Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

La epístola de Santiago

Etiquetas:

 

Introducción

El mapa de los judíos dispersos 

 

Pulsa sobre el mapa para ampliarlo

Con esta introducción lanzamos un nuevo estudio en el libro de Santiago. Para aquellos que quieran saber algo sobre los judíos dispersos por todo el mundo… Utilizo este mapa para que veamos hasta donde llegó la dispersión masiva durante siglos y hasta el tiempo en que la epístola de Santiago fue escrita. Bíblicamente, sabemos acerca del cautiverio de los israelitas del norte a Asiria (2 R.18:9-11), que he marcado en el mapa. Después, los judíos de Judá fueron llevados cautivos a Babilonia (2 R.25:1-21). También he marcado Susa, donde los persas tuvieron su palacio en el tiempo de Ester. Debido a la opresión de los romanos, otros se trasladaron a muchos lugares. Incluso en el Nuevo Testamento, leemos de discípulos que huyeron desde Jerusalén a distintas partes (Hch.8:4). He intentado marcar en rojo algunos de los lugares mencionados en Hechos 2:9-10, y también la procedencia de algunas personas mencionadas en el Nuevo Testamento, como Apolos de Alexandria (Hch.18:24) y Simón de Cirene (Mr.15:21).

 

¿Quién era Santiago?

 “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud” (Santiago 1:1) 

 El primer versículo de la carta de Santiago hace de introducción, informándonos del nombre de su autor y de a quienes iba dirigida. El propósito de la carta se irá desarrollando a medida que la leamos mientras el autor se dirige a las necesidades de los cristianos judíos. El deseo y las necesidades de los cristianos durante los siglos es razón suficiente para que la estudiemos, para nuestro provecho, sin importar nuestro trasfondo personal. El Espíritu Santo quiso que el libro de Santiago formara parte del canon de la Escritura para la edificación de la iglesia, durante toda su historia.

 En primer lugar, tenemos que acostumbrarnos a ver cómo los nombres: Jacobo y Santiago, se van intercambiando en la traducción española, aunque Santiago solo se utiliza dos veces en las traducciones españolas. Santiago es el título del libro mismo y aparece presentándonos al autor en la primera palabra del texto. Sin embargo, en el texto griego original, el nombre siempre es Jacobo, es decir, Iakobos, que es un grecismo del nombre patriarca hebreo, Jacob.

 

 Tenemos que identificar al autor de esta carta entre los hombres llamados Jacobo del Nuevo Testamento. El esfuerzo no es muy sencillo. Primeramente, tenemos que descartar al discípulo original, Jacobo, hermano de Juan e hijo de Zebedeo. En Hechos 12:1 y 2, leemos acerca de su martirio: En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles.  Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.” 

 Este suceso tuvo lugar unos once años después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo. En ese tiempo, Herodes encarceló a Pedro, que fue librado sobrenaturalmente por un ángel mientras los creyentes oraban por él. Este se presentó en la puerta de la casa de María, madre de Juan Marcos, y, sin entrar, les pidió que se lo dijesen a Jacobo (Santiago) y a los hermanos” (Hch.12:17). Esta es la prueba de que se trata de un Jacobo diferente al hermano de Juan, ya que este ya había sido asesinado.

 Había también otro Jacobo entre los doce apóstoles que Jesús nombró, llamado Jacobo el menor (Mc 15:40), probablemente porque Jacobo, el hijo de Zebedeo, fue y es mucho más conocido que él. Él tampoco es el autor del libro porque, como vamos a ver, el autor es hijo de José, el carpintero, mientras que Jacobo el menor es llamado el hijo de Alfeo.

 Los conciudadanos de Jesús mencionaron a sus hermanas y a sus medio hermanos por nombre: Jacobo, José, Simón y Judas. Ellos creían que Jesús era el hijo del carpintero (José) y de María (Mt.13:55-56), sin reconocer su concepción divina. Pablo identifica a Jacobo/Santiago, en su carta a los Gálatas, como columna en la iglesia de Jerusalén: “Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas… (Gal.2:9). También identificó a Jacobo/Santiago como apóstol y hermano de Jesús: “No vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor”, que es el escritor de este libro.

 

El apostolado continúa

 Antes de seguir con la biografía de Santiago quisiera enfatizar que fue un apóstol, aunque él no estaba entre los Apóstoles del Cordero originales, a quienes honraremos en su supremo llamamiento, especialmente porque Apocalipsis dice que sus nombres están inscritos eternamente sobre los doce cimientos de la Jerusalén celestial (Ap.21:14). Sin embargo, quiero demostrar que el llamamiento apostólico continúa, aunque a otro nivel, en el Nuevo Testamento.

En 1 Corintios 9:5, Pablo menciona a “los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas.” De esta forma indica que Judas, igual que Santiago, está entre los apóstoles: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo/Santiago(Jd.1:1). Como escritor del pequeño libro incluido en el canon de la Escritura, situado justo antes del Apocalipsis, Judas también es apóstol.

 Por supuesto, Pablo aclara bien que fue llamado por Jesucristo y Dios Padre para ser un apóstol. Los hombres principales, que trabajaron y viajaron con él, también fueron llamados apóstoles. Por ejemplo, en Hechos 14:14, Bernabé es llamado apóstol, junto con Pablo: “Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo…” Silas (Silvano) y Timoteo estuvieron con Pablo en Tesalónica (Hch.15:40; 16:1,3), y fueron bien conocidos por la iglesia. Ellos se unieron a Pablo cuando les escribió las dos cartas (1 Tes.1:1; 2 Tes.1:1) y Pablo los incluyó como apóstoles en 1 Tes.2:6: “Ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.”

 Al final de Romanos Pablo saludó a Andrónico y a Junias (según JFB, una forma contraída de Junianus). Él dijo que fueron “muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo” (Ro.16:7). Puede que signifique que fueron reconocidos por los apóstoles, pero, al decir que tenían más tiempo en la fe que él, creo que Pablo también les incluye entre ellos.

 ¿Podemos reconocer que hubo un considerable número de hombres en el Nuevo Testamento (aparte de los 12 originales) que también fueron apóstoles? La traducción latina del griego apóstoles es misioneros, y este oficio y llamamiento continuará hasta el tiempo del fin. Si no fuera así, ¿cómo llamaríamos a los misioneros del libro de Hechos y de la iglesia por los siglos? ¿Podemos ver a misioneros entre los otros cuatro ministerios: pastores, maestros, evangelistas o profetas? Yo creo que no, y tampoco creo que sea sabio quitar los dones y los oficios del Nuevo Testamento. La Biblia no indica que el creyente deba eliminar el apostolado. No quisiera estar incluido entre los que interpretan la Biblia tan liberalmente. 

 En 1 Corintios 9:5, Pablo menciona a “los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas.” De esta forma indica que Judas, igual que Santiago, está entre los apóstoles: “Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo/Santiago(Jd.1:1). Como escritor del pequeño libro incluido en el canon de la Escritura, situado justo antes del Apocalipsis, Judas también es apóstol.

  

Breve biografía de Santiago

 Este Santiago no fue un discípulo de Jesús sino, en verdad, un incrédulo: “Ni aun sus hermanos creían en él” (Jn.7:5). Posiblemente, Santiago estaba entre los suyos”, aquellos que viajaron 50 kilómetros, desde Nazaret a Capernaum, donde Jesús tenía su residencia, para prenderle porque decían: Está fuera de sí.” Puede ser que estuvieran influenciados por los escribas que habían venido de Jerusalén e insinuaban que “tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios” (Mc.3:21-22).   

 Ciertísimamente estaba entre “sus hermanos y su madre,” quedándose fuera de Su casa porque, por la multitud, no pudieron entrar. Enviaron palabra a Él, pero Jesús respondió: “Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana, y mi madre” (Mc.3:35). Jacobo no estaba entre estos.

 Seguramente fue la resurrección de Jesús lo que convirtió a sus “medio hermanos” en creyentes. Pablo dice que el pueblo que vio a Jesús después de la resurrección era de un total de 500 personas. Uno de ellos fue Jacobo, Su hermano: “Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles” (1 Co.15:7). Él estuvo en el aposento alto el día de Pentecostés con su madre y sus hermanos, obedeciendo el mandamiento de Cristo, para ser investidos del poder de lo alto: Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hch.1:14). En Pentecostés fue bautizado en el Espíritu Santo. Creció rápidamente en la vida y enseñanza cristianas, para convertirse pronto en una columna de la primera iglesia en Jerusalén.

 

Su posición y enseñanza en la iglesia de Jerusalén

 Santiago no mencionó su apostolado ni su relación natural con Cristo, más bien, se presentó como un esclavo (Griego literal: doulos). El caso del Antiguo Testamento al que se está refiriendo, es el de que cuando un esclavo ama a su amo y su posición, puede continuar voluntariamente como un esclavo permanente (Éx.21:5-6). Tal elección ilustra perfectamente al esclavo de Cristo quien, voluntaria y libremente, continua con Él en lugar de librarse de su Maestro.

 Como anciano en Jerusalén, Santiago ocupaba una posición delicada, porque los creyentes eran todos judíos. Él mismo era muy judío, enseñado en la Ley de Moisés. Esa iglesia siguió muchas de las costumbres y las leyes judías, pero Santiago hizo una clara distinción entre ellas y el evangelio de Cristo. Sabía que las costumbres, la ley y la circuncisión todavía eran practicadas por los creyentes judíos, pero no tenían nada que ver con la iglesia gentil.

 Santiago conocía, observaba y enseñaba las doctrinas de Jesús. Probablemente, las conoció primero en su propio hogar a través de su Hermano mayor, y antes de que Este las predicara públicamente. Quizás por tener este trasfondo con relación a Jesús (medio hermano), una vez creyente, pudo crecer espiritualmente, y rápidamente convertirse en un líder cristiano. En Santiago 1:12, él enseñó la bendición de la persecución y la promesa de Jesús a los perseguidos: Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” Compara el versículo con una de las bienaventuranzas en Mateo 5:10: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

 Igual que lo enseñaba Jesús, Santiago escribió de la fidelidad del Padre al conceder las peticiones de Su pueblo: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg.1:5). Jesús dijo: Pedid, y se os dará… Porque todo aquel que pide recibe… Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mt.7:7-11)

 Su doctrina siguió a la de Jesús sobre la cuestión de juzgarse los unos a los otros:No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mt.7:1). En Santiago 4:11 aprendemos: Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.”

 Entendió las cosas que Jesús decía sobre la hipocresía de confesar Su señorío sin practicar Su voluntad: Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg.1:22). Jesús sabía que habría maestros del cristianismo que no eran poseedores de él: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt.7:21).

 Finalmente, mencionaré el hecho de que Santiago entendió el valor de los tesoros celestiales y la vanidad de las riquezas terrenales: “Vamos ahora, ricos! ... Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla…  Hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra…” (Stg.5:1,2,7). Nadie sabe esto mejor que su Señor, que vino del cielo para enfatizar esta verdad: No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo” (Mt.6:19-20).

 

Pablo y Santiago estaban de acuerdo

Unos 20 años después de Pentecostés, los judaizantes llegaron a Antioquía desde Judea, diciendo: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hch.15:1). Pablo y Bernabé, por supuesto, desafiaron esta falsa enseñanza y fueron a Jerusalén para presentar el problema ante los apóstoles y ancianos.  

 Aún cuando estaban con ellos en la iglesia de Jerusalén, una secta farisea expuso el asunto: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hch.15:5). Entonces, Pedro dio testimonio de su experiencia entre los gentiles de Cesarea, enfatizando la gracia de Dios sobre la gente incircuncisa. Ellos creyeron y experimentaron el mismo bautismo en el Espíritu que recibieron los judíos el día de Pentecostés.

 Después de esto, Santiago se hizo cargo de la reunión, hablando de profecías, en cuanto a la bendición de Dios sobre los gentiles. Claramente, él era el líder entre los apóstoles y ancianos. Decretó que no inquietaran a los cristianos gentiles con leyes y costumbres judías, con la excepción de cuatro cosas: 1) No deben participar en comida idólatra. 2) Deben guardarse de la inmoralidad. 3) No deben ahogar a los animales, sino derramar su sangre antes de comérselos. 4) De hecho, no debían comer carne con sangre (una ley para toda la creación, antes de la ley de Moisés). Y esto fue todo. Claramente, él creyó que los gentiles no tenían que hacerse judíos para ser salvos.

 En Hechos 21, Pablo fue a Jerusalén para ver a Santiago, en particular. Cuando Pablo testificó de la maravillosa obra de Dios entre los gentiles, los cristianos judíos glorificaron al Señor, y compartieron con Pablo lo que Dios estaba haciendo entre los judíos pero, a la vez, continuaban con algunas costumbres judías después de haberse convertido a Cristo. Pidieron a Pablo que acompañara a cuatro de ellos a un rito de purificación, en el cual ellos, incluso Pablo, raparían sus cabezas. Al mismo tiempo, dijeron que los creyentes gentiles no guarden nada de esto” (v.25). Siendo judío, Pablo no tuvo problema en cumplir su petición.

 Pablo, al escribir a la iglesia gentil en Galacia, mencionó el encuentro que habían tenido en Jerusalén (Hechos 15) y habló de su unidad con Santiago, Pedro y Juan, columnas en la iglesia de Jerusalén. Ellos reconocieron la gracia de Dios sobre Pablo y su ministerio, y “nos dieron a mí (Pablo) y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión” (Gal.2:9). Sólo pidieron que practicase la obra humanitaria entre los pobres, algo que Pablo hizo con diligencia (Gal.2:10).

 Están los que piensan que existía una controversia doctrinal entre Pablo y Santiago sobre la fe y las obras. Martin Lutero llamó la carta de Santiago, la epístola de paja, destituida del carácter evangélico. Esta es una de las áreas en las que al famoso reformista le faltó la luz divina en sus enseñanzas; obviamente es así por atreverse a criticar la Escritura inspirada. Al llegar al capítulo 2, intentaré demostrar que tal controversia no existía, ni tampoco nada que contradiga la doctrina nuevo-testamentaria: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef.2:8-9). 

 

¿Cuándo y a quiénes escribió Santiago la epístola?

Los escribas y los fariseos martirizaron a Santiago durante una Pascua porque creían que, debido a su liderazgo, un gran número de personas se estaban convirtiendo en cristianos. Muchos piensan que Santiago escribió su carta justo antes de su martirio, durante la séptima década d.C. Otros piensan que fue escrita entre las primeras epístolas, e incluso algunos piensan que fue la primera de todas.

 Su epístola, junto a las de Pedro, Juan y Judas, es llamada una epístola general, porque no está dirigida a una iglesia o individuo en particular. Fue escrita a “las doce tribus que están en la dispersión” (Stg.1:1). Se refiere a los esparcidos de las tribus del norte, llevadas cautivas por Asiria, y a las tribus del sur de Israel, llevadas a Babilonia (Dt.4:25-27). ¿Recuerdas que en los Evangelios los judíos preguntaban si Jesús iría a los de la dispersión? (Jn.7:35).

 En los tiempos apostólicos, los judíos todavía sabían acerca de sus antepasados… Pablo pertenecía a la tribu de Benjamín, y Ana a la de Aser, por ejemplo. Cuando el templo fue destruido en el año 70 d.C, los documentos se perdieron y, desde entonces, sus raíces tribales desaparecieron. En el día de Pentecostés los que habían sido dispersos llegaron a la fiesta, escuchando el evangelio y convirtiéndose a Cristo. Después, ellos lo llevaron a muchas partes del mundo, fundando sencillas iglesias cristianas (Hch.2:8-11). También, por causa del evangelio, los cristianos fueron esparcidos después de la muerte de Estaban con el fin de que predicaran el evangelio en los lugares donde vivían (Hch.8:1,4).  Santiago está escribiendo a todos los judíos fuera de la nación de Israel.

 

 

 

 


0 comentarios:

Publicar un comentario