Amor eterno
Capítulo 31:1-20
Dios restaurará a Israel con amor eterno
1. En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo.
2. Así ha dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo.
3. Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.
4. Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas.
5. Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los que plantan, y disfrutarán de ellas.
Los últimos versículos del capítulo 30, relatan el derramamiento de las siete copas de la ira de Dios en los postreros días. Él también es fiel en cumplir las profecías que hablan de Su juicio. En este capítulo declara que, en aquel tiempo, restaurará todas las tribus de Israel en Su gracia.
En tiempos de Jeremías, las tribus del norte habían sido llevadas cautivas a Asiria. Algunos de los que quedaron en la tierra, sin embargo, vinieron a Jerusalén cuando el rey Ezequías les invitó a su Pascua; el texto menciona a Efraín, Manasés, Zabulón, Aser e Isacar (2 Cr.30:10-11). El rey Josías celebró una Pascua con sacerdotes y levitas, y todo Judá e Israel estaban presentes, esta fue mucho mayor de lo que Israel había visto desde el tiempo de Samuel (2 Cr.35:18). Benjamín siempre estuvo con Judá en el reino del sur, la tribu de Simeón tuvo posesiones dentro de Judá y, por supuesto, los levitas moraban en todas partes de la tierra. El Nuevo Testamento nos informa que Pablo era un benjamita; Ana, la profetisa, de la tribu de Aser; y Zacarías y Elisabet levitas, que también eran muy numerosos. Quizás la mayoría de la población era de la tribu de Judá, incluso José y María.
Enfatizo las palabras “en aquel tiempo” (v.1) y “en el fin de los días” (30:24), cuando Dios reunirá a todas las tribus de Su pueblo; de Judá y de Israel del norte (v.1). Este es el pueblo que Él conoció en el desierto. Por medio del profeta Oseas, Dios también se refiere a Su pueblo en el desierto: “Yo te conocí en el desierto, en tierra seca” (Oseas 13:5), les dijo, dándoles la misma seguridad que por medio de Jeremías: “Te perdiste, oh Israel, mas en mí está tu ayuda… Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos… Efraín dirá: ¿Qué más tendré ya con los ídolos?” (Os.13:9; 14:4, 8)
El Señor les condujo sobrenaturalmente durante 40 años en el desierto, hasta llevarlos al descanso de Canaán. Compara el exilio en Babilonia, donde Israel sufrió espada, hambre severa y expatriación, con el tiempo en el desierto (v.2). Los setenta años de cautividad no fueron para su destrucción, sino para una disciplina amorosa. Israel reconoció la liberación de Dios en el pasado, como cuando estaban en el desierto, pero ahora temen que, al haber pecado tan grandiosa y excesivamente, el Señor les haya abandonado.
El Señor mismo consuela a Israel con la verdad absoluta: “Con amor eterno te he amado.” Una característica del amor de Dios es que es eterno, y no puede ser menos. Cuando Jesús mandó a Pedro perdonar setenta veces siete, estaba dirigiéndole a perdonar con el amor infinito de Dios (Mt.18:22). La parábola que sigue a este mandamiento habla de ese infinito amor que debemos seguir en el trato con nuestro compañero (Mt.18:23-35). ¿Es capaz el Señor de perdonar setenta veces siete? Sí, Su amor es ilimitado y eterno, como proclamó Pablo: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:38-39).
Dios jamás pensó en abandonar a Israel para siempre, de hecho, Su amor le atrae a Sí Mismo para que sea Su pueblo eternamente (v.3). En aquel tiempo, 1) reedificará a Israel; 2) restaurará su virginidad; 3) vivirán en el gozo del Señor (v.4); 4) y aún Samaria, que era la capital de las tribus del norte, será restaurada y bendecida (v.5).
Un día de gozo inefable
6. Porque habrá día en que clamarán los guardas en el monte de Efraín: Levantaos, y subamos a Sion, a Jehová nuestro Dios.
7. Porque así ha dicho Jehová: Regocijaos en Jacob con alegría, y dad voces de júbilo a la cabeza de naciones; haced oír, alabad, y decid: Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel.
8. He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá.
9. Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito.
10. Oíd palabra de Jehová, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.
11. Porque Jehová redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él.
12. Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor.
13. Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor.
14. Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová.
¿Te ha dejado el estudio de Jeremías con la impresión de que es un profeta feroz, que solo se quejaba vehementemente, amenazando juicio sobre el pueblo? Verás que no es así. ¡Qué gozo hallará el lector de Jeremías en el capítulo 31! El clamor de las naciones cristianas debe ser: “Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel.”
Un estudio sobre los guardas del Antiguo Testamento demuestra que a veces son tipos de predicadores. En el tiempo del que hablamos, habrá predicadores por todo Israel clamando: “Dejemos al monte de Efraín, y vayamos al monte Sion.” El monte de Efraín estaba entregado a la práctica idólatra y abarcaba todo el territorio del norte ocupado por las diez tribus. Pero ahora irán al sur, donde el Señor, el Hijo de Dios, reinará. Las naciones gentiles se regocijarán con Israel, viéndole volverse a su Dios, y reconocerán que Jesús de Nazaret es su Mesías, sentado sobre Su trono en Jerusalén (vs.6-7).
Dios obrará en los últimos tiempos haciendo volver a su tierra a los judíos del norte, de Rusia, de África, de Australia, de Europa, de América del Norte y del Sur, de las islas del mar y “de los fines de la tierra”. Vendrán los oprimidos, los golpeados por el antisemitismo, las mujeres encintas y las que dieron a luz a una nueva generación… “en gran compañía volverán acá” (v.8).
Hemos leído la descripción de un gran mover de Dios, y ahora Jeremías describe su actitud al regresar. Vienen llorando por sus pecados e infidelidad; sollozando por el rechazo hacia su Mesías. Vienen suplicando restauración y dirección hacia la voluntad del Señor. Él les hará andar junto a arroyos de aguas frescas en abundancia. Dios allanará el camino para su regreso, quitando todo tropiezo de él. Les guía con amor paternal o, mejor dicho, con amor divino y celestial, reconciliando al hijo elegido de José, cumpliendo los primeros propósitos que tenía para él (v.9).
¡Son noticias internacionales! Por su pecado, el Señor dejó a Israel en apuros, desesperado, e hizo que el judío fuera despreciado y perseguido en la tierra. Les dejó sin una patria y les esparció por todos los rincones de la tierra, pero ahora… ¡lee el título del día, anunciado en todo el mundo!... “El que esparció a Israel lo reunirá.” Una vez más será su Buen Pastor y guiará a Su pueblo como una manada (v.10).
El pequeño Jacob será redimido. Será rescatado del hombre fuerte, quien le tuvo cautivo durante siglos. Fue oprimido por Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, especialmente por Antíoco IV Epífanes, por el imperio romano y, finalmente, lo será por el maligno anticristo. Pero será perdonado y reconciliado ante su Dios y Creador (v.11), porque se pagó un precio infinito para redimirle de sus pecados.
En aquellos días, en las alturas de Sion, habrá celebraciones que superarán a las de Ezequías y Josías. Ninguna de las fiestas anuales, en todos los siglos, se podrá comparar al canto escuchado en Jerusalén durante ese tiempo. Serán como ríos de alabanza, “corriendo al bien de Jehová”. El verbo correr en el lenguaje hebreo es narar, definido como fluyendo unido, destelleando, siendo feliz, como el brillo de la corriente de un río. El gozo no podrá expresarse debido a las limitaciones del lenguaje humano. Los silos, almacenes y campos de Israel, estarán repletos de trigo, vino, aceite y manadas de ganado. Pero el texto no solamente menciona una restauración material: ¡El ser interior, el espíritu de cada israelita será avivado y refrescado continuamente como un huerto de riego! Dios declara que Israel será un pueblo sin engaño, como dijo Jesús a Natanael. La tristeza del corazón ha sido removida y solamente hay gozo en su futuro (v.12).
La profecía de Joel alcanza su cima: “Profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28-29). Cesa el lloro de arrepentimiento y Jeremías ve cómo el llanto es cambiado en gozo, la tristeza en regocijo y danzas, cuando Dios consuela a Su pueblo (v.13).
El anhelo de cada alma es hallar algo que dé satisfacción y una razón por la que vivir, y no quiere un empleo sólo para trabajar, sino que quiere estar gozoso en ello. Bien, a los sacerdotes, a los siervos del Señor, en aquel día “satisfaré con abundancia… dice Jehová”. Jesús habló de vida en abundancia, y aquí “mi pueblo será saciado de mi bien” (v.14).
Efraín, el hijo elegido de José
15. Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron.
16. Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo.
17. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra.
18. Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios.
19. Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud.
20. ¿No es Efraín hijo precioso para mí? ¿no es niño en quien me deleito? pues desde que hablé de él, me he acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él; ciertamente tendré de él misericordia, dice Jehová.
Estamos viendo que los grandes dolores de la nación de Israel un día se cambiarán en gozo. En el versículo 15, el Señor enfatiza uno de los dolores, y tiene que ver con Raquel, la madre de Benjamín y José, matriarca de las dos tribus (v.15). Está llorando inconsolablemente por sus descendientes destruidos. Herodes el Grande, tras escuchar que un Rey había nacido en Belén, mandó a sus soldados “matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores (Mt.2:16). La razón de por qué tenían que ser de dos años para abajo, es porque los magos informaron a Herodes que vieron la estrella levantarse dos años antes, señalando el nacimiento del Rey.
Los eventos del evangelio y la segunda venida de Cristo tienen prioridad, proféticamente, sobre cualquier otro periodo de la historia. El Espíritu Santo reveló a Mateo que esta profecía fue cumplida al nacer Jesucristo. Comenta John Wesley: “Los de Benjamín, que habitaban en Ramá, fueron descendientes de Raquel, la cual estaba sepultada cerca de este lugar. Aquí la Escritura la presenta como levantada, como saliendo de su tumba, y lamentando por sus hijos perdidos, que ya no están, es decir, que han muerto.
Este llanto será cambiado en gozo. El Señor manda incluso a las emociones humanas, e inmediatamente, junto con el mandamiento da la capacidad de obedecerlo. ¿Cuántas veces dijo Jesús: “No temáis (Mt.14:27; 28:10; Mc.5:36…), “no llores” o “no se turbe vuestro corazón”? En el versículo 16, el Señor dice: “Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos”.
Después da esperanza, porque los descendientes de Raquel volverán a su propio territorio cuando todos los israelitas regresen a su tierra. Sucederá en aquel mismo tiempo que estamos estudiando, después de que se derramen las copas de la ira de Dios sobre los enemigos de Israel y sobre todo el mundo, en general. El galardón de Israel vendrá en el futuro, cuando tome su lugar como una nación cristiana, rodeando el Monte Sion, donde se sentará su Rey (v.17). Isaías hace una referencia especial a los hijos de los judíos, diciendo que habrá gentiles amistosos que les protegerán y los devolverán a sus padres: “He aquí, yo tenderé mi mano a las naciones, y a los pueblos levantaré mi bandera; y traerán en brazos a tus hijos, y tus hijas serán traídas en hombros” (Is.49:22). Es lo mismo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial y ocurrirá otra vez en los días postreros.
¿Te acuerdas de la historia de José, cómo trajo a sus dos hijos ante Jacob para que los bendijese? Jacob había quitado la herencia a su primogénito, Rubén, y se la había dado a José, por lo que recibiría una herencia doble. Después José vino delante de Jacob, llevando a su primogénito, Manasés, a la derecha de Jacob, para que recibiese una mayor bendición, y Efraín a su mano izquierda. Pero, en la sabiduría del Espíritu Santo Jacob cruzó sus brazos, bendiciendo a Efraín en lugar de a Manasés.
En la profecía que tenemos delante, el favor soberano sobre Efraín alcanza su nivel más alto. Efraín se lamenta “con la tristeza que es según Dios” que “produce arrepentimiento para salvación” (2 Co.7:10), justificando a Dios por haber aplicado Su castigo como una disciplina sobre su vida. Él se lamentaba por su propia culpabilidad, y no por sentir el dolor de la disciplina. Reconoció que necesitaba ser disciplinado como un novillo indómito para poder ser útil en el yugo. Este hecho es de suprema importancia en la vida de todo creyente. Dios es el Creador del espíritu del hombre, dando a éste prioridad sobre el resto de su ser. Aunque somos muy conscientes del sufrimiento y sentimientos del hombre exterior, nuestro entendimiento del hombre interior es muy limitado. Por eso es difícil entender por qué tenemos que pasar por tan dolorosa disciplina, que aunque puede ser muy severa, el galardón que le sigue es grande. Es maravilloso cómo Efraín, finalmente, entiende la sabiduría de Dios al castigarle.
También demuestra fe, confiando en el Señor para que le restaure, al decir: “Conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios” (v.18). Dios es el único que puede renovarle completamente, y Efraín está seguro de que lo hará. Él ahora le conoce como su Dios, y por eso se somete a Su señorío. Él es totalmente diferente al Efraín visto a través de toda la historia de Israel.
Fíjate cómo Dios le ha conducido a un profundo arrepentimiento (Ro.2:4), y cómo se vuelve a Dios porque Él, en verdad, es Quien le convirtió. El castigo ha sido para su instrucción; la obra fiel de un Padre Celestial, cuya disciplina siempre da resultados. Al “herir su muslo”, Efraín demuestra su remordimiento, vergüenza y dolor por su pecado. También confiesa que le era necesaria la humillación para volverse al Padre. Lo mismo tiene que pasar en los tiempos del Nuevo Testamento: “Cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos” (Mt.18:4). ¡Qué falta nos hace en estos días de tanta arrogancia humana! (v.19)
Mi corazón se conmueve profundamente al ver la reacción del Señor cuando Efraín se arrepiente de corazón. Iré a las palabras de Jamieson-Fausett-Brown para obtener mejores comentarios de los que yo podría hacer: “La pregunta (¿No es Efraín hijo precioso para mí?) implica que uno espera una respuesta negativa. ¿Quién hubiera pensado que uno tan inútil para su Padre Celestial como Efraín lo había sido, sería todavía estimado por Dios como un “hijo encantador” (LBLA)? Seguramente no fue así por sus pecados… ¡SINO POR LA VIRTUD DEL AMOR ETERNO DE DIOS! (según el versículo 3. Por la magnitud de la declaración, lo enfatizo con letra mayúscula). Cuando Efraín se vuelve a Dios, Él, inmediatamente, le da la bienvenida como a un amado hijo.”
Tenemos que entender que Efraín representa a todas las tribus del norte, porque era la más grande. Todas las tribus idólatras del norte se arrepentirán, humillándose ante su Dios. Los israelitas sí se volverán; el Señor soplará Su Espíritu en ellos “y vivirán… y vivieron y se pusieron en pie, un enorme e inmenso ejército” (Ez.37:9-10). Sin embargo, en nuestro texto en Jeremías, son más bien una familia, amados hijos e hijas, niños encantadores. ¡Oh, escucha la voz del Señor! “Mis entrañas se conmueven por él, ciertamente tendré de él misericordia” (v.20).
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