobernados por el temor de Dios. La gente no recibe beneficio de profetas autodesignados.

 

Un ámbito más amplio

 33.  Y cuando te preguntare este pueblo, o el profeta, o el sacerdote, diciendo: ¿Cuál es la profecía de Jehová? les dirás: Ésta es la profecía: Os dejaré, ha dicho Jehová. 

34.  Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que dijere: Profecía de Jehová, yo enviaré castigo sobre tal hombre y sobre su casa. 

35.  Así diréis cada cual a su compañero, y cada cual a su hermano: ¿Qué ha respondido Jehová, y qué habló Jehová? 

36.  Y nunca más os vendrá a la memoria decir: Profecía de Jehová; porque la palabra de cada uno le será por profecía; pues pervertisteis las palabras del Dios viviente, de Jehová de los ejércitos, Dios nuestro. 

37.  Así dirás al profeta: ¿Qué te respondió Jehová, y qué habló Jehová? 

38.  Mas si dijereis: Profecía de Jehová; por eso Jehová dice así: Porque dijisteis esta palabra, Profecía de Jehová, habiendo yo enviado a deciros: No digáis: Profecía de Jehová, 

39.  por tanto, he aquí que yo os echaré en olvido, y arrancaré de mi presencia a vosotros y a la ciudad que di a vosotros y a vuestros padres; 

40.  y pondré sobre vosotros afrenta perpetua, y eterna confusión que nunca borrará el olvido. 

En el versículo 33, el Señor amplía el ámbito de Sus enemigos a: el pueblo, el profeta o el sacerdote, cuyas preguntas revelan su falta de entendimiento espiritual, como fue el caso de los judíos, los fariseos, los saduceos y otros, en el tiempo de Cristo. En el día de Jeremías había una curiosidad general, pero más bien era una burla de lo que el Señor hablaba con toda seriedad. Dios dijo a Su profeta Jeremías que respondiera: “¿Cuál profecía? (LBLA). Esta respuesta significa: “¿En verdad queréis saber lo que Dios dice?” Sigue la respuesta: “Yo os abandonaré”. Cuando una de las mismas personas se refiere a la profecía del Señor (tomándola con ligereza), Él le castigará individualmente con aquellos a quienes él influye más… es decir, a los de su casa (v.34). Estamos viendo los resultados de su bajo concepto de Dios.


 
El castigo producirá una respuesta mejor y más seria entre el pueblo. Ahora no se estarán burlando de la profecía de Dios, sino que estarán escuchando cuidadosamente para captar la siguiente palabra (v.35). Pero la respuesta sigue como la profecía anterior, no hay ningún cambio. La desobediencia del individuo al pronunciar la palabra profecía ligeramente, ya ha determinado su destino. El Señor le ordenó no usar esta palabra, por no ver la gravedad en la palabra que Dios había determinado contra él. Nota las palabras: cada cual o cada uno, cuatro veces entre los versículos del 34 al 36. Dios está pronunciando el castigo sobre cada individuo que ha usado la palabra profecía ligeramente, aunque solamente estuviera repitiendo lo que todos decían. Cada quien llevará su propio pecado (v.36), y la profecía se cumplirá individualmente. Cada quien podía elegir ser diferente de la multitud. El principio espiritual declara que cada palabra que el individuo pronuncie, aunque la hable bajo la influencia de la locura de la muchedumbre, será tratado individualmente por Dios.  

 Los versículos 37 y 38 son un resumen de los anteriores, revelando lo ofendido que estaba el Señor por la ligereza y desobediencia del pueblo. Cada uno lamentará su actitud y vendrá con sinceridad al profeta verdadero, pero la palabra del Señor seguirá constante; la sentencia contra él no se anula. Es una sentencia desastrosa, más que cualquier otra pudiera serlo: “Os echaré en olvido, y arrancaré de mi presencia a vosotros”. Quitará Su benévola mano de ellos (v.39). Su morada terrenal, donde las gentes, a lo largo de los siglos, han buscado en oración Su ayuda y presencia, ya no estará a su disposición. La santa ciudad de Jerusalén es abandonada y el pueblo será expatriado de la Tierra Prometida a una nación extraña, lejos de Su bendición (v.39).

 Caerá una maldición sobre ellos que nunca será quitada, algo que les privará de todo el orgullo nacional, inundándoles de vergüenza. Vivirán como marginados en tierras extrañas, por todo el planeta. Esta es la maldición y afrenta que no será posible quitar. Les hará caer de rodillas y les dejará en esta posición mientras vagan por el mundo entero.

 

 

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 



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